Ecológico, barato y fácil de elaborar es el envase plástico que diseñó un equipo de científicas y científicos de Exactas, de la Universidad de Buenos Aires. Y, como si fuera poco, además es inteligente porque libera antioxidantes a los alimentos que envuelve para que perduren en buenas condiciones por más tiempo. Con tan solo unas cañas de una especie de bambú que crece sin parar en el Delta y cáscaras de batatas, combinados con nanotecnología e impresoras 3D, el equipo científico creó polímeros que luego de ser usados, se degradan más rápidamente.
“Cuando se tiene un polímero proveniente del petróleo se están gastando insumos no renovables que, además, demoran mucho tiempo en degradarse y contaminan. Acá, en cambio, se usa la caña de tacuara, que en algunos sitios del Delta perjudica a la gente porque es una planta invasora. Nosotros sin destruirla, le damos un valor agregado”, destaca la profesora Norma D’Accorso, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, al tiempo que destaca el premio recibido por este trabajo, en el 8th World Congress on Biopolymers & Bioplastics en Berlín, Alemania. La distinción la recibió Nancy Lis García, ingeniera, doctora de materiales, e integrante del equipo.
“En Europa -señala García-, en estos momentos, se está buscando la sustentabilidad de los proyectos. Uno de los objetivos es emplear la flora nacional. A ellos les impactó la calidad de este trabajo. Ahora, tenemos propuestas de Italia para hacer los estudios de biorremediación”.
Esta iniciativa surge, en parte, de un convenio internacional con la Universidad de Grenoble, en Francia, donde el año pasado viajó D’Accorso, directora del Centro de Investigación en Hidratos de Carbono (CIHIDECAR UBA-CONICET) que funciona en Exactas UBA, para trabajar con nanofibras de celulosa. “Nos enfocamos en caña de tacuara, que es una especie de bambú, para obtener nanofibras, es decir fibras de celulosa de tamaño nanométrico para luego ponerlas en matrices poliméricas biorenovables o biodegradables”, detalla García sobre el tema del convenio internacional.
Química verde
Con una muestra del film en la mano, que a simple vista es similar a cualquier plástico comúnmente usado como envoltorio, D’Accorso relata los pasos previos a conseguir este producto. “Fuimos a colectar caña tacuara al Delta. Pedimos a un carpintero que la cortara y procesara. Primero, obtuvimos celulosa a partir de las fibras y luego nanofibras, a través de un proceso de homogenización por presión. Elaboramos compuestos con almidones y otros polímeros biodegradables para obtener materiales flexibles. Tratamos que en todos los procesos no queden solventes. Apuntamos a una química verde que no contamine”, sintetiza D’Accorso, a cargo del estudio.
Estos envoltorios pueden ser transparentes o no, finos como films o más gruesos. “Según la longitud de la nanofibra será su elasticidad. De acuerdo con la aplicación del envase, se hará la modificación en el procedimiento. Se hace a medida de lo que se requiera”, coinciden las científicas en destacar desde el Departamento de Química Orgánica.
A estas ventajas, se le suma que se trata de un envase film inteligente. Por ejemplo, si una manzana comienza su oxidación natural, el film protector libera antioxidantes para preservar el alimento en condiciones por más tiempo. También se le puede otorgar propiedades antivirales, antihongos, antibacteriales y otras. “La idea es hacer un polímero que frente a una perturbación, dispare componentes para contrarrestarla”, subraya D’Accorso.
En contacto con entidades del mundo y del país, el equipo -integrado también por el licenciado Carlos Rodríguez Ramírez-, se acercó al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de la localidad bonaerense de San Pedro. “Allí se producen 80 variedades de batata, de las cuales se comercializan dos. A nosotros, nos interesaba trabajar con la cáscara, un producto de desecho, al que no se le suele dar valor agregado. De algo que normalmente se tira a la basura, logramos extraer todos los antioxidantes. Los resultados fueron excelentes. Estamos hablando de obtener antioxidantes de la calidad de los arándanos. No lo podíamos creer”, dice con emoción García. Y, enseguida, D’Accorso agrega: “Ella preparó film con esos antioxidantes obtenidos de la cáscara, porque no quisimos usar el alimento propio de la batata, y resulta un envoltorio más protector aún”.
Además, de las posibles combinaciones que mejoren todavía más este envoltorio natural, ya tiene otro punto a favor en el sistema de fabricación. “A diferencia del plástico común, en este caso, la industria no necesita agregar complejos procesos de producción como extrusión o soplado. Se puede hacer a través de impresoras 3D, que no necesitan de grandes inversiones y hoy son el futuro”, puntualizan, sin olvidarse de observar: “Este producto es mucho menos costoso que los que hoy existen en el mercado”.
A la economía se le agrega un valor que no tiene precio a la hora de cuidar el medio ambiente, porque lejos de permanecer por meses y años contaminando el planeta, como los plásticos tradicionales, este envase “se biodegrada en poco tiempo bajo las condiciones de temperatura y PH que establecen las normas”, especifican.
Mientras se preparan para presentarse en el Concurso Nacional de Innovaciones, Innovar 2019, siguen adelante con las numerosas posibilidades que poseen entre sus manos. “Tenemos tres tipos de cañas para trabajar. Empezamos con la tacuara que, ya observamos, tiene propiedades infinitas. Seguiremos con el resto, que también son especies de bambú, y hay en abundancia en la provincia de Misiones y en el Delta del Paraná”, concluyen.