Esta nota, publicada en La Nación, está escrita desde el punto de vista británico. Y creemos que por eso mismo, resulta útil que lo conozcamos. En muy poco tiempo, la Argentina deberá repensar su política exterior, y éste ha sido y es uno de los temas centrales. Por el compromiso con los argentinos que cayeron ahí, y también por el Atlántico Sur y la Antártida.
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A 12.000 kilómetros de distancia de Londres, los habitantes de las Islas Malvinas temen los posibles efectos que el Brexit -el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea- tendrá sobre sus vitales industrias pesqueras y de carne. Creen además que podría dejar desamparada su notable biodiversidad. (La U.E. financia un presupuesto anual para su protección).
Boris Johnson llegó al poder británico con una promesa clara: concretar el Brexit a fines de octubre, con o sin acuerdo. Ahora ese plazo ha sido descartado, por decisión del Parlamento, pero Europa todavía debe aceptar la postergación. Y, en todo caso, eso sólo prolonga la incertidumbre.
Mientras el gobierno de Johnson y la Unión Europea intentan llegar a un acuerdo, los conservacionistas del territorio austral no ocultan su preocupación. Al no formar parte del Reino Unido, y por ende tampoco de la UE, los habitantes del archipiélago no pudieron votar en el referéndum del Brexit. Hasta hoy, fueron beneficiados por los acuerdos de la unión aduanera total de la UE, por ser un territorio británico de ultramar. Eso les permitía ubicar el 75% de la producción pesquera isleña en el país de mayor demanda de Europa, España, sin pagar impuesto alguno.
Y la pesca sustenta aproximadamente la mitad del PBI malvinero, que repartido sobre muy pocos habitantes genera el mayor ingreso regional per cápita (ha llegado a U$ 56.000 / persona / año). Los «islanders» no son sólo los sudamericanos más ricos, sino que están entre los pueblos más ricos del mundo. En el archipiélago el «Welfare State», el estado benefactor creado en el Reino Unido por los laboristas en la posguerra de 1945 hoy sigue existiendo, pero no así en Inglaterra o Irlanda del Norte. Aunque pervive un poco en Escocia.
Esa generosidad del estado malvinense, expresada en medicina y educación públicas de calidad e incluso el pago de milicias propias de autodefensa bien equipadas, es (¿fue?) novísima, un fenómeno de otra posguerra, la del Atlántico Sur.
Esa creciente fortuna empezó realmente en 1986, con la concesión sistemática de licencias de pesca por Port Stanley a terceras naciones en aguas de la llamada «Zona Externa de Conservación»: hasta 1982 esas extensiones las controlaba la Argentina. Antes de la Guerra de Malvinas, los entonces llamados «kelpers» (palabra orgullosa y algo despreciativa a la vez, según quién la dijera) carecían de ciudadanía inglesa, no podían cobrar por dejar pescar a otros en aguas que en los hechos no eran propias, la salud pública «in the camp» (en las estancias lejanas a Stanley) era precaria, la educación, insuficiente, la población sumaba apenas 1800 habitantes mayormente pobres, y venía bajando desde un tope de 2200 en 1945: los jóvenes que podían, se iban. La posguerra hizo ricos -y más numerosos- a los hoy llamados «islanders», pero el Brexit amenaza con devolverlos nuevamente al estado de «kelpers».
Con 3400 habitantes, la isla – cuya soberanía reclama la Argentina- teme que el Brexit signifique una pérdida de su principal fuente de financiación independiente del gasto militar británico: el comercio con la UE.
Sus dos principales industrias -la pesca y la carne- podrían sufrir los efectos colaterales de una salida de la UE. La pesca representó el 43% del PBI de las Malvinas entre 2007 y 2016. En el último año, el 89% de las exportaciones pesqueras se hicieron a la UE, con España como primer comprador. Según estima el gobierno malvinense, un «hard Brexit» británico, una salida sin acuerdo podría equivaler a una caída del 16% en las ganancias.
Cómo es Malvinas hoy
«Actualmente nos beneficiamos de una exención de aranceles y de cuotas, y si esto cambia, estaríamos en una situación muy difícil con una caída considerable de los ingresos del gobierno», afirma Leona Roberts, una de las ocho integrantes de la Asamblea Legislativa de las Malvinas.
Beneficios aduaneros
Además, la industria de la carne, que depende de chacras familiares todavía llamadas «estancias» (se sigue usando la palabra castellana), también podría sufrir un coletazo negativo. Pero no sería tan brutal, ya que la mayoría de la carne de vaca y de cordero de las Malvinas se envía al Reino Unido, sin reexportación.
«Puede haber un efecto colateral allí si se introducen aranceles y cuotas», explica Roberts. «Si caen las ventas de carne producida por Reino Unido a países de la UE, va a ser necesario importar menos desde las Malvinas (Roberts usa la palabra ‘Falklands), lo que supone el riesgo de pérdida de empleos», agregó.
Poco a poco, los isleños sienten los efectos en la economía personal. Gabi McRae, una chilena que trabaja en Falkland Islands Meat Company, dice ya haber notado el efecto de una libra más débil. «Se dice que (…) nuestros medicamentos van a ser más caros», agregó Joanne Baigorri, de 27 años y empleada del único banco local.
El 90% de la biodiversidad del Reino Unido
Otra de las principales preocupaciones es la conservación de la biodiversidad en la isla. «No hay que olvidar que aquí está la vida silvestre más fabulosa del Reino Unido», dijo Esther Bertram, directora ejecutiva de la ONG Falklands Conservation a la agencia AFP y reclamó la responsabilidad del Reino Unido sobre la conservación de las especies. La fauna costera (y con más de 200 islas en el archipiélago, casi todo el territorio resulta costero o vecino de costas) es la base del turismo receptivo, la tercera industria malvinera.
El territorio cuenta con autonomía de gobierno, pero recibió unos 600.000 euros para la protección de ecosistemas a través del programa BEST de la UE que funciona en regiones remotas y países y territorios europeos de ultramar.
En caso de que el Brexit se concrete, los isleños no saben si podrán continuar con programas que probablemente se volverán exclusivos de la UE, y que tal vez Londres no pueda/quiera solventar. «No ha habido ninguna garantía de que en el futuro podamos tener acceso a la financiación de la UE», explica la activista.
Según el gobierno, cerca del 90% de la biodiversidad del Reino Unido se encuentra en territorios de ultramar. «Aquí vienen las amenazadas ballenas sei; tenemos las mayores poblaciones de albatros de ceja negra, tenemos cinco especies de pingüinos, elefantes marinos del sur. Es un ambiente natural extraordinario», agrega Bertram. Y es la base de la tercera gran fuente de ingresos malvinera: el ecoturismo receptivo.
Pero si el Brexit desatara una recesión en el Reino Unido, y si las islas perdieran su capacidad de control de sus aguas (muy dependientes de la presencia militar británica), los grandes stocks de calamares y otras especies «forrajeras» que mantienen saludable la fauna marina y costera podrían colapsar. Y la causa probable sería el mismo tipo de sobrepesca devastadora que ejercen las flotas española y china en aguas argentinas. ¿Se vienen tiempos difíciles para los «islanders»?