
«Publicado en El blog de Abel el 31 de octubre de 2017»
Estos posteos que escribe Daniel Arias – Argentina nuclear, satelital, marina – pueden ser agrupados -estoy pensando en la forma de hacerlo- con un título como «La Argentina que puede ser» (aparte del libro que muchos reclaman). Pensando en publicista, siento que la condición principal es que bastantes argentinas quieran que sea.
A.B.F.
Pampa Azul 2.0
El cauto silencio de los lectores en relación a mis propuestas de construir barcos nucleares indican que una parte de ellos se pregunta qué me fumé. Hoy el asunto les parece “Fantasy & Science Fiction”. Están con el síndrome de postrauma electoral, compañer@s. Y lo comparto.
En tiempos de perder libertades, derechos e industrias, los argentinos nos ovillamos como perros apaleados. Perdemos esa capacidad de “¿Y por qué no?” que algunas veces nos hizo renacer de las cenizas. Pero uno, amig@s, es lo que uno hace con lo que hicieron de uno, y lo mismo vale para los países. De los laberintos se sale por arriba.
Veo su sonrisa escéptica. Yo hablo de ponerle átomos a un programa del gobierno de CFK (Pampa Azul) que todavía goza de buena salud, bajo la precaria protección del Ministerio de Ciencia y Tecnología, mientras en la práctica éste va degradándose en medios y autoridad al nivel de una Secretaría. Entre tanto, el gobierno le prende fuego, incansable, a todas esas ramas del árbol industrial argentino “que nos separan del mundo” con su terquedad en existir, algunas tan diferentes entre sí como la del calzado, la metalmecánica, la láctea, la textil, la ferroviaria y la electrónica; pero la preferencia por exterminar rápido y bien los brotes nucleares, espaciales, radarísticos, biotecnológicos, de armamento y aeronáuticos surgidos desde 2004 es clarísima. Son gravosos para ciertas embajadas. Y arden fácil, como las incursiones en alta tecnología de cualquier país, chico, mediano o grande, cuando no tienen demanda, sostén o licenciamiento estatal.
Entre tanto, la rampa de deuda externa que garantiza que no la vuelvan a tener ya la pagan chicos sin escuela, adultos sin empleo, discapacitados sin pensiones y jubilados sin medicamentos. Lo de hoy hará sangrar a millones de argentinos que aún no nacieron, y a sus hijos. Pero nacerán y algo habremos de dejarles, además de deudas y dudas.
Yo elijo dejar un programa de largo alcance. Formular un plan y atenerse a él es resueltamente ajeno al pensamiento y la práctica del político argentino promedio, un referente en enroques y en roscas. Se entiende: no se forman buenos coreógrafos en un teatro en llamas.
Este programa en particular es parte de algún plan mayor de reindustrialización y complejización (perdón por la palabreja) de la economía, y de reconstrucción del estado. Son asuntos inseparables, pero eso lo dejo a otros que entiendan más. Me atengo a la parte que más me interesa: reconstrucción naval y nuclear, haciendo sinergia.
¿Es un aporte mío? No mucho. Logro imaginarlo porque –perdón, don Newton- pude pararme, medio tambaleando y mareado, sobre los hombros de gigantes, en este caso Segundo Storni, Jorjón Sabato, los hermanos Carlos y Oscar Varsavsky, Carlos Castro Madero, Franco Varotto, Mario Mariscotti, Becho Murmis, Renato Radicella, Roberto Cirimello, Cacho Otheguy, Carlos Aráoz y sigue la lista. ¿Es viable el plan? No sin intentarlo. ¿Nos dejarán? No, pero ¿volveremos a dejar que no nos dejen? Amig@s, en la cancha, como siempre, se verán los pingos.
De modo que aclaro nuevamente:
Estoy planificando para la reconstrucción, con otro gobierno. Ni estos lograrán matar a la Argentina ni ésta morirá con nosotros.
Tenemos 1,87 millones de km2 de territorios nuevos –casi todos abisales- de los cuales sólo gozaremos de soberanía indisputada en 370.000 km2. El resto, a discutir, y la pulseada principal será con el Reino Unido.
