¡El satélite SG-1 revive con Peluca! En AgendAR hay escépticos

El manejo del Estado por parte de Javier Milei le está abriendo la puerta a decisiones que podrían resultar sorprendentes a primera vista. Son hendijas por donde se filtra cierta concepción desarrollista en el gobierno libertario. Una de ellas tiene que ver con el compromiso oficial con la implementación de un plan nuclear. La otra, con la carrera argentina por el espacio.

El Gobierno tomó en los últimos meses una decisión trascendente. Pese a las grandes restricciones presupuestarias que atraviesan casi todas las dependencias, dio la orden de reanudar el proyecto para fabricar un nuevo satélite hecho aquí que esté en órbita en tres años. El satélite se llama Arsat-SG1 y brindará Internet en zonas rurales.

Costará US$265,8 millones, de los cuales US$243,8 millones provienen de un préstamo otorgado por la CAF, que ya puso una parte sustancial. El resto correrá por cuenta de la Argentina.

El satélite ArSat-1, antes de su lanzamiento al espacio
El satélite ArSat-1, antes de su lanzamiento al espacioTélam

La Casa Rosada decidió reactivar el proyecto en mayo pasado, luego de un análisis técnico, económico y financiero. Desde ese momento, el Tesoro tuvo que pagar casi la totalidad de las facturas adeudadas con proveedores internacionales y se eliminó el riesgo de rescisión unilateral por falta de pago de 16 de los 18 contratosArsat trabaja ahora para lograr el reinicio de cada contrato.

Como en los casos anteriores, la fabricación correrá por cuenta de Invap, una sociedad del Estado cuyas acciones pertenecen a la provincia de Río Negro.

El dispositivo está rodeado de condimentos políticos. Es, por ejemplo, un proyecto que había sido frenado durante el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

Además, reemplaza a la generación anterior de satélites, los Arsat-1 y Arsat-2. Fueron lanzados en 2014 y 2015, respectivamente, y se convirtieron en los primeros dispositivos de ese tipo construidos en el país que llegaron al espacio.

El 16 de octubre de 2014, a las 18.45, el cohete Ariane 5 despegó desde la base de Kourou, en la Guayana Francesa, con el Arsat-1, el primer satélite geoestacionario diseñado y construido en la Argentina. Y en septiembre del año siguiente, partió el segundo. “El futuro ha llegado”, dijo en aquel momento la Presidenta.

El Arsat-SG1 promete superarlos. Es la segunda generación de unidades geoestacionarias de telecomunicaciones, pensado para operar en la posición orbital 81° Oeste, en banda Ka. Se trata de un lugar del espacio que está a 36.000 kilómetros de la Tierra y está asignado a la Argentina.

El Arsat-SG1 es distinto, porque representa un salto de generación frente a los satélites anteriores. Mientras aquellos fueron concebidos principalmente para ofrecer telefonía, televisión y datos, el SG1 está diseñado para brindar Internet de alta velocidad, con una capacidad de transmisión varias veces superior. En este punto, la comparación se acerca a los servicios de Starlink, la empresa del magnate Elon Musk.

Otra diferencia clave está en la propulsión. Los modelos anteriores usaban un sistema químico, lo que los hacía más pesados, mientras que el SG1 es 100% eléctrico, más liviano y eficiente. Es por eso que su masa pasó de tres toneladas a poco menos de dos, lo que facilita su lanzamiento y operación.

En términos de potencia y capacidad, la evolución también es evidente. El Arsat-SG1 supera los 9 KW de potencia y puede transmitir más de 70 gigabits por segundo, frente a los 1203 MHz de los primeros satélites. Esto se traduce en mayor velocidad y calidad de conexión para los usuarios.

Los satélites anteriores, además, estaban pensados para ser puestos en órbita exclusivamente con el Ariane V, el cohete europeo más utilizado en ese momento.

