Los obstáculos para el desarrollo argentino

Introducción

Argentina enfrenta crisis recurrentes, siendo estas de un tipo particular desde 1975, momento en que comienzan a ser desmanteladas, a partir de ahí en forma radical, las instituciones, poskeynesianas y de Estado De Bienestar, cuyo período más intenso se dio entre 1945 y 1955.

En esta nueva etapa, iniciada en 1975/1976, y que algún autor ha dado en llamar “posperonista”(*), el anterior ciclo económico de crisis recurrentes de balance de pagos, se ha visto negativamente “enriquecido” con otros componentes desestabilizadores. Endeudamiento externo inviable y además dilapidado, caída abrupta de la cultura tributaria, aceleración inflacionaria, decadencia tecnológica, fracaso de los intentos de concertar precios y salarios, debilitamiento del aparato estatal, dolarización parcial de la economía, con la consiguiente pérdida de control sobre las variables macro y microeconómicas.

Postulamos que el viejo ciclo de auge y crisis de la economía argentina, en razón de las debilidades de su Comercio Exterior de bienes y servicios, se ha transformado en un Ciclo de Mitigación (gobiernos nacional populares, a falta de mejor denominación) y Catástrofe (fin de las aventuras neoliberales.)  

En paralelo al deterioro de su economía política, la sociedad se ha visto debilitada por el avance de la pobreza, tanto estructural como extrema, su conversión en pobreza estructural extendida, el desbaratamiento de los vínculos comunitarios, la pérdida de confianza en la Política, pero también en la Justicia y en el servicio público en general.

Este debilitamiento contiene un detalle para nada menor. El ambiente educativo, a todos los niveles, que el orden Conservador había instituido de manera virtuosa y niveladora, fue paulatinamente sustituido por otro mixto, en el que la educación de excelencia gratuita es desfinanciada, en aras de una nueva y mayor desigualdad social inducida.

En el plano de las ideas, las visiones que de un modo u otro intentan pensar y actuar en pro del el Desarrollo y el Equilibrio Social, se ven arrastradas a un estéril debate con visiones mesiánicas y mágicas, formas deformadas del auténtico Liberalismo, llamadas ahora Libertarias.

Así las cosas, entendemos que los movimientos políticos que buscan reconstruir el tejido social y la Nación, al no lograr erradicar las Obstrucciones agregadas luego de 1975, incurren en una mera Mitigación que, al principio es solicitada por una sociedad angustiada, pero que luego es rechazada por insuficiente, dando paso a un Eterno Retorno de aquellos que prometen la felicidad mediante atajos facilistas. Y mediante el control de la Hegemonía Cultural.

Poner en cuestionamiento estas dificultades y quizás también insuficiencias de las visiones desarrollantes y desarrollistas, así como abogar por su corrección, es el objetivo de este trabajo. 

1 ¿Alcanza con diagnosticar?

El problema económico y socioeconómico argentino, y aun su agravamiento desde 1975, han sido objeto de numerosos diagnósticos, por parte del pensamiento económico que podríamos denominar heterodoxo (**), en general coincidentes y acertados.

Sin embargo, y creemos que esto es muy grave, en la práctica totalidad de dichos análisis se confunde el diagnóstico con la política a aplicar para su superación.

La crítica a los distintos y siempre fallidos intentos liberales y ultraliberales, parece ser vista como suficiente. El mensaje implícito es que, haciendo más o menos lo contrario, deviene la arcadia del Desarrollo, con algo o mucho de mejora de las condiciones sociales de la población.

Se ignora, en razón de una ya injustificada inercia, que las distintas experiencias ultraliberales han dejado, además de miseria creciente, un campo minado. Un campo minado que se subestima. Ganemos las elecciones y después veremos, se suele oir.

2. ¿Es responsable pensar con comodines mentales?

Las distintas versiones de las estrategias populares, tanto las más serenas como las más agitadas, parecen suponer siempre disponibles dos “abrelatas”, como en el viejo y mal chiste de economistas.

En primer lugar, primer gran comodín, creen factible sin más comentarios, la instauración de un Pacto Social, concertación o acuerdo que permitiría estabilizar la macroeconomía sin mayor costo.

En segundo lugar, segundo gran comodín, luego de destacar la necesidad de diversificar la “matriz productiva”, dan por sentado que existen los actores, públicos y privados, capaces de lograrlo.

Se razona como si no se hubiera intentado antes. 

Es cierto que los intentos pasados han sido muy superiores en sus logros, aun en su agotamiento, a las catástrofes dejadas por las intervenciones neoliberales. Por lo demás no del todo liberales, si las observamos con detenimiento.

Las experiencias populares estabilizaron en forma aceptable durante algún tiempo, no endeudaron irresponsablemente y aun desendeudaron, y mostraron en general más crecimiento.

