Fuentes del Ministerio de Defensa confirmaron negociaciones «en última fase» para el equipamiento de la FAA: una pequeña flota de aviones de combate a Corea del Sur por cerca de US$ 400 millones. La cartera que maneja Oscar Aguad eligió el FA-50 de la Korean Aerospace Industries (KAI) después de 3 años negociaciones. Se están limando los detalles de una financiación a 10 años, y los contratos están a la firma
Hasta ahora se busca que lleguen primero dos aviones, de una flota de entre diez y doce.
Un entusiasta artículo de Clarín define al FA-50 como «…un avión de alta superioridad aérea, que puede interceptar aviones de gran performance como puede ser un avión ejecutivo o los propios comerciales -las fuentes ponen de ejemplo las aeronaves que atacaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001- y que será usado por la Fuerza Aérea para control de frontera y de reuniones internacionales, como las cumbres que vienen teniendo lugar en Argentina. Lo comparan al F-16 de los Estados Unidos que hoy tiene Chile».
El FA-50 es, efectivamente, un F-16 para pobres: KAI lo fabrica bajo licencia de Lockheed Martin, y hereda su motorización y rasgos de diseño, pero no todos: en lugar de 10.000 horas de ciclo de vida, tiene 8334, y tiene un mantenimiento bastante alto: 5,2 horas de reparaciones por cada hora de vuelo. El costo de la hora de vuelo parece similar a la del Gripen sueco: U$ 4500.
La idea del F-16 para pobres KAI la tuvo del modo más obvio: fabricando el F-16 bajo licencia en sus talleres. Lockheed estuvo interesada en tener «segunda marca», adelantó el 13% de la inversión, y salieron primero un aparato de entrenamiento, luego un aparato-escuela con capacidad de ataque ligero a tierra, y finalmente el Golden Eagle FA-50 propiamente dicho. ¿Dos ejes de comparación con el F-16? A U$ 30 o 35 millones la unidad, cuesta la mitad. Con una carga alar menor, es más maniobrable y hereda una virtud típica de una plataforma de entrenamiento: es más perdonavidas, más tolerante con los errores de pilotaje.
El avión tuvo aceptación rápida en Lejano y Medio Oriente: además de la propia Corea, lo adquirieron Indonesia, Irak, Filipinas y Tailandia. Lo que se buscó es bajar el costo de la hora de vuelo del F-16, un obstáculo importante en un país periférico si se trata de mantener una fuerza de pilotos en estado de entrenamiento, con al menos 200 horas de vuelo/año.
El artículo de Clarín amplifica la confusión frecuente en la comunicación de Defensa a la hora de justificar sus compras. Lo que define que un caza de 4ta o 5ta generación pueda ejercer superioridad aérea son el armamento, la aviónica y el alcance. Hoy en día el armamento debe comprender misiles BVR (Beyond Visual Range), capaces de derribar oponentes a distancias muy superiores al alcance visual de los pilotos. Para ello, la aviónica incluye un radar a bordo capaz de detectar y seguir varios de tales blancos a más de 120 km, e incluso de programar los misiles para alcanzarlos.
Si el aparato que llega a la Argentina se parece a los que compró Filipinas, el radar será israelí, tendrá un alcance de 100 km, y alguna vez -si hay plata- el avión podría llevar el misil Sparrow, con un alcance BVR relativamente limitado (70 km) y la contra de no ser un «fire and forget»: hay que mantener el blanco «iluminado» con el radar para que el misil lo encuentre. De todos modos, «pistear» un FA-50 base para llevar el Sparrow implica añadir de U$ 17 a U$ 22 millones al costo de cada aparato. Lo cual resulta simplemente ridículo.
Pero lo fundamental en un caza contemporáneo es una conexión «data link» para combatir «en red». Esto significa que el rastreo de los blancos se hace desde un avión AWACS de control aéreo, aparato grande con radares muy potentes que en general orbita a gran altura en retaguardia, fuera de peligro. El AWACS, esencialmente una torre de control voladora, transforma a los cazas adelantados en plataformas de tiro, y los mueve por el teatro de operaciones como un ajedrecista a sus alfiles. Esta conexión el FA-50 la tiene. Pero lo que no tiene Argentina son los AWACS para darle utilidad.
