Alfredo Moreno, Computador Científico, profesor TIC (Tecnologías de Informática y Comunicación) en la Universidad Nacional de Moreno, Proyectos TIC en ARSAT, ha escrito una dura denuncia contra el promocionado «Distrito Tecnológico» del gobierno de la Ciudad Autónoma, con muchos datos sobre la actividad informática. Lo sintetizamos aquí:
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El gobierno de la Ciudad invirtió fuerte para poner en valor el llamado Distrito Tecnológico del Sur de la ciudad, en Parque Patricios. En sus estimaciones de 2009, los beneficios para las empresas sumaban ya US$ 200 millones. El número ha ido cambiando cada año y ya no se difunde. Tampoco se tienen datos sobre la creación de nuevos puestos de trabajo calificado, el objetivo de mayor peso en el marketing político de esta idea. En Parque Patricios no se ven tantos productos informáticos terminados como la venta de horas/persona en escritura de “líneas de código”, la materia prima de los programas que la jerga informática porteña llama ácidamente “sojware”. En contraste, se volvió común la expulsión de vecinos históricos que ya no pueden pagar ABL (Alumbrado, Barrido y Limpieza), impuesto –entre varios otros- del que las empresas están exentas, pero que para el ciudadano de a pie se disparó con el cambio de perfil del barrio.
A más de 10 años del distrito tecnológico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el clúster de empresas de Tecnologías de Informática y Comunicación (TIC) que prometía trabajo de fuerte valor agregado logró más bien ventajas impositivas para crear el equivalente informático de materia prima, líneas de código.
Es un “bulk commodity” virtual exportable que el corrosivo humor de los programadores argentinos llama sojware, el equivalente informático de nuestra soja, un forraje destinado a engordar animales en otros países. A eso añádanse los “call centers” de servicios de posventa y se tiene la imagen del negocio de las corporaciones que han montado sus operaciones regionales en Parque Patricios. Esto no es el Silicon Valley.
La sede del gobierno porteño de Parque Patricios, con su mezcla de hormigón armado y frente vidriado, acaso sea el símbolo por excelencia del Distrito Tecnológico: un área que durante décadas fue obrera y logística, hoy con aires “tecno” pero bastante alejada del desarrollo de talentos para la producción de servicios y productos finales “made in Argentina”. En términos informáticos, Parque Patricios añade eslabones a cadenas internacionales de valor cuyo cerebro –y cuya caja- está en otros paises. No difiere conceptualmente de lo que sucedió con nuestras automotrices, que en los años ’80 producían el 98% de un Ford o un Renault con autopartes argentinas, y hoy a lo sumo aportan un 30%: el negocio es de la marca, y la marca está afuera y cobra afuera.
Parque Patricios es a lo sumo un proyecto de periferia dentro de una redefinición parecida del mundo digital, y en lo material y concreto, un filón para quienes hace una década compraron metros cuadrados baratos de a miles. Y entre tanto, el barrio se volvió insostenible para el vecino común.
Hoy, el distrito cuenta con más 300 empresas que se instalaron en alguna de sus 200 hectáreas por las desgravaciones fiscales previstas en la ley porteña. La exención o diferimiento del pago de los Ingresos Brutos (del 5 al 7% de la facturación, según el tamaño de la empresa) y el impuesto a los sellos. También se salvan del cada vez más corrosivo ABL, que se disparó en rampa desde 2009 y en vertical desde 2016. También de otras gabelas, como derechos de delineación y construcciones.
Empresas como Despegar, Lagash, Tata, Atos, Exo y Deloitte, ocupan parte de las 15 manzanas donde ya instalaron sus operaciones regionales, sin que se vean demasiados puestos de trabajo en productos y servicios terminados, pero sí la emergencia de una especie de “subproletariado nerd” monotributista. IPlan, empresa de telecomunicaciones local, llegó a fines de 2012 para inaugurar Ringo, el Data Center para socios corporativos. “Los factores principales a la hora de decidir la radicación fueron el beneficio económico de las exenciones impositivas y la posibilidad de acceder a un precio accesible al terreno de gran tamaño que necesitábamos” afirma su presidente Pablo Saubidet.
Ubicado sobre la calle Los Patos, a cuatro cuadras del Centro Cívico porteño y a menos de 200 metros de la plaza de Parque Patricios, el Data Center es uno de los orgullos de IPlan, que tiene entre sus principales socios a Cisco, Microsoft y Google. “Lo cierto es que no nos hubiésemos mudado de no haber estado convencidos de que en el largo plazo se lograrían los objetivos buscados por el Gobierno de la Ciudad para la zona”, dice el presidente de IPlan.
La empresa CTL, referente en el área de soporte técnico y outsourcing de IT (léase Sojware), se mudó a Parque Patricios en febrero de 2016. Su presidente, Juan Guido Camaño sostiene “El desafío, consiste en precisar la propuesta del distrito y competir por una mayor participación en el mercado global”.
En mayo de 2017, Accenture se convirtió en una de las últimas grandes empresas en radicarse. La compañía de origen irlandés, dedicada a prestar servicios de consultoría, tecnología y contratación de personal, se mudará a un edificio de 17.000 m2. Se trata de una inversión de US$ 70 millones para sostener la operatoria mundial y beneficiarse del modelo Sojware. “El ecosistema de talento que genera el distrito es muy promisorio para los próximos años. Será una verdadera usina”, asegura el presidente de la empresa en la Argentina, Sergio Kaufman “.
