Hace 10 días se informó que el río Paraná había alcanzado el nivel más bajo de la última década en el puerto de Santa Fe, al registrarse 1,78 metros, muy lejos del nivel de alerta fijado para esa estación fluvial: 5,3 m. El Centro de Informaciones Meteorológicas de la Universidad del Litoral tiene como registro más bajo, desde 2000 a la fecha, una marca de 2009, cuando en el puerto de Santa Fe alcanzó 1,53 m.
Ahora, desde el litoral argentino avisan que el Paraná continúa en pronunciada bajante. Según los datos oficiales de la Prefectura Naval Argentina, la altura del agua en la zona portuaria llegó hasta el 1,63 metros. Además, los organismos especializados informaron que no se esperan repuntes considerables para los próximos días y las marcas podrían llegar hasta 1,70 metros y para fin de mes se mantendrían por debajo de los 2 metros.
El hidrómetro de la Prefectura Naval Argentina indicó ayer 1,51 metros en la ciudad y se convirtió en el registro más bajo desde 2009, incluso superando los niveles que se vienen dando en octubre: 1,79 metros el 3 de octubre y 1,75 metros el martes.
Se trata de una pronunciada bajante en el río Paraná que se ubica lejos del promedio de altura que debería tener para esta época del año: los estudios del Instituto Nacional del Agua (INA) señalan que en octubre el nivel debería ubicarse bien por encima de los 3 metros, aproximadamente en los 3,78 metros.
Las autoridades de Prefectura solicitaron precaución al navegar, especialmente por riachos interiores. En algunas costas del río Paraná se empiezan a ver grandes bancos de arena.
El bajo caudal del río genera múltiples complicaciones tanto en el transporte fluvial, causando demoras logísticas en la llegada de los combustibles, así como en la reproducción y protección de los peces, los cuales no encuentran refugio profundo: los cardúmenes quedan a merced de los pescadores. Organismos locales pidieron responsabilidad a la hora de pescar en la costa durante la bajante.
Los barcos oceánicos deben partir con carga reducida, por cuestiones de calado, lo que es un despilfarro logístico y puede generar cuellos de botella en los puntos de embarque.
La consecuencia más grave para la economía nacional es el perjuicio al complejo exportador del Gran Rosario, con puertos normalmente profundos de embarque directo a las naves de ultramar. La llegada de la soja desde el Norte, aunque baja en barcazas de fondo plano y bajo calado, también puede llegar a quedar afectada.