El 15 de este mes de julio reproducimos un artículo de Mariano de Vedia «El poder militar actual de Argentina: fantasía y realidad» Hoy, Daniel Arias contesta:
Estamos en un 50% de acuerdo con La Nación. En autodefensa, estamos entre La Pampa y la vía. Ese diagnóstico común con pelucones de paladar negro nos preocupa. ¿Nos estaremos volviendo viejos? ¿U olvidadizos?
Lo que nos da un poco de tranquilidad es que no nos alineamos con la OTAN, porque todavía recordamos la de Malvinas. Eso ya es mucho.
Lo otro que certifica nuestro desesperado optimismo respecto de nuestro estado cognitivo es que desde 2018 venimos incordiando nunca con juntar nuestros científicos y tecnólogos para volver a fabricar armas argentinas en la Argentina en un nuevo complejo militar-industrial. Tuvimos uno y era bueno, hasta 1982. La derrota de Malvinas terminó con él. Alegría y festejos en Whitehall y en el eficio Truman.
Para saber qué queremos como rearme, sugieron abrir algunos links. El siguiente, un somero análisis de por qué, cuando, cómo y a beneficio de quién fracasaron los proyectos aeronuticos del viejo IAME, nos representa. Por favor, apriete este botón.
Si se tienta, tenemos más historias de la historia del Pulqui 2. Ahí les van: primera parte, segunda, tercera, la cuarta ya la vio, y va la quinta: the end. Se pueden en cuaquier orden. Explica cómo desde 1945 partimos de ser 15 millones fuimos de argentinos razonablemente defendidos, por una alineación infrecuente de educación pública y desarrollo de una industria local de armas, a los actuales 46 millones de idiotas encerrados y perdidos en un país gigantesco en extensión y recursos, sin aviación.
Somos un país sin estado. Es decir, sin marina, sin ejército, con una aviación virtual, munición para dos horas de combate terrestre, y no muy lejos de perder provincias enteras. Particularmente la Patagonia Austral, y nuestra tajada de Antártida, con su lugar más valioso: la Península.
El mar, ya lo perdimos. Tenemos alguna ideas de cómo ir recuperándola con paciencia y sin misilazos. y también cómo seguir perdiéndolo. Eso último tal vez la interese más. Ahi les va.
Si ya leyó nuestras monsergas ¿se entiende por qué miramos las cosas desde un agujerito muy distinto de casi todos? No somos cúpulas militares compradoras, no somos antimilitares aunque sí antimilitaristas, somos industrialistas y creemos en nuestras capacidades tecnológica. Todavía las tenemos.
Tampoco somos mamertos patrioteros de escritorio, que nunca olieron la pólvora, que se levantan con un viva la patria, y a los que en materia de ideas, no les entran las balas. Y la Patria nos importa, como que vivimos en ella, no de ella.
LA DESDICHADA E INCREÍBLE HISTORIA DE UNA CÁNDIDA FÁBRICA Y DE SU AERONÁUTICA DESALMADA
Esto sucedió en la Fábrica Militar de Aviones, que ya cumple 98 años y cambió demasiado de nombres cuando perdió su propósito. Era equipar a la Fuerza Aérea Argentina con aviones buenos y propios.
El Pulqui II, quizás la obra maestra de esa planta, fue uno de los tres mejores cazas de los años ’50, superior al Sabre F-86 de los modelos A, B, C y D. Para ser neutrales, también habría sido una pesadilla sudaca para el MiG-15 soviético. ¿Por qué? Porque su relación potencia/peso duplicaba la del caza estadounidense, y superaba en un 20% la del ruso. Ergo, subía como un barrilete en ascensor.
La trepada, techo, alcance operativo y armamento del Pulqui II fueron los mejores de su tiempo. Y sin embargo, no era un interceptor de bombarderos. Era, casi por accidente, el primer caza multifunción del mundo, apto para escolta, ataque a tierra y mar, y patrulla. En vuelo «ferry» con ala limpia, el 4to modelo del Pulqui llegó a 3000 km. de alcance lineal,, su trepada, y techo eran mayores que la de los interceptores soviéticos y estadounidenses,TODOS ELLOS, y su armamento era más preciso en tiro largo, y más letal.
