Hace tres días nada más, el anuncio de Jeromy Powell, mandamás de la Reserva Federal de los EE.UU., que no aumentaría las tasas en todo 2019 fue recibido con satisfacción por inversores y especuladores en todo el planeta. En Argentina se llegó a decir que era «una bocanada de aire fresco». Duró poco la alegría.
Ayer fue un día de «oscuridad y rechinar de dientes», como en las viejas historias. El índice S&P 500 de EE.UU. perdió 1,7% y los de Francia, Gran Bretaña y Alemania cayeron más de 1%. Por supuesto, el índice local, el Merval, también.
Los motivos aparentes: Las señales de una desaceleración mundial mayor a la esperada. Un reporte del producto industrial europeo mostró la caída más alta en seis años. La industria en EE.UU. retrocede al nivel más bajo en dos años.
Estos datos provocaron temor en el mercado, que se retroalimenta. El rendimiento del bono alemán a diez años cayó a terreno negativo por primera vez desde 2016 y el del bono del Tesoro de EE.UU. bajó a 2,45%, el más bajo en este año. Casi todas las monedas del mundo se depreciaron respecto al dólar y la curva de rendimientos del bono del Tesoro quedó ‘invertida’ -no ocurría desde 2007-, una señal que para muchos predice una desaceleración mayor del PBI global.
Lo que se teme: se cree que en el primer trimestre de 2019 EE.UU. crecerá a tasas de entre 1,1% y 1,3% tras hacerlo al 2,6% en el cuarto trimestre de 2018. El Banco Central Europeo recortó por su parte el pronóstico de PBI de la zona a cerca de 1%. Y China tendría su menor expansión en 30 años (Su crecimiento sigue siendo alto, pero ya no puede hablarse de «tasas chinas»).
En realidad, el aparente buen estado de los mercados financieros globales se debía en gran parte a que los bancos centrales mantuvieron flexibles sus políticas monetarias. Este mismo miércoles la Reserva Federal y el Banco Central de Brasil anunciaron que no subirían la tasa de interés.
Pero, si bien las tasas de interés reales son mortales para la actividad productiva -como demuestra hasta el absurdo la política del Banco Central argentino- lo contrario no es necesariamente cierto: no alcanza con mantener tasas de interés bajas para mantener un crecimiento sostenido y sustentable. Habrá nuevamente buenas rachas, como en cualquier casino, pero no se vislumbra ningún boom permanente.
Esta etapa de la economía global, hegemonizada por el criterio de valorización financiera, está demostrando su agotamiento. China mantiene su crecimiento, aunque no al ritmo anterior, a través del keynesianismo elemental de las grandes obras públicas. «One Belt, One Road», el paquete más gigantesco de todos. A EE.UU., con el proteccionismo tosco de Trump, no le ha ido tan mal, hasta ahora. Pero ninguno de esos dos grandes mercados es la locomotora del crecimiento global, en el nivel que lo habían sido hasta hace algunos años.
Creemos que la visión ingenua de «ingresar al mundo» se demuestra inviable en sí, más allá de errores y del irresponsable endeudamiento. La autarquía es un proyecto absurdo, en una época de cadenas de valor globales, pero es necesario planificar una estrategia para insertarnos en el comercio internacional.
A. B. F.