Pablo Bolcatto es científico, docente, divulgador, cantante aficionado y, desde el 10 de diciembre de 2019, presidente del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), y afirma “No podemos tener un sistema de defensa basado en tecnología importada”.
Bolcatto nació en la ciudad de Santa Fe, se recibió de físico en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y realizó su tesis doctoral en el Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC–CONICET/UNL).
¿En qué estado encontró a CITEDEF?
Encontré con una institución muy grande y con una gran amplitud de disciplinas, que si bien se concentra en desarrollos tecnológicos vinculados con los requerimientos de las Fuerzas Armadas, sus aplicaciones exceden este campo. Además, como consecuencia de cuatro años de reducción de presupuesto y una situación de acefalía, me encontré con proyectos paralizados y personas quebradas anímicamente, con mucho interés por llevar adelante el instituto pero frustrados por la falta de financiamiento. En los últimos dos años, CITEDEF pasó de 500 a 400 trabajadores, mayormente por jubilaciones y renuncias al no poder desarrollarse profesionalmente.
¿Cómo se compone el personal?
De los 400 trabajadores, alrededor de 300 son investigadores y personal de apoyo. Están organizados en un esquema que se llama Régimen Para el Personal de Investigación y Desarrollo de las Fuerzas Armadas (RPIDFA), que se divide en tres clases: Investigadores y desarrollistas, administrativos, y técnicos y personal de apoyo. Tiene cierta analogía con la carrera de investigador del CONICET pero con la diferencia de que se basa en contratos y no hay un régimen de evaluación periódica. De todos modos, dentro de cada clase, hay jerarquías en las cuales se puede ir subiendo y haciendo carrera. También tenemos una unidad ejecutora del CONICET, la Unidad de Investigación y Desarrollo para la Defensa (UNIDEF).
¿Cuáles son las prioridades que se planteó al frente de CITEDEF?
Ante este panorama de reducción de personal, de expectativas, de proyectos y desorganización, lo primero que estoy haciendo es tratar de reordenar un poco los circuitos administrativos, reflotar proyectos congelados y terminar algunos desarrollos que llevaron muchos años y a los que les faltaba muy poco para poder concretarse. La idea es poder terminar eso para empezar con nuevos proyectos ordenadores que serán definidos por el Ministerio de Defensa en los próximos meses.
¿Por ejemplo?
Uno es el Proyecto SEON (Sistema Estabilizado de Observación Naval). Es un instrumento que tiene la capacidad de seguir un blanco de manera muy precisa y desde una embarcación en movimiento. Este desarrollo involucró diversas tecnologías como visión aplicada e software y hardware especialmente desarrollado para seguir un objetivo automáticamente. Llevó muchos años hacerlo pero no está en uso porque faltaba nada más que el dinero para llevarlo arriba de la lancha. También hay un gran desarrollo en el departamento de guiado y simulación. Hay simuladores de entrenamiento, de tanques y de tiro para infantería, entre otros. Además, hay un departamento de guerra electrónica, que trabaja todo lo que tiene que ver con el manejo de radiación electromagnética en el espacio. Por otro lado, somos parte del Observatorio Argentino-Alemán de Geodesia, que posee un gravímetro que mide la gravedad absoluta de la Tierra, para lo cual está sincronizado con dos laboratorios en Alemania y Australia. También tenemos un importante desarrollo en tecnología de detección óptica mediante luz láser llamada LIDAR, que sirve, por ejemplo, para medir la calidad del aire. Cuando tuvimos la erupción del volcán Puyehue, el aeropuerto de Bariloche estuvo inactivo por mucho tiempo. Entonces se llevó el LIDAR al aeropuerto y se estableció un sistema de medición para detectar cenizas volcánicas. Cuando no hubo más riesgo, los aviones volvieron a salir. Esa experiencia fue tan categórica que se fabricaron siete más. Hace poco, uno de ellos midió las cenizas de los incendios del Amazonas y de Australia cuando llegaron a la Argentina. Ahora, lo que se quiere hacer es adaptarlos para ponerlos en aviones y que puedan detectar ceniza volcánica en vuelo. Sería como esquivar una zona donde hay polvo, que es una capacidad que no existe aún.
¿En qué otros desarrollos de este tipo trabajan?
