«Por la soberanía y el desarrollo nacional». Con esas palabras definen desde la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina (FOETRA) la convocatoria para este martes 14 de octubre a las 17 en su auditorio (Yrigoyen 3171, CABA).
Allí realizarán un acto conmemorativo por el aniversario de la puesta en órbita de los satélites ARSAT I y II, hitos que marcaron la soberanía tecnológica argentina y posicionaron al país como referente en la región.
Bajo el lema “ARSAT y su rol estratégico para el desarrollo nacional”, el encuentro reunirá a diputados, senadores, dirigentes sindicales, referentes de la ciencia, la tecnología y el periodismo. El objetivo será destacar «la importancia de sostener la inversión en infraestructura y en las capacidades técnicas de los trabajadores del sector para garantizar la continuidad del desarrollo tecnológico con un enfoque federal e inclusivo».
El acto es impulsado por FOETRA, el sindicato de las telecomunicaciones, y la CONSITEL, encabezadas por Claudio Marín, quien subrayó la necesidad de “defender un modelo de crecimiento productivo con acceso igualitario a la conectividad”.
La actividad busca, además, respaldar los proyectos de ley que fortalecen la soberanía nacional y promueven la participación de las provincias en las políticas de telecomunicaciones.

Los satélites Arsat, claves para la región
El satélite Arsat II despegó el 30 de septiembre de 2015 desde la Guayana francesa. Su antecesor que despegó del mismo lugar un año antes.
El ARSAT-2 es un satélite de comunicaciones geostacionario diseñado, construido y probado en la Argentina por INVAP y operado por la empresa estatal ARSAT. Está localizado en la posición orbital geoestacionaria en la longitud 81° oeste. Hasta hoy otorga información clave para sectores como el agro, ambiente y meteorología. Incluso su información es contratada por empresas y países, por lo que genera ingresos económicos (divisas) para la Argentina.
Este satélite, junto al ARSAT-1, permitió que el país no perdiera las posiciones orbitales 72 y 81, que le asignó la Unión Internacional de Telecomunicaciones y que son muy codiciadas por la cobertura que puede hacerse desde allí, que va desde América del Norte hasta la Isla Grande de Tierra del Fuego.

Fue construido en conjunto con el ARSAT-1 y comparte muchas de sus características de construcción, pero transportando un mayor número de transpondedores. El 50 % del satélite está hecho con piezas de fabricación argentina, al igual que el software.
Arsat pudo salvarse del listado de empresas a privatizar por el Gobierno con la Ley Bases. Pero en realidad existe la posibilidad de que se venda un 49% de su propiedad. Para eso es necesario seguir un proceso determinado y tener la aprobación del Congreso. La preocupación actual de los trabajadores es la pérdida de los recursos más especializados, que no se pueden recuperar. «Los proyectos quedaron parados y no hay un claro objetivo de hacia dónde va la empresa», denunciaron.
Comentario de AgendAR:
Hasta hace unos años, ARSAT podía cotizarse por tres activos: la REFEFO, o Red Federal de Fibra Óptica, casi 38.000 kilómetros de cable subterráneo de fibra óptica que permiten comunicaciones instantáneas entre todos las ciudades conectadas del país.
Ese sigue valiendo más que cuando se hizo, porque desde 2016 se fue dejando de hacer y demasiados argentos se acostumbraron a llamar por Watsapp desde La Quiaca a Comodoro, o desde Comodoro a Kabul y a hablar sin demoras. La REFEFO no llega a Kabul, pero sí a la red de cables submarinos que conecta Las Toninas, provincia de Buenos Aires, con el resto del planeta. O al menos, el resto conectado.
Si no existiera la REFEFO, olvidate de usar Watsapp fuera del ínfimo radio de cobertura de las antenas de tu proveedor de telefonía satelital. Olvidate de tu ancho de banda actual.
Olvidate de hacer transferencias bancarias desde Mendoza a Buenos Aires. Olvidate de lo olvidable y olvidado y que das por obvio, y olvidate un poco más. Recordá los ’90, cuando no podías sacar plata de un cajero de algún banco diferente al tuyo y desde otra ciudad u otro país, porque ese cajero no tenía maldita la idea de si tenías crédito en tu banco.
Recordá cuando en Puerto Deseado, Santa Cruz, tenías que usar internet a las 3 de la mañana, porque hasta las 12 de la noche estaba toda la juventud chateando en los cibercafés y morfándose todo el ridículo ancho de banda de la ciudad.