El proyecto de Huawei en el Distrito, por ahora, es más modesto: se limita a 1.000 m2 en el Edificio Tesla II, ubicado en Caseros al 3000. En principio trabajarán allí unas 50 personas. En esta propiedad se ubicarán, también, las nuevas oficinas de Mercado Libre.
Para los vecinos no hay “derrame”. Las empresas de logística, los transportistas con flotas de camiones que llegan a todo el país, los mecánicos y los autopartistas (el motor histórico del barrio) ahora pagan ABL dignos de Puerto Madero, y los jubilados se endeudan silenciosamente hasta tener que vender sus casas. No sacan beneficio alguno de los frecuentes eventos de márketing, de las charlas sobre el Bitcoin o Blockchain, Internet de las Cosas o ciberseguridad, la nueva cultura de este Silicon Docks de cabotaje.
Se vinieron a Parque Patricios varias universidades privadas como ITBA (Instituto Tecnológico de Buenos Aireas) o CAECE (Centro de Altos Estudios en Ciencias Exactas), carentes de raíz en el desarrollo de las extintas empresas de electrónica e informática argentinas, como Holimar, Audinac o la mítica FATE-Electrónica y sus máquinas CIFRA. Pero aportan “glamour” académico y abren oportunidades a restaurantes y cafés inaccesibles para los “nacidos y criados”.
Los beneficios prometidos por Juan Seco, director de distritos económicos del gobierno del PRO-Cambiemos, no llegaron. Para Seco, sin embargo, “los planes del gobierno porteño son más ambiciosos. La etapa de llenar el distrito de gente ya habrá terminado en 2018. El próximo paso es que las empresas vean el atractivo del distrito por su capacidad para la polinización cruzada de negocios y talento”.
No todo es verso. Hay varias empresas orientadas no hacia el sojware sino a la venta local y exportación de productos informáticos terminados. Fueron beneficiadas inicialmente por la Ley de Promoción de la Industria del Software sancionada de 2004. En 2018 tuvieron que empezar a tributar un 10% de retenciones, lo que desató no poco escándalo. A pedido de las cámaras del sector, hoy volvieron a quedar amparadas. La ley de 2004 sigue vigente.
SOJWARE ¿Valor agregado o “bulk commodity” virtual?
El modelo “sojware” consiste en vender horas de programación a bajo costo. Es el lado tayloriano de una industria que dice carecer de él. Estas horas son la materia de cadenas de valor que salen afuera de Parque Patricios y del país. El costo mundial está entre U$ 18 y U$ 33. Si se trata de redondear las sub-rutinas de un desarrollo más elaborado para sectores como el bancario, telecomunicaciones, agro, comercio electrónico y entretenimiento, el valor hora sube a U$ 60.
La cotización en permanente alza del dólar fogoneó las ganancias de industrias que exportan en divisas y pagan el “sojware” en pesos. Son unas 5.000 empresas, en su mayoría (el 73%) con menos de 10 trabajadores y altamente globalizadas. Apenas el 2% son consideradas “grandes”, con más de 200 empleados, y entre ellas sobresalen IBM, Accenture, Globant, Grupo Assa, Baufest y Neoris, globales y de capital extranjero. En el año 2017, el sector exportó US$1.700 millones y en 2018 superó ampliamente los US$2.100 millones, un récord.
La corrida cambiaria local posiciona al sector software como el cuarto rubro exportador del país, detrás del complejo agropecuario, el sector automotor y la minería.
La mano de obra está virtualmente globalizada; de Tandil, Córdoba, Mendoza o Rosario a California, Londres, París o Berlín, todos estamos trabajando en Internet. En este contexto el desarrollo de producto solo necesita conectividad y profesionales que plasmen en líneas de código (es decir, en los diversos lenguajes de programación) las aplicaciones (APPs) que integran los algoritmos de un producto final complejo. La integración y el dinero real están en el final de esa cadena, y en el Hemisferio Norte.
La empresa alemana SAP centraliza en el país el 30% de la facturación global. Leandro Estanga, su director de Operaciones, dice: “SAP reforzó su plan de inversiones y ya reclutamos este 2018 100 personas, destinadas principalmente a ofrecer servicios al exterior. Una devaluación deja ganadores y perdedores. Y es posible que pueda generarse un recalentamiento de la demanda de talento”. SAP hace consultoría y es la mayor desarrolladora de software de Europa.
El software es un intangible valioso que se exporta por dos vías. Por un lado, están los productos y servicios asociados que se ofrecen como cualquier mercadería. Pero también se considera —y se cuentan como exportaciones— los llamados Centros de Servicios Compartidos de las multinacionales, el caso de Accenture. La compañía tiene 411.000 empleados distribuidos en 120 países. Pero toda la gestión de recursos humanos se maneja desde la Argentina.
La exportación de líneas de código y el outsourcing son el trabajo básico de esta industria en muchos países de Europa del Este, Vietnam y sobre todo la India, donde abunda personal técnico que trabaja sin límites horarios y con salarios en general muy bajos.
Si el siglo XX perteneció a la metalmecánica y a la electrónica, el XXI es el de la informática, la industria transversal a todo lo demás. El modo en que encaja nuestro país dentro del esquema mundial debería ser una decisión de estado, no de mercado.