(La primera parte de este artículo está aquí; la segunda, aquí)
- Un pequeño consejo de John F. Kennedy
La tormenta de hollín y arena que hoy oscurece el sol en el Oriente chino indica problemas muy refractarios. Para acercarse a ser un país neutral en emisiones de carbono, China debería llegar a 2040 con un 28% de electricidad nuclear, lo que no figura ni en planes (llegan a un 15% con toda la furia). La expresión “carbon neutral” no significa nada en la política local.
El tractor de PBI capaz de darle solidez al mandato de Xi Jingping seguirá siendo el carbón, aunque eso inculpe a China con el 26% del inventario de emisión de gases de efecto invernadero. El resto del mundo puede hartarse de subsidiar el crecimiento de China con sequías, inundaciones, olas de calor letal y retroceso de costas en sus propios territorios. Si le empieza a zampar aranceles a sus exportaciones industriales, la estrella de Xi se cae. Estamos ante una combinación de ambiente, política y país obligados a no cambiar, y en peligro por no hacerlo.
Y la reacción puede ser antes interna que externa. La semana pasada, Xi Jingping se reunió con delegados de Mongolia Interior. El Diario del Pueblo celebró entonces los esfuerzos de la provincia y el país para contener la desertización de esa zona. El artículo salió el lunes 15, en coincidencia exacta con la tormenta de arena y hollín de la década. El suelo de la provincia desde la cual llegaron cabalgando Gengis Khan y a su estirpe estaba simultáneamente en tapa del diario… y en el aire de la vieja capital imperial.
La historia suele vengarse de esas ironías involuntarias. Y con esto, llego al interés argentino por estos asuntos. Lo prometí al principio.
Cuando los argentinos negociamos algún asunto importantísimo con China, (y este 2021 nos tocan varios), deberíamos tener en claro que con sólo 45 millones de habitantes, nuestro país no está al límite del límite en su uso del territorio y los recursos. China sí, y de modos casi incomprensibles para nosotros.
China nos paraliza con su estado monolítico, su diplomacia oblicua, su PBI descomunal, su fondeo de la deuda con que nos clavó el gobierno anterior, y su rol de comprador principal de naturaleza argentina cruda: se queda con el 85% de nuestros porotos de soja, y tras 20 años de negociaciones, tal vez acepte graciosamente U$ 10.000 M de harinas de soja, que supone casi el 70% del valor de ese cultivo industrial.
Esto se logró no sin que durante esos dos decenios las granjas de cría chinas fueran devastadas, y a repetición, por gripes aviares y luego por la fiebre porcina africana. El sistema chino de fabricación de proteína animal viene averiado por diseño: es demasiado intensivo, los animales no lo soportan y terminan con virales respiratorias que enferman, además, a las personas. Más precisiones sobre esto, aquí.
Por eso China ahora accede a comprarnos harinas: tiene que reconstruir sus granjas rápido, o 410 millones de miembros de su nueva clase media se quedan sin ese privilegio rutilante, la carne. El regreso al puro arroz y verduras podría ser pésimo para Xi Jingping.
Pero en su devastadora urgencia cárnica, los chinos prometen instalar sus granjas porcinas también aquí, cruz diablo. ¿Qué tarado los invitó? Como si no fueran a reventar, como primera medida, nuestra industria propia de cría, del mismo modo en que los frigoríficos ingleses destruyeron a los argentinos en la Década Infame: con precios diferenciales y a través de su control del transporte, por ejemplo, y la lista de métodos sigue y sigue. Resucitá, Lisandro de la Torre, que los autores del Plan Megacanje nos arrastran al Plan Megachancho…
China está demasiado a las piñas con EEUU como para seguir comprando soja y subproductos allí. Eso también nos permite vender mejor. Pero no tanto como el hecho de que el Reino del Medio no es el único país asiático cuyos pollos y chanchos los vuelven soja-dependientes: ¿o no existen Vietnam, Indonesia, la India y Bangladesh? ¿Qué aconsejaría Maquiavelo al Príncipe, un único señor o cuatro? ¿O cinco?
