Pfizer, Moderna y Sputnik V, las tres vacunas candidatas contra el coronavirus que anunciaron resultados de eficacia (90% y más) con datos preliminares de sus ensayos clínicos de fase 3, son todas innovadoras en distinto grado. La de Pfizer es revolucionaria: una de las dos -junto a la de Moderna- que inauguran el uso de la tecnología del mARN, o ARN mensajero. La Sputnik y decenas de otras, varias ya cerca de licenciamiento, utilizan vectores adenovirales inocuos del resfrío (virus cuyo nombre empieza por «Ad» + un número) para transportar ADN de la especie realmente patógena a combatir (en este caso, el SARS CoV2). Las vacunas con «carriers» adenovirales todavía hoy son sorprendentemente nuevas: sólo fueron usadas en los últimos 5 años en otras dos vacunas (una contra el ébola en África y otra contra el dengue en Filipinas). La Sputnik tiene una rareza añadida: emplea no uno sino dos vectores, un virus del resfrío distinto en la primera y en la segunda dosis.
«De las once vacunas que se encuentran en fase 3 podemos distinguir las que utilizan tecnología más tradicional, como tres de las desarrolladas en China que usan virus inactivados; las que usan adenovirus (como vector viral) donde ‘insertan’ el gen de la proteína espiga del coronavirus, y las que usan ARN mensajero que son las más innovadoras», describe Emilio Malchiodi, Profesor Titular de la Cátedra de Inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA y Director del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (UBA-Conicet).
Malchiodi, investigador superior de Conicet, indica que la Sputnik V, desarrollada por el Instituto Gamaleya de Rusia, es una de las que utiliza adenovirus. «Los adenovirus, entre otros incluyendo los coronavirus menos agresivos, son virus que provocan resfriados comunes en los seres humanos y se estima que todos tenemos uno o dos resfríos por año».
Lo que hace este desarrollo es modificar al adenovirus para que ingrese a las células humanas pero sin capacidad de replicación, y portando los genes que codifican la proteína Spike o espiga del SARS CoV2. El organismo del vacunado empieza a producir ese antígeno, éste es detectado por el sistema inmunológico y se genera la respuesta protectora. En suma, como casi toda vacuna, la Sputnik arma un simulacro de infección.
El investigador, miembro de la Sociedad Argentina de Inmunología, explica que tres de las once candidatas (CanSino, Janssen y Sputnik V) utilizan adenovirus humanos bien conocidos. La dificultad a remontar por las vacunas que usan virus del resfrío es que al sistema inmune no le hace diferencia alguna que se trate de especies no peligrosas, o que su carga génica sea beneficiosa: son invasores y se los combate.
Por eso la Sputnik usa dos especies distintas, Ad5 y Ad26, con la esperanza de que dos sobrevivan mejor que una sola para entregar su mensaje. En cambio la de AstraZeneca usa un adenovirus de chimpancé, con la idea de que al no tratarse de un parásito habitual del ser humano, el sistema inmune no lo combata de inmediato.
La idea subyacente en ambas vacunas es preservar todo lo posible al mensajero para que éste pueda entregar el mensaje. Pero el mensaje mismo, en ambos casos, está escrito en un lenguaje genético resistente: el del ADN. Uno de los mayores puntos a favor de la Sputnik es que en forma de polvillo liofilizado (deshidratado a baja temperatura y baja presión), las redomas en que se distribuye soportan temperaturas sobre cero, entre 2 y 8 grados. Algo bastante apreciado en el país de mayor superficie del mundo, Rusia, pero también en la Argentina, que es el 8vo más grande. Ambos países están poco y desparejamente poblados, y carecen de buenas redes de transporte.
Pfizer y Moderna optan por otra tecnología aún más avanzada: usan nanopartículas de distintos lípidos como transportistas del mismo mensaje: las instrucciones para sintetizar partes poco variables y muy irritativas de la proteína Spike del SARS CoV2. Pero ese mensaje está escrito en un código químicamente más frágil, el del mARN, o ARN mensajero. Los lípidos lo que intentan es preservar ese mensaje de la degradación química, y lo logran sólo a temperaturas muy bajas: se necesitan 20 grados Celsius bajo cero para conservar la vacuna de Moderna, lo que complica y encarece bastante la logística de la campaña vacunatoria. Pero se necesitan 80 bajo cero para conservar el mARN de la fórmula de Pfizer, lo que vuelve dificilísimo y carísimo su suministro.