Diseñado por Argentina y para Argentina, en un país que en 1948 adolecía de aeródromos precarios, carente hasta de rutas asfaltadas e incluso de fabricación de aluminio o turbinas, el Pulqui 2 podía operar desde pistas de tierra y pasto. Eso le queda enérgicamente prohibido al Sabre y el MiG. Los cuatro cañones de 20 mm. en proa del Pulqui 2 agrupaban los corchos mucho que el combo demasiado desparejo de un Nudelman Suranov, un monstruo antitanque de 37 mm subido a la marchanta a un avioncito sensacional, y dos de Nudelman Richter 23 mm del MiG, bastante más sensatos. Y los del Pulqui cargaban más munición.
Los tiros de armas tan disímiles como las del MiG 15 golpeaban como un ariete y dos mazas. Sin embargo la trayectoria de las del 37 mm. divergían mucho en la vertical de las de 23 mm. La bala de 37, más lenta y pesada, se caía a corta distancia mientras las otras volaban al menos un kilómetro y medio en línea recta antes de ceder ante la gravedad. En tiro por deflexión, inevitable en «dogfight» a distancia visual, uno no le apunta al blanco sino al sitio donde cree que este va a atravesar. Ergo, el cañón de 37 no le pegaba a nada que no fuera un galpón volador, preferiblemente aterrizado.
El del MiG 15 era un combo de armas diseñado exclusivamente para hacer pedazos un enorme bombardero estadounidense B-29. Pero para trenzarse con otros cazas se quedaba corto de cañones chicos de largo alcance, y peor aún, tenía una mira atrasada 20 años. Era un interceptor puro, no una escolta o un animal viable de superioridad aérea.
Por el contrario, en términos de artillería, el Sabre F-86, con sus 6 metras calibre .50, era casi irrelevante. Ese mismo armamento y en igual cantidad, en el P-51 Mustang había sido bastante efectivo contra los cazas pistoneros alemanes.
Definitivamente, las leyes de combate aérro de la Segunda Guerra ya no regían en los tiempos del jet. Un Sabre necesitaba varias ráfagas de un segundo de duración, a 100 tiros por ráfaga, y a distancias no mayores de 600 metros, para bajar un MiG 15. Cosa insólita porque la construcción del MiG era muy liviana (3200 kg. de peso vacío). Una cascarita muy peligrosa, por zigzagueante.
El MiG tenía las mismas ventajas y desventajas comparativas que el viejo Zero japonés: agilísimo, fragilísímo.
Bastaban unos pocos tiros calibre .50 que pegaran en la raíz de las alas, donde están los tanques de combustible, para volverlo una nube llameante. Eso sucedía en mílésimas de segundo, porque para ahorrar peso, los tanques no eran autosellantes.
Sin embargo acertarle era difícil, como ponerle el cascabel al gato. Su tamaño reducido, agilidad, trepada y bajo peso (3600 kg. vacío) lo volvían un blanco elusivo, incluso de ver. El punto fuerte de este MiG era pegarse a la cola de un Sabre y hacerlo estallar como un petardo. Se podía hacer con una sola bala de 37 mm diseñada para bajar bombarderos bestias, de 32 toneladas de peso vacío, como el B-29. Sin embargo, se necesitaba que el píloto (ruso o chino, jamás norcoreano) fuera un maestro para agrupar los tiros en un Sabre, aunque éste era más pesado (5050 kilos), ergo, menos culebreante y ágil por su considerable peso vacío (5050 kg).
Las superioridad del Pulqui 2 sobre estos dos íconos de la Guerra de Corea es teórica. Sale de especificaciones. No pudo demostrarse jamás en la práctica. Podría haber sucedido, sin embargo.
Por alguna causa, en 1951 Perón se negó a venderle la fabricación bajo licencia a Lockheed. Así las cosas, en Corea Lockheed concurrió con su miserable Shooting Star como caza diurno, alimento balanceado para MiGs. Nada permitía adivinar que desde los ’90 Lockheed Martin se transformaría en la principal fábrica de defensa de los EEUU. Menos aún, que en 1991 Carlos Menem le entregara a la firma yanqui y con un moñito nuestra vieja Fábrica Militar de Aviones, para su canibalización.
Cuarenta años antes, el mundo entero estaba un poco fascinado por el insólito caza argentino. En una palabra, era PICANTE.