Por último, la superioridad aérea, y máxime en un país de casi 2,8 millones de km2 como la Argentina -más el millón adicional de la jurisdicción marítima-, supone capacidad de alcanzar teatros de operaciones distantes y poder quedarse «in situ» lo que deba durar una misión de combate. Dada la voracidad de las turbinas de buen rendimiento (y el FA-50 alcanza los 1650 km/h), la superioridad aérea en Argentina supone sí o sí una lanza para reabastecimiento de combustible en vuelo. La opción para lograr un modesto alcance en misión de 700 km. es lastrar el avión con tanques de reserva, lo cual supone quitarle munición para compensar el sobrepeso.
Para derribar un jet ejecutivo o comercial no se necesita mucho más que un radar a bordo o en tierra, y un cañón de 20 mm. No es algo fuera del alcance -al menos el técnico, no el legal- de un entrenador Pampa III. Subrayamos lo del alcance legal, porque sin ley de derribos los aparatos civiles no son atacables por fuerzas militares. Puede gustar o no, pero la pena de muerte sin juicio previo viola doblemente la Constitución.
Defensa dice que los FA-50 pueden usar un armamento variado. Y es cierto, pero se está comprando el avión «destripado», con un radar y un cañón. Se le pueden montar los misiles antiaéreos autoguiados por infrarrojo Sidewinder 9 Lima y 9 Mike que usaban nuestros viejos A4.
El primero de esos cohetes peleó en Malvinas (lamentablemente, del lado inglés) y el segundo en la 1ra Guerra del Golfo (1991): muy nuevos no son. Los Sidewinder persiguen el calor de las toberas de los motores del enemigo y su rango de efectividad está entre 1 y 30 km del sitio de lanzamiento. El Lima en Malvinas tuvo una efectividad de hasta el 80%, porque en general nuestros aviones no tenían «flares» o bengalas para engañar al misil multiplicando las fuentes de calor. Las bengalas y el detector que advierte al piloto que está siendo iluminado por un radar de tiro hoy son parte del equipamiento básico de cualquier caza, y el FA-50 los incluye. Para añadirle sustancia y pegue, la Fuerza Aérea tiene también un stock de la contraparte israelí de los Sidewinder: los Shafrir y los Python.
Pero enfrentarse con los aviones de combate de otro estado-nación, incluso defensivamente y sobre territorio propio, eso exige misiles BVR de largo alcance, mejores misiles infrarrojos para la corta distancia y una lanza de reabastecimiento para sostener las escuadrillas propias en el aire lo que duren las misiones, que aquí jamás podrían ser breves. Demás está decirlo: con semejantes espacios a controlar sobre tierra y mar y 15 exitosos años construyendo radares, incluso espaciales, somos un país que no puede no tener algunos AWACS.
La Fuerza Aérea Argentina sigue históricamente corta de aviones reabastecedores (tiene 2 Hércules KC-130). Pese a que el país desarrolla sus propios sistemas de radares INVAP desde 2004, no convirtió ningún avión de porte mediano o grande en un AWACS. Es decir que más allá de que el avión caza elegido sea un FA-50 o cualquier otro, si se trata de ejercer superioridad aérea, aquí no existe la infraestructura suficiente de reabastecedores, AWACS y armamentos que la hagan efectiva.
Esas fuentes en Defensa señalaron que el valor unitario de cada supersónico FA-50 que Surcorea le venderá a la Argentina es de unos US$ 35 millones. Esta nueva precisión sobre el costo despeja al menos una incógnita: el mes pasado se hablaba de aproximadamente U$ 20 millones por avión. Cruzando información con la revista Jane’s, referencia mundial en armamento, eso indicaba compra de FA-50 reacondicionados por Corea, y dados de baja por -probablemente- Filipinas, cuyo presidente Rodrigo Duterte los llamó «un despilfarro de plata».
Con este nuevo precio más salado, sólo puede tratarse de aparatos nuevos. Sería una novedad en una administración de Defensa que viene comprando chatarra de descarte de la OTAN e Israel como no se recuerda otra.
En el precio final de U$ 400 millones se incluyen los simuladores, el soporte logístico por un período determinado, el adiestramiento de la tripulación y del personal de mantenimiento, y ahí se acabó el amor coreano. «El armamento no es parte de las negociaciones pero vienen con toda la capacidad de utilizarlo. Y lo que tenemos ya en el país de armamento es utilizable», señalaron fuentes militares argentinas.
Lo utilizable -ya se dijo- son Sidewinder, Shafrir y Python del año de ñaupa. Que los aviones posean la capacidad de usar armas más potentes no altera el hecho de que no las tenemos en stock ni vienen incluidas en esta operación. Dado que el FA-50 hereda de su antecesor, el «trainer» TA-50, una enorme cabina para dos pilotos en tándem, lo que estamos comprando son aparatos de entrenamiento e intercepción (rápida trepada, techo en la estratósfera, autonomía mediocre) que sólo podrán combatir contra blancos al alcance visual, y mientras no estén demasiado lejos del aeródromo de despegue. Hasta ahí, de superioridad aérea, nada.
