Este análisis de Pablo Challú (economista, empresario, dirigente) es desolador. Pero no es negativo. Dice como seguirá la economía, la producción argentina, si seguimos aplicando las políticas que nos llevaron hasta aquí. Depende entonces de todos nosotros.
«El país está sufriendo una fuerte recesión de naturaleza atípica ya que están operando no uno sino varios mecanismos recesivos. Influyen el déficit del sector externo, las dificultades de financiamiento de una abultada deuda de corto plazo en cabeza del Banco Central pero también de la Tesorería, la política de ingresos que afecta negativamente el consumo y la política monetaria que ahora ha tomado una forma más contractiva al propugnarse un crecimiento nulo de la Base Monetaria hasta junio del año entrante.
Por lo general, cuando se discute sobre la magnitud y duración de la recesión se recurre al análisis de los componentes de la oferta global (la actividad por sectores de actividad) o los de la demanda global (a través de la evolución del consumo, inversión y exportaciones). Obviamente ambos enfoques son pertinentes y deberían arrojar los mismos resultados.
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Aquí ofreceré otro enfoque para tratar de dar luz a las dos cuestiones involucradas en el tema: primero, si ya llegamos al piso de la recesión y, luego, cuál es su probable extensión. Para ello, analizaré los mecanismos o las fuerzas dinámicas que están actuando en la economía, ya sea que apunten a la recesión o la reactivación o el crecimiento.
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En cuanto a las fuerzas que favorecen la reactivación, diríamos que las cartas ya están echadas y se refieren a la producción cerealera y a la minera. Los incentivos están sobre la mesa y puede calcularse su impacto sobre la actividad económica tal como habitualmente se lo hace. Esta situación se corresponde con cierto aumento de las exportaciones por el lado de la demanda global.
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En cuanto a las inversiones, por más que algunos apelen a la posibilidad de su dinamismo, no hay nada que indique un comportamiento de tal tipo, más bien, como lo indica la experiencia reciente de nuestro país, todo lo contrario. Diferente es el caso cuando se analizan las fuerzas dinámicas que están empujando a la economía al agravamiento y mantenimiento de la recesión.
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Primero, está el tema de las tasas reales de interés. Una política de baja nominal de las tasas fijadas por el BCRA puede implicar un aumento real de las mismas en la medida que las expectativas de inflación disminuyan más velozmente o en mayor magnitud que las mismas, lo que es el caso en la actualidad. Una tasa del 75% en las LELIQS tiene un significado cuando la tasa de inflación mensual es del 6% y otro cuando esta se aproxima al 3 o 4%. Ahora una tasa de interés del 60 o del 50% (efectiva anual del 90%) con expectativas de aumentos de precios del 30% implica tasas reales de más del 50%. O sea que, a medida que bajen las expectativas de inflación más velozmente que las bajas nominales de las tasas decretadas por el BCRA, es muy probable que tengamos muy altas tasas reales de interés. Y esta es la situación actual ya que el BCRA debe contemplar no sólo la tasa de inflación cuando fija la tasa de interés sino también el manejo de los stocks de las LELIQS.
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Este mecanismo continuará operando hasta que el BCRA y el Gobierno encuentren una solución satisfactoria al stock de deuda de cortísimo plazo del BCRA y de la Tesorería. Luego tenemos la política de aumento cero de la Base Monetaria: el efecto se irá sintiendo progresivamente a medida que la inflación y la inflación inercial (aunque sus porcentajes bajen) disminuyan los saldos monetarios reales. Este mecanismo recesivo está en plena vigencia y, todavía, no se ha visto el total de su impacto.
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Al mismo tiempo, si la baja de los ingresos del Sector Público en términos reales supera la baja programada del Gasto Público, entonces el Gobierno se verá obligado a nuevas disminuciones en el Gasto, generándose un nuevo mecanismo recesivo. Esta es claramente la situación actual motivada por la fuerza y la profundidad de la recesión. Finalmente, la situación de las empresas revela pérdidas en aumento y situaciones patrimoniales muy comprometidas, con lo que es muy probable que el salario real continúe deteriorándose (por la menor cantidad de horas trabajadas, el aumento de la desocupación y las bajas acordadas de remuneraciones), agregándose, entonces, una nueva fuerza recesiva. Así que puede concluirse que la recesión no ha llegado aún a su piso y que no hay motivos para suponer que tenga fin en el corto plazo, o sea, durante el 2019″.