El príncipe consorte de Países Bajos era don Bemhard von Lippe-Biesterfeld, elegante «dealer» de armas de origen «No preguntes», ser un poco aficionado a quedarse con vueltos, a pedir coimas, a hacer negocios puercos y coso, le pidió a Perón un show de capacidades del Pulqui 2. Perón aceptó y nombró a Kurt Tank como showman aéreo. Era un pilotazo, y éste avión suyo, un hijo de la vejez. No se entrega.
Cuantimás, Tank odiaba al príncipe consorte holandés, por consorte con suerte (no pun intended) para el braguetazo monárquico con la reina Juliana, y por traidor a su Alemania natal. Había nacido en Jena y su título lo hacía príncipe del río Lippe y la aldea de Biesterfeld, donde fue a nacer este cristiano, caserío que juna nadie, pero está irremediablemente en Südbrookmerland, Distrito de Aurich, Baja Sajonia. Eso es medio cerca de Hamburgo. Menos holandés y más aleman, no se consigue.
Tank obedeció muy a su modo. Despegó desde el Instituto Aerotécnico, llegó en una rugiente hora a Aeroparque, allí se mandó varios números acrobáticos y pasadas de ametrallamiento sobre
Tank obedeció muy a su modo. Despegó desde el Instituto Aerotécnico, llegó en una rugiente hora a Aeroparque, allí se mandó varios números acrobáticos y pasadas de ametrallamiento sobre don Bernhard Leopold Friedrich Eberhard Julius Kurt Karl Gottfried Peter Prinz zur Lippe-Biesterfeld, y se volvió a Córdoba sin aterrizar ni saludar. Le debe haber arrancado uno o dos de sus catorce nombres de pila. A todo esto, Perón, que conocía perfectamente a Tank, impertérrito, quizás puteando, quizás divertidísimo. Andá a saber. Perón era tan escondedor que ni él sabía qué estaba pensando.
Tank se volvió a Córdoba sin aterrizar ni saludar a Su Alteza Serenísima. Perón, impertérrito, quizás puteando, quizás divertidísimo.
Tomar nota técnica: Tank aterrizó el avión diseñado por Tank y equipo de 60 krauts en el Aerotécnico a las dos horas de haber despegado. Al tocar tierra, había viajado unos 1600 km. a un promedio de 1000 km/hora, incluídas las repetidas pasadas para despeinar el engominado Bernhard. Debe haber cortado clavos lo que duró el show. Nadie le habia dicho que ese Pulqui venía sin balas.
Y ése era el segundo Pulqui, «de poca autonomía», según Wikipedia. El Pulqui 4, ya con 3000 km. de autonomía, podría haberle asustado otra vez al principito saliendo desde Trelew y volviendo sin repostar. Poca autonomía tu abuela, señora Wikipedia.
Por algo en 1951 se vinieron discretamente hasta estas pampas dos delegaciones aeronáuticas con ánimo de compra y chequera: Pakistán, estado nuevecito y casi sin fuerza aérea, pero debutante de una guerra con la India que sigue desde 1948. El otro aspirante a Pulqios era Egitp, estado viejo pero sin un buen jet para luchar contra otro nuevecito, Israel. El pedido de los egipcios fue, según antecedentes, piramidal. ¿Qué cantidad de unidades querían, el effendi Air Marshall? Bueno, todas la que pudiera fabricar Argentina. Sic.
Bernhard etc, etc, etc. etc. Biesterfeld, fiel a su crianza en el Butantán de las monarquías europeas, quiso que la Argentina le vendiera la tecnología y la fabricación local a Fokker, fabricante top en la Europa del Norte hasta la preguerra. Todo bajo la debida licencia de la Fuerza Aérea Argentina, y con una turbina Rolls Royce inglesa, igualmente armada en Holanda bajo licencia británica.
No eran condiciones extraordinarias. Pero la planta de Fokker había sido destruida al ras por los alemanes, y parte de sus ingenieros había muerto. Perón olfateó, como tal vez lo hizo con Lockheed, que el Biesterfeld nos iba a joder de algún modo con la letra chica para romper las restricciones de reventa, y mandó a su Alteza Serenisima a cultivar tulipanes en Noordoostpolder. Pero con onda.