La administración anterior de FAdeA fue poco elogiosa con esta compra. La llamó «plataforma de entrenamiento, pero con esteroides” y también «cascarón vacío», y pronosticó que sería un excelente negocio de repuestos (para KAI) durante el ciclo de vida de estos aviones, ya que no se contempló ninguna transferencia de tecnología para fabricar siquiera una parte de sus componentes aquí.
Como cazas de ataque a tierra o a barcos, los FA-50 «pelados» tienen la misma limitación: carecen de armamento específico. No es el caso de los que compró Filipinas, que llegaron a Manila con el «paquete full» de bombas inteligentes JDAM guiadas por GPS, así como misiles antitanque o antibarco Maverick. La computadora de adquisición de blancos del FA-50 es lo bastante precisa como para lograr aciertos incluso en lanzamiento de «bombas bobas».
Pero los aviones argentinos se compran pelados de toda esta parafernalia. Y por supuesto, no pueden aventurarse muy lejos de la línea costera argentina, porque fueron diseñados para proteger el espacio aéreo de un país -Corea del Sur- no mucho mayor que nuestra provincia de Jujuy. Nadie los pensó para reabastecimiento en vuelo.
El citado presidente filipino, Duterte, les tiene inquina a los FA-50 justamente por ello: su hipótesis más caliente de conflicto la tiene con China por la posesión del lejano atolón de Scarborough. Si un FA-50 filipino tuviera que salir a interceptar MiGs chinos sobre esas aguas, llegaría al combate sin suficiente combustible como para estar allí unos minutos. ¿A que Ud., lector, se está acordando de nuestras islas demasiado famosas, allá por 1982?
En 2015 se desprogramaron los últimos Mirage III, aparatos que Argentina compró en tiempos de Onganía y nuevos. Estaban de moda, tras ser usados de modo devastador por Israel en la Guerra de los Seis Días, y muy fuera de la finalidad con que los diseñó Marcel Dassault: el Mirage III era un interceptor puro.
Forzando la tecnología y la imaginación al límite, los israelíes usaron sus Mirage III sorpresivamente como aviónes de ataque a tierra en 1967: en las 4 primeras horas de la guerra habían liquidado todas las pistas de aviación de Egipto, Siria y Jordania. Pero pasada la guerra, los israelíes siempre supieron que necesitaban un avión capaz de atacar a distancias mayores, de modo que alargaron el Mirage III para dotarlo de tanques de combustible más generosos, y lo transformaron en el Nesher, avión veloz y mediocre que no tardaron en desprogramar, y que Argentina compró en tiempos del Proceso con el nombre de Dagger. Peleó bien en Malvinas, pero mucho mejor lo hicieron los vetustos A4, porque tenían lanza de reabastecimiento y pudieron volar en misiones de muy largo alcance, como el ataque al portaaviones HMS Invincible, que los británicos consideraban invulnerable por estar operando muy al Este de las islas.
Los FA-50 pueden ser un buen sustituto de los Mirage III y darle salida profesional a los pilotos ya entrenados con el Pampa III, pero el sistema de armas que estamos comprando no da para ir a la guerra con otro estado. Resulta útil para mantener una pequeña fuerza de pilotos en estado de entrenamiento. Pero de un entrenamiento limitado, porque por todo lo dicho antes, los pilotos que los vuelen no tendrán práctica alguna de misiones de largo alcance, de pelea a distancias BVR o de ataque a buques.
El intento de reequipamiento más ambicioso en los tiempos del Unasur fue el los Gripen suecos fabricados «en vaquita» entre la Saab y Embraer. Entre sus muchas virtudes para operar en países grandes tienen lanza de reabastecimiento. Pero el Gripen trae mucha aviónica inglesa, y por temas malvineros, el Reino Unido objetó la adquisición. Recientemente Israel frenó la provisión de aviones de entrenamiento avanzado Pampa III a Bolivia haciendo valer similares derechos: el pequeño «trainer» argentino nació con el pecado fundacional de un 100% de componentes importados, que se logró reducir a un 87%… a lo largo de 32 años, Y viene con un cockpit repleto de excelente aviónica israelí.
