Esta semana nos impactó este tweet de un docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario. Muestra como creció la población humana en los últimos 12 mil años
Visto así, impacta. Tamaño de la población mundial en los últimos 12.000 años. pic.twitter.com/Ipk2zXmANY
— Esteban Actis (@actis_esteban) June 4, 2019
Es una realidad. Pero, como siempre, hay otras caras. Una de ellas es que en la mayoría de las sociedades modernas, con un nivel mínimo de salud pública y educación, la natalidad está disminuyendo. En Europa, en la Federación Rusa, en Japón,… También en EE.UU. y en la Argentina, donde la población crece debido a la inmigración.
En el universo material, ninguna curva asciende hasta el infinito. Todas tienden a tomar la forma de una S inclinada hacia adelante: crecimiento de poblaciones, propagación de enfermedades epidémicas, difusión en redes sociales… Claro, lo que no es previsible es cuándo será el punto de inflexión en la curva que muestra el aumento de la población. Mientras, hay un hecho que ya podemos ver en muchos países: hay menos niños y más ancianos. Por eso volvemos a publicar una nota que habíamos reproducido en agosto del año pasado:
La sociedad japonesa es la más envejecida del mundo: el 33,4% de la población tiene 60 años o más y el índice llegaría a 42,4% en 2050, según lo consignado en el último reporte sobre población de Naciones Unidas.
La esperanza de vida creció desde los 68 años en 1960 para ubicarse en los 84 años. En los parques de Tokio muchos bancos incluyen en su parte lateral una pieza de plástico amarillo (una especie de manija), diseñada para sostenerse; su objetivo es ayudar a que las personas mayores o con problemas de movilidad puedan sentarse e incorporarse con más facilidad.
El diseño de los bancos de plaza es un ejemplo de adaptaciones urbanas para procurar dar respuesta a uno de los desafíos que la realidad demográfica plantea: la necesidad de integrar a los mayores, de ofrecerles medios para una mejor calidad de vida, y así evitar el aislamiento y cuidar su salud física y mental.
Y en shoppings y lugares concurridos, muchos baños están provistos de sillitas para dejar a bebés o niños pequeños. Es un signo de otra parte de la estrategia poblacional: la de intentar que crezca el número de nacimientos, porque con la situación actual la sociedad seguirá su senda de envejecimiento.
Otra forma de hacer frente a los cambios producidos, en última instancia, por el progreso de la medicina, se ve en Colonia, Alemania, donde se construyen casas multigeneracionales para integrar a adultos mayores con estudiantes que necesitan vivienda, y los de rediseño de espacios públicos que hay en varios lugares para incentivar las caminatas.
En la Argentina, quienes andan por sus 40 y tantos años estarán por jubilarse o jubilándose entre mediados de la década de 2030 y mediados de los años 2040, si no cambia antes -claro está- la edad de retiro.
Para ese entonces, según las proyecciones de quienes estudian la demografía, el país habrá dejado atrás su período de «bono demográfico» (cuando la población en edad de trabajar es mayor que la dependiente (niños y adultos mayores), y habrá traspasado una puerta en el camino que lo lleva a convertirse en una sociedad envejecida.
¿Qué significa eso? Lo que ocurrirá en unas dos décadas es que comenzará a crecer la cantidad de personas económicamente dependientes en relación con las que están en la etapa activa.
Ello ocurrirá no porque habrá más niños y adolescentes (la participación de este grupo en la población se mantendría estable), sino por la creciente cantidad de mayores. Hoy, por cada 100 personas en edad activa hay 55 que, por su edad, son económicamente dependientes.
Esa relación, que se mantiene casi sin cambios desde 2010, comenzará a crecer hacia 2035 o 2040 y llegaría a 72 por cada 100 en 2100, según proyecciones publicadas por Carlos Grushka, demógrafo y docente de la UBA, en el informe «Los años no vienen solos», del Banco Mundial. ¿En otras palabras? Habrá cada vez menos activos para sostener a más pasivos.
Si se mira solo el segmento de personas de 65 años y más, el informe señala que la participación de este grupo sobre la población total era del 10,4% en 2010 y se proyecta que en 2050 será del 19%. La edad de 65 años es la que les permite jubilarse a los varones en el sistema gestionado por la ANSES (el más abarcativo del país, que está y seguirá en revisión), mientras que las mujeres acceden desde los 60 años.
Con el punto final para el bono demográfico y con la prolongación de la vida se plantean en cualquier país desafíos vinculados con al menos cuatro aspectos.
- El fiscal (el déficit del régimen previsional de la Argentina hoy ronda el 3% del PBI).
- El económico, ya que se afectará la capacidad de producción.
- El gasto en salud, que medido en términos per cápita se duplica y aún más cuando se considera a las personas de edad más avanzada respecto de quienes transitan sus 60 o 70 años.
- El de la convivencia social: las familias necesitan reorganizarse y las ciudades deben repensar sus estructuras y las oportunidades de socialización ofrecidas.
«América Latina envejecerá mucho más rápido que Estados Unidos y Europa, porque los índices de natalidad bajaron más rápido en los últimos años», dice desde Washington Mariano Bosch, especialista principal en Seguro Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las soluciones, advierten los analistas, deberían pensarse y comenzar a implementarse antes de llegar a ser una sociedad envejecida. Por ejemplo, impulsando políticas para una mayor productividad y una mayor cantidad de aportantes. En lenguaje simple: más trabajo «en blanco».
Para esto último, bajar la informalidad, e incorporar más mujeres a la fuerza laboral son dos metas deseadas. Además, varios países encuentran en la inmigración un factor de peso para ese objetivo.