Con el Mar Argentino invadido de Puerto Madryn para el Sur por más de 500 pesqueros piratas, con aproximadamente 40 aterrizajes por mes de avionetas narco que logran perforar el “Escudo Norte”, puede no haber un centavo, pero sobra interés: el Ministro de Defensa, Agustín Rossi, estuvo por INVAP en Bariloche, para buscarle la vuelta a la resurrección de uno de los proyectos tecnológicos más exitosos y mejor cumplidos de la Argentina. Fue el del diseño y fabricación de radares. Entre distintos modelos civiles y militares, desde 2004, la firma nuclear y espacial rionegrina ya entregó 100.
Rossi querría 6 radares militares RPA 240 de largo alcance -uno de ellos encabeza esta página- para sumar a los 7 ya fijados en Merlo (Prov. de Buenos Aires), Ing. Juárez y Pirané (Formosa), San Pedro (Misiones), Villaguay (Entre Ríos). Los nuevos irían a Corrientes, Entre Ríos, Punta Rasa (extremo Sur de la bahía bonaerense de Samborombón), Bahía Blanca (también bonaerense), Neuquén y también algún lugar, acaso costero, de la provincia de Santa Cruz.
Esto completaría el despliegue de control aéreo ideado en 2004, llamado SINVICA (Sistema Nacional de Vigilancia y Control Aeroespacial), cuya semilla tecnológica salió de contratos por 13 RPA 240 de largo alcance. Se suma algún número secreto de radares menos potentes pero más móviles RPA 170, amén de viejas unidades móviles Westinghouse y portátiles Thomson, repotenciadas por INVAP.
El contrato por los últimos 6 RPA grandes que Rossi quiere resucitar fue firmado en 2014, con el SINVICA en un despliegue avanzado, pero cancelado por el presidente Mauricio Macri en 2017, del mismo modo en que terminó con el despliegue del SINARAME (Sistema Nacional de Radares de Alerta Meteorológica), con cantidad de equipos ya fabricados e instalados.
Cobrar esas cuentas viejas a INVAP le fue dificilísimo. INVAP es una Sociedad del Estado, pertenece a la provincia de Río Negro y, por la nación, a la Comisión Nacional de Energía Atómica. Pero no hay nada más difícil para el estado argentino que venderle tecnología al estado argentino. Y de cobrar, ni hablemos.
Periódicamente aquí sobrevienen gobiernos entusiastas de la venta de naturaleza cruda, para los cuales el país ideal es una mesa de dinero con vista al campo o al mar, y el valor agregado y el “know how” son cosas que se importan. Periódicamente, INVAP se queda sin trabajo, sin cobrar, o ambas cosas. Cuando está a punto de quebrar, la salva el estado con algún contrato jugoso: el estado peruano, el argelino, el egipcio, el australiano, el saudí, el holandés…
Pero el SINVICA existe, pese a todo. Es un obstáculo que no impide el contrabando aéreo de clorhidrato de cocaína, porque eso es un asunto extratecnológico, internacional y muy difícil: requiere desarticular redes de narcos, políticos y policías. Sin embargo el SINVICA ha vuelto más difícil, acotado, peligroso y caro el negocio de la cocaína en avioneta. Eso lo examinaremos en la última parte de este artículo.
Ningún radar costero a microondas como los RPA podría cambiar las reglas de juego (o la total falta de ellas) en la Zona Económica Exclusiva argentina (ZEE). El límite no sólo es la política sino la física, más intratable aún: los RPA son aparatos cuya emisión y cuyos ecos viajan en línea recta, al igual que la luz. Por ello, están limitados por el horizonte.
Un RPA 240 subido a un acantilado y/o a una torre, a lo sumo “ve” cosas a 40 millas (66 kilómetros) de la costa. Pero el afano más descarado aquí ocurre más bien entre las millas 100 y 200 (165 y 230 km), hacia el borde exterior de la ZEE. Toda esa multitudinaria acción a un RPA le queda oculta bajo el horizonte. Sin embargo, podría ser materia de radares “transhorizonte” que examinaremos mañana… y que deberíamos estar diseñando, construyendo y homologando hoy.