En suma, el Pulqui 2 se perfilaba en el mundo rico y pobre como un proyecto «Tier 1» hecho ad-hoc para países industrialmente devastados (Holanda lo era) u obligados a luchar a distancias enormes. Para el caso, desde El Cairo a Tel Aviv hay 450 km. en línea recta. Un Sabre o un MiG sólo llegarían con tanques subalares, pero sin bombas, y con pocos minutos de combustible para enfrentar oposic on.
Uno supone que Perón, que no era tonto, y entre otras cosas porque Tank había sido alto groupie de Hitler, no quería pintar a la Argentina como cobeligerante en una guerra contra Israel. En Washington DC se habrían hecho una fiesta.
En suma, el Pulqui 2 no era bueno por diseñado por Tank o por construido por la Argentina. Era bueno por diseñado PARA la Argentina, y con la insistencia de tábano ultrajado de 3 jovencísimos ingenieros aeronáuticos argentinos. Fueron Norberto Morchio, Enrique Cardeilhac y Humberto Ricciardi. Los 60 Krauts venidos de la Focke Wulf los ninguneaban por poco arios y por no hablar alemán. Pero este trío le impuso al Pulqui 2 un tren de aterrizaje descomunalmente robusto, adaptado a un país sin pistas, o a una guerra en que las pistas están bombardeadas, pero hay que operar igual.
Tank no pudo no estar de acuerdo.
¿Y QUÉ HAY DE LA LOCKHEED?
Cedido a la Lockheed y bajo un nombre de fantasía para disimular su origen sudaca y alemán tirando a nazi, el Pulqui podría haber bajado MiGs a lo pavote. Para ello, tenía 4 Oerlikon de 20 mm en proa: en un segundo, esta batería antiaérea aerotransportada disparaba 67 balas explosivas, de penetración e incendiarias a 820 metros por segundo. Y tales balas, imbuídas de su velocidad, volaban recto y destruían cualquier estructura aeronáutica a 2 o 3 kilómetros. Con que pegarara un par en la cabina, los tanques de querosene, la turbina o el empenaje del alevoso enemigo, era muñeco al suelo y gran hoguera.
Perón habrá pensado: «La Lockheed es una fábrica menor, perp eson yanquis, les gusta patentar hasta la boleadora, exportan a lo pavote y van a violar las restricciones de venta a terceros. Ése es un país de abogados, y estos cosos van a exigir que el contrato se firme bajo ley estadounidense en caso de litigio».
Es una suposición mía, pero en los hechos, los yanquis se volvieron a California con las manos inexplicablemente vacías y la chequera sin estrenar.
No estamos haciendo flamear la bandera y cantando el himno al Pulqui y La Marchita. Explicamos las cosas en términos técnicos y comerciales, y lo que es suposición, lo preavisamos.
El Pulqui 2 podría haber enfrentado de igual a igual a los dos íconos de la Guerra de Corea. En ventas, podría haber tenido un breve momento monopólico, póngale entre 1948 y 1953. Habría sido suficiente para mejorar la imagen de comercio exterior del país. Por alguna causa, uno gana peso diplomático cuando puede vender el garrote más duro del mundo. Vendiendo trigo y carne uno alimenta a humanos, a ingleses. Y vendiendo soja, alimenta no a humnos chinos: sólo a sus chanchos.
Pero vendiendo fierros picantes, uno se vuelve mejor negociador y le pregunta a la Su Majestad, doña o don Windsor, cuánto tiempo necesitaría para cedernos voluntariamente las Malvinas. Pero por las buenas, y sin quemar pólvora.
Alguno se vio venir este escenario y, desde otro continente, le bajó el pulgar al Pulqui 2. En 1956, el programa se canceló.
No diremos nombres pero fue el Comodoro Heriberto Ahrens. Tampoco diremos qué gobierno hizo aquella chanchada, pero fue el del Almirante Rojas y el general Pedro Eugenio Aramburu. Tampoco especularemos sobre el «cui bono» de la ut supra mentada traición a la Patria, aunque fueron los EEUU e Inglaterra. Nunca añadiremos que operaron tras bambalinas para defender su mercado de un arribista sudaca, sin papeles pero con mejores fierros. Los tuvimos al menos hasta la primera mitad de 1953.
Cuando unos criollos dieron la orden de comprar 100 Sabres a Canadair en lugar de 100 Pulquis al Instituto Aerotécnico, estaban haciendo una genuflexión muy profiláctica de obediencia debida, felletiocum, a un par de embajadadores.