Se evaluaron aviones italianos, rusos y chinos, dice Defensa, pero probablemente por afinidades y favores del gobierno con el de los EEUU, no parece que rusos y chinos tuvieran chance. Al final, el presidente Macri mismo dio su consentimiento para que este año lleguen dos de «los supersónicos surcoreanos», como los proclama Clarín. No sería raro que aterricen antes de las elecciones. ¿Cuántos votos le ganó a Perón el Pulqui II haciendo acrobacia aérea sobre Aeroparque, allá por 1951? Ahí se termina la comparación, porque aquel avión aquel año fue uno de los 3 mejores cazas del mundo, y además fue diseñado y construido íntegramente en Argentina, que tenía hasta garantizada la fabricación local de las turbinas.
Como observó el mes pasado Ámbito Financiero, cuando uno compra a otro país un sistema de armas complejo, lo que está comprando es una red de relaciones internacionales. Siguiendo con esa matriz de pensamiento, tal vez Corea sea nuestra próxima China, pero en tanto no lo es (y no parece que pueda, por cantidad de habitantes), ¿no tendría más sentido reexaminar las ofertas y guiños que nos estaba haciendo China en 2015 para vendernos su caza multirrol J-10?
Es esencialmente una versión algo más robusta de un avión con que Israel se aprestaba a barrer del mercado al Lockheed F-16: el Laví. Costaba menos que el F-16, tenía un alcance mucho mayor (Israel, por su tamaño, está obligado a pelear toda guerra sobre suelo enemigo) y podía llevar clases y cantidades prodigiosas de armamento. Pero «de algún modo» EEUU logró persuadir al gabinete israelí de interrumpir la fabricación en 4 prototipos. Ni lerdos ni perezosos, los israelíes le transfirieron la tecnología a China.
El J-10 sirve tanto en intercepción como en ataque a tierra, y con su lanza de reabastecimiento en vuelo es capaz de ejercer superioridad aérea en serio, y también atacar blancos a distancia y mar adentro. Por lo demás, Corea (al menos la del Sur) está demasiado ligada a los EEUU: si volviéramos a tener algún chispazo con el Reino Unido, estos aviones se quedan sin repuestos «al toque». Y hay otra cosa que lo podría dejar en tierra con tanta facilidad más facilidad que la falta de componentes: el costo de la hora de vuelo. Los pilotos chilenos gruñen (muy por lo bajo) que la del F-16 es carísima, y que eso termina con menos horas de vuelo anuales de las necesarias «para estar afilados». Aún si ellos pagaran el doble que nosotros, ¿nos bancamos un avión que quema U$ 4500/hora sólo en combustible, mantenimiento y amortización?
Defensa señaló que se optó por un avión que se pudiera usar hasta tener más presupuesto y adquirir máquinas «aún más sofisticadas». Es decir que el FA-50 es un «mientras tanto». Promete durar.
Para AgendAR el problema no está tanto en que el avión no tenga mucha relación con el tamaño y necesidades de la Argentina, o en que se lo adquiera destripado de armas y para lucimiento en desfiles, sino en que se trata de una compra «llave en mano»: aquí no se fabrica ni un tornillo. La FAdeA (Fábrica Argentina de Aviones), que en 2027 cumplirá un siglo, no participa del caza coreano con un solo componente, y sus proveedores tampoco.
Turquía, país con el que INVAP acaba de iniciar una sociedad para construir satélites geoestacionarios, aceptó el F-16 a condición de que una parte sustantiva del mismo se construyera en su planta aeronáutica, Turkish Aerospace Industries, TAI. El propio FA-50 es hijo de una incubación parecida de Lockheed Martin en KAI, de Corea. Lamentablemente, de esa empresa estadounidense sólo conocemos el lado oscuro, gracias a una administración particularmente vendepatria que en los ´90 le regaló la actual FAdeA, y a la que dejó en estado de ruina.
AgendAR aplaudiría la fabricación local del FA-50, a condición de recibir toda la transferencia de tecnología, co-diseñar con KAI el implante de una lanza de reabastecimiento, pactar cero restricciones para la exportación y tener la libertad de reinventarle la aviónica al aparato, para no oir toques de silbato si queremos vendérselo a algún vecino. Y para su armamento, propondríamos algún «joint venture» con Brasil. ¿Construimos asombrosos radares espaciales como el del SAOCOM, y no podemos resolver la electrónica de un avión?
Un avión con una hora de vuelo cara cuesta menos divisas cuando su construcción paga sueldos en casa. No ha sido el caso. No se le eche la culpa al avión. Punto.
Daniel E. Arias