Estudiantes de la carrera de Ingeniería Naval de la Universidad Tecnológica Nacional – UTN Regional Buenos Aires obtuvieron el primer premio en la competencia de diseño de barcos de la Comunidad Internacional de Profesionales Marítimos y del Océano (SNAME, en inglés), en Estados Unidos. El proyecto ganador es un buque de investigación pesquera y oceanográfica.
Es la segunda vez que un equipo de esta universidad se presenta a la competencia y gana el primer premio. Esto nunca había ocurrido con otra universidad latinoamericana.
El diseño ganador es un buque de investigación pesquera y oceanográfica de 70,5 metros de eslora (largo) y 16 metros de manga (ancho), con una velocidad de 14 nudos (26 km/h) gracias a una propulsión diesel-eléctrica. Hay muy pocos buques operativos en el mundo que conjuguen estas características y el diseño presentado por los estudiantes de la UTN se hizo pensando en que todos los componentes puedan ser fabricados por un astillero argentino.
La competencia otorga el premio Dr. James A. Lisnyk de la SNAME.La UTN Regional Buenos Aires es la única representante sudamericana de esta asociación que se presenta para el diseño de buques de vanguardia. El primer lugar resultó empatado entre los estudiantes de la UTN y los de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, que diseñaron un buque de carga de hidrógeno líquido sin lastre.
(Para decirlo sin jactancia, la propuesta argentina parece (sólo parece) menos ecológica pero bastante más sensata: el hidrógeno líquido hay que almacenarlo a bordo a menos de 20,28 grados Kelvin, es decir a menos de -253 grados centígrados. Una gran parte de la potencia eléctrica del buque noruego (y por ende del combustible) debe dedicarse a mantener líquido ese mismo combustible. Si eso falla, el hidrógeno hierve y el barco explota. Por supuesto, dado que quema hidrógeno no contamina el aire portuario.
Pero a la hora de la contabilidad global en emisiones de efecto invernadero, ¿cuánto gas o derivados de petróleo hubo que quemar en tierra para hacer que el hidrógeno pasara del gas más volátil de la tabla química a un líquido almacenable, y poder cargar los tanques del barco? Lo dicho: la propuesta noruega PARECE ecológica).
Dado que los buques oceanográficos modernos tienen un alto consumo de energía eléctrica en sus sensores (los sonares multihaz, los mapeadores de sísmica de fondos), la propulsión diesel-eléctrica del proyecto argentino permite dedicar una buena parte del combustible a los mismos. Pero eso sin merma de algo sumamente necesario en oceanografía: autonomía, la posibilidad de estar varios meses de campaña en altamar sin tener que volver a puerto.
Todo comenzó cuando los estudiantes argentinos visitaron, el año pasado, el Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (INIDEP) en Mar del Plata. Allí conocieron el buque Víctor Angelescu, utilizado para la investigación pesquera, que había sido comprado en España y llegó a la Argentina en octubre del año pasado. El Angelescu también fue utilizado en la búsqueda –hasta hoy sin resultados– del submarino ARA San Juan.
Si bien basaron su diseño en el Angelescu, los integrantes del proyecto también le agregaron equipos de investigación oceánica como sonares, sistemas de análisis hidroacústicos y 261 metros cuadrados de laboratorios. El objetivo del buque sería el de ayudar a desarrollar la industria pesquera nacional de forma sustentable y contaría con un sistema de pesca por arrastre. Sin embargo, este dispositivo es menor que el de un barco pesquero industrial estándar, ya que esta unidad científica tendría como objetivo recolectar solo muestras de peces.
Para los estudios de oceanografía, el diseño tiene previsto el uso de un sistema de góndola, es decir, un agregado por debajo de la quilla y separado del barco para evitar interferencias hidrodinámicas. Allí llevaría instalada una sonda multihaz para el mapeo del lecho marino y equipos para batimetría (medición de las profundidades del mar) y para tomas de muestras de agua. Contaría, además, con un hangar para un vehículo sumergible de operación remota (ROV).
Los estudiantes deberían viajar a Estados Unidos el próximo 26 de octubre para recibir el premio, pero están buscando apoyo para poder afrontar los costos ya que la UTN atraviesa un momento complicado por el ajuste presupuestario en las universidades públicas y los estudiantes no pueden pagar el pasaje por su cuenta. Es como ganarse el Óscar pero no tener la plata para recibir la estatuita…
Uno de los estudiantes ganadores, Leonel Yancsura, señaló: “Es la primera vez que participo y es un concurso que requiere de un esfuerzo bastante grande, sobre todo para nosotros que trabajamos y estudiamos. Los profesores planteaban que acá el nivel de enseñanza no es un obstáculo y que se pueden pensar cosas que son de alto nivel”.
Además de Yancsura, el equipo está integrado por los estudiantes Emmanuel Viglione, Maximiliano Mavica, Tomás Veiga, Ignacio Lozano, Federico Cascón, y el ingeniero Martín Jacoby, como asesor de la Facultad. Estos tres últimos también resultaron ganadores del premio el año pasado con el diseño de un remolcador para plataformas petroleras en el Atlántico Sur. Aquí no se lo está construyendo.
Para la edición del año que viene se espera que puedan presentarse dos proyectos como candidatos al premio, ya que hay varios estudiantes interesados. “Eso tiene que ver con que sabemos que no somos menos que nadie”, dijo Yancsura.