En todo sentido, incluso por precio, ambas son vacunas para países ricos, y en lo posible no muy extensos. Nos resulta francamente idiota la reacción airada de los tilingos quienes exigen que aquí se distribuya la excelente vacuna de Pfizer, y además escote del estado. Las diferencias de efectividad (94% para la Pfizer, 91% para la Sputnik) son transitorias, como todo númeno surgido de fases 3 apuradas y con algunas pocas decenas de miles de voluntarios a veces demasiado jóvenes y demasiado sanos. Es luego en la rugosa realidad del la fase IV, cuando la vacunación masiva, en la que entran personas más viejas y menos sanas, que los números de efectividad y de efectos adversos se vuelven más sólidos. En cuanto a las viudas de Pfizer, que se la compren su vacuna solos, si quieren. En Chile, ese país epítome de la salud pública, la fórmula no faltará.
¿Por qué Moderna y Pfizer eligieron semejante complicación? Para evadir el ataque del sistema inmune contra el sistema de transporte. Un adenovirus está lleno de proteínas irritantes, o antígenos, por fuera. Las proteínas indican si algo es propio o ajeno, y si al sistema inmune le resulta ajeno, es seguro que será atacado: al menos una parte de la dosis de vectores virales será destruida sin lograr entregar sus instrucciones génicas. En cambio una micropartícula de sustancias grasas es un sistema de mensajería más seguro. En revancha, lo químicamente frágil e inestable es el soporte material del mensaje: el mARN.
«La membrana que rodea nuestras células es una bicapa lipídica (de lípidos); las vacunas con RNA mensajero lo que hacen es crear nanopartículas con una bicapa lipídica y dentro de éstas se incorpora el material génetico, en este caso de la proteína Spike», añade Malchiodi.
«Al ingresar al organismo esas nanopartículas se van a fusionar con las membranas de las células (porque ambas son bicapas lipídicas) y se va a ‘liberar’ dentro de la célula el material que codifica para la proteína Spike; el organismo comienza a producir esa proteína y el sistema inmunológico reacciona contra la misma, igual que hace cuando ingresa transportada por un adenovirus».
El especialista señala que «si se demuestran que funcionan, las vacunas basadas en ARN mensajero va a ser una tecnología muy usada de aquí en más porque permiten adaptar con facilidad la vacuna ante, por ejemplo, una mutación fuerte del virus».
Consultado sobre la «seguridad», el especialista seña que «todas las empresas pueden garantizar que las vacunas son seguras por el tiempo que se las ha aplicado. No se puede decir más sobre su seguridad a largo plazo: esto sólo se puede comprobar con el tiempo. Hasta el momento ninguna de las fórmulas que están publicadas provocó efectos adversos graves».
En relación al temor sobre las vacunas que contienen ARN del virus, Malchiodi explica que «una persona desde que nace recibe virus, bacterias y parásitos en cantidades; todos estos patógenos están vivos e ingresan con su carga génica pero este material no se incorpora en el ADN humano, entonces no sería esperable que el ARN viral de las vacunas lo haga».
«Los seres tan desarrollados como nosotros desde el punto de vista evolutivo tienen mecanismos como para combatir eficientemente la incorporación de ácidos nucleicos extraños. Si no fuera así, ya no seríamos humanos».
Finalmente, en referencia a las vacunas que usan virus inactivados, el especialista dice: «lo que hacen es cultivar el virus en laboratorios. Después lo matan destruyendo su ARN, pero conservando la estructura de su cápsula externa, hecha toda de antígenos. Esto es lo que se utiliza para inmunizar». Una de tales vacunas es la de Sinopharm, que se está probando en fase 3 en Argentina en la Fundación Huésped.