En cambio, el Arsat-SG1 es compatible con distintos lanzadores, entre ellos el Ariane VI (el sucesor del Ariane V), el Falcon 9 de SpaceX y el Glenn, lo que amplía las opciones para elegir proveedor, reduce costos y evita depender de un único vehículo espacial.

El espacio es muy particular. Lo que no se usa, se pierde. De manera que si la Argentina no emplea la posición orbital 81° Oeste, deberá cederla. Hoy el lugar está asegurado mediante satélites interinos —Astra 1H y Hylas-1— hasta agosto de 2028. En ese momento debería estar listo el Arsat-SG1, según fuentes oficiales.

El país estuvo cerca de sacrificar ese recurso espacial. La posición orbital en cuestión estuvo sin utilizar desde 1998 hasta 2005. Debía ocuparla el satélite Nahuel II antes de 2002, pero la empresa Nahuelsat no logró hacerlo.

La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que le había dado ese derecho a la Argentina, le concedió una prórroga hasta el 19 de octubre de 2005.

Dos días antes de que venciese el plazo, el 17 de octubre de 2005, la Argentina puso en órbita un satélite que el secretario de Comunicaciones, Guillermo Moreno, alquiló a Canadá.

El aparato, llamado Anik E2, había sido lanzado en 1991 y estaba fuera de uso por haber sido alcanzado por una tormenta solar. Moreno lo rebautizó: “Pueblo Peronista 1 (PP1)”, según cuentan Diego Cabot y Francisco Olivera en el libro El buen salvaje.

Apenas 33 días después, el PP1 dejó de funcionar y nunca más emitió una señal. En abril de 2006 se creó Arsat.

Desde hace años, el espacio está cerca de la política argentina. Quizás una de las piezas más interesantes de esa colección la dio Carlos Menem el 4 de marzo de 1996 en una escuela en Tartagal. El Presidente dijo: “Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizás se instale en la provincia de Córdoba, esas naves espaciales con todas las seguridades habidas y por haber, van a salir de la atmósfera, van a remontar a la estratósfera y desde ahí elegir el lugar donde quieran ir, de tal forma, que en una hora y media podamos estar desde Argentina, en Japón, en Corea o en cualquier parte del mundo”.

Pablo Fernández Blanco

Comentario de AgendAR:

Algunos detalles a tomar en cuenta: la posición 81° O no está vacía, y ahí hay cosas más interesantes para la Argentina que «gap fillers» alquilados. Ahí, damas y caballeros, está el ARSAT-1 desde 2014 y funciona bien.

Los contratos eventuales con otras operadoras de satélites GEO que comparten esta posición se usan para tener algún ancho de banda adicional, que en éste país siempre se necesita.

En cuanto a hacer un satélite mejor que el ARSAT-1, por supuesto. Para empezar, el ARSAT-1 fue justamente un satélite PARA empezar. Que hoy ARSAT e INVAP puedan hacer otro más ambicioso es casi inevitable. Lo hicimos de baja potencia eléctrica en atena de forma deliberada, para poder usar placas fotovoltaicas de potencia igualmente baja.

¿Para qué? Para disminuir la posibilidad de un corto circuito entre cables conductores contiguos. Pueden suceder si las vainas aislantes se han cuarteado porque el satélite pasó de estar oculto bajo la sombra terrestre, a unos 270 grados bajo cero, a quedar expuesto plenamente al sol y llegar a 170 grados SOBRE cero. Eso sucede dos veces por año, durante los equinoccios de invierno y el de otoño.

El período del satélite a la sombra de la Tierra contrae ese blindaje de plásticos especiales, y su salida a la plena iluminación (su estado habitual) lo expande. Las vainas de los cables están pensadas para resistir al menos 15 años, pero si no lo hacen, es chispazo seguro.

