Rodrigo de Echeandía, que es a la vez abogado, psicólogo social y dirigente sindical, ya ha aparecido en AgendAR con una reflexión sobre el trabajo en la post-pandemia.
Ahora, reproducimos un artículo suyo en el que lanza una propuesta que encara el hecho doloroso de la economía argentina: nuestra moneda nacional, el peso, ya no es reserva de valor. Nadie ahorra en pesos, y cada vez es más frecuente que los precios de inmuebles y autos se expresen en dólares.
En el portal ya hemos encarado este tema, pero Rodrigo avanza con propuestas concretas: asume el llamamiento a «un acuerdo de todos los sectores», diseña la adopción de un respaldo paulatino y flexible en oro de la moneda nacional, y propone avanzar en la digitalización de la moneda.
Es un paso adelante en el debate que nos debemos.
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«Desde principios de la década del 70 la Argentina, viene implementando políticas económicas en torno a la administración y desarrollo de su política monetaria, que de manera cíclica, nos han llevado a crisis de índole financiero, con desagios y devaluaciones sistemáticas, con planes monetarios varios, todos con algún éxito coyuntural, pero imposibles de sostener en el tiempo.
Para recorrer sólo algunos de los avatares económico-financieros de estos últimos períodos, tenemos: desde la implementación del peso Ley 18188, que a principios de los 80 ya tenía billetes de un millón de pesos, pasando (con la vuelta a la democracia) por el peso Argentino; para más acá (1985) arrancar el Plan Austral, que desemboca en la hiperinflación de 1989 para nuevamente volver al peso; pero ya en los noventa surge la “genial idea” de la convertibilidad que nos llevó, (entrando en los 2000) a la crisis económica, social y política más grave de la que se tenga registro; superando la anarquía de 1820, con cinco presidentes en diciembre de 2001 y dando por finalizada esa paridad de un peso un dólar, insostenible en términos macroeconómicos. Hoy nos encontramos nuevamente en la encrucijada de volver a plantear un plan económico que contemple una política monetaria diferente.
La Economía no debería ser enseñada en nuestras universidades como una carrera de Ciencias Económicas; probablemente deba ser una especialización de la Sociología y estar asistida por el resto de las Ciencias sociales. La Economía debe poder interpretar los diferentes procesos sociales para implementar sus políticas con éxito.
Lo cierto es que la Argentina, en lo que se refiere a política monetaria, tiene desde hace ya muchos años el hábito arraigado de estar seudo-dolarizada, tomando como referencia de precios, incluso para productos de consumo masivo, su correspondiente valoración en dólares. Tanto es así que dentro de estos períodos siempre aparecen economistas, hablando sobre los beneficios o no, de asumir como moneda el dólar, el euro, o incluso ahora el yuan. La realidad es que la moneda no es un tema menor en términos de soberanía económica y para un país, adoptar el uso de una divisa extranjera, es una forma más de sometimiento y aceptación de colonialismo.
Confucio nos diría: “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro” y nuestra historia nos muestra que la mayoría de las políticas monetarias fueron de aplicación coyuntural, conduciéndonos a distintas crisis de manera cíclica. Ningún gobierno, sea del color que fuere, asumió el tema como una política de Estado.
En busca de la soberanía económica.
La política monetaria no puede ser una decisión de gobierno, debe ser una política de Estado, y como tal contar con acuerdos y legislación ad hoc. La conformación de una moneda nacional fuerte con respaldo y credibilidad por parte de nuestra sociedad, necesita de acuerdos especiales, que hoy requerirían una reforma constitucional. Como diría Perón, “(…) la moneda es un servicio público que se valoriza o desvaloriza en razón directa de la riqueza que produce el trabajo de la Nación (…)”. El conjunto de los recursos económicos de nuestro país debe garantizar la fortaleza y estabilidad monetaria argentina. La necesidad de un nuevo pacto Federal es primordial, pero en este caso con fines económicos y monetarios.
Un porcentaje de lo producido y tributado por las industrias mineras, petroleras, agropecuarias, alimenticias, etc. debe ser destinado exclusivamente al fortalecimiento del peso argentino. El Estado Nacional debe conformar una empresa nacional minera, con la finalidad de incrementar las reservas auríferas del Banco Central y cobrar un porcentaje de las regalías de extracción de metales preciosos: oro, plata, litio etc., directamente en lingotes de oro para ser utilizados como respaldo para la futura política monetaria, volviendo así al patrón oro y definiendo de manera soberana la cantidad de circulante.
Ésta que parece una idea que atrasa 90 años, no lo es. Implica simplemente volver al concepto originario de la moneda circulante, otorgándole un respaldo que no dependa sólo de los avatares financieros de un determinado período, habitualmente dominado por las fluctuaciones en los mercados. En los últimos años las dos grandes potencias económicas y monetarias, EEUU y China, han destinado parte de sus ingresos a la compra de oro para fortalecer sus monedas (oro que en algún porcentaje se extrajo de minas argentinas).
La vuelta al patrón oro o al respaldo en oro no sólo le dará fortaleza y credibilidad a nuestra moneda, sino que además aportará estabilidad a la economía, permitiendo romper con un casi inconsciente comportamiento argentino, el afán por respaldarse en el dólar o en algún otro billete extranjero. La necesidad de modernizar la teoría sinalagmática de la moneda utilizando recursos clásicos que puedan dar credibilidad, generando aceptación social, es imprescindible en la medida que se vaya logrando un cambio de comportamiento social, en torno a la utilización del dinero; implementando políticas cambiarias que desalienten la compra de divisas extranjeras, dejándolas casi exclusivamente para las actividades del comercio exterior.
Como complemento a la implementación de esta política, es el momento de que nuestro país cree una criptomoneda digital, emulando a algunos países asiáticos como China o Japón; buscando, por un lado, dar respaldo a través de la producción y el trabajo de los argentinos a la moneda tradicional; y por otro, instrumentar una política de dinero digital que permita, en una primera etapa, afrontar los compromisos y las necesidades sociales: AUH, IFE, subsidios e incentivos a la producción e incluso la implementación de un Ingreso, o Renta Básica Universal, para todos los argentinos, que haga viable un sueldo mínimo para nuestros compatriotas, que garantice la subsistencia y desarrollo de todos y cada uno, abriendo un mecanismo de transferencia de ingresos ágil e inmediato.
La implementación de la criptomoneda digital le permitiría al Estado hacerse de información sumamente útil para la elaboración de políticas públicas. Las monedas digitales, cuentan con trazabilidad de uso, que permitiría analizar las costumbres de consumo, las necesidades primarias por sector, definir I.V.A.s diferenciados que posibiliten abaratar alimentos y productos de primera necesidad y optimizar los recursos fiscales; siempre garantizando el anonimato y la libertad de los ciudadanos.
Este tipo de políticas va a permitirle al Estado elaborar y desarrollar acciones públicas on demand o con la eficacia necesaria para cada sector: agilizando su implementación, sistematizando un colectivo que se encuentra al margen de la economía formal. Podrá abaratar costos en la implementación de servicios financieros, generar un ahorro importante en los costos de producción y logística necesarios en el uso del dinero físico, controlar minuciosamente la cantidad de circulante, minimizar los riesgos de robo y maximizar los controles impositivos; optimizando la recaudación y descomprimiendo la presión impositiva, generando una política de recaudación universal que posibilite modificar la existente, eliminando impuestos distorsivos, etc.
Como sostuvo hace poco la Vicepresidenta «La Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla. (…).»