La masculinidad se manifiesta a través de un conjunto de atributos, valores, creencias, significados y comportamientos propios del hombre, resultado de una construcción arraigada en una sociedad determinada. Esa masculinidad se expresa en múltiples ámbitos; entre ellos, en la política exterior. Al tiempo que lideres políticos de diferente signo y en distintas coyunturas apelan a aquella en la conducción de las relaciones internacionales de un país.
En esa dirección, la masculinidad condensa una retórica y una práctica. Asume, básicamente, un sentido binario: refleja y asevera agresividad, dominación y asertividad en oposición a comprensión, compasión y empatía. Subraya una doble condición: por un lado, una relación de opuestos que puede devenir en enemistad y, por el otro, un vínculo de superioridad/inferioridad. En ese contexto, la exaltación de la polarización, en lo interno y lo externo, se torna prioritaria y se promueve con ahínco inusual.
Ashis Nandy en los ochentas introdujo la noción de hiper-masculinidad en tanto una modalidad extrema de machismo y, más recientemente, Xiaoting Han y Chenjun Yin han trabajado el concepto de masculinidad reaccionaria para explicar un tipo de masculinidad acentuada que refuerza un discurso anti-feminista y enfatiza rasgos de una subcultura varonil crecientemente misógina. En ambos casos, se denota la necesidad de exagerar lo masculino ya que habría una amenaza — lo femenino — que cuestiona el predominio del hombre. Eso, a su turno, conlleva al intento de restituir un orden y poder subvertidos por los avances de la justicia social, la cuestión de género, los derechos de las minorías, la diversidad de opciones sexuales, el pluralismo identitario y el multiculturalismo, etc. De ese modo, se pretende la recuperación de una hegemonía masculina jaqueada. Lo bombástico e hiperbólico sobresale mediante una narrativa que llama a una cruzada en defensa de (¿un pre-moderno?) Occidente que se pretende liderar: en breve, la nueva “batalla cultural” que, en el fondo, apunta, entre otras, a la dominación masculina.
En el caso del presidente Javier Milei, él se ha convertido en un referente del peso de la hipermasculinidad reaccionaria en el manejo e implementación de la política exterior; algo que, cabe subrayar, cuenta con el apoyo, así sea tácito, de una parte no insignificante de la sociedad y el sorprendente silencio de los sectores opositores.
Para el mandatario, en el marco de la Liberty International World Conference realizada en Buenos Aires, “la República Argentina fue víctima de una nueva clase política que hizo de la justicia social su bandera… la República Argentina es, por lo tanto, un campo de batalla donde está en juego el futuro de millones de personas, y en donde se enfrentan dos modelos de país totalmente antagónicos”. A su entender existe una plaga de “parásitos sociales”, entendidos como ideas prevalecientes, que deben combatirse con vigor: “Un primer ejemplo de parásito mental es la noción de justicia social…Y esto naturalmente nos lleva a otro parásito mental que es la noción de derechos sociales… Llevan décadas de inocular en nuestra población estos parásitos mentales… y por eso es tan importante la batalla cultural”.
A su vez, durante su última visita a Israel, volvió a resaltar, como lo ha hecho desde el comienzo de su gestión, que la “supervivencia de Occidente” está amenazada y que prevalece una “pasividad de Occidente” que hoy cuenta con la “impotencia o complicidad de los organismos multilaterales”. En ese marco, una combinación, “por más disímiles que parezcan”, de terrorismo y wokismo “conducen a la desaparición total de Occidente”. Y por ello, él “ha estado proponiendo una Liga de Naciones Libres”. Mediante un argumento típicamente viril, proclamó que “la lucha contra la barbarie (que se supone incluye el terrorismo y el wokismo según su argumentación previa) requiere de decisión y coraje en cada paso del camino, junto con la firmeza para ignorar las críticas de quienes prefieren — por temor — no transitarla”.
En su discurso ante Knesset señaló: “Lo aceptemos o no, Occidente — hoy — se enfrenta a una prueba de fuego…(pues) está viéndose envenenado por una barbarie interna y autoinfligida, que es la ideología woke con su relativismo moral”. En ese sentido, “párrafo aparte para la ex activista climática que se convirtió en una mercenaria del activismo para cualquier cosa que le dice la izquierda internacional, a cambio de un poquito de prensa y cámaras. Hablo de Greta Thunberg que — en los últimos días — hizo una performance de victimización”. A lo que agregó que, “tal como hizo Israel en Medio Oriente”, él aspira a “convertir a la Argentina en el faro austral que ilumine desde el sur y guíe en el camino el progreso del resto de las naciones. Porque de eso se trata: ser un faro en un mundo que ha caído en tinieblas; ser un norte para un Occidente que ha perdido contacto con los valores que representa, deambulando hacia el suicidio colectivo”.