Y si es grave, zás, se te quemó una placa y tu satélite se quedó con la mitad de la potencia eléctrica, si la otra se la bancó. Por ende, tu potencia en antena, así como en los sistemas de maniobra, apuntamiento y control de altura, así como las computadoras y los sistemas de mantenimiento interno de una temperatura constante, están en peligro justamente porque que consumen electricidad.

Se te apagó una placa, y no podes llamar a EDESUR, porque no llega a los 36.578 km. de altura, si llegara, de todos modos no viene. Tu potencia pasó a ser la mitad.

Estadísticamente, estos accidentes siguen «la curva de la bañadera».

La incidencia es alta debido a algún error de fabricación de las placas el primer y segundo año de vuelo. Después en general el riesgo baja. Te leíste toda la historia de la fabricación y testeo del fabricante, hiciste tus propios ensayos en tierra, y la falta de eventos en órbita te convencen de que te compraste las placas posta.

La posibilidad de que se te pudra una placa (o ambas) baja y se aplana como el fondo de una bañadera: dormí sin frazada. Pero guarda cuando el satélite está muy envejecido, pongámosle, los años 14 y 15. Ahí hay mayores posibilidades de que un par de cables se hayan pelado, y de que un arco eléctrico te baje una placa, y eso en general va a suceder a la salida de un equinoccio.

En el primer año de vuelo, en ARSAT veníamos no cortando clavos, pero sí bastante intranquilos.

Esas decisiones conservadoras en materia de tecnología culminaron en un satélite atrasado unos 15 años en todos sus sistemas y subsistemas. Los ARSAT-1 y 2 tecnológicamente se parecen más a un Ford Falcon que a un Ford Mondeo: es más simple, más pesado, menos potente, y más aguantador.

La opción por lo sencillo, aunque fuera a costa de la potencia y el ancho de banda, tiene una explicación económica y otra geopolítica. La económica es que el seguro del ARSAT-1, pactado con AON, fue el más barato de todos los demás satélites lanzados por los otros fabricantes.

La geopolítica es bastante simple. En 2014 había 9 países en el mundo que se atrevían a diseñar y construir su propio satélite GEO. Fuimos el décimo. Estaban todos los grandes fabricantes, algunos con 45 años en este rubro, esperando que nos cayéramos de la bicicleta y nos pegáramos un tortazo. Habría sido el final de la historia satelital de ARSAT. La oposición rejuntada alrededor del PRO, se moría de ganas de que eso sucediera.

De modo que Ford Falcón quedó, y los dos ARSAT siguen en vuelo desde 2914 y 2015, y en algunos años buenos para la industria GEO han recaudado U$ 40 millones/año. De hecho, esos dos Ford Falcon siguen manteniendo a ARSAT, y sobra plata.

Cuando Javier Milei y otros de su palo dicen que hay que privatizarnos porque damos pérdida, mienten.

OTRA MUESTRA DE PRUDENCIA TECNOLÓGICA

Nuestro país, con sus casi 3 millones de km2, es difícil de iluminar con una sola antena. Podríamos haberle puesto una «multispot», para mandar a tierra haces de diferente potencia según la cantidad de habitantes de cada zona de la Argentina, pero nuevamente optamos por lo sencillo pero seguro.

La antena del ARSAT-1 no se parece mucho a un espejo cóncavo. Es una obrita de arte con aspecto de error. Parece un espejo cóncavo abollado por el granizo: trata de remedar en una única antena lo que en un satélite más potente se hace con varias. La idea es iluminar con toda la potencia posible las grandes megalópolis argentinas, y dedicar una potencia menor a los casi desiertos demográficos.

Son esos caseríos donde hay, a veces sí y a veces no, un teléfono viejo, de tiempos de ENTEL, en la farmacia o la comisaría, y generalmente fuera de servicio. La Patagonia, el NOA, el Chaco Árido y la Pampa Seca tienen, sin embargo, necesidad y derecho a telecomunicaciones.

Para que sea urgente tener una pequeña flota de ARSATs, alcanza con el lerdo crecimiento demográfico argentino, y el hecho de que nuestros satélites tienen vidas útiles de 15 años.

