Esta gigantesca sacudida del escenario global no puede decirse que sea imprevista. Las negociaciones para este acuerdo entre ambos actores han estado en marcha por siete años. Pero nuestras pujas internas nos distrajeron. Hasta donde sabemos, entre nosotros sólo un periodista, Gabriel Fernández, de la Señal Medios, adelantó que este paso podía ser inminente.
Hoy, El País, de España, publica esta nota, que reproducimos. Escrita desde una mirada muy europea, por cierto. Pero no importa desde donde se mira. Si hoy se firma el acuerdo, como todo hace prever, el escenario global habrá cambiado.
«La Unión Europea y China se disponen a dar un último movimiento al tablero geopolítico mundial a dos días del fin de 2020. Los dos bloques prevén cerrar hoy miércoles 30 el gran acuerdo de inversiones que llevan siete años negociando, después de que Bruselas haya arrancado a Beijing concesiones en derechos laborales y política climática.
El pacto da un vuelco a las maltrechas relaciones entre la UE y China, pero puede provocar el primer desencuentro con el futuro presidente de EE UU, Joe Biden, cuyo equipo pretendía hacer frente común con Europa para combatir las malas artes comerciales de la potencia asiática.
En un ahora o nunca en toda regla, el equipo negociador europeo recomendó a los líderes de la UE que cierren el acuerdo de inversiones con China. No es un tratado comercial, pero Bruselas sí lo considera el pacto económico más ambicioso jamás firmado por China con cualquier país o bloque, tanto porque permitirá allanar el terreno a las empresas europeas que operan en China como por las concesiones logradas en derechos laborales.
El acuerdo, sin embargo, tiene sus límites, y ayer martes la UE se veía obligada a exigir la liberación “inmediata” de la periodista Zhang Zhan, condenada a cuatro años por su cobertura sobre la crisis de la covid-19 en la ciudad de Wuhan.
Tras siete años de negociaciones, los contactos parecían haber entrado en vía muerta la pasada primavera. Entonces, la UE y China constataron sus enormes diferencias. No solo en la concepción del libre mercado, sino también de los derechos humanos. En los últimos días del año, sin embargo, se ha abierto una enorme ventana de oportunidad. Y lo suficientemente grande para que, según fuentes diplomáticas, ningún socio se haya opuesto al acuerdo.
Beijing empezó a constatar ya en el verano boreal que necesitaba a la UE a su lado ante la presión de EE UU. Si ganaba Donald Trump, la escalada de las hostilidades estaba asegurada. Y si lo hacía Biden, nada garantizaba una rebaja de las tensiones. Al contrario: había el peligro de una mayor coordinación con Bruselas.
A su vez, la canciller alemana Angela Merkel, que tiene la presidencia de turno de la UE, se había fijado como prioridad la firma de un acuerdo que acabara con unas prácticas que están perjudicando a la industria de su país.
El acuerdo, pues, significa el primer choque con Biden cuando este aún no ha tomado posesión del cargo. Hace apenas una semana, el asesor de seguridad nacional del presidente electo, Jake Sullivan, afirmó a través de Twitter que la próxima Administración de EE UU agradecerá que su país y la UE se consulten con premura acerca de sus “preocupaciones comunes sobre las prácticas económicas de China”. Un alto funcionario comunitario quitó importancia al asunto y se mostró convencido de que el acuerdo favorecerá las relaciones transatlánticas, que habían quedado maltrechas durante la época de Donald Trump, que concluye el próximo día 20 de enero.
Según las fuentes consultadas, el acuerdo que, si nada se tuerce, se anunciará hoy miércoles, es un salto adelante en la definición de un tablero de juego más igualado entre los gigantes empresariales chinos y las compañías europeas. Antes de la cumbre entre la UE y China de septiembre, la Administración de Xi Jinping había adquirido compromisos sobre transferencia tecnológica o transparencia en las subvenciones a empresas que incluso sorprendieron a Bruselas.
En ese encuentro, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, consiguió dar un empujón a que China acepte que las empresas europeas puedan operar en el país asiático en las mismas condiciones que el resto. Solo quedaban dos asuntos, y no menores: el desarrollo sostenible, clave para el objetivo europeo de prescindir de los combustibles fósiles en 2050, y los derechos laborales.
China ha accedido finalmente a que los avances en sostenibilidad sean evaluados por un panel de expertos. En el ámbito laboral, fuentes comunitarias explican que Pekín se compromete a cumplir con las convenciones que ya ha firmado de la Organización Internacional del Trabajo y a ratificar los tratados que prohíben los trabajos forzados. Eso sí, con una redacción ambigua que no evitará un tormentoso proceso en el Parlamento Europeo y una fuerte presión de amplios sectores de la sociedad civil.
A cambio, China logra tener como socio a un mercado de más de 450 millones de consumidores ante el incierto rumbo que pueda emprender la Administración de Biden. Beijing mantiene, además, la posición inversora que había logrado en Europa e incluso la amplía, al conseguir acceder a sectores como las energías renovables.
Y todo ello justo cuando las capitales europeas empezaban a estar más unidas en el convencimiento de que había que plantar cara a las prácticas poco leales de Beijing, si era necesario vetando a sus empresas de los concursos públicos. El acuerdo de inversión hace ya poco probable esa opción, aunque fuentes comunitarias sostuvieron que la UE mantendrá su instrumento para controlar las inversiones sobre activos que puedan ser considerados estratégicos.
Ofensiva diplomática
Ante la urgencia de alcanzar el acuerdo, el gigante asiático ha aumentado la presión diplomática en el tiempo de descuento. La víspera de Nochebuena, el primer ministro Li Keqiang llamó por teléfono al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, así como a su homólogo holandés, Mark Rutte, con la intención de recabar su apoyo. “Esperamos que la UE siga proporcionando un entorno comercial justo, abierto y no discriminatorio para las empresas chinas”, comentó Li a Sánchez, según recogía la agencia de noticias Xinhua.
“Xi parece haber instruido a su equipo a hacer generosas cesiones para completar un acuerdo tras la victoria de Biden en las elecciones presidenciales”, apuntaba Emre Peker, director para Europa de la consultora Eurasia, en un informe reciente. “El foco principal reside en el acceso a los mercados y la protección de la propiedad intelectual”, añade.
El Gobierno chino ya estaría acomodando su marco legal para acoger estos nuevos cambios. La semana pasada, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma y el Ministerio de Comercio promulgaron de manera conjunta las bases de una nueva regulación para la inversión de capital extranjero.»
Comentario de AgendAR:
Hace cuatro días nos preguntábamos, en otro comentario nuestro, a propósito de una nota sobre el RCEP, si, después de Trump, Biden retomaría el impulso globalista que no alcanzó a cimentar Obama. Y que haría entonces China. Ya tenemos la primera respuesta.