Sin embargo la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer. Si el Instituto Aerotécnico hubiera concentrado sus recursos desde 1945 en el proyecto Pulqui, y en otro menos fachero pero mucho más vendible (el transporte y bombardero Huanquero). Era más fabricable, no habría causado terror en el mundo militar del Atlántico Norte, no estaba lastrado por restricciones comerciales (los motores El Indio eran patentes argentinas) y le habría dado volumen económico a cualquier acuerdo paquete.
Esto habría hecho olas no sólo en las fuerzas aéreas del Tercer Mundo, sino empresas aerocomerciales de todas partes. Sin embargo, para llegar a esa concentración de láser, el brigadier Juan de San Martín debería haber degollado en la cuna 7 u 8 otros proyectos bellísmos, que Ud. encontrará en los links. Y San Martín no lo hizo, porque no era un Herodes o un Henry Ford. Era un mecenas renacentista que cultivaba un jardincito de formidables ingenieros locos europeos que se habían quedado sin país, y a todos ellos había que darles sol, agua y nutrientes para evitar que regresaran a Francia, Alemania, Italia y Polonia.
Perón. por su parte, también tenía su corazoncito de adolescente romántico en todos aquellos aviones prodigiosos que iban naciendo en Córdoba. Amaba incluso al patito feo entre todos, el «Naranjero» de Reimar Horten. Fue diseñado únicamente para traer naranjas desde Salta, Tucuman y Corrientes a la capital, antes de que pudriera la cosecha. La naranjada Bilz y la Hesperidina iban a volverse carísimas, pero el país era rico. Lo destruyeron y quemaron los propios aviadores.
Obviamente, ni don Juan de San Martín ni Perón pudieron capear el bajonazo de ingresos federales desatado por el Plan Marshall, que sacó de un codazo a la Argentina del mercado europeo de alimentos. Toda la fábrica se fue frenando, y su cerebroteca se dispersó. Tomá mate, argento, volvé a la tristeza del tango-canción. Milonga, firulete y «la fiesta y la inocencia del coraje» (siempre cito a Borges) es para gringos rubios.
En suma, Ahrens y La Libertadora la tuvieron demasido fácil. Nosotros, mientras entraban divisas, fuimos demasiado ambiciosos y dispersos. Y el que pretende arrastrar al catre a todas las percantas del bailongo generalmente termina volviendo a casa solari, silbando bajito, fumando el pucho de la derrota.
DE RANAS Y DE PAVOS, TENEMOS EL SARTÉN LLENO
Esas cosas las hemos dicho hasta el coma por agotamiento. De la historia del Pulqui II, nunca nos creímos la fábula fácil de peronchos buenos y gorilas malos. Preferimos miradas divergentes, como la de Alejandro Artopoulos, analista de ecosistemas industriales.
Yo mezclo la imparcialidad de Artopoulos con mi propio millaje de periodista científico, otrora piloto (muy malo), y con décadas de trotar aeródromos y hablar con pilotos en serio, civiles y militares en general canosos, escépticos y fogueados, algunos de ellos veteranos de Malvinas, otros dedicados al ensayo en vuelo de aviones que la Fuerza Aérea no pensó ni piensa fabricar en absoluto. Me refiero a Pucarás y Pampas, que no se construyen por malos, sino por bastante buenos.
Últimamente está pasando con la última esperanza de la FAdeA, el entrenador primario militar y civil IA-100 Malvina. Es muy hermoso, es barato para su nivel de equipamiento en aviónica (U$ 1,2 millones la unidad). Sucesivamente lo abortó Macri, Fernández se olvidó de construirlo, la Fuerza Aérea lo detesta y Milei lo cajoneó para privatizar o cerrar fábrica, lo que le manden en el cielo.
VOLVIENDO AL TEMA
Por eso a AgendAR declara cretinadas las opiniones de La Nación, y las de de Vedia en especial, sobre el Gran Desarme Argentino. Son lamentos de verdugo mientras ahorca al preso. No se cura de desarme a la Fuerza Aérea Argentina comprando chatarra a Dinamarca. Tampoco barcos a Francia o a Israel. Tampoco se curó jamás cuando nuestras vacas gordas, comprando fierros nuevos llave en mano, con cero fabricación local.