La vacuna de AstraZeneca ha recibido distintos nombres: «la de Oxford», porque fue desarrollada en esa universidad británica, o ChAdOx, acrónimo de CHimpanzee ADenovirus OXford. Del grupo de vacunas que completó su fase III, es la única que se produce masivamente en la Argentina, aunque se envasa en México. Para confundir un poco más al público, se la llama también AZD1222. Lector, no enloquezca, para nosotros siempre será la ChAdOx.
AstraZeneca es una compañía que surge de la fusión de la firma sueca Astra AB y de la británica Zeneca Group PLC, ocurrida en 1999. El hecho de que esta empresa multinacional haya decidido darle a Argentina la posibilidad de fabricar la vacuna en el país tiene que ver con los antecedentes argentinos en el tema de medicamentos genéricos.
Somos (al igual que Corea del Sur y la India) un país con recursos humanos y capacidad industrial instalada para producir fármacos biológicos de enorme complejidad química y normas GMP (Good Manufacturing Practices). Mucha medicación biológica, ya se trate de hormonas del sistema inmune, o de vacunas génicamente codificantes, como la ChAdOx, se producen como genéricos en Corea del Sur, la India o Argentina, y se venden en el mercado mundial bajo marbete de multinacionales farmacológicas estadounidenses o europeas. Obviamente, los compradores finales suelen no tener idea de esto.
Los propios ciudadanos rusos seguramente no saben que recibirán fabricada por empresas desconocidas para ellos, ubicadas en Corea y la India, la fórmula de dos adenovirus diseñada por el Instituto Gamaleya, tan ruso que lo fundó el zar Alejandro III. Pero es inevitable tercerizar la fabricación: Rusia tiene sólo 147 millones de habitantes, y la Sputnik es la primera fórmula con la que intenta llegar a 2 o 3 mil millones de personas en todo el mundo. No tiene capacidad industrial instalada para semejante volumen de producción.
AstraZeneca firmó un acuerdo con el grupo farmacológico argentino INSUD, cuya nave capitana en farmoquímica viene siendo Laboratorios Elea, para producir entre 150 y 250 millones de vacunas destinadas a toda Latinoamérica en su planta de Garín llamada mAbxience, construída inicialmente para producir otras cosas: anticuerpos monoclonales genéricos. Ante la pandemia, fue reconvertida rápidamente para fabricar inofensivos adenovirus de chimpancé recombinados. La tecnología farmacológica argentina produce cosas verdaderamente refinadas (un virus no es una ensalada de moléculas y se parece bastante a un organismo vivo).
Además, lo hace bien y desde hace mucho, y la Big Pharma internacional lo sabe. Hace un par de años, un grupo de inversión estadounidense compró la nave madre de la farmacología argentina por ingeniería genética, Biosidus. Es una lástima que «la marca país», tan basada en exportadores de productos más bien primarios, nos obligue a vender nuestros productos avanzados sin marbete argentino. No es gas de vaca muerta ni forraje para pollos.
Todas las vacunas ChAdOx que se usen desde el Río Grande hasta Tierra del fuego saldrán de esa fábrica bonaerense con nombre raro en Garín, cercana a la Panamericana. Serán excepción las dosis que consuma Brasil, país que realizó un pacto con la Universidad de Oxford por la propia. En el resto del subcontinente sudamericano, y la parte hispana del centro y norteamericano, la producción estará a cargo de Argentina. México envasará el producto y se encargará de redistribuirlo a los países de la región.
El laboratorio elegido para producir la sustancia activa de esta vacuna es, como se dijo, mAbxience. En febrero pasado esta empresa inauguró su planta con bombos, platillos y la asistencia del presidente Alberto Fernández y el gobernador Axel Kicillof, y un objetivo productivo enteramente distinto del actual. Como destacó entonces el Presidente, se trata de un gran desafío para la industria nacional: no hay países sudamericanos que fabriquen anticuerpos monoclonales, tecnología terapéutica que -dicho sea de paso- le valió el premio Nóbel al argentino César Milstein allá por 1984.
Un mes después de la inauguración de mAbxience, con el mundo incendiado por el Covid, la producción es otra distinta, de varios órdenes mayores en complejidad, y el desafío es mucho mayor. Hugo Sigman, dueño de INSUD, estuvo rápido para acordar con AstraZeneca y reconvertir la planta.