Según acuerdos aprobados por el Parlamento en 2014, la CNNC (China National Nuclear Corporation) nos ofrecía financiar una central CANDU de diseño y construcción argentina, a uranio natural y agua pesada y mayormente hecha de componentes locales. Eso, a cambio de que les compráramos en el mismo paquete financiero su modelo de exportación, la Hualong-1, que es a uranio enriquecido y que China trata de vendernos según alguna de estas tres modalidades: EPC (Engineering, Procurement and Construction), BOT (Build, Operate, Transfer) o BOO (Build, Operate, Own).
En buen criollo: hoy las tres opciones equivalen a “fumá, no hagas nada, nos encargamos nosotros”. Las tres generan un montón de trabajo y capacitación… en China. La última modalidad, en que no tenemos ni la propiedad del fierro, nos deja con una simpática central-embajada, operada por chinos y legalmente extraterritorial. La primera, nos deja con una máquina propiamente bajada de un helicóptero y en la que la Argentina, que fue desarrollando trabajosamente una industria privada nuclear en metalmecánica y electromecánica, participará a lo sumo con obra civil (hormigón y ladrillos), la parte «boba» de la central.
Tras 7 décadas de investigación, desarrollo e industria nuclear, tras remarla hasta que INVAP se volviera el más respetado proveedor mundial de reactores multipropósito, tras 4 décadas de ir y venir con un proyecto de central compacta 100% nacional (el CAREM), ¿qué es esto de comprar una planta nucleoeléctrica ajena, enorme, tecnológicamente disruptiva por su tipo de combustible, pero además cara y, de yapa, llave en mano?
Ante todo, es no entender la batalla cuesta arriba de China por imponer su marca nuclear, la Hualong-1. No la tienen fácil. El único país que compró esas máquinas chinas fue Pakistán, aliado incondicional. En Europa Oriental, a la iniciativa china de La Franja y la Ruta le están dando exactamente eso, su ruta. Los autodenominados americanos y la UE acaban de fletar a otra corporación estatal nuclear china, la CGN, de Rumania, y Rusia les dio el espiante en Hungría. ¿Cómo estos países le ganan a China? ¿Por antigüedad en el métier atómico? No. ¿Por tecnología? Tampoco. Con precio regalado, financiación del 100% y regalos varios.
Lección uno: la industria nuclear occidental, literalmente destruida por los ecologistas, está desesperada por vender. Hace regalos. Lección dos: los EEUU y la UE (y también Rusia) harán lo que sea por evitar que China cope el negocio de las centrales nucleares.
Lección tres, y la más importante: cuando la República Federal Alemana nos vendió ambas Atuchas, no sólo regaló la primera, sino que asoció a la SIEMENS con la CNEA en una empresa mixta (ENACE) para vender una versión muy mejorada de Atucha I, la central ARGOS, en África. Es más, había clientes interesados. Luego sobrevino Chernobyl y se pudrió todo.
¿La CNNC nos está ofreciendo una alianza comercial comparable? En absoluto. En su furia rígida por vender, nos ofrecen lo mismo que a cualquier país sin historia nuclear, sin recursos humanos nucleares, sin industria nuclear, sin exportaciones nucleares. Están locos. Pero más locos estaríamos nosotros de agarrar viaje. O ese viaje.
¿Necesitamos la Hualong-1? No, es un proyecto puramente energético. Nos interesan sólo los proyectos industriales y tecnológicos, es decir los que producen trabajo calificado y dan pie a posibles exportaciones. Y para eso, tenemos un proyecto de central nuclear compacta propio: el CAREM.
