Creemos que este artículo del ex vicecanciller Roberto García Moritán, un diplomático a quien no se podría acusar de chauvinista, señala una posibilidad peligrosa a la que nuestra cancillería debe prestar atención.
En todo caso, el desarrollo del vínculo con EE.UU. de una Gran Bretaña alejada de la Unión Europea y con una relación conflictiva con China por Hong Kong, es un desarrollo geopolítico a observar.
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«El Reino Unido y Estados Unidos abrieron la negociación de un ambicioso acuerdo de libre comercio (TLC) sin haber completado el Brexit. Un informe de la Cámara de Comercio británica advierte que los beneficios económicos serán escasos y que el impacto positivo en el PBI sería limitado aún en el escenario de negociación más favorable. El Observatorio de Políticas Comerciales (UKTPO) resalta que las exportaciones británicas a Estados Unidos representan el 20% de su comercio exterior y que, en el mejor de los casos, podría crecer en un 10%. En este contexto, ambas instituciones enfatizan que el valor sustancial de un TLC transatlántico es de alcance político en lo que podría interpretarse como la reedición de la relación especial acuñada por Winston Churchill en 1946.
Un enfoque de estas características entre la primera y la sexta economía del mundo, puede contener alcances no tradicionales y hasta tratarse de una nueva generación de TLCs. Un tema adicional a observar con atención es el relativo al ámbito de aplicación territorial del instrumento. El Reino Unido insistirá (como lo adelanta el borrador del Foreign Office) que incluya a las posesiones coloniales como lo hizo en 1973 cuando se incorporó a la Comunidad Económica Europea. El Tratado de adhesión a la CEE, Anexo 4, añadió los territorios argentinos de Islas Malvinas y dependencias (Georgias del Sur y Sándwich del Sur) y el llamado Territorio Antártico Británico. La Unión Europea mantuvo las mismas referencias.
Esa ha sido la impronta encarada también en los TLCs que ya ha concluido con diversos países, básicamente una readaptación de los que mantenía como parte de la UE. En la mayoría incorpora como ámbito de aplicación a la colonia británica de Gibraltar de manera expresa. También agrega un punto específico que abarca a todos los territorios de ultramar de la Corona, lo que representa un eufemismo que incluye a las Islas Malvinas aunque no se las mencione por su nombre. Es el caso, entre otros, del acuerdo con el Pacto Andino (Colombia, Ecuador y Perú), Jordania y Corea del Sur. Con América Central, el CARICOM, Israel y un número de países de África, no se hace referencia a Gibraltar pero se aplica a todos los territorios por los que el Reino Unido ejerce las relaciones exteriores, un malabarismo gramatical que incluye al Peñón y a Malvinas.
Una excepción de la diplomacia semántica británica, ha sido el acuerdo de asociación con Chile que en marca el TLC entre Londres y Santiago. El artículo 6 del instrumento, titulado ámbito de aplicación territorial, menciona al Peñón de Gibraltar y no incluye la referencia a los territorios de ultramar de la Corona ni otra referencia que los aluda. En consecuencia, no se aplica a las Islas Malvinas. Es de imaginar que ese giro correcto responde a la actitud diplomática responsable de la Cancillería chilena de evitar que el instrumento comercial con el Reino Unido pudiera erosionar la relación con la Argentina e ir a contramano de las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas.
La duda es si el futuro TLC entre el Reino Unido y Estados Unidos seguirá el criterio de la aplicación territorial contenido en el acuerdo con Chile o, en cambio, mantendrá la insistencia habitual británica de incluir un párrafo especifico que abarque a todas las posesiones coloniales británicas. Es de esperar que la diplomacia norteamericana sea tan sabia como la chilena. También que el Reino Unido adopte la posición de prudencia pragmática que mantuvo en la negociación trasandina.»
Del mismo autor publicamos en noviembre del año pasado otra advertencia Gran Bretaña cambia las leyes de pesca en Malvinas, a causa del Brexit.