Se anunció el congelamiento de las tarifas del servicio de Internet hasta febrero de 2020 «para acompañar a las Pymes y cooperativas que brindan el servicio de transmisión de datos provisto por ARSAT». Típica medida de tiempos electorales, pero válida, aunque sólo sea por 6 meses. El problema es que en la mayoría de las pequeñas localidades, y en muchas de las grandes, el acceso a Internet es muy pobre. Aquí explicamos porqué.
El anuncio lo hizo el presidente Macri, a través de su cuenta de Twitter, donde expresó que «el servicio de internet mayorista de ARSAT llega a localidades de todo el país a través de PyMEs y cooperativas. Para acompañar a estas empresas bajamos y congelamos las tarifas que pagan por el servicio».
El Jefe de Estado explicó que «hasta febrero el precio va a estar congelado», y destacó que la medida «va a ayudar también a los usuarios finales, porque las PyMEs van a poder invertir en tendidos domiciliarios». La medida está destinada a «mejorar» la infraestructura y para «aumentar la velocidad del servicio sin que impacte en las facturas de los consumidores», precisó el presidente. Este anuncio merece ser mirado con lupa.
Una presencia llamativa entre los beneficiarios de ésta y otras medidas tomadas por ARSAT durante la administración macrista es Intercargo, megacooperativa integrada por un par de centenares de típicas cooperativas de servicios de pequeñas ciudades del interior… y el Grupo Clarín (Fibertel-Cablevisión). Esta composición societaria es tan sorprendente como descubrir un Jumbo Jet en un hangar de avionetas. Es conmovedor que al otorgar beneficios a los operadores minúsculos, el presidente Macri no discrimine a los gigantes.
La red de ARSAT es, desde que empezó a construirse a todo vapor en 2010, una inversión pública descomunal. Sumando su red troncal propia más las preexistentes que compró, más las provinciales en construcción o en fideicomiso, más los intercambios con redes de otras firmas, ya son más 46.600 km. de fibra óptica cuyo ancho de banda duplica (por dar una comparación) al habitual en Telefónica, simplemente por el grosor y la calidad óptica del cable.
Esta enorme telaraña, en general enterrada a 2 metros de profundidad y con no pocos blindajes, tiene una arquitectura básica anillada que la vuelve bastante invulnerable a cortes accidentales o intencionales de los tramos troncales, y tiene 1700 nodos de acceso.
Al otorgarle descuentos adicionales sobre un peaje «bajito» a los grandes usuarios de la red (las «Telcos», el citado Grupo Clarín), ARSAT rara vez logra mejorar el ancho de banda o la calidad de servicio en «última milla». Este es el tramo de conexión entre un ISP, o proveedor local de internet, y la casa del usuario de a pie. Los ISPs que no tienen competencia local normalmente embolsan la diferencia muy agradecidos, y dejan las cosas como estaban: anchos de banda de 2 Mega o inferiores a cada cliente, precios altos, horarios diurnos en que la demanda satura las exiguas redes locales y las conexiones se interrumpen o las máquinas se cuelgan, etc. El usuario de a pie a veces vive sacado y reclamando por teléfono.
Ante tan desigual situación, los intendentes tienen acceso a un plan B: ARSAT les da la opción de que el municipio se transforme en un ISP, o proveedor de internet local y mejore la cantidad de usuarios y la calidad del servicio. Si hay algo que ARSAT puede ofrecer en cantidades aplastantes, es, justamente, ancho de banda. «En 2 años tiramos más fibra óptica que Telefónica en 22 años, y con el doble de ancho de banda», relataba en 2014 un ingeniero de ARSAT (hoy cesanteado).
Pero algo falla en la comunicación de la empresa, porque los intendentes, incluso aquellos que tienen desde hace uno o dos años una caja de conexiones de ARSAT instalada en sus ciudades, rara vez se enteran de esta posibilidad. En algunos casos extremos, no saben para qué sirve ese cajón blanco que la firma dejó en un predio cedido por el municipio, es decir que en términos comunicacionales, sus votantes se mueren de sed a orillas de un río… cuya existencia no conocen, y él/ella tampoco. Y no es enteramente su culpa.
En estas cosas la Argentina aprende por prueba y error, pero es evidente que en esta administración los beneficios de antes llamada Red Federal de Fibra Óptica, rebautizada Plan Federal de Internet desde 2016, se están repartiendo mal. La red ha sido sin duda la mayor que se ha hecho en integración territorial desde que los ingleses construyeron los ferrocarriles a fines del siglo XIX y principios del XX. Pero los mayores beneficiarios vienen siendo las «Telcos», y a la cabeza de ellas desde que se autorizó la fusión de Cablevisión con Fibertel, el Grupo Clarín. La red ha crecido en tamaño y es previsible que superará con creces los 51.000 km. a los que quería llegar la administración que fundó ARSAT en 2006, época en que esa cifra parecía utópica.
La utopía casi está completa. Pero el márketing de la Red Nacional se ha desvirtuado para eximir de tener que invertir en redes propias a los dueños del negocio de la información y el entretenimiento. En conclusión, la calidad terminal de Internet en miles de ciudades del interior sigue siendo pésima.