Por un efecto paradójico del calentamiento global, la banquisa antártica está en expansión, las tormentas en ese océano se han vuelto más frecuentes y peores, y la navegación local cada vez más peligrosa. Más tarde abundaré en dudas sobre este desconcierto.
Es indudable que en esta crisis hay una oportunidad: podemos ser el primer país del mundo en construir dos barcos diseñados específicamente para bancarse a año completo ese escenario antártico empeorado, y vender sus servicios oceanográficos y de rescate a terceros países. Con los “fierros” adecuados, en ese infierno ululante hay plata a hacer y soberanía a ganar.
Soberanía práctica, porque las cosas que averigüemos sobre nuestros fondos serán los anchos de espadas, de bastos, y los sietes de oros y espadas en una mesa de truco peligrosa pero inevitable. Sin una idea científica detallada de qué hay ahí en las llanuras abisales y un rearme de la Armada con naves propias, no podemos ni sentarnos a negociar titularidades, sea con Su Graciosa Majestad o con Magoya. Sin ese valor agregado, nuestra autoridad es verso. Eso lo dijo Vicente Palermo, del Club Político, al toque de que CONVEMAR nos diera esos papeles. Pero creo que Palermo subestima a mi país.
Sí, claro, me dice Ud. Venirle con fierros propios a la Armada. Para ridiculizarme, me tira una cita de un tal Arias, autor que me suena familiar:
“Una revisión somera del catálogo Histarmar de buques de la Armada entre 1900 y 2013 arroja un total acumulado de 318 naves de todo tipo, de las cuales 56 fueron construidas en la Argentina. Si dejamos fuera las ensambladas aquí bajo licencia extranjera, quedan 47 naves realmente Nac & Pop, con apenas 12 de combate. Pero si estrechamos la búsqueda a barcos exclusivamente de guerra de diseño y construcción local, la lista se abrevia a 10, y chicos: 8 rastreadores y 2 patrulleros, muchos impuestos por un tal presidente Perón. 10 barcos sobre 318. Sí, el 3,78% del catálogo”.
En suma, Ud. me echa en cara que mi plan no sólo contraría la cultura política sino la naval que padecemos. Y añade, en plan de guapo, que es más fácil encontrar ratas en una caja fuerte que keynesianos en los partidos, en la UIA o en la Armada.
¡Tenga mano, compañer@!, retruco, gauchesco. ¿Iraolagoitía, Quihillalt y Castro Madero no eran navales, o sólo me parecieron? ¿Y acaso leyó “Nuestros intereses marítimos”, del Alte. Segundo Storni? Buena mía, no lo leyó.
Ud. me contesta, tajante, que la Armada a Storni tampoco lo leyó. Se limitó a hacerle grandes homenajes fúnebres para enterrar mejor sus ideas, de las que se olvidó hace mucho. Y luego me acorrala otra vez con mis propias palabras: los almirantes que en 1988 impidieron darle nueva motorización diésel-eléctrica y 30 años más de vida útil al portaaviones ARA 25 de Mayo, según la propuesta del Ing. Ernesto Marta, también eran navales.
Y luego de pensar un segundo, añade con maldad que esos lograron mucho más que el desguace posterior de esa nave. Lograron el desguace de los Astilleros Río Santiago (ARS) y TANDANOR, de paso y cañazo. Su Graciosa habrá aplaudido… ése era el blanco principal. Los astilleros, no el portaviones.
Para mayor claridad, ARS llegó a construir las 4 mayores naves sudamericanas: los petroleros Ingeniero Huergo, Ingeniero Silveyra, José Fuchs y Presidente Illia, de doble casco y 60.000 toneladas, entre 1979 y 1983, pedidos por YPF. Desmontar los ARS y TANDANOR, la Fábrica Militar de Aviones (hoy FAdeA), y la CNEA e INVAP deben haber sido artículos principales en algún Tratado de Versailles secreto que la Argentina habrá firmado, supongo, entre 1982 y 1983, acaso para poder rendirse en Malvinas sin bancarse horas después una guerra mucho peor con Chile. El que viva lo sabrá, si quedó algún papel escrito de todo ello. Lo que yo quiero es romper ese tratado, pero sin alharaca.