Esto en 2006 era Haití, en materia de telecomunicaciones, y hoy es (y sigue siendo) Argentina en 2015. Mucho peor que Uruguay en 2016, porque desde 2016 la REFEFO argentina dejó de crecer mientras que en Uruguay siguieron y siguen metiendo fibra.
Lo otro que valoriza a ARSAT va perdiendo puntos con cada año que pasa. Son los dos satélites ARSAT 1 y 2. Les quedan respectivamente 5 y tal vez 6 años de vida útil. Han ido envejeciendo en sus órbitas geoestacionarias sin reposición, porque Macri discontinuó la flota, y sus continuadores en el gobierno no retomaron su despliegue. Hoy debería haber 6 de estos satélites en el espacio, y desde el 3 en adelante, aparatos HTS, de mucho mayor ancho de banda.
Los 2 que hay mantienen la empresa, que gana unos U$ 32 millones/año pese a desde 2016 ARSAT fue dirigida en forma alternante a veces mal, otras peor, por varias gavillas de indiferentes/obsecuentes/delincuentes, subraye Ud. la categoría que suponga más apta. Pero andá a encontrar 2 satélites de construcción y diseño locales en el resto de Sudamérica.
Ambos con un factor de ocupación de arriba del 80% promedio. Ambos dando internet a escuelas rurales en municipios despoblados del país. Ambos dando cobertura para radio, TV y «broadcasting» a firmas privadas desde la Península Antártica hasta la tundra canadiense. Y ambos con canales dedicados exclusivamente a comunicaciones del Ministerio de Defensa (me refiero al de la Argentina, no al MoD británico).
La tercer cosa que hace valer a ARSAT es su Data Center, ubicado resueltamente en el centro mismo de la REFEFO en la sede de la empresa, en Benavídez, provincia de Buenos Aires. El Data de ARSAT se construyó lentamente desde 2006 y en 2013 ya era el de mayor capacidad y el más seguro de la Argentina.
Hablo no de seguridad física. No está adentro de un sótano sepultado bajo un búnker custodiado por robots armados con láser y motosierra dirigidos por una Inteligencia Artificial creada por Conan, aquel famoso perro virtual.
Hablo de seguridad en disponibilidad: tiene un «uptime» (el tiempo en que está disponible, en lugar de caído) del 99,982% del año. Esto significa tan lleno de redundancias y protección que su «downtime» por mantenimiento suma 1 minuto 40 segundos por año. Es bastante pasmoso para quien no conoce de data centers, y costó U$ 11 millones a fecha de 2013.
Gana plata, pero no tanto como la que debería ganar si cobrara tarifas de mercado a las empresas usuarias, y no hubiera estado en manos de demasiadas cúpulas crápulas y demasiadas veces desde 2016. Es muy fácil atomizar un Data en quintitas privadas y levantarla en pala, si uno es funcionario puesto a dedo por otro funcionario puesto a dedo por El Calabrés de Ojos Celestes, o Alberto el Innombrable, o un extraordinario presidente que invoca a su perro muerto y canta como tal.
Perdón no son insultos, sólo son descripciones objetivas de un periodista científico que laburó años en ARSAT y la vio irse al carajo. Y que aún así siente orgullo de haber estado adonde estuvo y haber hecho lo que hizo. Y también orgullo de que ARSAT estuviera tan bien hecha que no alcanzaron 9 años de ser entregada a las termitas para hacerla polvo.
ARSAT sigue ahí, siempre a punto de ser carneada en tres partes a espera de que se las coman los perros. Sigue ahí, siempre a espera de que vuelva a existir una conducción técnica, un programa político, un gobierno nacional realmente nacional, y un país menos emputecido que merezca semejante empresa.
Le doy muchas gracias por la ARSAT que fue y quizás siga siendo al Ing. en satélites Hugo Tognetti, su fundador allá por 2006, a INVAP con la que peleábamos bastante y que nos hizo dos satélites flor y se quedó esperando cuatro más, y sigue esperando.
Y gracias, muchas, a Claudio Marín, a quien sólo conocí en asambleas, baluarte de FOETRA, ese gremio que defendió a ARSAT mucho más y mejor de lo que nosotros, el personal calificado, lo hizo jamás.
Daniel E. Arias