Se curaría desarrollando y fabricando sistemas de armas y de sensores argentinos, e invitando a socios como Sudáfrica, Brasil o Indonesia o Turquía a asociarse y compartir tecnologías, costos, fabricación de partes, mercados y utilidades de venta. Hablo de drones más que de sistemas tripulados. Son más costo efectivos. Mire el Mar Negro. Desde que Ucrania salió a escena con sus drones navales y antibarco, lleva hundidas 22 naves rusas, y el resto no sale de puerto, pero además es atacada en puerto.
¿Es buen negocio fabricar drones? Ningún país se ha empobrecido vendiendo armas, pero mire, chamigo, comprándolas lo que uno compra son agachadas diplomáticas.
El tren de fabricantes lo venimos perdiendo desde 1956 porque, salvo por excepciones raras, las cúpulas militares, empresariales y políticas del país están en manos de cholulos incultos, tan renuentes a ocuparse de nuestra industria de defensa como la revista Hola.
De Vedia es un ejemplo, muy conectado con gorras de su mismo palo. Es su repetidora.
Lógico, los militares o dirigentes industriales retobados a la coima son echados de sus puestos con cargos fraguados. Eso le sucedió a los 17 brigadieres condecorados por el Congreso como héroes de Malvinas. Fueron acusados de narcotráfico de cocaína en 2005 mediante una opereta de prensa muy bien armada, en la que participaron La Nación y el grupo Clarín, con dirección de obra de nuestros servicios y la CIA.
Tenía hasta un nombre marketinero: el escándalo de las narcovalijas. ¿Qué lobbista acuñó ese título? Un aplauso. Pero 17 inocentes con medallas y ganas de «Compre Nacional» atravesaron la noche de la difamación, y de causas penales ante los corsarios de los Poderes Judicial y Legislativo, que los habían condecorado como héroes de guerra. Fueron echados sin honores o jubilaciones esa fuerza por la cual se jugaron la vida en combate. Por supuesto, no hubo condenas porque la causa estaba fraguada. No se necesitaban: el objetivo era pringar a estos jefes, y asustar a los cagones.
No sé si asustables por pavos o por ranas, o por ambas cosas. «De ranas como vos, tengo el sartén lleno», leí en 1965 en la puerta trasera de un camión en Miramar, y se me pegó.
Estos brigadieres, con Carlos Rohde a la cabeza, además de barcos hundidos de la Royal Navy, tienen en su haber una militancia tercnológica que arranca en los años ’70. Lucharon para que la Argentina desarrollara sus propios radares. Algo que no gusta demasiado a demasiados. Si nuestra Fuerza Aérea ve en la oscuridad y a 400 kilómetros, en caso de podrida, los ingleses pierden aviones y barcos. A los comodoros más cómodos (pun intended), porque pierden otros objetos voladores: cometas.
Lo mismo le ha pasado a dirigentes proteccionistas del empresariado nacional, mayormente metalúrgicos, electromecánicos y electrónicos, los abastecedores inevitables de las cadenas de provisión de armamento, cuando fabricábamos armamento. Por oponerse al deguello de la industria argentina de don José Martínez de Hoz, los de directivos de la CGE fueron perseguidos por justicia, y esa central patronal terminó clausurada en 1976.
Sucedió ante el silencio de popes y caciques de la UIA, mayormente exportadores de cascotes de mineral, de petróleo, de gas, de soja y otras variantes de la naturaleza cruda. También se admiten en ese templo de la manufactura, la UIA, a multis que añaden a granos y porotos esa torre de valor agregado. Viene de transformar harina y azúcar en galletitas, o millones de toneladas de soja en aceite. Tiemblan Mark Zukerberg y la Raytheon.
A esos cristianos no les pasó ni pasará nunca nada. Y no es que desde los puertos privados del Gran Rosario se exporte poca frula, bajo la mirada benevolente de la Bolsa de Comercio local. Son, como argentinos de bien. ¿Acaso no dirigen el país? Carlos Pellegrini, el larguísimo y bigotudo fundador de la UIA en 1887 tenía posiblemente otra visión de la industria..
¿Sabe don de Vedia que la Argentina ya no produce siquiera su fusil de combate, fabricado aquí desde 1947? Fue estandarizado en las tres fuerzas desde 1958. Los produjo el Ejercito en la Matheu de Rosario fábrica fundada en 1926 hasta que la cerró Menem en 1996. ¿Por que aquel presidente no lo iba a hacer, a un año de haber hecho volar por el aire la fábrica de cañones y munición de Embalse? ¿Por que no darle lo suyo a cada quién? Hay que tratar con igualdad a todas las provincias. Eso es federalismo.
