Nadie está corriendo riesgos en Atucha II. Y no habría cómo, además. Pero vamos a los papeles: circula por la web una denuncia del portal alemán Telépolis (hay una excelente traducción aquí). Su título: “Argentina: maniobra arriesgada en central nuclear”. El supuesto riesgo, aclara el texto, se está tomando con Atucha II. Es un macanazo y la lectura de la traducción evidencia dos cosas:
- Telépolis tiene, como todo el periodismo ecologista alemán, algún conocimiento básico de la tecnología nuclear. Asunto que merece nuestro elogio.
- También es obvio que en Telépolis no tienen maldita la idea de la ingeniería usada, o de la situación específica de Atucha II.
No se trata de detalles. Lo que Telépolis llama “maniobra arriesgada” y los portales locales retitulan como se les da la gana, es haber devuelto la central a operar a una potencia de 250 MW, un 40% de la nominal tras salir del “Apagonazo” del domingo 16.
Chocolate por la noticia, colegas alemanes: 250 “mega” la potencia máxima operativa de Atucha II desde hace meses, debido a la rotura de una bomba del circuito primario. Seguirá así, por disposición de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), mientras no se terminen de filtrar del mismo, con grandes coladores con forma de elemento combustible e interior de malla muy fina, los residuos metálicos que dejó este desperfecto.
Es previsible que una vez que los filtros hayan hecho su trabajo, el primario de Atucha II todavía tenga algo del detritus de esas microvirutas de acero, ya erosionadas a polvillo más fino que las limaduras, y más difícil de remover. Habrá que estudiar en modelos físicos, es decir en el “loop” termohidráulico del Centro Atómico Ezeiza, cómo quitar ese contaminante. O en plan B, estudiar –bajo la mirada poco piadosa de la ARN- cuánta pérdida de vida útil le causará eso a las bombas que impulsan el tremendo torrente de agua pesada del circuito de refrigeración. Las bombas fueron diseñadas para durar 30 años de operación continua, pero si no se eliminan las limaduras, probablemente haya que sustituirlas antes de tiempo por desgaste precoz de los álabes. La cuestión es que eso es más un tema de disponibilidad de la central que de seguridad.
Telépolis se angustia, sin embargo. Supone que Atucha II está llena de xenón 135 (Xe-135), un producto de decaimiento del iodo 135 (I-135) que a su vez es un producto de fisión del uranio 235. Y se equivoca: el inventario de Xe-135 generado por la parada de Atucha II fue bastante pequeño, dado que el núcleo de la central venía funcionando al 40% de su potencia. De modo que tras su parada por desconexión, al volverla a arrancar e ir subiendo despacito de potencia, el Xe-135 va eliminándose por bombardeo de neutrones.
No ha sido lo mismo con las otras dos plantas nucleares criollas, Atucha I y Embalse. Cuando el Apagonazo, venían funcionando a potencia nominal (es decir al 100%). Todavía están en maniobras de arranque para ir quemando el Xe-135. Atucha II, en cambio, hoy entrega 250 MW y todavía está algo debajo del 40% de su potencia nominal. Es el techo que la ARN le permite hoy. Sí, una suerte que no es verano y que el Secretario de Energía, el contador Gustavo Lopetegui, todavía no está desesperado por la demanda de millones de acondicionadores de aire.
Lo que sabe Telépolis sobre Xe-135 probablemente lo acaba de aprender de la serie “Chernobyl”, de HBO, pero lo que entiende de la ingeniería de Atucha II cabe en el reverso de una estampilla y sobra lugar. Una vergüenza, dado que la central es de diseño alemán, una KWU-SIEMENS. La verdad estadística es que todas las máquinas de esta marca, sean de uranio natural como las criollas o de uranio enriquecido como las que hay en suelo germánico o en España, son muy caras, los Rolls Royce de la núcleoelectricidad. Pero así también son de sólidas, y lo demuestra su foja accidentológica.
Que para un periodista alemán hoy la única central nuclear buena sea una clausurada y a espera de desguace, eso para AgendAR es un problema cultural y político de ese país, probablemente transitorio. La desnuclearización a paso de carga de Alemania la transformó en el mayor emisor de carbono de la Unión Europea, por la vuelta a la explotación de carbón propio amén del que importan a manos llenas de Polonia.
