Uno de los pasajes más emotivos que se vivieron en la reciente edición de Expo Auto Argentino 2019, fue la charla mano a mano con el público que ofreció el ingeniero Eduardo Sal-Lari, fundador de la fábrica de automóviles IES, una empresa argentina que fabricó automóviles de bajo costo derivados de modelos de la marca Citroën a comienzos de los años 80. Los 2 y 3 CV han quedado, con afecto, en la memoria de muchos argentinos.
Especialmente invitado por la organización, a través de la Red de Usuarios IES, el ingeniero se remontó a su adolescencia para rememorar su vínculo histórico con la marca Citroën. “Con solo 17 años fui el que bajó del barco el primer 2CV que llegó a la Argentina”, recordó en medio de aplausos del público.
En 1979 fue sancionada la Ley de Reconversión Automotriz, que modificó sustancialmente el marco legal vigente para el sector. La apertura de importaciones significó un duro revés para las fábricas que habían gozado de un fuerte proteccionismo durante 20 años. Reconvertirse o cerrar eran las opciones planteadas. Citroën Argentina optó por la segunda alternativa.
Una legión de usuarios y admiradores del querido “Milonguita” se quedaron sin alternativas. Para responder a esa demanda insatisfecha, Eduardo Sal-Lari se propuso crear una fábrica nueva para producir el icónico 3CV, pero bajo una nueva denominación.
En febrero de 1982, el empresario adquirió el paquete accionario de Automóviles Citroën S.A. (sucesora de Citroën Argentina S.A.) y meses más tarde la fusionó con Daher Boge para dar nacimiento a una nueva empresa: Industrias Eduardo Sal-lari S.A. (IES).
Pero el camino para fabricar automóviles fue cuesta arriba. Las gestiones para lograr la aprobación de la Secretaría de Industria y Comercio enfrentaron infinidad de obstáculos burocráticos y el “lobby” de algunas automotrices agrupadas en la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa).
Ante la negativa, Sal-Lari respondió con una solicitada publicada en los principales medios del país que conmovió a buena parte de la opinión pública, a partir de su título: “El pecado de ser argentino”.
La repercusión mediática forzó una respuesta oficial. “Me llamó el ministro de Economía (Jorge Wehbe, ex directivo de General Motors Argentina)y me aprobaron la fabricación de los autos”, recordó el ingeniero.
La planta en la que Sal Lari construyó sus 3 CV argentinos era demasiado chica. Faltaba superficie para bañar el chasis en un piletón de anodizado, que en cualquier automotriz se parece bastante al baño de desparasitantes de los frigoríficos: el objeto (sea vaca o automóvil) ingresa al agua por una rampa, queda brevemente sumergido y egresa por otra, un viaje horizontal.
Sal Lari consideró sus escuetas opciones e hizo un piletón vertical: una grúa sumergía el chasis del 3 CV en la solución de anodizado con el frente hacia abajo, lo dejaba unos segundos sometido a electroforesis y lo sacaba con el imprimado ya listo, reluciente y preparado para las sucesivas manos de pintura. Si hay pobreza, que no se note.
Las gestiones se desarrollaron a lo largo de 1982 y coincidieron con el estallido de la Guerra de Malvinas. Sal-Lari se comprometió con la causa nacional y en pocos meses desarrolló el Senidtracio, un prototipo anfibio que podía desplazarse sin inconvenientes en la superficie de tundra característica de las islas. (El «Senidtracio» deriva su nombre del SENID, el Servicio Naval de Investigación y Desarrollo, donde Eduardo Sal Lari recibió datos acerca de tipos de suelo, tipo de tracción necesaria, etc.)
Cuando un oficial del Ejército Argentino le comentó que no había presupuesto para financiar el desarrollo y la adquisición de los vehículos, el ingeniero le respondió: “No me entiende, no les voy a cobrar nada, es mi aporte a la patria”. Un ejemplar del Senidtracio fue exhibido en el stand de la Red de Usuarios IES.
Ese es uno de los grandes orgullos de Sal-Lari. “Mis otros orgullos son las viviendas autogestionadas para los empleados de IES y la Gringa”. Para el plan de viviendas, la fábrica adquiría los materiales para construir y equipar las casas y los entregaba a los grupos de trabajo, quienes los abonaban luego de finalizada la obra y en cuotas no mayores al 20% del monto total del salario percibido.
Por su parte, la Gringa, un utilitario con carrocería de plástico reforzado con fibra de vidrio y mecánica evolucionada del 3CV, disponía de un sistema de encendido electrónico con tarjeta de arranque de desarrollo propio.
La innovación tecnológica era unas de las preocupaciones y objetivos de Sal-Lari: “Un país sin tecnología no es un país libre”, sentenció el ingeniero y,una vez más, los aplausos se adueñaron del auditorio.
La charla fue breve, pero intensamente emotiva. Sal-Lari estuvo acompañado por su esposa, Silvia Principiano, y ex colaboradores de IES, como el ingeniero Alfredo Raspanti, Franco Ciurcina, Alejandro Pico y el arquitecto Roberto Candreva. Al finalizar, firmó autógrafos y se sacó fotos con admiradores y propietarios de automóviles IES.