NI EL FAL, MIRÁ
En 2007, el FAL argentino dejó de fabricarse definitivamente en el país. Por fin, fuiste, FAL.
Desde 2001 la excusa del Ministerio de Defensa de Fernando de la Rúa para dejarlo en la banquina había sido «modernizar» nuestras armas chicas. Tal vez los Kirchner compraron ese pescado podrido por poca nariz. Andá a saber. Según el verso vigente, nos equiparíamos con el FARA, un rifle de lo más nacional (??) pero copiado de la copia del rifle israelí Galil, copiado a su vez del RK 62 finlandés, copiado a su vez del viejo AK-47 soviético.
Se fabricaron 100 FARAS, un montón. Como para equipar a dos comisarías. No eran malos, pero andaban en casi 5 kilos con munición, lo mismo que el FAL, tan criticado por pesado y reculón.
Los FARA (esto es lo principal) usaban la munición standard de la OTAN actual, la 5,56 mm., que la Argentina (¡ups!) no produce, cruz diablo. ¿Por qué? Porque se emperró en seguir fabricando la 7,62 mm. Esta munición es más larga, más gruesa, más pesada y más potente. Por ello fue el standard OTAN hasta los años ’60 y la adoptaron 90 países. Pero en aquella década a los EEUU se les cantó cambiar al cartucho 5,56 y forzar al los dóciles de la OTAN, a a lo mismo.
Unos 80 países «libres» (haceme reir) debieron destruir su armamento anterior, y para así poder comparar los M16 y las carabinas M4 estadounidenses. Hocicaron casi todos, unánimes. ¿Cuándo no? Sólo se ortivaron los franceses. ¿Cuándo no?
Los chicos de la OTAN deben ser «interoperables»: si un inglés le pide munición a un yanqui o a un chileno para liberar Santa Cruz de ocupantes ilegales argentinos, las armas de los tres deben ser de igual calibre. Estoy apuradísimo por que nuestros fusiles todos disparen la misma cosa que los de la OTAN, y nos volvamos todos lo mismo, volvamos todos lo mismo, escolares de guardapolvo blanco siguiendo a la maestra, pollitos lindos piando a coro mientras corren tras Mamá. la Gallina Turuleca.
Encantador.
De modo que así, en los ’90, nos quedamos sin fusiles, sin municiones y de paso sin colimbas. Sucedióp cuando mataron a golpes al soldado Omar Carrasco, en el batallon de artillería 161, Zapala, Neuquén. Menem, justiciero, abolió el servicio militar, en lugar de garantizar la salud física y mental de los soldaditos y castigar a los cuadros que habían encubierto el asesinato casi un mes.
Simultláneamente, el gobierno Ignoro si el Pinguino se dio cuenta de la gansada que estaba reabriendo con voluntad (pero sin poner una rupia) los talleres de submarinos de Puerto Nuevo, cerrados por Menem en 1993 para levantar su propio Puerto Madero. Kirchner era una luz para la rosca política, pero de armas no entendió jamás un comino ni le importó entender . Y por eso quizás lastró a Fabricaciones Militares de nabos caros. Los ingleses, que sí entienden, muertos de risa.
Ahora que Milei fusiló el FONDEF por fin, tal vez nos volvamos interoperables para manguear legalmente munición 5,56 a chilenos y Brits.Es el mejor modo de defender la Patagonia de chilenos y Brits. Pidamos precio. Los chilenos nos aman, y la OTAN siempre nos trató bien. Como en 1982.
EL BREVE RENACIMIENTO FIERRERO ARGENTINO
En agosto de 2023, el Ministro de Defensa Jorge Taiana reabrió la fábrica Domingo Matheu, se olvidó por fin del FARA y el país volvió a fabricar municiones 7,62 para los centenares de miles de FAL recauchutados dispersos en cuarteles, bases, apostaderos y comisarías de todo el país.