Los más potentes radares a microondas de la Argentina por ahora son estos RPA 240. Pese a lo masivos, se desmontan en 8 horas, se pliegan como un origami y viajan compactados con la forma de containers de 20 pies en un camión de doble acoplado. Caben en un avión Hércules, también.
Cuando en Buenos Aires Macri reunió al G-20 a fines de 2018, uno de estos aparatos se debió desplazar de apuro a Aeroparque para garantizar la seguridad aérea de la Capital contra ataques con aviones, misiles o drones. Convencional como todo “microondero” pero muy adelantado por capacidades y diseño, Ud. lo puede ver funcionando, en su primer sitio de despliegue en Las Lomitas.
En el G-20, esta bestia criolla sorprendió un poco a los milicos de la OTAN, amén de rusos, chinos, japoneses y coreanos que se venían a fiscalizar la protección local de tantos presidentes sueltos por estas pampas de Dios. Vieron que desde Aeroparque el RPA 240 detectaba rutinariamente los despegues en el aeropuerto de Parque Camet, Mar del Plata.
Físicamente, no es imposible. Pero no esperaban tanto de un país que hasta 2003 era a lo sumo un usuario avanzado de radares, aunque cada vez menos usuario según iba perdiendo equipos por quemado de válvulas ya inconseguibles, y más bien usuario bobo según los precios que pagaba.
También sorprendió un poco a la milicada gringo-asiática el despliegue de radares de menor potencia como el RPA 170, que se instala en 2 horas con 2 personas, o los antiaéreos y antipersonal portátiles que brotaron en vehículos o al acecho en edificios, barcos y azoteas no reveladas de la Capital y alrededores. Eran todos de INVAP, o modernizados y repotenciados por INVAP.
El RPA 170 lo despliegan 2 técnicos en 2 horas. Tiene 320 km. de alcance.
Todo esto salió del decreto 1407/04, que volteó el 145/96. Este último llamaba a licitación internacional, y se hicieron dos: una con Carlos Menem, otra con Fernando de la Rúa. Y fracasaron ambas porque las coimas y los sobreprecios fueron tan infernales que los perdedores trabaron cornamentas con los ganadores en juicios sin final previsible, donde murieron todos.
El gobierno de Néstor Kirchner simplemente espantó lobbistas y caranchos, saltó sobre los cadáveres de ambas licitaciones y encargó a INVAP 69 radares (51 militares, 15 civiles, 3 aerotransportados): fue el fin del comienzo. Y según las cotizaciones ganadoras en las licitaciones, pagamos todo a mitad de precio, sin exportar casi un dólar, y con repuestos y service nacionales. “La vida te da sorpresas”, como canta Rubén Blades.
Los yanquis pudieron también ver radares de largo alcance Westinghouse TSP 43, lo mejor en control militar aéreo de los años ’70, reconstruidos y repotenciados a nuevo para 20 años adicionales de trabajo. Son 7, y sumados a los 7 RPA 240 de INVAP, dan 14 aparatos transportables, todos de largo alcance.
Un Westinghouse TSP 43 móvil, modernizado a nuevo por INVAP. Es como un IKA Torino “pisteado”…
Me imagino la curiosidad de los estadounidenses al reconocer (pero no tanto) sus viejos aparatos setentosos: es la que tendría Ud., lector argentino, si llegara a New York y se tropezara con un IKA Torino 380W “pinturita”, como recién salido de fábrica en Córdoba en 1969… sólo que dotado de inyección en lugar de 3 carburadores, frenos ABS, 8 airbags, caja automática de 8 cambios, frente y baúl deformables, habitáculo rígido antivuelco, cinturones de 3 puntos de autotensado pirotécnico inercial, climatización por áreas, navegador GPS, “Heads Up Display” en el parabrisas, comandos de voz, mucha electrónica de seguridad en la transmisión, y un equipo de sonido que te la cuento.