Cuando a los mandamases de los países más inundables por eventos ligados al cambio climático respondan con tarifas aduaneras a los grandes contaminadores globales, ahí te quiero ver. Para ponerlo en concreto, según el Banco Mundial, un inmueble inundado 3 veces pierde el 100% de su valor. Terrible para la BMW y la Mercedes, si se inundan Mumbai, Shangai y Londres, donde los ricos aman esas marcas, pero más sus casas y sus ciudades. El que viva, lo verá.
No deje que un físico maneje el diccionario
El hielo no logra flotar en agua pesada y se va al fondo. Es cara pero tiene algunas ventajas.
El agua pesada en el circuito primario de nuestras centrales cumple un doble rol: refrigera el núcleo, pero por otra parte posibilita la reacción nuclear. Como el uranio natural es un combustible “pobre” y de baja reactividad, el agua pesada le baja la velocidad a los tres neutrones que en promedio genera la fisión espontánea de un átomo de uranio 235. De este modo, los retiene dentro dentro del núcleo y así logra que haya suficientes como para impactar otros átomos de uranio 235 vecinos, y desatar la famosa reacción en cadena de fisiones.
Si Ud. sustituyera por agua común el agua pesada de nuestras tres centrales, éstas se apagarían de inmediato. Los físicos, bastante alejados del lenguaje intuitivo común, a este rol del agua pesada lo llaman “moderador”, cuando en realidad lo que hace es acicatear la reacción nuclear. Consejo práctico: nunca deje que un físico nuclear le controle el diccionario.
Sin embargo, en un punto los tipos tienen razón. Si por algún evento accidental el agua pesada se recalentara por encima de su temperatura óptima (185º Celsius), dejaría de ralentar los neutrones, estos se “piantarían a la bartola” en lugar de actuar sobre el combustible y la central se iría apagando lentamente.
Ojo, no es una teoría de libro ni un modelo computacional, es otro de los varios sistemas de seguridad pasiva diseñados ad-hoc, en este caso exclusivo de las centrales PHWR, es decir de uranio natural. Cuando se rompió un canal refrigerante en Atucha I en 1988, el moderador se calentó, dejó de moderar y eso fue lo que dio la primera alarma: la central empezó a perder potencia hasta apagarse sola.
Grave problema para la red eléctrica, sumida en apagones a repetición para perplejidad del entonces Secretario de Energía, Jorge Lapeña. Pero de seguridad en la central, todo bien. Aunque en la CNEA los partidarios de la tecnología nuclear alemana estaban a las puteadas: como país, empezábamos a pagar los costos ocultos en la compra de un prototipo. Efectivamente, cuando KWU nos vendió Atucha I sabía bocha de centrales de uranio enriquecido, pero su experiencia con uranio natural y agua pesada no pasaba de la operación de un reactorcito experimental, el MZFR, de 57 MW. Atucha I fue un rediseño «ad hoc» de sus grandes centrales a uranio enriquecido. KWU sólo logró venderlo aquí y a precio de regalo. La CNEA estaba entonces más interesada en la tecnología canadiense CANDU, que es un diseño específico «desde cero» para uranio natural y no una readaptación. Y había dos bandos: los que querían negociar con Canadá, y los que preferían lisa y llanamente hacer una CANDU 100% nacional. De ahí el precio de regalo.Era
¿Cómo terminó la historia de la ruptura de Atucha I? KWU-SIEMENS, generosa, ofreció reparar la central por U$ 200 millones (equivalentes a U$ 430 millones de hoy), parándola 2 años. Era un tercio del precio de una central equivalente nueva, es decir, un robo. La Dra. Emma Pérez Ferreira, a la sazón presidenta de la CNEA, prefirió el “compre nacional”, juntó a INVAP con Techint para diseñar herramientas hasta entonces desconocidas, y reparó a nuevo la planta por US 17 millones, el 8,5% de lo que pedían los alemanes.