Un satélite argentino en la posición 81° O y otro en la 82 no alcanza para la demanda insatisfecha nacional de telefonía, radio, TV y servicios IP, es decir a caballo de la internet. Watsapp, Waze y Telegram, por ejemplo. O las apps bancarias.

Pero sobre todo, quisimos atender la demanda ABSOLUTAMENTE insatisfecha de telecomunicaciones de 3700 escuelas rurales. Sus antenas satelitales de una y de dos vías las repartimos por casi todo el país hasta 2015. Algunas, supongo, todavía funcionan. Ese programa murió. Hace ya 8 años que «me jubilaron» de un patadón en ARSAT. Ignoro cuántas antenas se murieron desde entonces. No es un tema del cual a estas autoridades les guste hablar, si es que acaso lo saben.

Colega Fernández Blanco, no pierda el sueño. Legalmente la posición 81° O está resguardada hasta 2 años pasados de que el ARSAT-1 lance su último «cuac». Eso debería suceder alrededor de 2029. De modo que se puede dormir sin frazada. El problema es que ya tendríamos que tener dos GEOs más en esos dos sitios. La posición 82 O permite dar señal desde nuestras bases antárticas a la tundra canadiense, y por eso es muy codiciada, especialmente por el Reino Unido, que ya trató una vez de ocuparla.

El satélite Anik 2, un zombiesat canadiense a la deriva, fue alquilado por Guillermo Moreno Moreno que a su breve paso por la 82 O sentara precedente de ocupación precaria por parte de nuestro país ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Fue una ranada para darnos tiempo a que se fueran construyendo nuestros ARSAT 1 y 2. Es que los Brits ya nos sacaron demasiadas cosas, y continúan. Y aquí, por sobreabundancia de vendepatrias, hay tradicion de secar de plata nuestros proyectos estratégicos, porque «no hay plata».

Bien podría suceder que el SG-1 se quede 20 años a medio construir en la sala de integración de INVAP hasta salir al espacio, y que lo haga, si lo hace, cuando ya esté obsoleto. ¿No pasó con los dos SAOCOM? Fueron satelizados en 2017 y 2018, tras 2 décadas de construcción a saltos y frenazos por «no hay plata».

Aún así, durante un tiempo fueron la única constelación de observación de la Tierra en radar de banda L. Sin más competencia que un satélite japonés, estos dos fierros de la CONAE podrían haber tenido un monopolio transitorio de la venta de imágenes para medir acuíferos subterráneos, para evaluar posibles inundaciones, sequías y rendimiento de futuras cosechas en «tierras de pan llevar», y de catástrofes como aludes y deslaves.

No hay modo de no ganar plata con ese servicio. Máxime con el cambio climático ya enrrabiado.

Esta firma estatal barilochense, INVAP, es la constructora de reactores nucleares más exitosa del mundo. Como segundo negocio, construye los satélites de alto desempeño de la CONAE y de ARSAT. Como tercer negocio, radares civiles y militares, y sistemas de defensa. Es estratégica.

Lo de dejar a INVAP sin poder trabajar y sin cobrar, y fumarse créditos internacionales en curros, ha sido una tradición militante de varios gobiernos argentinos. Se incluye algunos que la jugaron de ser de lo más Nac &Pop.

Por algo INVAP estuvo (nuevamente) a punto de quebrar en 2016, cuando Macri le canceló los ARSAT 3, 4, 5, 6, 7 y 8. INVAP se había equipado con planta y equipos muy avanzados para este trabajo, todo a crédito. El financiamiento de la constelación estaba asegurado, porque cada nuevo satélite se construiría con las ganancias legítimas generadas por los anteriores. Cero costo para el estado.