Un anacronismo total, esos TSP 43 nacidos de nuevo en Bariloche, pero en Malvinas habían funcionado joya… y desde aquella agarrada, aquí somos más pobres, menos bobos y no tiramos nada. Los RPA nuestros, de todos modos, son mejores: su compleja antena de múltiples unidades radiantes agrupa más ajustadamente su potencia en un único lóbulo central, fino como un pincel, si se quiere, sin casi pérdidas en lóbulos laterales que no detectan nada.
Además, todos los RPA pueden saltar de longitud de onda e incluso de banda varias veces en un mismo giro de la antena. Lo hacen de modo programado para iluminar mejor diferentes objetos o relieves (mar al frente, montañas detrás, por ejemplo), o de modo aleatorio para enloquecer un poco a un enemigo que trata de bloquearlo o engañarlo con emisiones de interferencia. Todo el enorme conjunto de antena, shelter y generador de potencia se refrigera no con agua (lo habitual en otros países) sino con aire, para bajar aún más los costos de mantenimiento y alargar la vida útil.
Los militares franceses quizás se enternecieron al ver algunos de los 70 minúsculos Thompson RASIT de infantería que nos vendieron algo antes de la Guerra de Malvinas, sólo que “barilocheados” y hasta dotados de generación de mapas. Faltó –porque se quedó en las islas- el RASIT que “pisteó” el capitán de fragata Julio Pérez para pegarle un misilazo intempestivo y tardío desde la costa al crucero HMS Glamorgan, 2 días antes de la rendición en Malvinas.
Resumen: los visitantes, aunque tienen buenos espías, no esperaban tanto en cantidad, calidad, origen y cronología radáricos en estas pampas de Dios. Y dado el tamaño del país, en realidad vieron poco.
Los radares que operan en longitudes de onda menores de 10 metros, es decir en microondas centimétricas y milimétricas de frecuencia superiores a la HF, podían ver aviones sobre Marpla pero no los barcos entrando o saliendo del puerto, aunque son blancos mucho más reflectivos.
Como en 2004 las prioridades eran aéreas, los radares de largo alcance los tenemos mayormente tierra adentro, y la instalación costera es escasa por no gastar pólvora en chimangos. Hay un número desconocido de equipos RPA 170, con límite de 320 km, algunos fijos, la mayoría en ubicaciones transitorias en buena parte de la llanura chacopampeana, ocultos al acecho de aterrizajes narcos.
Este año llega la versión criolla siglo XXI del RASIT, el RMF 200, que viaja en jeep con torre telescópica, detecta aviones de línea a 190 km., avionetas a 112 km, drones de esos de lanzar desde la mano a 40 km. Además, sigue 600 blancos en simultánea. Es el que se ve abajo.
Pero el Mar Argentino sigue siendo el gran ausente en esta historia. Aún con toda esta tecnoparafernalia gaucha, los alrededor de 500 barcos piratas con el trasponder de identificación-localización silenciado de día andan en la milla 201, aguas internacionales, y de noche se cuelan en la ZEE argenta. Están siempre ocultos por la curvatura terrestre, salvo para las pocas patrullas navales o aéreas de la Armada o de la Prefectura Naval Argentina.
Hay, sin embargo, dos tecnologías de instalaciones fijas con que la Argentina le podría poner candado a su ZEE. INVAP las ofreció a Defensa en 2004. Pero los sucesivos ministros del área de los gobiernos posteriores a 2003 (José Pampuro, Nilda Garré, Arturo Puricelli y el citado Rossi) entonces tenían prioridades más terrenales: la lucha contra el narcotráfico, e incluso antes que eso, en tiempos de Eduardo Duhalde presidente, la seguridad en aeronavegación, que culminó con 22 aeropuertos civiles radarizados con el entonces novísimo equipo 2D “Inkan” de INVAP.
Primer RSMA, radar 2 D secundario para aeronavegación civil, en Bariloche. Hoy son 25.
Pero que el Mar Argentino está regalado es ya una leyenda planetaria, y el problema es que resulta cierta. El 4 de mayo el ARA Bouchard, apoyado por un avión Grumman Tracker, capturó al Hong Pu 16 tras una persecución de 3 horas, ya en el paralelo 42. Lo abordo sin que pudiera ser ayudado por otros barcos de igual ocupación y bandera.