¿Los chinos necesitan venderle sí o sí una Hualong-1 a Argentina? Sí. Somos el único país nuclear exitoso de la región. Si compramos nosotros, les estamos abriendo la puerta de Latinoamérica a la CNNC. ¿Y eso cuánto vale? Ésa es la pregunta a hacerle al Tío Xi.
Con ese tipo de preguntas, en 1968 se consiguió Atucha I a U$ 70 M por parte de la Siemens. Era un robo, pero argentino, y la robada era la República Federal Alemana. Aún así, el gobierno alemán añadió por las dudas un reactorcito de investigación, otro regalo más, el RA-4, todavía activo en la Universidad Nacional del Litoral. Si Alemania no hacía todo eso, bueno… teníamos otras 16 ofertas.
Si una brusca rampa de PBI nos obligara a salir a comprar una central nuclear a como fuera (no parece que vaya ser el caso), cualquier licitación derecha nos garantizaría al menos una oferta china, otra estadounidense, otra coreana y una rusa. Hasta podríamos recibir un 100% de financiación estadounidense para construir nuestra propia CANDU Nac & Pop y crear 7000 puestos de trabajo calificado directos durante la construcción. ¿O acaso no acaba de suceder eso en Rumania, en septiembre de 2020?
Pájaros volando a ciegas en la Ciudad Prohibida el 15/03/2021.
No estamos negociando bien con China. Nos necesitan más a nosotros que nosotros a ellos. Estamos olvidándonos de nuestro lugar en el mundo atómico, con lo que costó ganarlo. Cuatro años de Macri, y recaemos en lo que Héctor “Cacho” Otheguy llamaba “menemismo explícito”, la forma más grave de colonialismo mental de nuestra historia.
Si fuera sólo eso… Ahora, tras haber dejado que el Gran Rosario se llenara de puertos privados donde la AFIP y la Aduana no pintan y se subfactura y contrabandea lo que quieras, tras haber rifado la flota de ultramar de ELMA (la segunda del mundo) para que la soja llegara a China en barcos chinos (con una pérdida en fletes de ultramar que en 2014 ya era de U$ 5000 M/año), tras abandonar el 98% del transporte fluvial de la cosecha a empresas paraguayas, tras renovarle porque sí la concesión a la empresa belga que hace dragado y balizamiento del Paraná, llamado Hidrovía desde tiempos del difunto Carlos Menem, ahora se espera esa Gran Oferta China Gran que barra con todas las otras. Es que los argentinos somos malísimos navegando, dragando y balizando: se nos caen los ríos de las manos.
Hidrovía, las pelotas, compatriotas. Si al Paraná le devolviéramos su nombre, nos quedaría algo más claro que es el principal río argentino, una joya que hubo que defender a cañón de la escuadra anglofrancesa en Vuelta de Obligado y en Quebracho, y que la Argentina conservó pagando con sangre y por poco margen, y que no debería entregarse a nadie: es de la Nación. No me imagino a China concediendo hoy el manejo del Yang Tzé.
No hay que ponerle la firma a ninguna adquisición que agrave la piratería pesquera china en la Zona Económica Exclusiva del Mar Argentino, o le siga entregando cada vez más a ese país el manejo total del negocio agropecuario argento desde la genética hasta la navegación, o la minería metalífera y de litio, o las llaves de nuestro Programa Nuclear. Basta de estupideces. Seamos país.
¿Nos sobra deuda? El problema es también los acreedores. ¿Nos falta tecnología? Eso no se compra, se genera con educación pública, investigación y desarrollo, y de eso hemos conservado no poco, pese a décadas de vientos contrarios. En cambio lo que a China le falta es naturaleza. Y eso no se compra ni se consigue. Por eso en Beijing respiran basura. Ecológicamente, están contra las cuerdas.
Nosotros no.
Tenemos buenos “fundamentals”. Inevitable recordar aquí aquella frase redonda de John F. Kennedy: “Nunca tengas miedo de negociar, pero nunca negocies con miedo».
Daniel E. Arias