Se trata de recubrimiento antiviral que se aplica en la tela y podría ser usado en elementos médicos descartables como barbijos, cofias y camisolines, y también en elementos lavables, como sábanas.
Leandro Monsalve empezó su carrera en el área de la biotecnología y poco a poco se fue interesando cada vez mas en el universo de los nanomateriales y cómo estas pequeñas estructuras pueden transformar las superficies y propiedades de casi cualquier cosa. Hoy integra el Centro de Micro y Nanotecnologías, del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), “un equipo muy fuerte en todo lo que tiene que ver con biosensores”, según lo define.
Su trabajo es experimentar con enzimas y catalizadores biológicos que otorguen nuevos «detectores» a los materiales tanto para disparar una señal que advierta de la presencia de azúcar en sangre en un test, en dispositivos que obtienen energía a partir de microorganismos, o en técnicas para regenerar tejidos humanos. En esa fascinante relación entre los materiales y la biología, en el instituto venían trabajando en una pintura para paredes con nanopartículas bactericidas, hasta que apareció el coronavirus.
Luego de la primera etapa de cuarentena estricta, los investigadores fueron regresando al laboratorio para proseguir con ensayos y pruebas que habían quedado por terminar y allí surgió la pregunta: ¿cómo adaptar su trabajo a la lucha contra el Covid-19?
Una de las primeras cosas que notaron fue la gran cantidad de médicos contagiados en nuestro país y en el mundo. “Las estadísticas muestran que es un problema relevante, en la Argentina el 16 por ciento de los casos se da en el personal de salud y a nivel global se ubica entre 12 y 18 por ciento. Pero hay otro tema: la gente que va a los hospitales para hacer consultas y se contagia”, explica Monsalve.
Una de las claves reside en la indumentaria del personal sanitario, porque aunque muchas prendas son de un solo uso tienen el poder de transmitir el virus, sobre todo cuando los profesionales intentan quitárselo o al momento de descartarlo.
“Ahí surgió la idea de aplicar nuestros conocimientos para desarrollar un material con propiedades para inactivar el virus que absorben las superficies de los elementos de protección de mayor uso en los hospitales. Las cofias, camisolines y barbijos actúan como una barrera física ante el virus, son un filtro, pero los virus se van concentrando y absorbiendo sin quedar inactivos, y eso puede ser un arma de doble filo al tocar la superficie contaminada”, describe.
Entonces se embarcó a dirigir un proyecto para diseñar una sustancia con nanopartículas con la que tratar superficialmente las prendas al momento de su fabricación. Y hoy son uno de los ocho proyectos de investigación sobre Covid-19 que obtuvieron las máximas calificaciones por su calidad académica y viabilidad, en la reciente convocatoria realizada por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y que serán financiados por el Ministerio de Ciencia y la Fundación Bunge y Born.
En el INTI en esta etapa están probando en distintas telas, e incluso en elementos no descartables, como las sábanas, para evaluar la resistencia del tratamiento antiviral a los lavados sucesivos y verificar cuánto tiempo se puede extender el efecto protector del antiviral de acción prolongada y amplio espectro. “Tenemos que ir haciendo algunas modificaciones en el proceso porque tenemos un abanico de posibilidades y queremos ver cuál es nuestro mejor resultado. Lo que buscamos es un tratamiento que sirva contra el Covid-19 pero que a la vez sea útil para otras infecciones cuando esta pandemia pase o se encuentre una vacuna efectiva”, afirma Monsalve.
El científico está al tanto de que otros proyectos a nivel nacional van por la misma vía, por eso destaca «el esfuerzo para intentar aunar estos esfuerzos. Si hay grupos que pueden avanzar en paralelo y hacer cosas complementarias, nos ponemos en contacto para trabajar en red. En INTI no hacemos virucidas pero INTA Castelar sí los hace, entonces hablamos con ellos. También con grupos de Mar del Plata, Bahía Blanca y Córdoba que pueden hacer ensayos que nosotros no, y viceversa. Así ganas tiempo y la probabilidad de éxito del proyecto es mucho más grande”.
El cronograma pautado es tener el proyecto piloto totalmente desarrollado en un plazo máximo de dos meses y en seis la batería de validaciones para ser aprobado por las autoridades regulatorias.
La sustancia se aplicaría a la tela durante su producción de manera similar al proceso de teñido industrial, lo que permitirá realizarlo con maquinaria al alcance de los empresarios textiles del país. Por eso, la idea es avanzar rápidamente en el desarrollo técnico, los ensayos de desempeño y las certificaciones para poner el avance a disposición del sector productivo. “Cuanto antes logremos tenerlo listo mejor, queremos que llegue como una solución lo más pronto posible”, concluye.