Como en el caso de otro de sus grandes curros, el llamado «Nuevo Programa Nuclear», el gobierno de Javier Milei no parece víctima de un atroz ataque de desarrollismo, o peor aún, de independencia tecnológica. Ambas cosas no huelen a rata encerrada, sino a gato podrido.

Aunque la realidad confirme a gritos, no hay que ser muy paranoicos para entender que estos cosos quieren liquidar a la CNEA, a ARSAT y a INVAP, así como ya están liquidando al CONICET. Quieren una argentina sojera, aceitera, petrolera, minera y, sobre todo, endeudada hasta las cejas, con 2/3 de la población y del territorio al pedo.

Para saber que son muchos los los primates que consideran a ARSAT y a INVAP como empresas innecesarias, basta recordar que esa misme frase la dijo Mauricio Macri en 2014, cuando lanzamos el ARSAT-1 y el país explotó de entusiasmo. Su gabinete en las sombras lo acalló a patadas y codazos: el Gato estaba en campaña. Para destruir tanto esfuerzo nacional, primero tenía que ganar las elecciones.

El SG-1 tecnológicamente ya no es ningún Ford Falcon. ¿Quiere un equivalente automotriz? Una Toyota Hilux, refinada pero fuerte como un adoquín. Sería el equivalente de un ARSAT-6. Pero INVAP trató – y trata- de desarrollarlo con chirolas.

Lo tuvo que hacer cuando Macri, en 2016, se dio por fin el gusto, canceló todos los ARSAT sucesivos desde el 3 al 8, y regaló nuestros «landing rights» (derechos de operar sobre nuestro territorio) a 23 satélites GEO. Pertenecen a multinacionales. «Cielos Abiertos», se llamó a esta política, y no fue invento del Mauricio, bastante inepto para la invención. Dura desde tiempos de Menem. Nunca se murió.

Ojo con lo que se entiende por internet, colega Pablo. El SG-1, si alguna vez se manda a geoestacionaria, no va a dar esos servicios de internet de doble vía instantánea a los que estamos acostumbrados en las 5 megalópolis argentinas. Para nosotros, los urbanos y hacinados. internet significa aplicaciones como telefonía, teleconferencias y videojuegos libres de latencia. Y esta viene a ser la demora entre pregunta y respuesta, o entre un comando y su ejecución.

Nosotros, los urbanos y hacinados. tenemos esos privilegios gracias a los 38.000 km. de fibra óptica tendidos por ARSAT entre 2010 y 2017. Logran un ancho de banda y una velocidad imposibles para los satélites GEO.

En lo que se refiere a ciudades minúsculas como Los Antiguos, en Santa, o Tolhuin, en Tierra del Fuego, piense más bien en Watsapp con mensajes de voz. O en consultas a bases de datos como Wikipedia, el Servicio Meteorológico Nacional, o el Servicio Nacional de Hidrografía Naval, o en preguntas a alguna de las tantas inteligencias artificiales. Piense en algo que aguante una latencia de uno o dos segundos, y no requiera respuesta instantánea, al toque, sobre el pucho.

Y esto no tiene nada que ver con la modestia inicial de los ARSAT. Se debe a las características de la órbita geoestacionaria, en la que orbitan los satélites GEO.

Los GEO no giran alrededor de la Tierra. Giran CON la Tierra, a su misma velocidad angular, y sobre el ecuador. Por eso están fijos sobre la vertical de un sitio ecuatorial, y a una altura de 35.786 km. sobre el nivel del mar. Nuestro ARSAT-1 está ahi, inmóvil como granadero catatónico, a 35.786 km. de altura sobre un punto del Pacífico, a unos 200 km. de la costa colombiana.

Si Ud. llama desde Baires a la Gran Bermuda, la llamada hará un recorrido complejo: desde su celular hasta ARSAT, en Benavídez, desde nuestras mayores antenas a nuestro satélites, y desde estos a alguna antena de telecomunicaciones en esa isla. Un largo camino trianqular.

