Estados Unidos y China empiezan a cerrar pactos en aspectos en los que ya hay camino avanzado, para así tratar de frenar una guerra arancelaria que dura 15 meses y que amenaza la economía global. Uno de los aspectos claves no es una buena noticia para nosotros, aunque previsible: una gigantesca compra de productos agrícolas estadounidenses por China.
Es un acuerdo preliminar, aún lejos del gran tratado comercial que busca Donald Trump. El presidente de los EE.UU. lo anunció en el Salón Oval como «fase uno», en presencia del vice primer ministro chino, Liu He.
Lo más importante, probablemente, es que evita una escalada del conflicto comercial, como sucedió tras la reunión de alto nivel hace más de dos meses. Trump lo definió como “un acuerdo sustancial en la primera fase” y explicó que llevará tres semanas poner el pacto por escrito. Incluye acuerdos en materia de propiedad intelectual, servicios financieros y tipo de cambio, así como compras de productos agrícolas estadounidenses por valor de 50.000 millones de dólares.
Trump puso especial atención a ese aspecto, muy sensible electoralmente. “La pregunta es si nuestros agricultores van a estar a la altura de producir tanto”, comentó, “pido a los agricultores que compren más tierras y tractores”. Explicó que actualmente estas compras rondan los 8.000 millones anuales y que en el máximo fueron 16.000 millones, “nunca hubo un acuerdo de esta magnitud”.
La consecuencia inmediata es que no entrará en vigor el aumento de aranceles previstos para el próximo martes 15, que ya fue aplazado hace tres semanas. “La segunda fase” de la negociación, añade Trump, “comenzaría de inmediato cuando el primer pacto preliminar esté firmado”. Citó incluso una tercera fase, que podría darse durante la cumbre de la APEC que se celebrará el 16 y el 17 de noviembre en Santiago. Los chilenos ya se muestran esperanzados.
En el ámbito de las transferencias tecnológicas, tal vez el punto más sensitivo, Trump se limitó a decir que se registraron progresos.
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, comentó que «hay un entendimiento en cuestiones fundamentales». Pero al mismo tiempo señaló «que hay mucho trabajo por hacer». También dijo que la suspensión en el alza de los aranceles se limita de momento al incremento que estaba previsto para la próxima semana y tampoco cambia en este momento la designación de China como país manipulador de la divisa.
Trump ya acudido por la mañana a las redes sociales para comentar, con un tono inusualmente optimista, que estaban pasando “cosas buenas en las conversaciones comerciales con China”. Dijo incluso que el “sentimiento” era más como en los viejos tiempos. “A todos nos gustaría ver pasar algo significativo”, afirmó, mientras los indicadores de Wall Street rebotaban cerca de un 2% en la sesión aunque se moderó en el cierre cuando circularon los detalles.
El presidente miró incluso más lejos y, en un segundo mensaje, explicó que lo bueno de que se llegara a un acuerdo con China es que no sería necesario pasar por el largo y complejo proceso de ratificación en el Congreso, como está sucediendo con el nuevo tratado de libre comercio con México y Canadá. “Cuando el acuerdo esté plenamente negociado”, ha señalado, “lo firmaré yo mismo en nombre del país. Rápido y limpio”.
Los gestos eran importantes. Horas antes que Trump recibiera a Liu, se anunciaba desde Beijing el calendario para empezar a eliminar los límites a la propiedad extranjera de firmas financieras. Los medios oficiales chinos, en paralelo, llevaban días mencionando el interés por llegar a un acuerdo parcial. «Es importante para EE UU, China y para el mundo entero», valoró Trump ante los medios, «estamos muy contentos».
EE.UU. activó bajo la presidencia de Donald Trump aranceles a un total de productos importados de China por un valor superior a los 360.000 millones de dólares. Comenzaron en el verano (del hemisferio Norte) de 2018 y el republicano autorizó recientemente que se ampliara a partir del 15 de diciembre a los 160.000 millones restantes, para cubrir el total de los bienes y productos importados de China. Trump debe decidir aún qué hace con esta parte.
«Me encantan los aranceles», insistió. La escalada del conflicto, sin embargo, elevaría los costos para las empresas que necesitan componentes chinos en sus procesos de producción, y también al consumidor. Beijing, además, respondió con medidas que afectan a productos estadounidenses valorados en 120.000 millones de dólares, especialmente agrícolas. La incertidumbre afecta también a la industria de la manufactura.
El relajamiento de la disputa se produce, además, a poco de iniciar la temporada de compras navideñas. China, por su parte, ha elevado en las últimas semanas las compras de carne de cerdo. La disputa amenaza también con moderar aún más la economía global y está forzando a las grandes multinacionales a replantearse la estructura de sus cadenas de suministro, relocalizando la producción en países alternativos a China.
Beijing se mostró, en todo caso, muy reticente a introducir las reformas que le reclama Washington en su política industrial. Eso llevaría al presidente Xi Jinping a rebajar sus ambiciones. EE UU acusa a China de estar robando su tecnología y secretos comerciales en un intento por convertirse en una potencia puntera en industrias avanzadas como las telecomunicaciones, la robótica y la movilidad. «Prestaremos atención», añadió Trump.
El litigio por Huawei se abordará por separado. Trump concluyó diciendo que “llevó tiempo llegar hasta aquí” y calificó a los negociadores chinos de “duros y listos”. “Todo el mundo en mi equipo los respeta”, afirmó. Liu, por su parte, entregó al presidente estadounidense una carta de Xi Jinping, su homólogo chino. “Hemos conseguidos progresos sustanciales en múltiples aspectos”, valoró, “continuaremos avanzando”.