Compartimos esta columna de Lucía Bellocchio, Directora de la Diplomatura en Smart Cities, Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Austral.
«A medida que, alrededor del mundo, las ciudades salen de la cuarentena asoma una “nueva normalidad” caracterizada por algunas tendencias acentuadas por la pandemia que obligan a delinear facetas del paisaje urbano.
◆ Teletrabajo. Si bien antes de la llegada de la pandemia ya se hablaba del impacto de la tecnología en el trabajo y el futuro del empleo, en muchos lugares todavía parecía algo lejano. Con el COVID 19, y de forma casi involuntaria, llegó el famoso home oficce y las reuniones virtuales se han transformado en algo más que cotidiano. En este contexto, el teletrabajo les ha permitido a empresas y organizaciones seguir trabajando y, a su vez, garantizar la salud y la seguridad de sus
empleados, demostrándonos que ya no hay necesidad de estar en la cocina todo el tiempo y que podemos ser igual o más productivos sin salir de nuestros hogares.
Ahora, la pregunta inevitable es: ¿esta tendencia llegó para quedarse?, ¿cómo podrá repercutir en el futuro post coronavirus? Si bien empresas como Google ya informaron a sus empleados que se mantendrán trabajando desde casa hasta julio de 2021, creo que la respuesta variará bastante según el nivel de desarrollo y cultura de los países, así como la capacidad de preparación e infraestructura digital para hacer de ello una realidad sostenible en el tiempo.
A su vez, parece que la pandemia hace que las empresas comiencen a evaluar la eficacia de cambiar al trabajo a distancia, la posibilidad de solucionar problemas de seguridad de sus datos y equiparse con la infraestructura necesaria para ello.
◆ Micromovilidad. La utilización de motos, scooters, bicicletas, monopatines, segways y bicis eléctricas, una tendencia que ya se percibía en los últimos años en las principales ciudades del mundo, se acentuó con la pandemia y emerge hoy como parte de la nueva normalidad.
Conforme una reciente encuesta de Adecco, casi la mitad de los trabajadores argentinos (46,74%) evitará el uso de los medios de transporte público cuando pueda retomar sus rutinas laborales. A raíz de ello, varias urbes se rediseñan pensando en lo que vendrá: en ciudades como Nueva York, Vancouver o París se están planificando cientos de kilómetros de nuevas rutas ciclistas, en Perú se anunciaron carriles exclusivos para transporte no motorizado, en Bogotá, que desde que ingresó en cuarentena experimentó un 85% de reducción de la movilidad urbana, celebran la implementación de más de 100 kilómetros nuevas ciclorrutas y en Buenos Aires analizan la concesión de microcréditos para la compra de bicicletas en los sectores de menos recursos.
La adopción de este tipo de movilidad estará determinada, en gran medida, por decisiones más individuales, como evitar el contacto con otros, pero que a su vez son menos costosas, más conscientes, más ágiles y más sustentables.
Es probable entonces que, a medida que los ciudadanos se vinculen con este tipo de alternativas de micromovilidad, no quieran volver al transporte público o vuelvan solamente algunos días, en algunas situaciones o para determinados trayectos.
La adopción de esta tendencia implica un uso más racional de los recursos y el espacio y obliga a repensar espacios urbanos, empezando, por ejemplo, por crear las mejores condiciones para los usuarios de este tipo de movilidad.
◆ Valorización de espacios verdes. A raíz de la cuarentena obligatoria que establecieron muchas ciudades, varias familias decidieron irse de grandes urbes hacia lugares con más espacio, en contacto con la naturaleza y alejadas del ruido. Así arriba una nueva tendencia, con gran potencialidad de quedarse luego de la pandemia, caracterizada por la búsqueda de más verde.
En Capital Federal esta tendencia se manifestó ya las primeras semanas de confinamiento, cuando las familias buscaron alquilar casas fuera de la Ciudad para refugiarse mientras duraban las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio. A medida que estas tendencias se extendieron y fueron experimentando este estilo de vida, muchas personas ya están pensando en mantenerlo una vez que la pandemia pase. En este sentido, hay quienes ya se refieren a este fenómeno como la tercera ola de migración.
◆ Telemedicina. Ante el riesgo de saturación de servicios públicos y privados de salud, en la mayoría de las ciudades las aplicaciones móviles se han convertido en una herramienta de monitorización, seguimiento y control de la pandemia, desembarcando así una nueva tendencia: la telemedicina.
Con anterioridad a la pandemia, ya se percibía esta tendencia en América del Norte, Europa y Oceanía. En Latinoamérica, la aplicación de tecnologías en el campo de la medicina era un rubro que aún no se había explotado lo suficiente, sino que tan solo se percibía una incipiente aplicación en consultas que implicaban la recepción de resultados.
Una vez más, la pandemia dejó en evidencia sus potencialidades. Así fue que, en los últimos seis meses, en todo el mundo han surgido estas aplicaciones móviles, tanto a nivel estatal como de iniciativa privada, cuyo principal objetivo es la atención temprana a través del autodiagnóstico.
Muchas de ellas, incluso, tienen un seguimiento a través de un contacto telefónico desde algún organismo estatal. Por medio de la geolocalización, estas apps, además, han servido para elaborar mapas de calor, permitiendo saber la incidencia de la pandemia por zonas y los distintos niveles de riesgo por área.
◆ Educación. Otra tendencia que llegó de forma obligada fue el e-learning. En muchos casos, las tecnologías han permitido continuar con las clases y procesos de educación en varios niveles, así como de capacitación –congresos y workshops–.
Si bien ante el intempestivo cierre de escuelas el COVID-19 ha representado una amenaza para el avance de la educación por falta de accesos, también ha planteado una disrupción sin precedentes en el formato en el que aprendemos. Para dar continuidad a las clases, se ha optado por el paso de la educación presencial a la virtual.
Esta situación ha tenido un impacto directo en plataformas de e-learning como EdX y Coursera, que a raíz de la pandemia han visto incrementado el número de usuarios en más de un 520% en comparación con el año pasado, así como en la implementación de diversas tecnologías de aprendizaje en escuelas y universidades.
Y aunque la urgencia de la alfabetización digital y la falta de infraestructura digital han quedado en evidencia en muchas ciudades, la situación nos obliga a pensar de qué modo preferiremos aprender en la pospandemia y qué impacto tendrá esta tendencia en el corto y mediano plazo. Quizá la respuesta esté en la combinación de ambos: es posible aprender online pero como personas también necesitamos de ese contacto con el otro.
En EE.UU. ya muchas universidades como Stanford y Berkeley han anunciado que el inicio de las clases será totalmente remoto (para Berkeley) y parcialmente remoto (para Stanford). En este sentido, empresas como Google consideran los cursos online ya no como un complemento de las carreras de grado, sino como alternativa a la universidad.
Lo que viene
¿Se imaginan una ciudad inteligente en la que las cámaras de seguridad midan la temperatura de las personas o que su celular se convierta en un telepase para subir al tren o entrar a un bar o supermercado? Esto ya es una realidad en la nueva normalidad pospandemia de Wuhan, ciudad china origen del Covid-19.
La pandemia nos obliga como humanidad a seguir viviendo en un mundo que ha cambiado y donde todo indica que por un tiempo el distanciamiento social será norma. Estas cinco tendencias son un ejemplo de ello y tienen una correlación directa, pues si las ciudades nos ofrecen la infraestructura para aprender, trabajar y realizar consultas.