Ayer, 28 de marzo, el Banco Central de la República Argentina envió a todas las entidades financieras una comunicación, la A 6661. De inmediato empezó a circular por las redes sociales -en especial, por WhatsApp- despertando los temores que se conservan en el subconsciente de los argentinos desde los últimos meses de 2001. El fantasma del «corralito», no poder acceder al dinero que tenga en el banco.
(Es cierto que los últimos doce meses ha habido motivos para el argentino esté más nervioso que de costumbre. La devaluación ha estado licuando el valor de su dinero).
Corresponde entonces ser preciso, con la medida y con los riesgos que implica. Que no son los obvios.
Lo que dispone ahí el Central es que los bancos están autorizados a tener en su patrimonio Letras de Liquidez del BCRA (LELIQ) en pesos hasta (simplificando) un monto igual a su patrimonio, o el 100 % del promedio mensual de los depósitos de particulares y empresas (no los de otros bancos) en pesos. El que sea mayor. (Al final de esta nota hay un link a la comunicación completa).
¿Qué son las Leliq? Son pagarés, «vales», con los que el Central se compromete a pagar una suma, a plazos cortos (continuamente renovados).
¿Qué significa esta comunicación? Un aumento de la autorización a los bancos: antes de ayer, podían tener Leliqs hasta el 65% de los depósitos. Desde ayer, hasta el 100%. Lo que está haciendo el Central, es decir, el Estado argentino, es endeudarse. Lo que viene haciendo a toda máquina hace 3 años (No es que antes no tenía deudas, eh).
¿Aumenta esto el riesgo de los depositantes? Sólo en forma indirecta. Después de todo, los bancos no tienen el dinero de sus clientes guardado. Lo prestan. En los últimos tiempos, lo prestan a muy jugosos intereses al Estado argentino (las empresas privadas no quieren endeudarse a esas tasas, si pueden evitarlo). A sus depositantes les pagan un interés bastante menor. Hacen un buen negocio, y el Estado no dejará de pagar sus deudas en pesos, porque los imprime.
El riesgo inmediato, como apunta el economista Roberto Feletti, es a la cadena de pagos, si los Bancos vuelcan los fondos disponibles a esta jugosa colocación, y «secan» la plaza.
Claro, alguna vez hasta los economistas ortodoxos -los del FMI, por ejemplo- enemigos de la emisión sin freno, chocarán con el hecho que emitir para pagar intereses -que crecen como bola de nieve- es igual a emitir para pagar sueldos, o publicidad. El fantasma posible no sería el de un «corralito», sino el de un Plan Bonex. Como el que Menem tuvo que hacer en diciembre de 1989: el canje compulsivo de todos los depósitos a plazo fijo por títulos públicos denominados «Bonex 89». Fue la forma que tuvo de parar su hiperinflación.
Uno se pregunta si en el Banco Central hay algún humorista, lector del Apocalipsis. Porque el 666 es el «Número de la Bestia». Sería el número de la Bestia punto uno.
Para acceder a la comunicación A 6661 del Banco Central, cliquear aquí