George Soros no es, por cierto, el único multimillonario en el planeta que usa su gigantesca fortuna para impulsar causas y organizaciones. Pero es probablemente quien ha sido más consistente en sus apoyos por un tiempo más largo, y eso lo ha hecho, sin duda, el más conocido. Y el más maldecido por un mayor número de gobiernos y partidos.
También influye su historia personal, que daría el argumento para una serie de Netflix (tal vez la productora rusa, cercana a Putin, que hizo la interesante Trotsky, se decida a encararla?): un magnate que ya ha cumplido 88 años, judío de origen húngaro, que sobrevivió a la ocupación nazi falsificando sus documentos de identidad y que ganó mil millones de dólares en 1992 apostando contra la libra británica… El personaje ideal, vamos.
Desde entonces, ha apoyado con donaciones muy importantes a una gran variedad de causas «liberales», en el sentido que esa expresión tiene en los EE.UU.: promoción de la democracia representativa y de los derechos humanos, en el marco del capitalismo occidental.
Ha estado muy activo, desde la caída de la URSS, en el apoyo a los partidos democráticos y pro occidentales, en particular en Europa Oriental. Y los partidos nacionalistas que han surgido allí, en especial el que gobierna Hungría, lo cuestionan con dureza, hasta con algún matiz que recuerda el antiguo antisemitismo. Curiosamente, también lo ha hecho en Israel el hijo de Netanhayu, por algún apoyo de Soros a ciertos reclamos palestinos.
Tal vez el dato más importante: es un importante donante del Partido Demócrata. Apoyó decididamente la candidatura de Hillary Clinton, tres años atrás.
Todo esto hace que merezca la pena tomar en cuenta esta noticia de la BBC, que entre nosotros también reprodujo La Nación:
George Soros utilizó esta vez su discurso anual en el Foro Económico Mundial, en Davos, para lanzar ataques muy duros contra China y contra su presidente Xi Jinping. En el plano interno, advirtió que el gobierno chino podría usar su desarrollo de la inteligencia artificial y del aprendizaje automático para consolidar el control totalitario en el país. Este escenario, dijo, presenta un «peligro sin precedentes».
Pero también señaló a China como un peligro global. «China no es el único régimen autoritario en el mundo, pero es el más rico, el más fuerte y el más avanzado tecnológicamente. Esto convierte a Xi Jinping en el oponente más peligroso de las sociedades abiertas».
Soros instó a Washington a tomar medidas contundentes contra empresas de tecnología chinas como Huawei y ZTE, porque -dijo- «representan un riesgo de seguridad inaceptable para el resto del mundo».
Hasta se despachó contra el gran proyecto chino de la «nueva Ruta de la Seda», con el que Beijing financia enlaces por carretera, ferrocarril y mar en gran parte del mundo para impulsar el comercio internacional. Afirma que este plan «fue diseñado para promover los intereses de China, no los intereses de los países receptores». Aseguró que China concedió préstamos, no subvenciones, a los países que forman parte del proyecto afirmando también que «frecuentemente los funcionarios extranjeros recibieron sobornos para aceptar los préstamos».
Soros casi todos los años emplea su invitación permanente a Davos para cuestionar las cosas que rechaza o le preocupan. También habló, sin nombrarlos, de otros regímenes autoritarios, en lo que algunos vieron su preocupación por la Rusia de Vladimir Putin. Y el año pasado, Soros usó su discurso para atacar a gigantes tecnológicos como Facebook porque considera que tienen un efecto perjudicial para los sistemas democráticos.
Pero en este delicado momento de las relaciones entre EE.UU. y China, es difícil creer que un hombre del poder y las conexiones de Soros dé rienda suelta a inquietudes teóricas.