Bolsonaro se modera. Con China y los países árabes

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dejó de lado su posición negativa ante China para asumir una posición más condescendiente. Se reunió con un emisario del gobierno chino y le comunicó su intención de ampliar las relaciones bilaterales y comerciales. Este giro del mandatario, adoptado pocas horas después de asumir el poder, está directamente relacionado con las necesidades económicas del país y de las millonarias compras de productos brasileños que realiza Beijing.

Bolsonaro recibió en el Palacio de Planalto a Ji Bingxuan, vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y enviado especial del presidente Xi Jinping para su asunción. Allí el mandatario brasileño manifestó su “intención de ampliar las relaciones bilaterales con China, independientemente del cambio en el contexto político brasileño y del escenario económico mundial”.

Durante la campaña electoral Bolsonaro había sido muy crítico con China, al que consideraba un país comunista con demasiadas ambiciones. No sólo acusó a Beijing de querer “comprar Brasil”, sino también de actuar como un “predador que quiere dominar sectores cruciales de la economía” del gigante sudamericano. Por eso, sostenía, no se debía permitir a las empresas chinas comprar tierras en Brasil o controlar industrias fundamentales.

Este miércoles, durante el encuentro con Ji Bingxuan, Bolsonaro tuvo otra actitud. Destacó la “importancia de diversificar la pauta comercial” bilateral y la necesidad de “ampliar las áreas de cooperación entre ambos países”.

China es el mayor socio comercial de Brasil desde 2009, cuando desplazó de ese puesto a EE.UU. El año pasado, Brasil exportó 47.490 millones de dólares a territorio chino e importó 27.320 millones de dólares del país asiático, con lo que terminó 2017 con un superávit de 20.170 millones de dólares. La facturación china saltó del 23% en 2017 al 27,8% en 2018.

Beijing es un gran comprador de soja y mineral de hierro. Y hay un dato importante a futuro. La guerra comercial desatada por el presidente estadounidense Donald Trump contra China está llevando a la potencia asiática a aumentar significativamente las compras en Brasil.

Las compañías privadas y estatales chinas también se han convertido en los últimos años en la principal fuente de inversión en suelo brasileño. Según datos del Consejo Empresarial Brasil-China, las empresas chinas invirtieron en Brasil el año pasado 20.900 millones de dólares.

En este contexto, las palabras de Bolsonaro durante la campaña electoral cayeron muy mal en China. De hecho se planificaron inmediatamente dos reuniones entre diplomáticos chino y algunos de los principales asesores de Bolsonaro.

Uno de ellos fue el actual ministro de Economía, Paulo Guedes, quien debatió la importancia de conservar este vínculo económico. Y parece haber dado sus frutos ya que ahora el mandatario brasileño decidió profundizar las relaciones bilaterales.

El giro en la visión de China no sería el único; también apareció un inconveniente respecto a la promesa hecha a Israel. A principios de noviembre Bolsonaro confirmó que iba a trasladar la embajada de Brasil en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, alineándose así con EE.UU. Sin embargo, el tema comenzó a demorarse.

Ayer, la nueva ministra de Agricultura, Tereza Cristina Correa, explicó las causas. La decisión había provocado un hondo malestar en la Liga de Países Arabes, que le compra a Brasil US$ 13.600 millones en carnes, especialmente de productos avícolas. Un escollo diplomático que, tal vez, la economía se encargará de resolver.

VIAClarín