Financial Times: «Guzmán muestra una mejor manera de manejar las crisis de deuda»

El Financial Times es un diario británico, fundado en 1888, el más prestigioso entre los medios que informan sobre las finanzas globales. Por supuesto, es un adalid de la globalización financiera, muy bien informado, eso sí.

¿Por qué entonces, se preguntarán muchos, habla en esta nota en forma tan elogiosa del ministro Martín Guzmán y de la política que está llevando adelante el gobierno de Alberto Fernández? Los invitamos a leerla -es muy sólida- y al final agregamos un argumento de argentinos mal pensados.

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«El ministro argentino de Economía podría cerrar la brecha entre quienes creen en la «disciplina fiscal» y los más progresistas que destacan la dolorosa realidad que implica la austeridad para el ciudadano promedio.

Una de las principales lecciones económicas de la última década es que la austeridad no funciona. Como han descubierto países desde Grecia hasta Reino Unido, no se puede crear crecimiento cuando tanto el sector privado como el público están reduciendo gastos. Las matemáticas simplemente no funcionan.

Pero, aunque los políticos y el público en general llegaron a adoptar esta perspectiva, los responsables de las políticas económicas y los mercados financieros no lo hicieron. Hasta ahora.

El reciente nombramiento de Martín Guzmán, crítico de la austeridad, como nuevo ministro de Economía de Argentina —seguido por la estabilización de los precios de los bonos argentinos y el peso— marca un punto de inflexión importante en la sabiduría convencional sobre cómo arreglar las naciones en quiebra. También marca otro paso en el cambio económico más importante de nuestro tiempo: la transición de una era de acumulación de riqueza que comenzó en la década de 1980, a una de distribución de la riqueza.

A primera vista, podría parecer que el optimismo del mercado hacia Guzmán no tiene sentido. Después de todo, es alguien que ha defendido las regulaciones que dificultarían más el pago a algunos acreedores (a corto plazo).

Guzmán, economista de la Universidad de Columbia y un discípulo de Joseph Stiglitz, un premio Nobel y crítico del FMI, entiende que los países en dificultades necesitan espacio para crecer. Si están atrapados en programas de pago de deuda poco realistas, es más probable que vuelvan a incumplir. Guzmán coeditó un libro con su mentor en el que sostuvieron que la reestructuración de la deuda soberana no suele ser suficiente y llega demasiado tarde, lo cual es una de las razones por las que a más de la mitad de ellas les sigue otra reestructuración o incumplimiento en el transcurso de tres a siete años.

Si Guzmán se saliera con la suya, les sería mucho más difícil a inversionistas como Paul Singer aparecerse de la nada y obtener un rendimiento del 1.270% de la deuda de los países sobrecargados. Exactamente eso fue lo que hizo Singer en 2016 después de una batalla legal de 14 años con Argentina que ignoró las negociaciones de los tenedores del 92% de los bonos del país quienes se habían conformado con un trato menos lucrativo.

Guzmán ha abogado por un tribunal internacional de bancarrotas que haría imposible que los «acreedores buitres» utilicen el arbitraje legal para evadir la fila del crédito y exprimir a los países a expensas de otros obligacionistas y poblaciones atormentadas. Ése es un cambio importante. La forma convencional de lidiar con las crisis soberanas en los últimos 40 años, como la practicaron el FMI y el Banco Mundial, ha sido priorizar los intereses de los acreedores privados sobre todos los demás, incluyendo a los ciudadanos locales.

Pero esta estrategia suele provocar situaciones como la que hemos presenciado en Grecia, donde los esfuerzos para hacer que la deuda fuera más «sostenible» resultaron en una caída del 25% en el PBI. Eso no sólo reduce la probabilidad de reembolso, sino que crea una polarización política que distancia aún más los intereses de políticos y acreedores.

Hasta ahora, ha habido una gran brecha entre quienes creen en la «disciplina fiscal» y los más progresistas que quieren reconocer la dolorosa realidad que la austeridad puede crear para el ciudadano promedio. De hecho, Guzmán podría cerrar esa brecha. «Martín es muy bueno con los modelos matemáticos y la alta teoría (que les encantan a los economistas ortodoxos y los mercados), pero también le interesa cambiar las cosas en el mundo real», dice el profesor Stiglitz. De hecho, en los últimos años, ha dividido su tiempo entre la vida académica en Nueva York y la realidad más desordenada en Argentina.

Eso también representa un importante reequilibrio. Durante demasiado tiempo, la profesión de la economía ha sido ‘la envidia de los físicos’, pues recompensa y promueve a quienes son mejores en las matemáticas que en la moral. Pero la brecha entre la torre de marfil y el mundo real ha descarrilado la profesión. Gran parte de la sabiduría convencional neoliberal de los últimos 40 años ha asumido una perfección del mercado que realmente nunca existió.

Las crisis de deuda son desordenadas, y asumir la validez de una narrativa única sobre la mejor manera de lidiar con las naciones «despilfarradoras» y las crisis crediticias resulta en tomar decisiones políticas que, al final, empobrecerán más a todos.

Gracias a inventos como el Gran Colisionador de Hadrones, los físicos ahora pueden ver cómo se desarrollan sus teorías en el mundo real. Martín Guzmán tendrá una oportunidad similar, en Argentina, de mostrarle al mundo si un enfoque económico más heterodoxo puede funcionar. Ya ha estado tomando medidas rápidamente para intentar resolver las negociaciones de deuda para que el país pueda crecer nuevamente, que es el único resultado que permitirá pagarles a sus acreedores.

Este camino no sólo lleva a la economía en la dirección correcta, sino que también guía nuestros pensamientos sobre la economía política (y hago hincapié en la palabra política) en la dirección correcta. Los acontecimientos reales no ocurren en un vacío. En el mundo real, existen ramificaciones reales — tanto económicas como políticas — cuando se prioriza a los acreedores por sobre los pensionados. Obviamente, los países muy endeudados como Argentina no pueden tener todo lo que quieren. Pero tampoco debería tenerlo el sector privado. Es una oscilación pendular necesaria. Actualmente hay más deuda en el mundo que antes de la crisis financiera de 2008. Pero ahora, en contraste, los gobiernos deben mucho más. Será un beneficio para todos si los ayudamos a encontrar una mejor manera de pagarla.»

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Los argumentos de la autora de esta nota, Rana Foroohar, editora asociada del Financial Times y analista de CNN, son válidos y en general los compartimos en AgendAR.

Sólo agregamos una observación que ya habíamos hecho días atrás: los sectores más prósperos de nuestro país están -es humano- muy fastidiados con la intención del gobierno actual de cobrarles más impuestos. Pero en este punto no cuentan con algunos de sus tradicionales aliados y mentores. Los acreedores saben que la única expectativa real de cobrar es si se le ponen impuestos a los ricos. Tratar de cobrarle a los pobres y a los excluidos no sería práctico.

VIAFinancial Times