El sector nuclear argentino está poniéndose a prueba en un contexto en el que el Gobierno nacional recorta presupuestos para la ciencia y la tecnología, suspende proyectos de relevancia como el CAREM y presenta planes nucleares de los que muy poco se sabe. La transición energética, necesaria para enfrentar el cambio climático, tampoco está en la agenda ya que a este último se lo niega desde el Poder Ejecutivo. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) ya en otros momentos de la historia también ha pasado por tiempos duros y supo mantenerse en pie andando a diferentes velocidades. Carlos Aráoz, ex gerente de Combustibles Nucleares y de Tecnología de la CNEA que desde el año 1957, bajo la guía de Jorge Sábato, supo capear las crisis y generar negocios de desarrollo de tecnología para la Argentina que se discutían en las más altas esferas internacionales. Aráoz se refirió al momento actual y a las perspectivas que ve para el futuro en este sector, entre otros aspectos.
La CNEA está pasando por recortes muy fuertes, se están retrasando obras, hay recortes de personal y sueldos muy bajos. Es algo que también había pasado mucho en los años ’90. ¿Qué consecuencias trajo en esa época y qué cosas se pudieron seguir haciendo a pesar de esa crisis?
Estas cosas suceden cada tanto en la Argentina, cuando uno quiere hacer proyectos de largo plazo tiene que tener cuidado con lo que yo le llamaría las circunstancias, es decir, todas aquellas cosas que cambian en el país. De repente hay razones que nunca se entienden muy bien pero que contradicen las acciones anteriores. Dejar proyectos por la mitad es típico del subdesarrollo, nada más que porque cambió la política. O sea, no interesa la real aplicación, el esfuerzo que se haya invertido en algo, sino qué partido político es el que está detrás. La lucha por la política se convierte en una lucha por el poder a los efectos de tener los beneficios del poder. Y la real búsqueda del ser nacional, de constituir una unidad soberana como pueblo, pasa a segunda instancia cuando se discute el poder. En el caso nuclear, los proyectos nucleares son de largo plazo. Uno no hace nada importante en menos de 10 o 15 años y es muy importante tener buenas ideas si están acompañadas de una estrategia adecuada, sino es al cuete porque no van a ser llevadas a cabo, porque hace falta continuidad. Por ejemplo, en la relación entre la Argentina y Brasil se necesitan tratativas en los niveles políticos más altos si es que pensamos en hacer cooperación nuclear. Pero hoy es muy difícil porque hay temas de ideología que hacen difícil poner cosas en común. En los años ’90 alguien tuvo la idea de que continuar Atucha II no era conveniente y se suspendió la obra a mitad de camino, el palabrerío político pudo más que la realidad de la necesidad energética y de lo que significa tener una obra de ese tamaño parada, y la inversión de capital realizado ahí. Lo que pasó fue que cambiaron las circunstancias.
¿Y cuáles son las circunstancias actuales?
En la situación actual las circunstancias dicen que ciencia y tecnología no son interesantes. Los salarios están un tercio de lo que deberían estar en una época normal. Consecuencia: toda la gente especializada, entrenada, dice, «Ah, mirá, yo me voy para tal parte, yo me voy para tal otra, que sé yo». Y el costo más grande para el país es haber invertido en todas esas cabezas de primerísimo nivel internacional y dejar que se vayan. ¿Y qué pasó? Cambiaron las circunstancias. Los países desarrollados le sacan la ventaja económica a los proyectos de investigación, son habilidosos, sacan patentes, comercializan. Estos no lo entienden porque tienen una cabeza subdesarrollada.

Hoy la obra del CAREM está totalmente desfinanciada. ¿Un gobierno diferente podría continuar adonde se dejó?
Bueno, yo creo que el CAREM es todo un tema. Discrepo con la idea de que el CAREM pueda ser aplicado en el uso que se había previsto hace 20 años. El CAREM, hoy en día, como modelo de reactor, no es económicamente competitivo, ha sido ha sido superado montones de veces. Estuve metido en el proyecto CAREM en los inicios, cuando hicimos el acuerdo con Turquía (en 1989) para construir un CAREM allá y otro en la Argentina. Toda la tecnología, planos, especificaciones, los ponía INVAP porque Turquía no tenía capacidad para eso. Entonces, ellos construían el reactor con planos y especificaciones argentinas y de paso aprendían. INVAP conseguía una venta y otro reactor acá. Pero después eso fue suspendido por razones políticas. Hoy en día, el costo del kilovatio/hora del CAREM ha quedado demasiado caro en comparación con muchos proyectos de reactores modulares pequeños de otros lugares del mundo. Como reactor para generación eléctrica ya no es conveniente.
