La vacuna Sputnik, y todas las vacunas aprobadas, deben producirse también en Argentina

Vladimir Putin y Kirill Dmitriev

La propuesta de Kirill Dmitriev, director general del Fondo Ruso de Inversión Directa (FRID), que reproducimos abajo, sirve para llamarnos la atención sobre un tema fundamental de logística (se ha dicho que, en batallas y guerras, los aficionados hablan de tácticas y los profesionales de logística. Y ésta es una guerra contra el virus del covid).

Esta imagen da una idea de lo que estamos diciendo:

Llegaron a Moscú luego de 15 hs y 5 min de vuelo. Otro tanto para el regreso. Es un esfuerzo de logística tremendo.

Y eso por 300.000 dosis. Menos del 1% de la población argentina. ¿Cuánto termina costando la vacuna a su arribo? Y no sirve decir que Moscú es un destino especialmente lejano. La vacuna rusa presenta un problema simple de almacenaje para su transporte. La de Pfizer requiere mantenerla a 70° bajo cero.

Hay que negociar la fabricación local: capacidad instalada y recursos humanos existen como para abastecer a todo el Cono Sur, y en realidad a toda Sudamérica. Y es necesario tener claro el contexto en que se va a negociar: los países ricos han comprado dosis muy por encima de su población, pero también por encima de su capacidad real de fabricación y de logística. Se trata de vacunas a producir.

Sucede que la Argentina es el único país latinoamericano cuyas empresas dominan el 66% de su propio mercado y además EXPORTAN. Y esto lo hacen bajo nombre propio de algunas de las grandes empresas farmacológicas argentinas «de bandera», como también bajo marbete de multinacionales. ¿Por qué prefieren fabricar aquí? Desde que aquí en los ’80 empezó con Biosidus la fabricación de «biológicos» (hormonas del sistema inmune, luego anticuerpos monoclonales y otros productos de la ingeniería genética), tuvimos siempre un buen punto de cruce de calidad de recursos humanos, capacidad de planta instalada y costos en varias empresas.

AstraZeneca, cuya vacuna ChAdOx es la más barata y más pedida del mundo (alrededor de 3200 millones de dosis), por ahora garantiza 2800 millones, y eso gracias a que estuvieron rápidos para subcontratar la fabricación en 10 empresas mundiales de genéricos. Una de ellas el mAbxience, perteneciente al grupo Elea, situada en Garín, cerca de la Panamericana. Esa planta, que a principios de 2020 se iba a dedicar a anticuerpos monoclonales, fue rápidamente reconvertida para fabricar masivamente la vacuna ChAdOx, que luego se envasará en México (exigencia del magnate local Carlos Slim) para distribuirse desde allí a toda Latinoamérica. Esto a la Argentina le asegura estar a la cabeza de la cola (que será larga) en el suministro.

Si don Kirill Dmitriev nos propone fabricar ls Sputnik aquí, es porque Rusia también tiene una vacuna conceptualmente muy parecida (a adenovirus como vector de los genes del antígeno Spike). Sólo que de acuerdo a usos y costumbres inmemoriales de la farmacología rusas, al principio -digamos, en marzo o abril- no pensaban en un mercado mucho mayor que el local (147 millones de habitantes).

Cuando los rusos vieron la fulminante campaña de AstraZeneca para conseguir «scale up» internacional con grandes fabricantes de genéricos, se les prendió la lamparita. ¿Por qué ser menos, con una vacuna que quizás (por su doble vector) pudiera ser igual o mejor? Cuando AstraZeneca empezó a sufrir tropiezos de licenciamiento en EEUU, donde la Food and Drug Administration, ente regulatorio, le dio luz verde a Moderna y Pfizer, dos firmas locales y a ellos les puso amarilla, los rusos pasaron a la ofensiva total.

En menos de una semana, el FRID le propuso a AstraZeneca asociarse al menos con uno de los dos virus vectores de la vacuna rusa (el Ad26), para mejorar la eficacia de la ChAdOx en 3ra edad y quizás también alargar su tiempo de protección. Simultáneamente, aprovechando el momento de atención pico provocado por el desembarco de las primeras 300.000 Sputnik en la Argentina, le propuso a a nuestro país ser fabricante.