Habida cuenta de que el viaje ida y vuelta de una señal tiene que recorrer frecuentemente más de 100.000 km, y que las ondas de radiofrecuencia tienen la misma velocidad que la luz visible, y a ello súmele las derivaciones de enrutamiento, la latencia puede ser de un segundo y más. Eso impide el «pingpong» instantáneo de una comunicación por vía óptica terrestre o submarina.

Y esto no se remedia añadiendo más satélites y más ancho de banda en nuestras posiciones 81 y 82 grados Oeste. La velocidad de la luz no aumenta por ello. La física tiene leyes que no se rompen por fuerza bruta.

El «pingpong» de un videojuego es un privilegio de la fibra óptica. Hoy sucede algo parecido con las megaconstelaciones satelitales de altura baja, como Starlink. Al no haber una demora perceptible entre interlocutores, te dejan conversar normalmente, o volverte campeón de Minecraft en Avellaneda. O al menos en Lanús.

Pero alguien siempre paga el costo. Lo pagamos todos los países que no somos propietarios de Starlink, el mayor chiche de Elon Musk y el Pentágono.

Con 11.700 satélites , de los cuales 8094 son de Musk, apiñados estos últimos en capas sucesivas, onda cebolla, entre los 280 y 600 km.de altura, y con 21.000 más a ingresar a órbita baja, el buenazo de Elon sigue transformando la órbita baja en su jardincito privado, y en un inevitable concurso de choques entre satélites, y de generación consecuente de chatarra orbital.

¿Sabe por qué el Taxi Espacial volaba «de culo», con la nariz hacia atrás? Para evitar chatarrazos directo en el habitáculo. Y aún así bajó muchas veces con los vidrios multicapa blindados de la cabina de pilotaje como astillados a tiros calibre .50. Eso lo hicieron partículas metálicas o incluso de pintura, muy minúsculas, y que antes fueron satélite, o lanzador.

La Estación Espacial Internacional (ISS) desde hace años tiene blindajes tipo Whipple alrededor de sus habitáculos. Tratan de evitar que alguna tuerca traspase la ISS a 27.000 km/hora, mate a un tripulante, despresurice explosivamente sus habitáculos y mate por asfixia al resto de la gente. Muy oportuno lo de los blindajes: la ISS está recibiendo unos tres impactos cada 24 horas.

Ya son cotidianas y comunes las maniobras de esquive en órbita. Tratan de evitar choques apartando satélites con rumbo newtoniano de colisión. Lo hacen a soplidos de «thrusters» de posicionamiento, con lo que gastan al cuete sus combustibles. A medida que Starlink crece y crece y se derrama como un linfoma sobre los extramuros íntimos de nuestra planeta, la Low Earth Orbita, va a a empeorar exponencialmente el «síndrome de Kessler».

No es un pronóstico, es una descripción.

La formularon los geofísicos Donald Kessler y Burton Cour-Palais. ambos de la NASA en 1978. No es una culta elucubración: ya está sucediendo. Que países como el nuestro tengan uno o dos satélites bajos va a ser como bailar el tango en un polígono de tiro con ametralladora. Por gasto prematuro de propelentes o por chatarrazo, nuestros satélites van a durar menos que sus 5 años estimados. Su aseguramiento va a ser impagable (salvo para Musk y similares patologías).

Lanzar y operar satélites se va a volver carísimo y nos vamos a joder los ya jodidos: los países medianos con planes espaciales emergentes. 

A fecha de hoy, hay unos 11.700 satélites activos en órbita LEO, entre los 250 y 1000 km. de altura. De estos, 8100 son Starlinks, y el plan es que sean 42.000.

¿Y quien autorizó a Musk? La Federal Communications Commision de los USA. Con más o menos la misma autoridad con que la AFA (Asociación de Fútbol Argentina) podría desalojar la Casa Blanca para mudar allí sus oficinas.