¿Entonces no se debería continuarse con la construcción del CAREM?
Bueno, ese es otro tema. La finalidad no debería ser para generar energía eléctrica de manera competitiva. Si fue a ver la obra puede ver que es enorme, y este solo es el prototipo. ¿Que tamaño va a tener la central de 120 o 150 MW? Para eso me compro un reactor de los otros, de los grandes, y a otra cosa. Los norteamericanos fueron los más piolas de todo el mundo, porque la Westinghouse dijo, «Mirá, no hagamos ninguna innovación». O sea, todo lo que conocemos de hacer las grandes centrales, sistemas, electrónica, la lista de proveedores probados y calificados, todo lo que conocemos, usémoslo para hacer una central chiquita. Entonces, en vez de 1200 MW, hagamos una de 300 MW. Y ahí sacaron lo que le llamaron la AP-300, con una enorme experiencia detrás. Entonces, yo creo que le van a poner la tapa a todos, los que están desarrollando prototipos e incluso a los argentinos,
Por eso, y mientras tanto, ¿qué hacemos con el CAREM?
Desde mi punto de vista hay que terminarlo, pero no con el objetivo de conectarlo a la red eléctrica sino para tener un prototipo con el que podemos ganar mucha experiencia en el área nuclear, en ingeniería, construcción, instrumentación, entre otras cosas. ¿Por qué razón? Porque ya existe la inversión. Porque la otra opción es tirar la plata y hablamos de 500 millones de dólares que están puestos ahí. Si me preguntás a mí, yo no tiro la plata como ciudadano y trato de que mi país haga lo mismo. Por eso, y viendo cómo viene la mano, se me ocurrió una idea que estuve discutiendo ya con con gente de organismos internacionales para hacer un centro de entrenamiento ahí. Y como no hay plata, hay que conseguir financiamiento internacional, porque este Gobierno no quiere y el próximo seguramente no tenga. Necesitamos que un organismo internacional ponga los 200 o 300 millones de dólares para terminar la obra y que sea para uso internacional. Si lo dejas así en construcción como está ahora, va a ser sometido al más salvaje saqueo como pasó con el astillero Domec García (Tandanor) en los ’90. Cuando se paró la obra se afanaron todo.

¿Cree que hay posibilidad de que funcione el plan nuclear del Gobierno?
En el plan nuclear que anunciaron dicen que quieren instalar centros de datos para inteligencia artificial alimentados con la electricidad de un nuevo reactor pequeño de INVAP, el ACR-300, que todavía está en papeles. Si querés hacer la ingeniería te lleva entre dos a tres años, después otro año para conseguir la aprobación para instalarlo, y unos cinco más para construirlo. Si las empresas son de Estados Unidos, ¿qué reactor van a usar? Sí, claro. Van a usar el de Westinghouse, que es una empresa de ellos. O sea, es un entusiasmo de (Demian) Reidel y compañía. A pesar de que estudió en el Instituto Balseiro, se dedicó a otras cosas, las finanzas, los negocios, de la parte nuclear no sabe nada. Por ejemplo, en el convenio no se menciona nada sobre los combustibles nucleares, que es muy importante que se hagan acá aunque se use un reactor norteamericano. Porque tenemos las fábricas de combustible nuclear, porque nos da la independencia, el negocio y por respeto a la historia nuclear argentina. Que ellos hagan el negocio del reactor y nosotros el del combustible. Creo que lo de Reidel no es por mala fe sino desconocimiento del negocio nuclear. Estoy buscando reunirme con él para poder convencerlo de la importancia de este tema.
En el lanzamiento de este plan nuclear estuvo presente Rafael Grossi, presidente de la IAEA, en un claro gesto de apoyo.
Estuvo presente y lo usaron. Grossi, con respecto al plan, se calló la boca, estuvo muy prudente.
En lo referente a las relaciones internacionales en el ámbito nuclear nuestro país perdió el convenio que había hecho con China para la construcción de dos centrales de potencia por la presión de Estados Unidos. ¿Cree que había alguna forma de poder retomar ese proyecto?
Ese tipo de presiones tan explícitas son muy raras en el plano internacional y especialmente cuando hacía muchos años que se venía trabajando el convenio en forma pública. Nos hizo perder mucho trabajo y desarrollo. Necesitamos apoyo político de otros países para conseguir la financiación.
¿Con otro gobierno eso se podría llegar a retomar?
Creo que tendrías que tener de nuevo la aprobación de Estados Unidos. Ya lo hemos visto, si avanzás te la van a hacer de vuelta y es trabajo perdido para todas las partes.
Matías Alonso