Esto se hizo con plata disponible (primera vez que pintó un mango en 40 años.) Salió de un fondo supuestamente más intocable que Elliot Ness, que en 2023 llegó juntar U$ 500 millones/año. Lo habían votado habian votado las dos cámaras del congreso por aclamación, por unanimidad, sin abstenciones. el Congreso, a dos cámaras y por unanimidad, sin abstenciones. Se llamó FONDEF, y fue creado por el predecesor de Taiana en el MinDef, Jorge (a) «El Chivo» Rossi. Dos tipos raros, ambos. «Buenos vasallos si ovieran buen señor», como se dijo del Cid.
De movida nomás, y dado que la industria estatal es, (y así lo afirma La Nación), inherentemente corrupta e improductiva, la Matheu entregó municiones de alto calibre para el mortero de 120 mm; de artillería de 105 mm para cañones OTO Melara; y de cohetes de 105 mm SLAM Pampero para las Fuerzas Armadas. Adjuntó millones de balas 7,62 y 9 mm. No perdían el tiempo en la Matheu. La Nación y Clarín, cero bola, estaban distraídos.
Afortunadamente, ahora sobrevino (o cundió ) Javier Milei y volteó de un decretazo el FONDEF, decreto mata ley. ¿Por qué el Congreso no habrá chillado? La fábrica Matheu es enorme, verde y arbolada, buena para armar un barrio cerrado y zamparle shoppings paquetes, todo a tiro de Rosario. Todavía no sucedió, pero no es imposible que la Patria Inmobiliaria esté de acuerdo.
¿Quién quiere una fábrica de armas y municiones cerca de Rosario? ¿Y si explota? ¿Si hace PUM y lanza granadas a centenares de metros en torno? ¿No sucedió acaso en agosto 1995, con la Fabrica de Municiones de Embalse, Córdoba? También era de FM. Cerremos FM.
Pero Menem hizo volar Embalse (sólo la fábrica, no la central nuclear). La cadena de explosiones mató a 7 personas, hirió a más de 300, destruyó la mitad de la ciudad y dejó a sus sobrevivientes en eterno post-trauma.
En 2014 el Tribunal Oral Federal de Córdoba Nº 2 dictó sentencia sobre el caso, y condenó a cuatro altos funcionarios de FM, todos ellos nombrados por Menem, a penas a de trece y diez años en cafúa por estrago doloso (intencional) agravado por la muerte de personas.[2] El tribunal concluyó también «por unanimidad y con plena certeza» (sic) que el móvil de la explosión fue el encubrimiento del contrabando de armas a Ecuador y Croacia realizado entre 1991 y 1995. Ah, bueno. Y… sí.
No fue traición a la patria, ni asesinato doloso. Estos cosos no merecían cadena perpetua, aunque los 7 asesinados cumplen muerte perpetua desde 1995, y los 300 heridos, discapacidad, pérdida familar o trauma psíquico perpetuos. ¿Quién los mandó a vivir o trabajar en un sitio tan peligroso?
Menem siguióp libre porque era senador nacional, ergo intocable. El Senado es acogedor si uno tiene un pasado como el de Don Carlos Saúl. Hoy. para proteger a la reabierta Domingo Matheu de robos de armas y de munición por los florecientes narcos de Rosario, el presidente Javier Milei, trascartón de cancelar el FONDEF, decretó esta planta fundada a fabrica en 1924, como Zona Militar.
¿Cuándo no lo fue?
LAS FUERZAS DESARMADAS ARGENTINAS.
Estas cosas las debió haber pintado don Arturo Jauretche, pero se nos murió, y nosotros no tenemos esa pluma genial. Nos sobra rencor y nos falta ironía.
Pero si quiere ver cómo pensamos las cosas nosotros, y cómo no piensan los tilingos que celebran las importaciones de chatarra OTAN Israelí cara, lea AgendAR, compatriota. Se va a enterar o va a recordar cosas sépticas que eluden las asépticas revistas argentinas del palo militar, cultoras de la Lockheed, de IMI y de Tadirán.
Aquí somos industrialistas ingenuos y fierreros, casi de alpargatas llevar.
Creemos en el rearme argentino como opcion menos piojosa que perder la Patagonia o llenarla de bases aeronavales yanquis (es lo mismo), Por ahora, parecemos de esa plácida demencia senil en lo histórico, lo criminal y lo geopolítico, típica de los multimedios, y tan patente el el senador de la Nación don Carlos Saúl, en sus últimos días.
Daniel E. Arias