El canciller argentino Felipe Solá llegó esta semana a Brasilia junto al secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, el designado embajador Daniel Scioli, y varios funcionarios de su ministerio.
El encuentro había sido convocado para buscar alinear posiciones de los dos principales socios del Mercosur y allanar el camino para un encuentro entre los presidentes Alberto Fernández y Jair Bolsonaro.
Un objetivo puntual era desmentir una intensificación de los controles argentinos a las compras en el exterior que, según algunas denuncias, afectaba principalmente a las exportaciones de Brasil. Se presentaron datos claros desmintiendo cualquier traba de Argentina al comercio con Brasil.
Es que la recesión argentina en el 2019 afectó las ventas de productos manufacturados brasileños, con caídas de hasta 25% en los embarques del principal producto del comercio bilateral: automotores.
El tema agudo en la agenda bilateral es la reducción del Arancel Externo Común (AEC) del Mercosur que propicia Brasil buscando una mayor apertura al comercio del bloque con el mundo, algo que encuentra resistencias en los sectores industriales de los dos principales países.
La reunión de Solá, y Brasil, con el canciller brasileño, Ernesto Araújo este miércoles, antes del encuentro con Bolsonaro, fue considerada una «reunión extremadamente productiva» orientada a «mantener al Mercosur con un rol estratégico», por el funcionario brasileño. En una conferencia conjunta de los dos cancilleres, Araújo agregó: «Brasil tiene la expectativa de contar con una alianza con la Argentina».
Por supuesto, las decisiones concretas que se tomen, tardarán bastante. Esta visita sirvió para plantear algunos temas específicos y, sobre todo, dejar claro que ambos gobiernos están dispuestos a tragarse algunos sapos para mantener un diálogo fructífero.
Y los gestos -que en la política internacional son señales importantes- así lo muestran: las sonrisas en la foto de arriba, y la propuesta de Bolsonaro de reunirse con Fernández en la asunción de Lacalle Pou. No podrá ser el 1° de marzo -Alberto tiene una cita en el Congreso- pero se encontrarán otro día.
El presidente de Brasil seguirá con el estilo extrovertido de su admirado Trump -ya dijo en un reportaje «Quiero una Argentina fuerte, no una patria bolivariana». Y otro argentino, de un ámbito muy distinto, el Papa Francisco, recibió ayer a su gran enemigo, Lula da Silva.
Pero eso es lo de menos. Los gobiernos pasan y los países permanecen. Cualquiera que se moleste en mirar un mapa, territorial, demográfico, industrial, geopolítico, de la América del Sur puede darse cuenta que Argentina y Brasil sólo pueden ser socios o enemigos. Y si son enemigos, ambos se condenan a la irrelevancia en el sistema global.
A. B. F.