En un avance clave para el fortalecimiento de la industria aeroespacial y de radares en Sudamérica, la empresa argentina INVAP S.E. firmó un Memorando de Entendimiento con las compañías chilenas ENAER (Empresa Nacional de Aeronáutica de Chile) y DTS (Desarrollo de Tecnologías y Sistemas SpA), con el objetivo de establecer una alianza estratégica para el desarrollo conjunto de tecnología avanzada.
El acuerdo, que entró en vigor el 20 de marzo de 2025, busca consolidar un marco de cooperación orientado a la transferencia de conocimientos y capacidades en áreas como fabricación, soporte, mantenimiento y asesoría técnica, tanto en sistemas espaciales como en radares. Además, contempla proyectos de integración, ensamblaje, pruebas, fabricación y comercialización de estos desarrollos en Chile y en mercados internacionales.
La firma del memorando fue realizada por Ignacio Grossi, Subgerente General de INVAP; Henry Cleveland, Director Ejecutivo de ENAER; y Roberto Avendaño, Gerente General de DTS. La iniciativa representa un paso concreto hacia una mayor articulación tecnológica entre Argentina y Chile, que permitirá aprovechar fortalezas compartidas y sumar capacidades en segmentos estratégicos.
Uno de los aspectos mas destacados del acuerdo es la implementación de un Plan de Trabajo que servirá como base para un futuro Acuerdo de Cooperación más amplio, en el que se definirán los términos específicos para la ejecución de proyectos conjuntos. Este enfoque progresivo busca asegurar una coordinación efectiva entre las tres partes y facilitar la concreción de objetivos comunes.
El Memorando también establece mecanismos para el intercambio de información técnica, la realización de reuniones periódicas y la realización de estudios de factibilidad técnica y económica. De dicho acuerdo se desprende que cada empresa asumirá los costos derivados de sus propias actividades, lo que refleja una estructura de colaboración flexible pero comprometida con resultados concretos.
Esta alianza marca un nuevo hito en la cooperación tecnológica regional y refuerza el potencial de ambos países para posicionarse globalmente en un segmento altamente competitivo.
Cabe destacar que recientemente en el marco de la feria LAAD 2025, autoridades de INVAP, destacaron que su estrategia apunta a fortalecer la presencia en América Latina y abrir nuevas oportunidades en África. Al respecto, señalaron que “Estamos abiertos a asociarnos. Nuestro trabajo para aumentar exportaciones o negocios en el exterior es ponerle un esfuerzo también a la parte asociativa, no solo a la exportación del producto”.
Comentario de AgendAR
Si los memorandos de entendimiento fueran contratos reales, la Argentina sería una potencia tecnológica. No lo es porque suelen ser jueguito para la tribuna. Firmar papeles no significa exportar, o asociarse, o transferir tecnología a cambio de dólares.
Nadie duda de que INVAP sabe de radares: es diseñador, fabricante y logró ser un exportador. Nadie duda de que Chile es un comprador y usuario, lo que no significa que sea un comprador bobo. Un memorando de entendimiento es una declaración de intenciones que no obliga a nadie a hacer nada concreto. Como hubiera dicho el finado Cacho Otheguy, una cosa es un cafecito con Beyoncé, y otra cosa es otra cosa.
El asunto es que desde 2003 INVAP fue desarrollando una oferta de radares de casi todo tipo: desde portátiles en mochila para infantería, hasta de aeropuerto, de detección colaborativa o hasta de vigilancia aérea, de observación satelital de la Tierra en banda L, de observación y medición de tormentas en tiempo real, de barrido lateral o «look down» para subirlos a un Pucará y detectar intrusos en las fronteras o enemigos en el mar, e incluso de tipo AESA, capaz de detectar decenas de blancos navales, aéreos y terrestres a la vez sin ser detectado, e incluso de interferir sus comunicaciones y radares.
Eso no significa que INVAP esté condenada al éxito. El mercado de radares es caníbal, con perdón de los caníbales, e INVAP logró diseñar y vender su primer radar, el INKAN, en 2004 y debido a un cisne negro. Las licitaciones internacionales para control de aeronavegación de Carlos Menem y Fernando De la Rúa se trabaron para siempre en juicios entre oferentes por coimas.
Los brigadieres y comodoros veteranos de Malvinas, devenidos brevemente en jefes de la Fuerza Aérea, aprovecharon la trifulca para pedirle al nuevo y fugaz presidente Eduardo Duhalde que comprara nacional y no a países de la OTAN. Y como la muy pujante industria electrónica argentina había sido destruida por dumping aduanero en tiempos de Martínez de Hoz, el pedido de Duhalde recayó en INVAP: si sos el número uno mundial en centrales nucleares, seguro que sabés un camión de electrónica e informática. Y de licitación, olvídate, cariño.
