Ayer publicamos en AgendAR una noticia con un significado impactante para la comunidad nuclear argentina -científicos, técnicos y empresarios- y algunas indicaciones útiles para nuestro gobierno.
Dijimos que Estados Unidos y Rumania firman un acuerdo para incorporar a Washington en un proyecto de 8.000 millones de dólares, para construir dos nuevos reactores en la única planta nuclear del país. Reactores de tecnología CANDU. Y agregamos que esto sucedía tras la anulación de un acuerdo con China en la misma dirección firmado en 2015. Que no había avanzado desde entonces.
Lo casi increíble, para los seguidores del mundo comercial nuclear, es que con esta movida los EEUU apoyan la construcción de centrales CANDU de diseño canadiense de la Atomic Energy Commission of Canada Ltd., o AECL.
Sucede que la AECL fue, entre los años ’60 y 2009, un vendedor de centrales nucleares demasiado exitoso y el Departamento de Estado de los EEUU hizo lo indecible por quebrarla comercialmente, obligando a los posibles clientes de AECL a firmar el TNP, o Tratado de No Proliferación. El TNP es un pacto invasivo que, por su protocolo de inspecciones sorpresa «full scope», pone bajo la lupa todas las instalaciones nucleares de un firmante, incluso las que son de desarrollo propio y no han sido adquiridas a terceros «bajo salvaguardias».
El sistema de recarga y descarga de elementos combustibles de las CANDU o de cualquier otra central de uranio natural se hace con la máquina a plena potencia. Una descarga prematura intencional, sin embargo, permite sacar elementos combustibles poco irradiados, con una proporción interesante de plutonio 239 (el físil y usado en bombas atómicas) y muy poco de los plutonios más pesados y radioactivos, el 240, 241 y 242. De modo que los varios países que, como el nuestro, tenían centrales de uranio natural de ingeniería alemana o canadiense y no habían firmado el TNP, por muchas pruebas que dieran de no estar desarrollando armas atómicas, eran una pesadilla para el Departamento de Estado.
La firma del TNP sin duda tranquiliza a las cancillerías de los países con armas nucleares, pero liquida efectivamente la posibilidad de desarrollos tecnológicos independientes por parte de los compradores típicos de AECL. La firma canadiense no resistió la pérdida de nuevos clientes, y en 2009 quebró.
Las centrales CANDU funcionan a uranio natural, algo que le permite hacer sus propios combustibles nucleares para este tipo de máquinas a casi cualquier país con alguna modesta mina de uranio. Eso limita otra posibilidad de manipulación externa que EEUU ha empleado más de una vez: el boicot de uranio enriquecido a los países que han comprado centrales tipo PWR o BWR. Ponerse a cubierto de esos manejos fue el argumento ganador en ventas de AECL.
Ahora EEUU acaba de patentar un nuevo tipo de combustible que permite que las centrales CANDU quemen una mezcla de uranio de mediano enriquecimiento (HALEU) y torio 232, un potencial combustible nuclear 4 veces más abundante que el uranio en la corteza terrestre. La mezcla, ya bajo patente, se llama ANEEL. El quemado del ANEEL en una CANDU típica llega a 55.000 MWd/T (megavatios por día por tonelada de combustible). Supera más de 8 veces el de las CANDU con uranio natural. Pero más importante aún, casi duplica el de las PWR o BWR a uranio enriquecido al 3,2%, que es de 35.000 MWd/T, y también el de las máquinas chinas favoritas de exportación como la Hualong-1, cuyo rendimiento se desconoce porque no hay ninguna en línea ni siquiera en China, pero que promete 45.000 MWd/T.
Como hay 50 centrales de tipo CANDU o copiadas de ese modelo canadiense en 7 países del mundo, se puede decir que Canadá estuvo 60 años fabricándole sin sospecharlo un mercado a este combustible estadounidense. Y ahora, además, con la AECL liquidada y reducida a una firma casi testimonial (CANDU Energy), y 191 países que terminaron firmando el TNP, y además la seguridad de un combustible que como el ANEEL necesita de uranio enriquecido al 20%, EEUU ahora está dispuesto a poner plata en ampliar la cantidad de máquinas CANDU en el mundo. Los únicos países que tienen suficiente planta industrial como para enriquecer grandes cantidades de uranio a esos valores son todos de la OTAN, China y Rusia, miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y un club muy cerrado.
Con esto queda claro que la movida en Rumania excede en mucho el interés geopolítico de EEUU y de la UE en eliminar la influencia china en los países de Europa Oriental, iniciativa que la cancillería de Beijing inició en 2012 con el nombre de «Iniciativa 16+1». EEUU está volviendo fuerte al mercado nuclear, y no tanto a partir de la venta de centrales (no tiene nada construido que sea vendible), pero sí a la venta de combustible, componentes y servicios, entre ellos los financieros. La movida de EEUU parece diplomática: recuperar a Europa Oriental al área de influencia de la OTAN. Pero en realidad EEUU se propone hacer plata, no sólo gastarla en geopolítica.
Desde 2018, China prefiere ofrecernos su modelo Hualong-1 de uranio enriquecido, una sola central por el mismo dinero por el que ahora Rumania se lleva 2, y con 240 MW más de potencia, ambas tecnológicamente idénticas al parque nucleoeléctrico previo (Cernavoda 1 y 2 son centrales CANDU). Esto permite una participación importante en componentes de la industria nuclear rumana, y al parecer con mejor financiación. La guinda en la punta del helado es que en el mismo paquete hay financiación para que Rumania haga un «revamping» o «retubado» de Cernavoda 1, una extensión de vida que le da 25 años más de operaciones.
Repetimos entonces lo que ya dijimos ayer: Nuestros negociadores con la CNNC (China National Nuclear Corporation) deberán tomar nota de estos hechos. La irrupción de EEUU como financista de centrales CANDU cambia todo. La cancha ahora está inclinada a nuestro favor.
Daniel E. Arias