Serán, se estima, apenas 3000 litros. Casi 8000 pintas que se distribuirán en puntos de venta y un evento internacional donde el mensaje de fondo que está más allá de la etiqueta y la espuma cobrará fuerza. La cocción está en marcha con materia prima extraída de la playa, entre ola y ola, para dar forma a la primera cerveza artesanal elaborada con agua de mar potabilizada.
Es un emprendimiento compartido entre Antares, pionera en el mercado local y fuerte en el desarrollo de estas bebidas, y Fluence, otra empresa de raíces marplatenses que tiene presencia en el mercado internacional con sus desarrollos para tratamientos descentralizado de agua, efluentes y reutilización.
«Nos pareció divertido y en particular una oportunidad para advertir sobre el riesgo del recurso hídrico tradicional«, coinciden Leo Ferrari y Pablo Rodríguez, directivos de Antares, y Alejandro Sturniolo, director de Marketing y Ventas de Fluence Argentina. Comparten amistad, la profesión de ingeniero químico y, además, la preocupación por la escasez de agua en el planeta.
Lo que hasta ayer era un proyecto y hoy es realidad en marcha apunta a transmitir desde una variante de cerveza la preocupación por falta de agua potable en el mundo y la posibilidad de recurrir a distintas alternativas. En este caso, el agua de mar, que se extrajo en inmediaciones del puerto local y es la base de «Oceánica», variante de edición limitada que estará lista para su consumo a mediados de marzo.
La primera degustación se hará durante el seminario anual de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (Aladyr) que se desarrollará en la ciudad de Buenos Aires. Y un día después, el 23 de marzo, en coincidencia con el Día Mundial del Agua, estará disponible en las barras de los locales de Antares.
«No habrá que esperar el sabor del agua de mar sino entender que desde ese recurso de generó una cerveza distinta, con ingredientes naturales», explica Ferrari desde la fábrica original de Antares, que tiene otra planta más grande y de mayor capacidad de producción en el Parque Industrial General Savio, en la vecina localidad de Batán.
El punto de partida de este emprendimiento es la desalinización del agua que se realiza con tecnología de Fluence. Con equipos similares se potabiliza el agua que, por ejemplo, provee a los vecinos de Puerto Deseado, siempre con el mar como generador del insumo principal. «Culminado el proceso queda el equivalente a agua destinada», asegura Sturniolo.
Ferrari explica que con el agua de mar se aplica un procedimiento técnico llamado ósmosis inversa, similar al que se aplica a diario con el agua de pozo que utilizan en Antares para la fabricación de sus más de 100 variedades de cerveza. Así logran quitarle al agua todos los minerales originales. «El producto final será una cerveza rubia, liviana y con poco amargor», cuenta de Oceánica.
Buscarán, aclara, que se impacte lo menos posible sobre las propiedades organolépticas del agua para que si queda algún dato, se pueda percibir en el sabor. El paso a paso se inicia con la filtración y tratamiento de agua proveniente de mar. Mediante la mencionada ósmosis inversa se logra eliminar sales. Luego, antes de cocinar el mosto, se calienta el agua hasta 80 grados y, habitual proceso, se la hierve para pasteurizarla.
La experiencia tiene ya antecedentes en el mundo, como alguna cerveza con agua de reúso que se fabricó en Estados Unidos. Aquí, lo de «Oceánica» es una novedad absoluta y todo un desafío tanto para los fabricantes como para los amantes de estas bebidas.
Sturniolo destaca que los costos del proceso de desalinización son muy accesibles y pone el caso de países árabes, donde los 1000 litros de agua se logran con una inversión estimada en 53 centavos de dólar, casi lo mismo que se paga aquí por un litro de agua mineral. «Lo que falta es información entre quienes toman decisiones», afirma. Y acota que la cultura media de cualquier país de la región tiene claro que se puede potabilizar el agua de mar. «En Argentina no», remarca.
El bajo precio del agua desalinizada en los Emiratos o en Arabia Saudita tiene dos orígenes: el recurso energético base (petróleo o gas) se vende a un costo local cercano a cero, y la escala de las plantas locales es gigantesca, dado que se trata de países estrictamente desérticos pero crecientemente poblados: por su prosperidad, atraen grandes flujos inmigratorios desde Asia. El proceso consta en general de hacer circular agua a muy alta presión a través de baterías de centenares de membranas sucesivas, en general de teflón o de materiales metálicos microperforados, que van reteniendo sales y contaminantes, hasta llegar a un producto final de calidad potable. El costo de la electricidad en Argentina es un límite importante para la implantación masiva de esta tecnología.