Dicho todo esto, la Argentina necesita del SG-1, del 2, del 3, del 4, del 5 y el 6 para AYER-

LA VIOLINISTA EN EL TEJADO

La órbita geoestacionaria, o GEO, entre 36 y 120 veces más alta que la LEO (la baja), está contaminada de chatarra espacial y de «zombiesats», satélites activos y peligrosos a la deriva. Pero todavía no es ni por lejos el despelote industrial newtoniano y kessleriano con que Musk empieza a tacklear los programas espaciales de una decena de países como el nuestro.

Para intrusar en plan okupa un bien común de todos los países, como el espacio terrestre, no alcanza con ser el hombre más rico del mundo o un hijo de su madre, sino actuar como testaferro de las mayores fuerzas armadas del mundo. Adivine cuáles.

Lo que le queda a la Argentina, por ahora, es refugiarse arriba seguir con su música propia, onda «La violinista en el tejado». Esto es poner en la GEO sus activos de telecomunicaciones compatibles con una mediana latencia, civiles y militares, y también de observación de la Tierra, nuevamente civiles y militares.

Llenando de internet el interior, hay mucho desarrollo nacional posible, terrestre y espacial. Vamos camino de ser 50 millones de argentos poco conectados, y en el 8vo país de la Tierra, por superficie.

Se puede esperar sentados en un banquito que Telefónica, Telecom, Claro, Starlink y Clarín nos solucionen la pésima internet y su precio alevoso en nuestras ciudades chicas, o su total ausencia en la escuelas rurales y la población dispersa. Desde 1990 que no lo hacen. Pero hay que darles tiempo, je.

O podemos arreglarnos con ARSAT SA, varios GEOs hechos por INVAP y los monumentales 38.000 kilómetros de REFEFO (Red Federal de Fibra Óptica) de ARSAT. Si con esto le escupimos al asado a alguno, podemos. Somos los dueños de casa.

No es un plan B. Por puro tamaño, un plan B a veces se vuelve el plan A. No hay comunicación satelital comparable en velocidad, disponibilidad y ancho de banda con la fibra óptica.

Si los hoy dueños de la LEO nos quieren cobrar un ojo de la cara por internet y servicios IP, como Watsapp o Waze, tenemos los recursos técnicos para volverlos el chorizo del choripán.

Tales recursos son nuestros satélites GEO y la REFEFO. Los GEO (varios de ellos) nos resuelven el «broadcasting», la transmisión unidireccional. También la de doble vía, si uno se banca un segundo y medio de demora entre hacerle una pregunta a Google y tener respuesta.

Creo que tanto alumnos como profesores de los secundarios rurales de Susques, Abdón Castro y Catua, en la puna jujeña, se lo bancan. Pero hay que ponerles antenas decentes no bien recuperemos ARSAT (y el país).

Eso sí, como es difícil llegar a esos colegios con la REFEFO, la internet provista por el SG-1 y uno o dos de sus sucesores van a venir de perlas. La latencia no va a desaparecer, pero sí las colas en cada colegio para acceder a Internet: durante un tiempo, allí va a sobrar ancho de banda.

Tenemos las dos tapas del sanguchito. En lo personal, quiero usarlas para mantener cierta soberanía en telecomunicaciones. Y pisar los precios de las multis, que tanto nos… (elija Ud. el verbo, en AgendAR somos gente educada). Va de nuevo: tenemos las dos tapas del sánguche. «Pobrecito chorizo», como dijo alguna.

Lo tecnológico lo tenemos más o menos resuelto, porque ARSAT e INVAP estuvimos laburando en ello desde 2006 y 2015, antes de que Macri nos boleara las patas. Hacer esto es una decisión política, nada más.

Y nada menos.

Quien crea que esa decisión la quiere, o siquiera puede tomar Javier Milei, desayunó aguarrás y no merece ser lector nuestro. Pero tenemos cantidad de libros infantiles a su disposición.

Llame ya.

Daniel E. Arias

VIALa Nación