Otra línea de investigación que va en ese sentido es el Proyecto Relámpago, compuesto por expertos en rayos que actúan como “cazadores de tormentas”. Ellos trabajan en desarrollar herramientas para comprender mejor los procesos que originan las tormentas y realizar pronósticos más eficientes. También hay especialistas en radiación ultravioleta (UV). Tenemos un medidor de radiación UV en Río Gallegos y también unos dispositivos llamados solmáforos, colocados en diversos lugares y acá mismo, en nuestro predio, hay uno. También hay un departamento de plagas e insectos, en el que se estudia la biología de insectos que pueden ser potenciales vectores de enfermedades. Muchas veces se dice que, a lo largo de la historia, los insectos mataron más cantidad de soldados que las balas. Entonces tenemos un lugar donde se crían los insectos: cucarachas, vinchucas, piojos, chinches, mosquitos, de todo, y se estudian estrategias químicas para confundir a los insectos y evitar el apareamiento, se desarrollan repelentes y otras tecnologías. Otra línea es la liofilización de alimentos, que es una técnica de deshidratación que disminuye el peso de los alimentos sin que pierdan el sabor ni sus propiedades nutritivas. ¿Qué tiene que ver esto con Defensa? La infantería debe trasladar una cantidad importante de raciones de comida, por lo que el peso es crítico. Ya se generaron tres recetas con esta técnica y es algo que podría servir, por ejemplo, para llevar alimentos a un comedor comunitario en pueblos rurales alejados.
¿Cómo se articula el trabajo de CITEDEF con el Ministerio de Defensa?
En primer lugar, me gustaría decir que mi presencia en CITEDEF es gracias a la generosidad y confianza directa del ministro Agustín Rossi. Me acuerdo que estaba corrigiendo un paper para enviar cuando me llamó para confiarme este cargo. CITEDEF depende de la Secretaría de Investigación, Política Industrial y Producción para la Defensa, a cargo de Daniela Castro, aunque administramos nuestro presupuesto. Nuestro socio principal son las Fuerzas Armadas y tenemos muchos requerimientos, como el desarrollo de vehículos no tripulados y el programa de desmilitarización, que implica la evaluación y el retiro de municiones vencidas y de equipamiento obsoleto.
¿Por qué es importante que el país invierta en tecnología para la defensa?
La tecnología para la defensa siempre fue base de aplicaciones civiles y masivas en todo el mundo. Basta con poner el ejemplo del celular y de las tecnologías asociadas. Además, desarrollar tecnología para la defensa impulsa la generación de una economía interna y la creación de pymes. El conocimiento es el valor económico más importante que necesita un país para ser desarrollado. Por otro lado, no podemos tener un sistema de defensa basado en tecnología importada porque el país estaría poco defendido, ya que los proveedores conocerían lo que uno tiene. Si queremos tener nuestro sistema de vigilancia y control del tráfico aéreo, tenemos que desarrollar nuestros propios radares. Otro punto importante es que somos un país bicontinental. La campaña antártica es el despliegue militar más importante que tiene la Argentina cada año.
¿Cómo es la articulación con el sector productivo de los desarrollos que realiza CITEDEF?
Es un puente que siempre cuesta y, en nuestro caso, está un poco roto. Venimos de un declive, muchos de los proyectos llegaron a cierto etapa en 2015 y luego se fueron degradando. Todo eso se está revirtiendo. Hay convenios con FAdeA (Fábrica Argentina de Aviones) que tenemos que revitalizar. Sí hay bastante venta de servicios, a partir de requerimiento de privados. Tenemos laboratorios de ensayo de instrumentos eléctricos y de chalecos antibalas, por ejemplo. Hay que mejorar muchas cosas en vinculación y también la articulación con otras instituciones del sistema científico. Somos parte del polo científico de Villa Martelli junto con el INTI, el INTA, el Segemar, la UNSAM y la CNEA, pero hay que volver a aceitar el vínculo.
¿Qué le gustaría lograr al frente del CITEDEF?
A corto plazo, recomponer el ánimo de la gente y culminar los proyectos que llevaron muchos años y quedaron paralizados. Más adelante, empezar a trabajar en los nuevos proyectos ordenadores para que CITEDEF vuelva a ser un proveedor de conocimiento y soluciones tecnológicas para el ecosistema de defensa nacional. Logrado eso, tratar de que derrame hacia el sistema científico en general. En estos cuatro años se crearon muchos colectivos de lucha y hemos remarcado sobre el desfinanciamiento del CONICET, universidades y otras instituciones, pero nunca aparecía el sector de defensa. Por eso, me gustaría revalorizar nuestro trabajo y darle visibilidad. Otro proyecto que me gustaría terminar es recuperar el edificio que está sin terminar en la entrada del predio. En los 80 iba a ser para los laboratorios del CONICET que hoy existen pero están en otro lado. Quiero construir ahí el centro de educación de CITEDEF, para concentrar la propia oferta y también los convenios con universidades que se cayeron en 2016.