“Ayudado” es costumbre. Esta nueva Hermandad de la Costa da pelea, no importa si la patrulla es de la Armada o de la PNA: la cercan entre 4 o 5 pesqueros bastante mayores en tonelaje y la embisten, y si el capitán argentino no anda listo de cascos, le parten la nave por el medio.
Hong Pu 16, barco chino capturado el 4 de mayo pasado por la patrullera ARA Bouchard cuando pescaba calamar ilegalmente en la Zona Económica Exclusiva argentina. Pero… hay unos 500 más.
Con 1 cañón de 30 mm. y 2 ametralladoras calibre .50, el Bouchard –lo más nuevecito que tiene la Armada, comprado de 2da mano a Macron por Macri- va a la lid con lo justo para defenderse de este patoteo, y con una velocidad de 21 nudos, tiene apenas la suficiente para ganar una de estas persecuciones hacia la alta mar.
El día anterior, el Bouchard había tenido que hacer valer ese armamento para apoyar al guardacostas PNA Prefecto Fique, que así pudo capturar otro potero, el “Calvao”, portugués. Semana movida: el 28 de abril, otra cacería, con tiros y todo, pero el delincuente, el Lu Rong Yuan Yu 668, se puso a salvo. Al armador chino no le asusta perder un barco: tiene 50 más, están tan hechos fruta que vale más la carga en bodega que la nave, los subsidia el estado y las tripulaciones suelen ser (sic) esclavas.
Mira de una de las 2 ametralladoras calibre .50 del ARA Bouchard el día en que persuadió al Hong Pu 16 de entregarse.
El 14 de Mayo, sin embargo, el armador decidió que el capitán del Lu Rong Yuan Yu 668 se rindiera mansamente, y su nave entró a rada en Trelew bajo vigilancia del guardacostas PNA “Prefecto Derbes”. Si el juez federal Gustavo Lleral en Rawson le lanzaba una orden de captura internacional, al menos 2 “mellizos” con idéntico sistema AIS de identificación electrónica truchado, habrían tenido problemas en diferentes mares.
Según un informe de 2018 de la ONG Healthy Oceans, ese armador supo tener la misma nave en Montevideo, desembarcando un marinero muerto y dos “con problemas de salud”, mientras también vegetaba en puerto capturada por pesca ilegal en Freetown, Liberia, África. Los pesqueros de don Lu Rong Yuan Lu son ubicuos como Dios: están en todos lados al mismo tiempo… pero los tripulantes no parecen tener una gran expectativa de vida.
Y sus capitanes tienen mala suerte hasta con la electrónica: se ha observado que tras 12.000 km. de viaje desde China, los identificadores AIS de los Lu Rong Yuan Lu se apagan no bien llegan nuestra milla 201. Tribulaciones de un pobre armador con 50 naves declaradas, aunque según mellicea las identificaciones AIS, no es imposible que sean más. Un contador público, ahí…
Con la justicia federal argentina a esa gente le va mejor. Si cuando se fugó el Lu Rong Yuan Yu 668 traía langostino patagónico (Pleoticus muellerii, U$ 10.000 la tonelada en Ali Baba), eso fue traspasado en alta mar a algún buque congelador y hoy se está sirviendo marinado a la cantonesa con vino de Shaoxing en los restaurantes de Shangai. Si había 300 toneladas en la bodega, ahí se fueron U$ 3 millones de materia prima. Pero deben haber sido más.
Si la nave todavía tenía esa carga cuando se entregó, probablemente el capitán se la llevó a casa igual: a fines de mayo el abogado del armador pagó sin pestañear los gastos de persecución y las infracciones. Como el Lu Rong Yuan Yu 668 al parecer había sido decomisado, el capitán lo recompró para poder marcharse con los langostinos puestos y silbando bajito: lo dicho, vale más la carga que la nave. Cuando es al revés, los capitanes tienen instrucciones de chartear el primer avión y dejar el barco oxidándose en puerto hasta que se hunda. Lo que sigue, años después, es dinamitarlo o trocearlo a soplete bajo el agua para liberar el muelle. ¿Gastos? A cargo de la Administración Nacional de Puertos, y con los riesgos de la operación para los buzos de Prefectura.