Fue el momento en que la CNEA se dio cuenta de que ya entendía más de este tipo de centrales, a fuerza de cliente viejo y entrometido en cada detalle, que su propio fabricante. Una revelación. La SIEMENS contraatacó con todo su equipo de comunicación, preanunciando desastres bíblicos. Pero el trabajo se hizo bajo supervisión de los expertos en seguridad operativa y radiológica del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de las Naciones Unidas, que, terminado el mismo, felicitó a la Argentina.
Jorge Lanata no hizo lo mismo: el titular de Página 12, aquel día, fue “La arreglamos con un alambre”. Causó pánico internacional. El gabinete uruguayo empezó a sesionar secretamente en Paysandú, lo más lejos posible de Atucha I, “ese Chernobyl criollo”. Algún periodismo es aficionado a las catástrofes: el miedo vende bien, y después se olvida.
Volvemos a Atucha II y al año 2019. Telépolis se espanta germánicamente: ¿cómo puede ser que Atucha II esté ya trabajando al 40% de potencia, cuando Atucha I y Embalse siguen paradas? Justamente, porque ya está terminando de quemar lo que quedaba de xenón 135 (Xe-135). Como este radioisótopo absorbe neutrones, tiende al apagado de las centrales, asunto por el cual los radioquímicos (cero en relaciones públicas, estos muchachos) lo llaman “un veneno neutrónico”. Sí, veneno, tal cual. Saben de neutrónica, pero los quisiera lejos del diccionario.
Gracias a la serie de HBO, el público sabe que el RBMK de Chernobyl era inestable por diseño y lamentable por sistemas de seguridad. También sabe que los jefazos soviéticos sabían esto. Los argentinos que están en energía nuclear sabíamos ya desde los ’70, cuando se empezaron a construir los 16 RBMK, que ese diseño era como un camión doble acoplado sin frenos. Para el caso, los tipos tenían una central mucho mejor, la VVER-440, muy parecida a la flota de 220 plantas de uranio enriquecido y agua liviana de 2da. generación de las firmas y gobiernos occidentales. Pero claro, era una inversión inicial mucho mayor.
Si nos vamos a costos, en 1986 un RBMK salía U$ 200 por kilovatio instalado, y nuestra humilde Atucha I, U$ 1.800, y el 50% del costo de la centralita criolla estaba invertido en sistemas activos y pasivos de seguridad.
Lo insólito del desastre de Chernobyl es que sucedió en el curso de un experimento de seguridad sencillamente estúpido, que no puede autorizarse jamás en un aparato poco controlable y de gran módulo. Tal como se ve en la serie, el RBMK, de 1000 MW de potencia y envenenado de Xenón-135, se cayó incontrolablemente desde un 50% de su potencia nominal a casi el 1% de la de diseño y luego “rebotó” en milésimas de segundo a más del 1000%. En esa salvaje “rampa de potencia” voló el núcleo del reactor, el edificio, la irrupción de aire dentro de los internos de la central generó un incendio del moderador (grafito) que desparramó humos llenos de productos de fisión por buena parte de Europa, etc. ¿Y por qué la rampa? Porque el grafito recalentado estimula la reactividad, a diferencia del agua pesada, que al recalentarse, la baja.
El RBMK era un doble acoplado sin frenos, y dentro del verticalismo sin escape del sistema político soviético, quedó un día en manos del equivalente de un conductor borracho. Alcanzó.
La pesada factura del agua pesada
La mayor planta de agua pesada en el mundo es argentina, está en Arroyito, Neuquén, el gobierno la cerró y quiere chatarrearla.
Cuando a los expertos nucleares ingleses se les pregunta cómo se apaga un incendio de grafito (tuvieron uno en un reactorcito plutonígeno militar en Windscale, Escocia, en 1957), contestan, parcos: “Cuando se termina de quemar el grafito”. Qué hacía el grafito en Windscale, o en Chernobyl: actuaba de moderador.
Desde Windscale que el ese material está desacreditado en reactores, y ni hablemos de usarlo en grandes centrales nucleoeléctricas, de mucha mayor potencia térmica. Pero los soviéticos lo usaron igual en 16 plantas RBMK gigantes: tenían el país más grande del mundo y uno de los más boreales, fríos y oscuros, necesitaban mucha electricidad y vapor pero también exportar casi todo su petróleo para conseguir dólares. Y el grafito sale barato.