INVAP tardó un año en diseñar, testear a instalar su primer radar colaborativo de aeropuerto, a un tercio de los precios inflados de Raytheon, INDRA, Thompson y siguen las firmas. Que chillaron no poco, porque INVAP sencillamente caminó sobre esa masa informe de abogados, lobbistas y jueces de cuchillo, y mostró el primer radar sudaca en el aeropuerto de Bariloche. Y agrandada como chancleta de gordo, ofreció radares militares no colaborativos, de los que detectan tráfico aéreo legal y del otro, y tienen contramedidas electrónicas para evitar las contramedidas hostiles.
Y citando al Génesis, los comodoros y brigas vieron todo lo que había hecho INVAP, y era bueno. Entonces pidieron unos cuantos más, y el Ejército no quiso quedarse atrás y pidió remozar sus viejos radares Westinghouse de alerta temprana, y sus Rasit de infantería. La Marina, según usos y costumbres, ignoró la novedad por demasiado nacional.
Obviamente, la cúpula aeronáutica que en lugar de radares de la OTAN prefirió comprar argentino fue desplazada deshonrosamente con una opereta de medios, 17 altos oficiales eyectados de un saque con Carlos Rohde a la cabeza, todos ellos héroes de Malvinas condecorados por valor en combate por el Congreso, es decir en tiempos de democracia.
Desde inicios del arma aérea, Bartolomé con De la Colina y Juan de San Martín, jamás tuvimos una conducción aeronáutica semejante. Las consecuencias siguen. Toda la plata que invirtió INVAP en desarrollar el radar SAR para patrulla armada nocturna de fronteras terrestre y marítimas se perdió cuando la FAA, en 2018, decidió cancelar el proyecto Pucará Fénix como avión de vigilancia aérea nocturna, ya probado con su combo de radar SAR y visor infrarrojo de FixView, en fase prototipo.
Suponiendo que el enemigo tal vez estará armado sólo con piedras y palos y no con misiles disparados desde el hombro, prefirió dejarlo como avión de ataque a tierra. Eso quiere en tierra, a espera de ser convertidos en estatuas de plaza. Fue el destino de casi todos los Pucarás.
Sin embargo, para pesar de muchos aeronabos, en diez años el país quedó radarizado por INVAP en tránsito aéreo comercial, y en materia de intrusos, con un «Escudo Norte» que obliga al narcotráfico a contrabandear cocaína en avioneta, volando de noche y a ras de los árboles.
No es que eso haya sacado al país de su destino de tránsito de falopa hacia Europa y Asia, porque el grueso de las cargas baja libremente desde Bolivia y Paraguay por el Paraná, privatizado y renombrado como Hidrovía, y lo que se queda en el Gran Rosario generó desde los ’90 un violento y pujante negocio de narcomenudeo.
Pero aún incompleto, el Escudo Norte le complica al narcotráfico la llegada en avioneta. No pasa de ser un sistema de back-up. Sin embargo, el no poder aterrizar en las pistas ilegales de Salta, Jujuy e incluso tan al sur como Santiago del Estero para atender clientes provinciales «punto a punto» les saca nichos de mercado y les sube costos de distribución en las provincias del NOA. Es como sacarle Rappi a una cadena de pizzerías. INVAP lo hizo.
El retiro forzoso de «los 17» jaqueó el desarrollo de una cadena de 6 radares «trans-horizonte» en la costa atlántica, primero para detectar pesqueros ilegales en la mila 201, y en segunda lugar para ver en qué andan los británicos en las islas demasiado famosas. La propuso INVAP a Néstor Kirchner en 2004, y con la idea de que al menos la Royal Navy y la Royal Air Force se sintieran bajo observación 24×7 y perdieran plata inventando contramedidas.
Pero a dos décadas de la opereta de medios, políticos y espías sobre la FAA, los dos ministros decentes que tuvimos en Defensa (el Chivo Rossi y Jorge Taiana) lograron que sólo tengamos 2 radares costeros RPA-170 de INVAP frente a Malvinas, uno en Trelew y otro en Tierra del Fuego. Son potentes y avanzados en materia de contramedidas.
Como éstas se renuevan al azar en frecuencia y azimut, es difícil para los Brits interferirlas. Sin embargo, la Tierra es redonda y las ondas de radiofrecuencia viajan en línea recta. Así las cosas, ambos radares sólo iluminan objetos al menos a 10.000 metros de altura sobre las islas. No hay modo de controlar nada en tierra o en el mar. A lo sumo, de generar interferencia sobre las comunicaciones de los aviones. Cosa que los gobiernos Brit-Friendly no hacen.