ARS nunca recuperó su salud pre-menemista, en parte por cambios de la tecnología de construcción naval, en parte porque el eje geográfico de la misma se desplazó al Lejano Oriente, y fundamentalmente por la desaparición del concepto de que el estado puede y debe comprarle al estado.
En los ’60 y ’70, traccionados por los pedidos de ELMA (Empresa Líneas Marítimas Argentinas), YPF, la CNEA y Ferrocarriles Argentinos, más algunos de la siempre renuente Marina, estos enormes talleres daban trabajo directo a 8000 personas, ranqueaban como los mayores del subcontinente, hacían graneleros, “bulk carriers”, containeras e incluso tanqueros de doble casco de 60.000 toneladas, y ganando plata. Había que ver a los ARS en sus épocas de gloria. Sí, tiene razón, en 1988 el 25 de Mayo fue un blanco de oportunidad. Lo importante no era tanto destruir el portaaviones sino la capacidad argentina de rehacerlo a nuevo en casa. No fuera que luego quisiera hacerse también una flota propia.
Aunque en su resucitamiento kirchnerista ARS llegó a fabricar 4 graneleros de 27.000 toneladas para Wilhelm Finance Inc., de Alemania, su mayor comprador (Venezuela) empezó a fundirse cuando ya se le había entregado el “Juana Azurduy” y se daban los toques finales al “Eva Perón”. Éste quedó sin entregar. Era el segundo de una orden de 4 petroleros de 47.000 toneladas para PDVSA, pero Chávez se estaba fundiendo, o lo estaban, o ambas cosas. Son situaciones que vaya a saber por qué jamás le pasan a los emires y jeques petroleros. Esta vez como blanco de oportunidad, a ARS lo jodieron de nuevo.
En este segundo y más modesto pico de ocupación, ARS llegó a tener 2700 ingenieros, técnicos y operarios muy especializados.
Había 23 barcos más pedidos por contrato que aseguraban teóricamente 12 años de trabajo continuos, pero la deuda venezolana dejó a ARS sin nafta a algunos kilómetros de la siguiente estación de servicio. Al rescate sin mayor resto, CFK ordenó construir en ARS 5 patrulleras oceánicas multipropósito para la Armada, de las cuales una llego a ponerse en quilla. Los planes navales de CFK –completar 2 submarinos Thyssen TR-1700, modernizar los 2 destructores y las 3 fragatas Meko- siempre avanzaron muy despacio, salvo el de la reconstrucción del rompehielos Irízar en TANDANOR. Y luego llegó El Que Te Dije y se acabó todo.
Mi plan es juntar lo nuclear con la construcción naval. A no olvidar que ya hubo dos intentos de trabajo conjunto. Es debido a Castro Madero que hoy tenemos en construcción en Lima, provincia de Buenos Aires, el prototipo de una central nuclear argenta para vender al mundo, el CAREM, ahora de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Es un proyecto tan tecnológicamente sensato, tan testeado y vuelto a testear en modelos físicos, y con un potencial de mercado tan disruptivo que ni siquiera el Mejor Ministro de Energía de la Shell lo quiso parar. Tampoco lo está apurando, ojo. Vendrán gentes de muchos colores y países a ver esa centralita.

Avance de obra civil del CAREM en 2014, sin todavía ningún componente nuclear instalado. En aquel año debería haber estado en retoques finales antes de irlo poniendo crítico.
Pero no puede haber una vidriera más impactante para esa planta terrestre que la naval: ponerla en un par de barcos que dejen al mundo con la boca abierta. Llámenlo Pampa Azul 2.0, si quieren.
Daniel E. Arias
Nota del autor en 2025:
Siete años después de escrita la 5ta parte de «Argentina en el Mar», me queda en claro que el CAREM no va a ser jamás una planta de propulsión marina. No tanto porque haya sido exitosamente frenada una vez más por el actual gobierno y tantos otros anteriores, sino por motivos técnicos.