Aquí, en todas nuestras centrales, para el mismo rol (moderar) preferimos el agua pesada: cuesta entre U$ 600.000 y U$ 800.000 la tonelada y constituye hasta el 20% de la inversión inicial de la central, pero a) da estabilidad en cualquier escenario de funcionamiento, b) literalmente la vacuna contra las “rampas de potencia”, y c) no se quema ni desata incendios incontrolables.
Colegas alemanes (y también compatriotas): aquí sobre la seguridad nuclear manda la ARN, no la Secretaría de Energía. La autoridad misma del Presidente de La Nación está limitada por lo que sepa de tecnología nuclear, o lo que sepan sus allegados. En el caso del ingeniero Mauricio Macri, estamos en el horno: el Secretario de Energía es un contador, y el Subsecretario de Energía nuclear, un sociólogo. Pero la ARN es experta y depende directamente de presidencia.
Y por su nivel técnico y seriedad, con la gente de licenciamiento aquí no se embroma. En 1987 un ignoto regulador del CALIN (Comité de Licenciamiento Nuclear), órgano entonces interno de la CNEA, le tiró el caballo encima a todo el tótem de funcionarios sobre su cabeza, incluídos el presidente de la entidad, ing. Alberto Costantini y el de la Nación, Raúl Alfonsín, y ganó. Sucedió cuando el radioquímico Dr. Rodolfo Touzet denunció la omisión de un par de paradas de mantenimiento de Atucha I por falta de repuestos. La Secretaría de Energía, dirigida (para variar) por petroleros que no quieren un mango puesto en nuclear, la necesitaba desesperadamente en línea, dados los apagones continuos por el estado lamentable de las centrales térmicas (sí, los petroleros pueden ser contradictorios).
Touzet, que estaba en el CALIN (Comisión de Licenciamiento) de la CNEA saltó por encima de todos los niveles de autoridad del estado, se quejó a los medios y ganó. La máquina volvió brevemente a su rutina de mantenimientos y buen servicio hasta que inesperadamente se rompió por un problema oculto de diseño, pero de eso ya hablamos. Touzet, que estuvo unos días en tapa de los diarios, siguió en funciones: jubilado hace mucho, ya cumple 58 años trabajando en seguridad radiológica, sin parar. No recibió medallas, no le gusta la notoriedad, no se le harán series en HBO, es un emérito “ad honorem” y también nuestro Valery Legasov, sin siquiera haber tenido que suicidarse.
Colegas alemanes, aquí todo es menos dramático. Telépolis se espanta porque la central de Embalse fue relicenciada para 30 años más de vida operativa, pero es la tercera CANDU en hacer lo mismo. Y serán muchas más. Hay 47 de estas centrales de diseño canadiense en 7 países del mundo operando desde los ’70. Jamás tuvieron un accidente mayor que dos derrames de agua pesada dentro del edificio de la central, en Canadá. Cuestan un 40% menos en inversión inicial. Mejor no me pregunten si prefiero CANDU o SIEMENS.
Telépolis se alarma porque Atucha II volvió al 40% de potencia, pero evidentemente no sabe de su breve historia operativa ni entiende siquiera su tecnología. La máquina no está moderada por grafito y en jerga de físicos, «tiene coeficiente de vacío negativo”. En castellano, si se sale de parámetros prefijados de temperatura, presión y radioquímica, se apaga en lugar de estallar. Cuantimás, hay una larga lista de chequeos que debe aprobar no sólo la ARN, el jefe de central sino la computadora –imposible de baipasear- para ponerla nuevamente en línea. Si este protocolo no se completara al 100%, la máquina seguiría “enclavada”, con las barras de control caladas a fondo. No arranca, punto.
Nadie está haciendo idioteces en Atucha II, y además no hay cómo. O es endiabladamente difícil.
Y si quieren darnos lecciones de moral antiatómica, ahora que se autofelicitan germánicamente por estar cerrando sus 18 excelentes centrales y emitir carbono como nadie en Europa, ¿por qué además viven comprándole electricidad nuclear a Francia?
Saludos criollos.
Daniel E. Arias