Ese es el título online con el que O Globo, el multimedios brasileño más importante, describe la situación. El periodista Marcelo Silva de Sousa entra en detalles. Reproducimos la nota porque habla del país más grande de la región y, a pesar de desencuentros, nuestro principal socio comercial.
BRASILIA.- En medio de una crisis política agravada por el recrudecimiento de la pandemia, Jair Bolsonaro hizo la mayor reforma ministerial desde que asumió la Presidencia. Luego de la renuncia de su ministro de Relaciones Exteriores, decidió reemplazar a otros 5 ministros en un mismo día, en un movimiento que intentó atender al bloque del Centrão en el Congreso y alinear a las fuerzas armadas con el gobierno.
El canciller brasileño Ernesto Araújo, uno de los máximos exponentes del ala ideológica del gobierno, presentó su renuncia en medio de crecientes críticas por el papel de la diplomacia brasileña en la provisión de insumos para vacunas contra el Covid-19.
Horas más tarde, Fernando Azevedo e Silva, hasta hoy ministro de Defensa, comunicó su sorpresiva salida, según reportes de la prensa brasileña contrariado por un pedido del Palacio del Planalto de alinear las fuerzas armadas a la Presidencia. Al caer la tarde, finalmente, Bolsonaro confirmó los reemplazantes para Itamaraty, Defensa y comunicó otros cuatro cambios.
La salida de Araújo fue interpretada como un gesto para distender la relación del gobierno con el Congreso, que presionaba por la salida del ministro, y también para reposicionar la imagen de Brasil en el exterior. Carlos Alberto França, un diplomático de carrera, discreto, con paso por representaciones diplomáticas en Bolivia, Paraguay y Washington asumirá en Itamaraty.
En el Ministerio de Defensa asumirá Walter Souza Braga Netto, ex interventor en la seguridad de Río de Janeiro en 2018, que se desempeñaba como jefe de la Casa Civil. La salida de Azevedo e Silva fue leída como una intervención del Planalto para obtener un alineamiento de las fuerzas por mayor apoyo. “Preservé las Fuerzas Armadas como instituciones de Estado”, dijo el ex ministro en su carta de renuncia.
Bolsonaro ubicó en la Casa Civil al general Luiz Eduardo Ramos, ex ministro de la Secretaría del Gobierno. En reemplazo de Ramos, el presidente ubicó a la diputada federal Flavia Arruda, que quedará a cargo de la articulación del Planalto con el Congreso. Arruda es diputada por el Partido Liberal liderado por Valdemar Costa Neto, uno de los principales líderes del bloque denominado “Centrão”. La Secretaría de Gobierno es un organismo clave para la liberación de partidas presupuestarias para el Congreso.
Por último, la Abogacía General del Estado quedará a cargo de André Mendonça, mientras que el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública será conducido por Anderson Torres, un delegado de la Policía Federal.
“Bolsonaro cedió a las presiones del Congreso, en una maniobra mayor para intentar mostrarle a su base más dura que no se vendió al Centrão”, dijo Leandro Consentino, politólogo y profesor del Insper de San Pablo. Consentino aseguró que el cambio en Defensa puede fortalecer la narrativa de choque con las instituciones gracias a un “alineamiento” de los militares con el gobierno.
Araújo, 53 años, un diplomático de carrera, acompañó a Bolsonaro desde el inicio de su gobierno y estaba en la mira del Senado. Seguidor del filósofo de extrema derecha Olavo de Carvalho, su gestión estuvo marcada por decenas de polémicas y fue cuestionada por diplomáticos de carrera y expertos en relaciones internacionales por haber politizado la política externa brasileña.
El canciller había sorprendido por posicionamientos como la negación del cambio climático, que consideraba un dogma creado por la izquierda para perjudicar el desarrollo de las potencias occidentales y favorecer una mayor influencia de China. Araújo tuvo varios cruces con las autoridades de ese país, el principal socio comercial de Brasil, y priorizó hasta fin de 2020 una aproximación con el gobierno del ex presidente de Estados Unidos Donald Trump.
El clamor por su salida creció este año cuando Brasil comenzó a enfrentar dificultades en el arribo de vacunas e insumos para la producción local de inmunizantes. Muchos interpretaron que los agravios a China le terminaron costando caro a Brasil, al acabar sufriendo un supuesto retaceo en los envíos desde ese país por la animosidad mostrada por Itamaraty. Recientemente, debido a su alineamiento con Trump, Brasil fue uno de los últimos países en el mundo en reconocer la victoria del demócrata Joe Biden en Estados Unidos.