Un CAREM necesita una verticalidad perfecta del recipiente de presión para garantizar una suficiente circulación convectiva del refrigerante. El submarino resultante carecería de potencia motriz en situación de maniobra. Debería usar sus baterías para maniobrar mientras no logre recobrar la vertical. Y un submarino de caza, al igual que un avión de caza, debe poder hacer maniobras muy cerradas y a bastante velocidad.
Hace cuatro años, el Dr. Carlos Aráoz, metalurgista y «combustiblero» de la CNEA, me hizo llegar los planos de una planta de potencia distinta y diseñada específicamente para motorizar un TR-1700. Es la del Dr. José Converti y su equipo. Es un PWR convencional, refrigerado por bombeo, y adaptado a un casco de presión pequeño como el de este Thyssen. Tendría una potencia eléctrica menor de 10 MW, que no es poca. Fue presentado ante el Almirantazgo.
El proyecto fue silenciosamente discontinuado ya no recuerdo por cuál administración nacional. Elija la que le parezca desde Carlos Menem en adelante.
El motor de Converti probablemente sea muy bueno, pero no nos enteraremos: lo que ya no quedan son cascos de TR-1700. El del ARA San Juan se perdió con el submarino en el accidente de 2017. El del Santa Cruz, cortado en dos como una sandía para un reequipamiento a nuevo de baterías, sensores y sistemas de combate, quedó como estaba: en dos partes, Ud. elija la que le parezca.
La modernización del Santa Cruz fue cancelada por el entonces ministro de Defensa, Oscar «El Milico» Aguad, que adujo motivos de seguridad. Así la Argentina quedó sin submarinos. Aguad tiene criterios raros de seguridad. Son coherentes: en su tenida en el Ministerio de Telecomunicaciones había cancelado todos los satélites argentinos ARSAT desde el 3 en adelante, pero concedió 21 habilitaciones para que la Argentina recibiera servicio de otros tantos satélites. Todas empresas de países de la OTAN, sorpresa.
Aráoz, un espíritu invencible, dice que todavía podríamos ofrecerle ayuda técnica a Brasil, que hace 20 años viene luchando con su propio PWR para motorizar su primer submarino nuclear, el Almirante Alvaro Alberto. Es difícil que los primos brasucas nos den bola. La última vez que se metieron en un proyecto tecnológico complejo con la Argentina, los jodimos.
Sucedió a fines de los ’80, con el diseño y construcción del avión de cabotaje a turbohélice Vector.
Al costo de una pérdida de U$ 360 millones ya invertidos por la Fábrica Militar de Aviones y en tiempos de Alfonsín, el presidente Carlos Menem nos retiró del proyecto cuando ya había 2 aviones en exhibición, dando vueltas por las ferias aeronáuticas y generando pedidos de informes. También había un tercero en construcción, hoy un cascajo sin terminar en la Fábrica Argentina de Aviones en Córdoba.
Desde entonces, Brasil tuvo su propio Menem, el presidente Fernando Collor de Melo, pero lo eyectó del cargo de un patadón. Demasiado chorro y vendepatria, dijo el Parlamento, incluso para los criterios de los ’90. Pero de ahí en más, Brasil se abstuvo de otros proyectos tecnológicos con Argentina. Entre ellos, los satélites SABIAMAR de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales.
Personalmente, no renuncio al CAREM. Pero me gustaría, cuando se pueda, poner al menos un módulo de 120 o 125 MWe en una base antártica argentina intracontinental, al sur de la Pensínsula Antártica, en un sitio poco accesible desde el mar, y al cual el combustible para generar electricidad sólo puede llegar por aire. Sería un gesto geopolítico, además. ¿Lo permite el Tratado Antártico? Sí, mientras dure.
Los EEUU tuvieron una plantita nuclear en la Antártida entre 1967 y 1972, el PMA-3, llamado también «Nukey Poo» porque era una mierda y perdía refrigerante en forma continua. Ningún país miembro del Tratado hizo objeciones. Supongo que con el CAREM nos podría ir mejor.
A condición de que testeado del modelo de demostración en el predio de las Atuchas, y construido un CAREM comercial de cuatro módulos y sin inconvenientes en otro lugar del país.
Obviamente, no sucederá con este gobierno, ni con ninguno que se le parezca. Como suele decir el director de AgendAR: «El que viva lo verá».