La pata mexicana del acuerdo fue el multimillonario mexicano mediático Carlos Slim y su fundación. En este país se terminará con la producción y el envasado de las vacunas. Una vez completado el proceso, se distribuirá según acuerdos ya establecidos entre los países de la región. Slim también es rápido, no se hizo rico por quedado.
Estas vacunas estarán disponibles en el primer semestre de 2021 (de ser aprobadas por el organismo regultaorio argentino, el ANMAT, y eso cuando se complete totalmente la fase III, que ha recibido objeciones metodológicas. El hecho de que la vacuna se produzca en territorio argentino posibilita que esté aquí entre 6 y 12 meses antes de lo previsto.
Como se mencionó previamente, la vacuna AZD1222 es la elegida para producir en masa. Sin embargo, hoy en día hay otra vacuna que está siendo probada en fase III, es la BNT162 (no queremos confundir a nadie, pero nos obligan: es la de Pfizer Biontech ¿ok?). No se produce aquí, y probalemente -por los chispazos entre el Ministerio de Salud y Pfizer- no lo hará nunca. Pero por lo pronto, 4.500 voluntarios han recibido, reciben y recibirán esta vacuna en estudios armados por el Hospital Militar Central de Argentina, bajo la dirección del virólogo argentino Fernando Polack, con resultados muy buenos.
La vacuna BNT162 fue producida por los laboratorios BioNTech, de origen alemán, en colaboración con Pfizer, de origen estadounidense. Como se dijo ya unas cuantas veces, ésta es una vacuna del tipo mARN, sin virus vectores. La orden es la misma: la célula epitelial respiratoria humana debe producir el antígeno Spike para desencadenar la respuesta inmune. Pero llega en un sobre menos o nada irritativo, aunque de logística endiablada. Pero el objetivo común es montar un simulacro creíble de infección que simule la del virus SARS CoV2 salvaje.
En definitiva, tanto las novísimas vacunas a mARN como las que usan adenovirus son codificantes, todas codifican proteína Spike, y toda intentan una reacción inmune humoral y celular conta el coronavirus que lleva ese antígeno formidable. Sólo que los sistemas de entrega del mensaje son distintos, y los soportes físicos de esas instrucciones, el mARN y el ADn, son moléculas diferentes.
La garantía de que la vacuna funciona a largo plazo se puede medir en la respuesta de los linfocitos T. Los linfocitos T son células del sistema inmune que actúan en la respuesta celular dirigida. Pascal Soriot, el director ejecutivo de AstraZeneca, declaró: “el efecto de la vacuna es medido por un aumento de los anticuerpos y células T, generados en la sangre de los voluntarios que se prestaron al experimento; se comprobó que las personas que recibieron la vacuna llegaron a generar tantos anticuerpos como genera una persona que enfermó y se curó de COVID-19 ”. Esto nos da una perspectiva buena respecto al panorama futuro de la pandemia. La inmunidad aguanta. Hasta hoy, sólo hay 27 personas en el mundo que se enfermaron de Covid 2 veces sucesivas.
Ahora bien, ¿cuál será el precio de la vacuna? La empresa AstraZeneca y la Universidad de Oxford decidieron ofrecer la tecnología para que la misma se desarrolle sin fines de lucro. En otras palabras, no se cobrarán patentes ni ningún gasto adicional más allá del costo de fabricación. Cada dosis de la vacuna tendría un valor de entre U$ 3 y 4. Por otro lado, BioNTech y Pfeizer fijaron un precio máximo por debajo de los u$s20 por cada dosis (el doble para una vacunación completa). Es barato frente a los costos de otras marcas, pero no ante la ChAdOx -que nos llega por entre una tercera y una cuarte parte- o la Sputnik- que costará la mitad-. Por más que los argentinos no paguen, sí lo hace su estado nacional. Ergo, pagan como duques. Dicho sin intenciones de remediar el flojó estilo de comunicación de nuestro gobierno, pero al menos para poner a algunos oportunistas e ignorantes en su lugar.