Carlos Pagni es uno de los periodistas dedicados al análisis político más inteligentes. Desde, claro, la posición del medio, en que es columnista estrella, La Nación. Por ambos motivos, el artículo que publicó ayer «Macri ya no puede quedar bien con todo el mundo», es digno de atención.
Señala, a nuestro entender correctamente, que el conflicto entre China y los EE.UU., la superpotencia hegemónica y la que emerge, es el hecho central de este tiempo. Que ha trascendido -sin dejarlo de lado, por supuesto- el plano económico, y debe ser pensado desde la geopolítica.
Dice entonces «Es probable que Macri comience a sentir esa tensión. Hasta ahora gobernó bajo un cielo con dos soles. Trump fue imprescindible para el rescate financiero desde el Fondo Monetario. Pero China se ha convertido en el principal prestamista del país, después del Fondo Monetario Internacional y de la banca multilateral«.
Ahora bien, si este fuera un dilema del presidente Macri, no tendría mucha importancia. Los presidentes pasan. Es necesario tener presente que la Argentina deberá vivir, probablemente por largo tiempo, quizás décadas, en ese marco. Que va a requerir una política exterior prudente, con lucidez geopolítica y continuidad estratégica. Cualidades que no han sido frecuentes en la que desarrollamos.
Un factor a tener en cuenta es que en una situación similar se encuentra nuestro vecino del norte y socio comercial, Brasil. El presidente electo, Bolsonaro, ha recibido otra vez la visita de alguien cercano a Trump, John Bolton. Y Pagni ve allí el tejido de una alianza entre Washington y Brasilia, cuyo «pegamento» sería la hostilidad hacia la influencia china.
En nuestra opinión, no nos parece un basamento sólido. El mismo Pagni menciona a los datos que se manejan en Itamaraty: «el comercio brasileño con China alcanzó el año pasado los US$ 75.000 millones, y las inversiones de ese país en Brasil en los últimos 14 años fueron de US$ 124.000 millones«.
El punto es que ese mismo cuestionamiento realista a una alianza ideológica se aplica a la Argentina. Marcado por el hecho que, a lo largo de casi 200 años, la economía de nuestro país y la de los Estados Unidos han sido competitivas, no complementarias. EE.UU. también es un país agrícola, y como tal se ha resistido a abrir su mercado a nuestras exportaciones.
No olvidemos que a principios de los ´80, cuando EE.UU. y la URSS. se enfrentaban en Afganistán, la junta militar que gobernaba Argentina, ferozmente anticomunista, rompió el bloqueo que el gobierno estadounidense había impulsado y vendió trigo a la Unión Soviética. Y hoy China es un cliente mucho más importante de lo que llegó a ser Rusia en cualquier momento. Justamente La Nación es un medio que tiene muy claro ese aspecto.
Entonces, tenemos que volver a lo que dijimos: prudencia y lucidez. Argentina es un país mediano, hoy económica y militarmente débil. Y sus fuerzas son desproporcionadas a la de cualquiera de esos dos gigantes. Con los que además necesita llevarse bien. Quizás el único factor favorable es que son dos y no uno.