Parece obvio que sin los números a la vista resulta difícil saber si conviene, pero amén del negocio en sí, a la Argentina esto la pondría nuevamente en primer lugar de la fila de reparto, y a Rusia la instalaría como fabricante en un lugar del mundo que la farmacología estadounidense considera «their own backyard» (su patio trasero), y hasta con un abusivo sustento legal: creada por el gobierno de Carlos Menem según pedido del Departamento de Estado de los EEUU, nuestra reguladora de medicamentos, la ANMAT licencia en forma automática todo lo que haya sido autorizado por la FDA. Eso forma parte naturalizada de su gestión administrativa fundacional: está en el reglamento de la casa. Plantar una banderita rusa en Argentina, único país que pese a esto aún tiene farmacología propia, y es el único del subcontinente en ello, vale plata. Y diplomáticamente, da algo más que plata.

Al menos durante el año 2021, y probablemente por mucho más tiempo (se habla de problemas de insuficiencia de oferta y cuellos de botella logísticos hasta 2023), la demanda de vacunas será mayor que la capacidad de producción existente. Y habría que ser muy ingenuo para creer que el Covid-19 va a desaparecer por arte de magia: por ser un virus a ARN, el SARS CoV2 produce mutaciones a toda velocidad y algunas podrían evadir, parcial o totalmente, a algunas de las vacunas «de primera generación», las desarrolladas este año.

Desgraciadamente, habrá mercado de vacunas durante años, y algunas deberán hacer modificaciones bioquímicas importantes y quizás volver a iniciar procesos regulatorios. Esto será muy caro, incluso para las enormes espaldas de las multinacionales médicas. En AgendAR creemos que la alianza RFID-AstraZeneca podría terminar siendo imitada por otros fabricantes.

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«2021 será el año de la escasez de vacunas, no alcanzará para toda la gente del mundo que la necesite y por eso hay que trabajar con muchos productores, asociarse y no competir», dice Kirill Dmitriev, director general del Fondo Soberano de Inversión Directa (RDIF), en una entrevista por Zoom con tres medios argentinos.

Y precisó: «En el segundo trimestre del año buscaremos producirla en la Argentina, ya que empezamos negociaciones con empresas productoras del país; creemos que desde allí podría exportarse al resto de América Latina».

Si esta propuesta avanza, Argentina se sumaría a la India, Brasil, Kazajistán y Corea del Sur, que ya lo hacen.

Dmitriev también se felicitó por el trabajo en conjunto con el gobierno de Alberto Fernández, que ayer aprobó la Sputnik V del Centro de Investigación Gamaleya, justamente financiado por el RDIF. «Hoy es un gran día para la Argentina, para América Latina y por supuesto para Rusia», arrancó Dmitriev, de 45 años, al comienzo del breve encuentro. «La aprobación y el envío se dan justo para Navidad, algo que es muy bueno», dijo, y añadió que es el primer envío grande que se hace hacia fuera de Rusia.

Sobre las bondades de la vacuna de Gamaleya, volvió a repetir conceptos que había dado en otras conferencias respecto de la eficacia y seguridad, demostrada incluso en los mayores de 60 años, según contó. «Para esa categoría tendremos aprobación en los próximos días. Ese tema ya se resolvió, siempre fuimos precavidos para ese grupo etario».

Dmitriev ya había contado que en su momento se habían vacunado sus padres, de 74 años, pero no respondió la pregunta acerca de la duda que sembró el premier Vladimir Putin para ese grupo de mayores.

También explicó que ya hay 300.000 personas que recibieron las dos dosis y que no se observaron reacciones adversas más que algunos síntomas similares a la gripe, y que no hubo casos graves de Covid en la rama tratamiento del ensayo. Consultado sobre el precio, dijo que las dos dosis costarán apenas poco menos de 20 dólares, y que eso la hace «una de las más accesibles del mercado».

Las ventajas de Sputnik, según Dmitriev, son cinco: seguridad, eficacia, precio, una logística simple y una inmunidad de hasta dos años por el alto nivel de anticuerpos que genera.

Sobre el final, el Director General que maneja miles de millones de dólares del RDIF, un fondo soberano creado en 2011, y es egresado de las universidades norteamericanas de Harvard y Stanford, dijo que Sputnik protege contra el nuevo linaje del SARS-CoV-2 que se encontró en el Reino Unido.»

VIALa Nación