Las multas por invadir la ZEE nunca fueron extraordinarias: 10 millones de pesos, fijados en 1998 por el doctor Carlos Corach, abogado de las pesqueras españolas y de paso, también Ministro del Interior. Ese valor en 2020 cumplió ya 22 años sin actualizarse. ¿Se entiende por qué viene medio planeta a pescar aquí, incluso los normalmente cautos portugueses? Vale todo, la protección respecto del estado argentno la da el propio estado argentino, el riesgo económico es mínimo y las recompensas, altas.
De calamar nomás, cada potero pirata levanta unas 50 toneladas diarias en temporada de primavera-verano, y no bien llena sus cámaras frías traspasa su carga a un congelador en alta mar que funge de “nave madre” en la milla 230, o por ahí. Entonces el potero ya está listo para volver a nuestra ZEE. Y si necesita combustible o mantenimientos técnicos, Montevideo le da servicios de puerto: vamos Mercusur, todavía. ¿Pero van a protegernos los orientales cuando no nos protegemos nosotros?
En el último par de decenios, Prefectura logró 2,5 capturas/año promedio, y la justicia federal ha mostrado casi siempre una muy humanitaria compasión hacia los armadores. Tanta que la Prefectura evita tirar incluso en autodefensa, porque si muere un invasor (no baleado, sino porque se cayó al agua en alguna maniobra brusca de evasión) el suboficial que apretó el gatillo y su capitán quedan suspendidos sin sueldo, mientras se sustancia una larga o muy larga investigación.
Así las cosas desde los ‘90, las naves piratas pasaron de 95 a 500, y nos causan pérdidas de U$ 2000 a 3000 millones/año (estimaciones más bien conservadoras del experto en pesca César Lerena). Con el valor agregado del packaging y la distribución, puesta en anaquel en Vigo o en Shangai, esa pesca vale U$ 14.000 millones, siempre según Lerena.
Pero lo que más se pierde aquí no es materia prima sino trabajo: la última vez que los españoles y chinos nos vaciaron el mar, entre 2004 y 2006, de Madryn para el Sur quedaron en la calle 30.000 argentinos antes embarcados, o empleados en las plantas de fileteo costeras.
Poner orden va a requerir de otros radares, con tecnologías más disruptivas. Desplegar 6 estaciones fijas de radar transhorizonte de tipo HFSWR podría costar unos U$ 14 millones a precio de hoy, si el desarrollo es propio. Invertir 14 para no perder 2000 no parece mal negocio.
En 1941, la Batalla de Inglaterra se ganó con 3 veces menos aviones en el Fighter Command que el total de bombarderos y escoltas que puso la Luftwaffe sobre el cielo británico. Pero los radares costeros de la Home Chain evitaban todo despegue y toda patrulla inútil de los Hurricane y Spitfire. Sólo salían para interceptar por sorpresa, en sitios prefijados y desde alturas y posiciones de ventaja. En una lucha de desgaste de recursos técnicos y humanos sobre grandes espacios, el radar encarece los costos del oponente.
Pero aquí la desproporción es mayor: 10 atacantes por cada defensor, y el estado es parte del problema. Esto no se arregla con tecnología.
Los radares transhorizonte no clausurarían la ZEE ante piratas, pero de día o de noche y en cualquier condición meteorológica, los dejaría sin lugar o momento donde esconderse. Si la Argentina incurriera en este gasto es que piensa atreverse a desmantelar ese lobby inmemorial que pudre nuestro estado y vacía nuestro mar, y se juntó la voluntad politica de salir a cazar.
Por ahora no está sucediendo.
(Continuará mañana)
Daniel E. Arias
(La 2° parte este artículo está aquí; la 3° y final, aquí)
Icónica imagen satelital de iluminación urbana en el Cono Sur. La flota pirata potera dentro de la ZEE argentina produce más luz que las ciudades de Madryn, Comodoro Rivadavia y Río Grande.