Pero al cabo de algún tiempo se agotaron en cuanto a la Estabilización y no avanzaron hacia el Desarrollo y la disminución estructural de la pobreza. ¿Inconsistencias? ¿Sabotaje estructural? ¿Falta de creatividad?

3. ¿Qué hacer?

El interrogante que titula este numeral fue planteado y adquirió fama en un contexto revolucionario. 

Nuestro qué hacer, más allá de la diferencias ideológicas y temporales, se plantea en el marco de una democracia liberal. Lo cual puede ser una limitación o un hecho afortunado, tanto porque las revoluciones no están a la orden del día, como porque suelen degenerar en dictaduras.

Por tanto, quien presente un plan económico y aun socioeconómico para sacar a Argentina de la decadencia, debería demostrar que ha previsto cómo, sin utilizar los dos comodines descriptos y algunos otros menores, podría lograr los efectos regulatorios indispensables para que la política económica no se desmadre, por derecha o por izquierda, o por centro, lo que también puede ocurrir.

Los economistas sabemos cómo estabilizar, pero en el caso argentino, solo al salir de profundas recesiones o provocándolas expresamente. Y aun en ese caso, por un tiempo. Los partidarios de las concertaciones apelan a ejemplos exitosos en otros lugares. También en el problema del desarrollo, ilustran su argumento con sitios donde lo privado y lo estatal han mostrado excelencia. Israelíes, escandinavos, gaullistas, moncloístas son las apelaciones al uso. ¿Existen aquí, dadas nuestra estructuras, hábitos, historia y segmentación social, semejantes actores? Nuestra fuerte sensación es que no.

4. La Reacción.

Hasta 1975, cuando finaliza la Argentina todavía justicialista, la Nación y su Pueblo tenían enormes dificultades tanto económicas como sociales. Pero la Política Económica podía controlar las variables más importantes y el Estado promovía un lento pero sostenido Desarrollo. El Justicialismo, fue un movimiento político que había copiado para bien la experiencia del New Deal estadounidense y de las socialdemocracias europeas, y había creado un entorno de poder compartido entre Mercado, Sociedad y Estado. Otros habían contribuido antes, tanto algunos radicalismos como ciertas fases del primer conservadorismo.

El golpe de 1975 y su culminación en 1976, no era del todo sorpresivo. Ciertos actores de la estructura económica, ligados a la concentración y las finanzas exacerbadas, y a un horizonte aspiracional señorial, venían haciendo gimnasia desestabilizadora desde algún tiempo. La Revolución Libertadora no les había dado todo lo que esperaban. Lo lograron por sus propios medios.

Era un golpe de desestabilización paralelo a otros que se daban en el Continente. Perón creyó evitar el destino de Allende girando bruscamente a la derecha. No alcanzó.

Como conclusión, el avance neoliberal montado como jinete de la Desestabilización, ayudada por el mal clima creado en ocasiones por un mal entendido y mal aplicado keynesianismo en los gobiernos populares, vino a instaurar de ahí en más un estado de cosas donde, aunque partidos y movimientos populares llegaran al poder, sólo pudieran ejecutar Mitigación. Para ser, casi inmediatamente derrotados en las urnas cuando las clases medias y a veces también las populares, se hartaban de la Mitigación vista como clientelismo político.

5. Los Obstáculos que se suelen ignorar.

Esa Argentina del Capitalismo anárquico dura hasta hoy.

La caracterizan ciertas dolencias que se han hecho crónicas.

La Recaudación Tributaria es anémica y cuando no lo es, impacta sin equidad. Se ha impuesto el discurso de la baja del Gasto Público, cuando en realidad el déficit se explica mejor por la evasión y elusión tributaria. Hay formas de eliminarla. Si se duda en esto, no hay Estado.

El país tiene dos bases monetarias. Una en su propia moneda y otra en dólares. Sobre la segunda el Estado pareciera incapaz de actuar. En ocasiones ni se lo piensa.

De modo semejante a los EEUU, el país se ha desindustrializado y ha perdido trabajo registrado. 

Casi la mitad de la actividad económica es no registrada, lo que recibe el beneplácito de amplias e irresponsables mayorías

Hay en consecuencia, y en notoria diferencia con otros tiempos no tan lejanos, una cultura productiva difícil de encauzar.

Las políticas proteccionistas, las que todavía se sostienen por fuerza de necesidad, son por tiempo indefinido y el protegido no rinde cuentas del subsidio que se le otorgó, es decir no evoluciona hacia la competitividad. Si se retira el subsidio, es tragedia para los trabajadores involucrados, el empresario suele hacer  un provechoso concurso de acreedores. Tierra del Fuego es sólo un caso.

