Elon Musk, que se define a sí mismo como un emprendedor, este año lanzó con éxito el Space X al espacio. Ese evento sirve como estímulo para los argentinos Pablo Vic y Gerardo Natale. Solo faltan un par de meses para que el Aventura I, que nació hace 15 años, pueda despegar. Con una inversión de casi US$ 2 millones, la fecha estimada es enero.
Si bien el emprendimiento se inició en 2005, la fascinación de Vic, hoy con 46 años, con la exploración del cosmos es larga. Cuando tenía ocho años ya amaba el modelismo espacial. En esa época pasaba horas armando vehículos siderales que sus familiares le traían del exterior. Como los armaba muy rápidamente, empezó a fabricarlos él mismo como hobby.
En el secundario se escapaba de la escuela e iba a instituciones públicas para implementar sistemas de cohetes. Allí construyó un lanzador espacial con características entonces novedosas: un cohete antigranizo.
Su idea original fue llevada a la práctica, pero no tuvo alcance comercial. A pesar de ello no se desanimó. Entendía que «había razones más allá de la ciencia que tienen que ver muchas veces con la gestión».
Su destino espacial debía esperar un tiempo más. Se recibió de licenciado en Economía y comenzó a trabajar en una multinacional de tecnología. En esa empresa conoció a Natale, que era ingeniero en sistemas y trabajaba en otro proyecto. Enseguida tuvieron afinidad por los temas cósmicos.
Desde siempre a Natale también le interesaron las cuestiones astronómicas, todavía conserva un telescopio con tubo de cartón que recibió de regalo cuando era niño. «Nos quedábamos hablando hasta horas de temas del espacio», cuenta Vic.
Una de esas noches, Vic le comentó de una publicación de J. C. Whitehead del Lawrence Livermore National Laboratory, en la que se analizaba un tamaño mínimo de lanzador factible, a la vez que se remarcaba la falta de tecnología suficientemente miniaturizada para poder lograrlo.
«La discusión en ese tiempo era cuál era el tamaño mínimo de un cohete espacial para alcanzar la órbita terrestre. Era el apogeo de los grandes lanzadores capaces de transportar satélites de varias toneladas», cuenta Vic.
Inmediatamente, le propuso a su amigo que lo acompañe a desarrollar esa tecnología para poner un cohete en el espacio. Y a finales de 2004 comenzaron a desarrollar las 18 tecnologías fundamentales para poner en órbita un vehículo espacial ultraliviano. «Era difícil disminuir el peso y hacerlo eficiente. Esa era la clave del proyecto», relata Natale.
En 2011, Pablo Vic y Gerardo Natale durante una prueba en un campo
Como en el cuento de Borges, donde en un mundo imaginario los objetos físicos deben ser traídos a la realidad, nació Tlon Space, en donde ellos debían crear objetos físicos que no existían en la realidad para lograr el acceso al espacio. El desafío era crear un vehículo inusitadamente pequeño que no existía hasta ese momento.
Los primeros años fueron difíciles, pero fructíferos. Con una modalidad part time -conservando sus viejos trabajos- alquilaban campos los fines de semana para probar los motores. Pasó el tiempo, decidieron lanzarse de lleno al proyecto, a la vez que llegaba Ariel Aguirre para desarrollar modelos matemáticos y software relacionado con el ambiente espacial.
Para Vic existe una palabra que se repite una y otra vez: «Perseverancia, más un equipo de gente que acompaña. Es lo primordial para que el emprendimiento sea sostenible en el tiempo. El resultado fue un producto escalable industrialmente, de fácil manipulación y lanzamiento, garantizando una operación no contaminante».
Una de las virtudes del vehículo es que cuenta, además, evita cualquier residuo en la superficie. «La sección de la nave alcanza la órbita, reingresa y se incinera sin residuos, evitando así la proliferación de basura espacial», detalla.
Cuando consideraron que las tecnologías estaban maduras, decidieron sumar una cadena de profesionales e inversores para industrializarlo. Entraron al juego Luis Monsegur y Daniel Colinas como gestores para armar una red de inversión.
Sin saber del negocio, Monsegur se enamoró del proyecto y Colinas, como viejo modelista, se entusiasmó al instante. «Todos sueñan con llegar al espacio. Lo que les gustó a los inversores fue la calidad del proyecto», dice Monsegur.
Con una tecnología única, revolucionaria y a la vanguardia aeroespacial, sus potenciales clientes serán aquellos que tengan un satélite. Ellos lo subirán a su cohete, lo lanzarán y lo pondrán en la órbita que el cliente elija. «Nuestra filosofía es primero la tecnología y luego la venta. Como estrategia lo primordial es volar y después, contarlo. No queremos que nos consideren una startup, sino una industria», agrega.
Tras años de esfuerzos y a poco del lanzamiento oficial, se encuentran en plena selección del puerto espacial a utilizar en los lanzamientos de prueba. «Son puntos estratégicos de la Costa Atlántica que la hacen ideal para este tipo de ensayos», agrega.
Para Vic, Aventura I es como haber parido un hijo, con esfuerzo y riesgos, pero con entusiasmo: «Será un gran orgullo poder posicionar al país en el futuro del mapa aeroespacial». Natale entiende que al ser humano siempre buscó ir más allá de su cercanía. «Más allá de la montaña, del río; nosotros buscamos más allá de nuestro planeta».