La otra cosa radárica interesante que desarrolló INVAP es un AESA, un radar de múltiples haces de barrido y frecuencia aleatorios y con capacidades de inteferencia y de generación de falsos ecos, hecho para que la Armada renueve los sistemas de las viejísimas corbetas MEKO 140. Los marinos, desinteresados, como siempre. Demasiado Nac & Pop. INVAP no te paga viajes ni jubilación.
La tremenda y súbita tormenta que destruýó, destechó y anegó a varias provincias y a todos los partidos del oeste bonaerense, en abril de 2014, dejó 5 muertos y miles de refugiados que perdieron todo y se quedaron meses sin luz. Sólo de soja, la provincia de Buenos Aires perdió más de U$ 500 mllones. convenció al gobierno nacional de organizar el SINARAME, el Sistema Nacional de Radares Meteorológicos. Como los 5 que había en el país eran todos de marca y frecuencia distintas y carecían de repuestos y service nacionales, el sistema se construyó sobre el radar RMA 14 de INVAP, con un alcance de 25O km a la redonda.
Cada unidad cuesta U$ 5 millones, siempre un tercio de la oferta internacional promedio, todas ellas tienen mantenimiento y repuestería locales, están organizadas como una red coordinada por el Servicio Meteorológico Nacional, y las autoridades de cada provincia. La idea era cubrir todo el territorio, pero el gobierno de Mauricio Macri discontinuó el despliegue, eligió no pagar los radares entregados y aconsejó a INVAP no vivir del estado (justo él).
Pagó sólo cuando a su alfil, Marcos Peña Braun, fue patoteado por periodistas en el Aeropuerto de Bariloche. El SINARAME, en consecuencia, se detuvo en 17 radares y casi no cubre la Patagonia, punto de origen de todos los frentes fríos que causan las grandes tormentas de otoño e invierno.
En suma, que por más que INVAP haya exportado radares de aeropuerto a Nigeria, no logra convencer de desplegar todo lo que tiene en la materia sobre su propio territorio. Ésta es una causa por la que AgendAR no cree en absoluto que INVAP vaya a venderle radares de ningún tipo a Chile: la Argentina sólo los compra en emergencia y cuando hay algún gobierno más o menos popular y desendeudado, es decir un cisne negro.
La otra causa es el propio Chile: pueden no entender un velín de radares, salvo como compradores. Pero no hay demasiado afecto de los vecinos hacia nuestra república al menos desde tiempos en que O’Higgins se peleó con San Martín.
Por la misma causa, no creo que INVAP tenga mayores chances de vender su tecnología espacial a los transandinos. Se la pierden: tenemos los mejores satélites de observación de la Tierra en Sudamérica, estamos dispuestos a transferir tecnología, aceptamos fabricación por parte del cliente. Es más, en un país donde el agua potable es privada y cara, como Chile, y que además se está secando, tenemos los dos únicos satélites de observación de recursos hídricos.
Los dos SAOCOM, con sus enormes radares en banda L, funcionan de día y noche, dan imágenes aunque el terreno esté tapado por nubes de tormenta y pueden medir incluso las napas subterráneas y dar alertas tempranas de aludes y deslaves. De yapa, tenemos los dos únicos satélites de telecomunicaciones geoestacionarios, los ARSAT-1 y 2, sobre un plan de seis que discontinuó Macri. Que es muy coherente en su conducta política, aunque tanto no en su gangosa elocuencia.
Chile, en cambio, tiene un plan espacial bajo dominio total de la Fuerza Aérea Chilena (FACH), y seguramente lo van a cumplir a rajatablas. El MinDef chileno siempre tiene plata, no perdió ninguna guerra, es casi parte de la OTAN y la FACH está inaugurando varias estaciones terrestres de control de satélites, aunque sólo tiene el que le compró a tiempo compartido al estado de Israel. Funciona propiamente como la mona. Pero no veo demasiado «affectio societatis» de los militares chilenos hacia INVAP.
De modo que todo lo publicado sobre radares y satélites en fraterna sociedad transandina por la prensa militar argentina vendría a ser humo. Y no parece generado en Bariloche sino en Santiago.
De todos modos, hay que participar en las licitaciones por satélites, aunque la cancha esté inclinada y embarrada, la tribuna en contra y el árbitro vendido. Por el honor, como dicen.
Daniel E. Arias