En realidad, nunca se fue. Sucede que para quienes están atentos al mercado de cambios pero no pueden llamarse «operadores» -la mayoría de los argentinos-, semanas con un dólar estable y en baja los habían acostumbrado a la quietud. Ayer hubo una suba repentina, y el titular en los medios fue «El dólar rebotó y recuperó en un día el terreno perdido en dos semanas». Ambas reacciones son emocionales, no realistas.
El viernes pasado el dólar tocó su menor valor en tres meses. Ayer lunes subió 80 centavos (casi 2%) a $ 42,40 en la plaza mayorista, y 56 centavos (+1,3%) a $ 43,41 en la minorista. En ambos casos fue el avance diario más importante en dos meses y medio.
Los precios de las divisas oscilan día a día, pero sólo los cambistas profesionales obtienen beneficios de ello. Es necesario distinguir las tendencias. Los factores que determinan el precio de las divisas en nuestro país. Es decir, en última instancia, el valor de nuestra moneda.
Un factor fue el ingreso de fondos especulativos que buscan capturar tasas reales positivas («carry trade»). Está potenciado porque la Reserva Federal de EE.UU. mantiene las tasas bajas, y hay que salir a buscar beneficios en los mercados «emergentes». Pero eso tiene un límite: esos fondos miden sus utilidades en dólares. Deben irse antes de una devaluación que les licue las ganancias.
Otro factor, más genuino, es el ingreso de divisas por las exportaciones argentinas. Eso significa, en la práctica, los dólares del agro. En AgendAR ya informamos que los productores retenían los granos que no les era imprescindible liquidar: ellos también se cubren de una posible devaluación. De cualquier modo, esta es la época del año, el 2° semestre, donde naturalmente bajan los ingresos de divisas.
¿Significa entonces que el dólar volverá a subir en los próximos días? No necesariamente. El FMI prestó al gobierno de Macri fondos suficientes para una corrida previsible, y -contrario a su carta orgánica y a su práctica- le permite intervenir en el mercado para contener el precio del dólar. Hacienda está haciendo contratos a futuro con un precio determinado del dólar. Salvo una praxis muy torpe, o un elemento hoy imprevisible, la corrida del año pasado no tiene porqué repetirse.
La consecuencia, en este caso, será que una parte de la actividad económica empezará a quejarse de un «dólar rezagado». Pero las cartas están echadas, para este año. Este equipo económico se ha quedado sin alternativas, y su plan es «aguantar».