La Política Industrial que con razón se esboza por parte del pensamiento heterodoxo, parte de expandir inicialmente ciertos rubros vinculados a las ventajas comparativas extractivas y su valorización. Lo que no está mal. Sólo que hay que ir más allá porque las poblaciones crecen y necesitan empleos que no suelen ser suficientes con la actividad extractiva y sus derivaciones. La soja es un buen ejemplo. No nos sacó, pese a su amplia difusión, del subdesarrollo.

La identificación de brechas tecnológicas susceptibles de ser cerradas en forma eficaz, es indispensable. Pero la acción debe ser demostrable y monitoreada. 

El Endeudamiento Externo y parte del Interno será quizás, nuevamente defaulteado y/o licuado. El mundo financiero ya sabe cómo trasladar las pérdidas. Lo han hecho más de una vez. Pero cada shock sobre la confianza deja huellas indelebles en la cultura, como las que nos tienen atrapados.

Quien postule la superación de nuestros dilemas debería, además de no caer en el falso sentido común liberal, demostrar que prevé como hacer frente a estos problemas.

Esperar que el tipo de cambio por sí solo, o la tasa de interés o el control del gasto o la contención de precios regulados, actúen como panacea ante la inflación, como si estuviéramos en Suiza, sería equivalente a gestar una nueva recaída. La experiencia de Massa y Rubinstein está muy fresca, más allá de las difíciles circunstancias que enfrentaron.

Parte de estos dilemas requerirán soluciones muy especiales, por cuanto las regulaciones pasadas suelen no funcionar ya, pero otras regulaciones virtuosas son indispensables.

El control y direccionamiento del Crédito hacia la Producción y la Vivienda tendrá nuevas formas pero debe existir.

La regulación del Comercio Exterior no puede limitarse al mecanismo de las Retenciones. Las Juntas Reguladoras, instauradas ya en tiempos de los conservadores, no son sólo un instrumento de detracción de renta, deben ser también un instrumento de planificación. La demostración de que son indispensables en nuestro contexto, está dada por las sucesivas catástrofes liberales, que no logran estabilizar, con su debilitamiento, ni siquiera una sociedad cruel y disfuncional.

La Política de Ingresos debe adoptar formas nuevas no sujetas al sabotaje.

La Política Monetaria, en sus aspectos de Dinero, Crédito, Banca y Deuda debe salir de la inercia en la que se encuentra, aun cuando los heterodoxos no gobiernan.

La Política Tributaria es esencial para ese objetivo, pero lo es también para todos los demás. La Regularización de la economía informal es, con las herramientas actuales, no más difícil que antes como se cree. Es más fácil. Eso sí, requiere voluntad administrativa.

La Política Industrial debe asentarse en un permanente monitoreo sectorialista que permita acciones de desarrollo más o menos veloces. Si alguien cree que no es posible alguna sustitución de importaciones, capaz luego de exportar, es porque supone que China no existe.

Deberá existir asimismo una virtuosa promoción de agentes sociales cuya vocación e interés coincida con la superación de la decadencia. Sin excluir a nadie, es evidente también que no existe una burguesía nacional virtuosa, sin más. En numerosas ocasiones se intentó encontrar el Capitalismo Patriótico pero no se lo halló o peor aún, se convocó a landronzuelos.

En un país donde el empresariado tiene falsa conciencia y pocas virtudes evolutivas, habrá que constituir al sujeto Social del Desarrollo de manera heterodoxa, con mucha imaginación y adecuado control. Científicos, universitarios, militares, sindicatos, empresarios, hombres de la Justicia y la Comunicación Social, pueden integrar ese Sujeto, en formatos que no podemos profetizar del todo. Por sus frutos los conoceréis.

Pero por sobre todo un Estado Desarrollista y Desarrollante, lo que implica una revolución ética.

Es una tarea muy difícil, que comienza por el primer paso.

Lo que no se debe hacer es usar comodines ideológicos, filosóficos que describen la realidad y enuncian un Deber Ser, pero dejan un horrible vacío en el medio.

(*) Abel Fernández. AGENDAR. 

(**) Creemos que aceptar la denominación de “heterodoxia” no favorece al pensamiento que trata de mostrar las inconsistencias dramáticas del neoliberalismo y de las escuelas neoclásicas, para no hablar del fanatismo llamado escuela austríaca. En rigor el pensamiento económico que se defiende debiera ser llamado Clásico, o Clásico Poskeynesiano, por oposición a los Modelos Neoclásicos.  Para colmo de males, lo NEOclásico ha pasado a constituirse como “Ortodoxia”, cuando en rigor es lo contrario.  Es la oposición a la Economía de David Ricardo, Adam Smith Y John Maynard Keynes, aun si dejamos de lado a Karl Marx, con sus aciertos y errores. Es una derrota cultural del Progresismo bien entendido que aún perdura.

Amable López Martínez, economista