En su discurso ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC en si sigla en inglés), el presidente fue frontal y preciso: “Solo mediante esta internacional de derecha podremos poner fin a la casta política con la que nos enfrentamos, que está hundiendo a Occidente en la más oscura profundidad”. Y, adicionalmente, remarcó: “Tener un enemigo bien definido es un aspecto fundamental de nuestra batalla cultural…(y por ello) estamos dando una batalla crucial para el futuro de la humanidad”. En consecuencia, resultaría esencial luchar contra “aberraciones” tales como “la agenda de la paranoia climática, los excesos de la ideología de género”; entre otras.
Durante su alocución de 2025 en Davos, Javier Milei explicitó varias de sus creencias y principios. Así, subrayó que la idea de justicia social es “siniestra, injusta y aberrante”. Según su pensamiento, “(el) feminismo, (la) diversidad, (la) inclusión, (la) equidad, (la) inmigración, (el) aborto, (el) ecologismo, (la) ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado”. Para Milei, “el feminismo radical es una distorsión del concepto de igualdad”; procura la “búsqueda de privilegios”; y ha llegado, “incluso al punto de normalizar que muchos países supuestamente civilizados si uno mata a la mujer se llama femicidio”. Las mujeres “no se quejan de que la mayoría de los presos son hombres, ni de que la mayoría de los plomeros son hombres…y ni que hablar de la mayoría de las personas que murieron en guerras”. Casi con estupor, afirmó: “Pero si uno plantea estas cuestiones, desde los medios de comunicación o incluso desde este foro, nos tildan de misóginos… No es casualidad que estos mismos sean los principales promotores de la agenda sanguinaria y asesina del aborto”. Asimismo, aseveró que en “sus versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos…”. Todo lo anterior sería una prueba de que “Occidente se ha desviado y debe ser reencauzado”. Presumiblemente, él sería encargado de tal misión.
En sus intervención antes la Asamblea General de Naciones Unidas en 2024, el presidente Milei arremetió contra la Cumbre del Futuro y su agenda; que incluye, entre otros, aspectos relevante en materia de cuestiones de género. Fue claro en rechazar ese “nuevo contrato social a escala global…que no es otra cosa que un programa de gobierno supranacional, de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados Nación y violentan el derecho a la vida, la libertad y la propiedad; una agenda que pretende solucionar la pobreza, la desigualdad y la discriminación con legislación que lo único que hace es profundizarlas…Se ha promovido, además, una relación tóxica entre las políticas de gobernanza global y los organismos de crédito internacional”. Sorprendentemente, quien descree de la soberanía en materia financiera y militar y tampoco reivindica un papel promisorio del Estado, aboga por un soberanismo estatal a ultranza.
Paralelamente, la hipermasculinidad reaccionaria de Milei en política exterior no fue apenas una cuestión de retórica. En la OEA, en la ONU, en las cumbres internacionales y regionales, el gobierno argentino se desasoció de asuntos vinculados a la agenda de género, el cambio climático, y la justicia social y votó en contra de resoluciones que tuvieron un apoyo continental o mundial elocuente en esos temas. Como mostramos con Bernabé Malacalza mediante el análisis de los discursos, los posicionamientos y las votaciones de La Libertad Avanza, la actual administración ha buscado “frenar el avance de los derechos humanos, negar la existencia del cambio climático, obstruir acuerdos multilaterales para enfrentar pandemias y combatir el principio de justicia social que subyace en consensos” internacionales de distinto tipo y alcance.
Esa práctica concreta se ha encuadrado en una mirada bastante apocalíptica de Occidente y ante lo cual el presidente parece autoasignarse la condición de salvador. El peligro en tanto excitación; el heroísmo en tanto ímpetu; y la crueldad en tanto credo, son propios de la personalidad hipermasculina. La exageración y la distorsión son constitutivas a la noción de una masculinidad reaccionaria. Ello facilita el despliegue de iniciativas internacionales que, en el particular caso argentino, no parecen despertar ni gran entusiasmo (salvo en algunos seguidores muy militantes) ni profunda inquietud (entre sus oponentes políticos). Todo lo cual, contribuye a que Javier Milei utilice su reconocida visibilidad mundial para lanzar lo que Richard Shorten denomina “diatriba reaccionaria”, es decir; el recurso sistemático a la digresión, la repetición y la insistencia. Es muy probable que en lo personal, la masculinidad del mandatario, muy semejante por ejemplo a la de Donald Trump, le haya dado resultados individuales. De eso, creo, no hay dudas.
Sin embargo, la cuestión básica a evaluar rigurosamente es la misma que he formulado el 10 de diciembre de 2023 y tiene que ver con la defensa y promoción del interés nacional: “Una política exterior exitosa será la que incremente el poder relativo del país, mejore la calidad de vida de los ciudadanos y afiance la autoestima nacional”.
Juan Gabriel Tokatlian