Se podría titular esta nota con los versos de Troilo «dicen que me fui… si siempre estoy llegando«. Porque el «salto» que pegó hoy el precio del dólar en pesos –cerró a $ 39,94– ya había sido insinuado el viernes, cuando el peso argentino fue la moneda más devaluada del día, y no se trata de un fenómeno nuevo. No es el comienzo de una nueva corrida cambiaria. Es la continuidad del síntoma del desequilibrio que se empezó a manifestar abiertamente en abril.
Ese desequilibrio fue contenido gracias al apoyo sin precedentes del F.M.I. Que se manifestó en dos oportunidades en este año. Recordarán que el primer acuerdo, de junio, fue incumplido -el entonces presidente del Central, Caputo, pagó con su cabeza- y fue renegociado tres meses después, en septiembre. La decisión del Fondo, de su directora gerente Christine Lagarde, se mantiene: hoy anunció que alista un nuevo desembolso de 7.600 millones para Argentina. Y confirma que vendrá a la reunión del G20.
Mientras se mantenga, es previsible que el gobierno de Macri pueda cumplir con los acreedores externos. Hasta, y si, en el Directorio del Fondo -los países acreedores, en particular los EE.UU.- se decida que es hora de cerrar la canilla.
Los intereses que paga el Banco Central -es decir, los contribuyentes argentinos, en la instancia final- no son factores relevantes, aunque en un acto reflejo decidiera elevarlos nuevamente. Es cierto que fondos de riesgo y especuladores son tentados por esas tasas, pero sus ganancias las cuentan en dólares, por supuesto. Más temprano que tarde, deciden convertir esos papelitos con muchas letras -LECER, LECAP,…- en moneda dura, en dólares.
Crece la convicción en el empresariado y en la gerencia local de las transnacionales -el sector que miró con más aprobación al comienzo del gobierno de Macri el nuevo intento de «integrarnos al mundo»- que este esquema y este equipo han fracasado. También lo cree la mayor parte de la difusa dirigencia argentina, aunque está aislada, por ahora, de las consecuencias más dolorosas de ese fracaso (No hablamos de los votantes: octubre ’19 queda lejos).
Muy lentamente -en la práctica, forzado por la realidad, como sucedió con la traumática salida de la Convertibilidad- se formará un consenso sobre las medidas necesarias en la contingencia. Un esbozo ha sido propuesto desde la oposición. Claro, tampoco será fácil decidir quién las llevará adelante.
A. B. F.