Como parte de una política de Estado orientada a consolidar la soberanía tecnológica y la proyección marítima de Brasil en el Atlántico Sur, el desarrollo del submarino nuclear SN Álvaro Alberto representa uno de los emprendimientos más ambiciosos y prolongados de la historia de la Marina. Enmarcado en el Programa Nuclear de la Armada (PNM) y en el Programa de Desarrollo de Submarinos (PROSUB), este proyecto combina la búsqueda del dominio del ciclo del combustible nuclear con la construcción de una planta de propulsión naval, dos pilares que sustentan la aspiración brasileña de integrar el selecto grupo de naciones con capacidad de propulsión nuclear marítima.
El PNM, concebido en 1979, simboliza una política de largo aliento en la que convergen objetivos de defensa, desarrollo científico e independencia tecnológica. Estructurado en torno a dos ejes: el dominio completo del ciclo del combustible nuclear y la creación de una planta de propulsión naval, el programa trasciende el ámbito militar para convertirse en una apuesta estratégica por el desarrollo industrial nacional y la consolidación de la llamada Amazonia Azul, el extenso y rico litoral marítimo bajo jurisdicción brasileña. El futuro SN Álvaro Alberto, primer submarino nuclear del país, será la expresión cabal de esa visión.
Desde su gestación, el programa ha atravesado ciclos de expansión y estancamiento, determinados tanto por el contexto político interno como por los vaivenes de la economía nacional. Durante la década de 1980, la conjunción de un entorno geopolítico favorable y un consenso estratégico sobre la necesidad de la disuasión permitió avances significativos, culminando en 1988 con el dominio del ciclo del combustible nuclear. Sin embargo, el fin de la Guerra Fría y la reorientación de las prioridades nacionales hacia lo social y económico en los años noventa provocaron una drástica reducción de los recursos asignados.
La firma del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) en 1998 marcó un punto de inflexión, al imponer nuevas restricciones y limitar las inversiones en el área. El programa sobrevivió gracias al esfuerzo institucional de la Marina, que mantuvo viva la investigación en condiciones adversas. Recién en 2008, con la Estrategia Nacional de Defensa (END) y el lanzamiento del PROSUB, el tema volvió al centro de la agenda política, revitalizando la cooperación internacional con Francia y dando inicio a la construcción de una moderna base industrial en Itaguaí, estado de Río de Janeiro.
El PROSUB contempla la producción local de cuatro submarinos convencionales clase Riachuelo, derivados del diseño francés Scorpène pero adaptados a las necesidades brasileñas. Dos de ellos, el Riachuelo (S-40) y el Humaitá (S-41), ya se encuentran en servicio; el Tonelero (S-42) avanza en sus pruebas de mar, mientras que el Almirante Karam (S-43) se aproxima a su conclusión. No obstante, el núcleo del programa reside en el desarrollo del submarino nuclear SN Álvaro Alberto (SN-10), cuyo reactor experimental y secciones iniciales de acero naval se encuentran actualmente en construcción, con miras a su entrega hacia 2034.
El desafío de sostener una política de Estado a lo largo de cinco décadas
Pese al reconocimiento oficial, la ejecución del PNM y del PROSUB enfrenta un obstáculo persistente: la discontinuidad del financiamiento. Entre 2015 y 2025, las vicisitudes políticas y las restricciones fiscales comprometieron la previsibilidad presupuestaria, afectando los cronogramas de inversión. Así, la distancia entre la retórica política y la realidad financiera refleja la falta de un consenso estatal que impide consolidar estos programas como políticas permanentes, sujetas a planificación plurianual y no a los vaivenes administrativos.
A la inestabilidad presupuestaria se suman las dificultades para generar un consenso social amplio. La limitada comprensión pública sobre la relevancia de la defensa nacional ha derivado en un apoyo fragmentario, a menudo vulnerable a debates coyunturales o a campañas de desinformación. La sociedad brasileña, tradicionalmente enfocada en cuestiones sociales inmediatas, no ha desarrollado una conciencia sólida de los riesgos asociados a la pérdida de soberanía marítima. En consecuencia, proyectos estratégicos como el submarino nuclear carecen aún del respaldo ciudadano sostenido que exige su magnitud.
El riesgo de interrupción de los programas estratégicos trasciende lo técnico. Sin un marco legal que garantice su continuidad presupuestaria y sin mecanismos eficaces para retener a su personal especializado, tanto el PNM como el SNCA están expuestos a la pérdida de capital humano y de conocimiento acumulado. Este escenario podría comprometer décadas de avances y debilitar la posición de Brasil como potencia emergente en materia de defensa y tecnología nuclear pacífica.
En este contexto, resulta indispensable establecer una Estrategia de Seguridad Nacional coherente, con mecanismos de articulación entre la política de defensa, la planificación presupuestaria y los objetivos de desarrollo. Documentos como la Política Nacional de Defensa (PND) y la Estrategia Nacional de Defensa (END) requieren actualización periódica y coordinación efectiva con los instrumentos de gestión pública, para garantizar que programas como el PNM y el PROSUB no dependan de voluntades circunstanciales, sino de compromisos institucionales de Estado.
El submarino nuclear brasileño, más que un sistema de armas con alto poder disuasorio, encarna una política de Estado destinada a proyectar soberanía, conocimiento y capacidad industrial. Su éxito dependerá de la capacidad del país para sostener una inversión estable, fortalecer la cultura de defensa y comprender que el desarrollo tecnológico y la seguridad nacional son dimensiones complementarias de una misma estrategia. Convertir el PNM y el PROSUB en programas estructurales y permanentes no solo garantizará la autonomía estratégica de Brasil, sino también su proyección internacional como potencia marítima moderna y tecnológicamente soberana.




