LO QUE TE COMPRES YA NO ES TUYO. TAMPOCO LO QUE FABRIQUES.
Todos recordamos nuestros padres o abuelos desarmando el carburador para limpiarlo, todos recordamos llevar el auto al mecánico para una puesta a punto, cosas que ahora nos parecen de la prehistoria. El último auto que recuerdo factible de puesta a punto, es decir con distribuidor, carburador y sin inyección, era un Renault 1993.
Hoy, por su informatización, los autos son más seguros, menos contaminantes y más eficientes en combustible que nunca, y no piden un cambio de aros o una rectificación a los 100 o 120.000 kilómetros. Duran 200 y hasta 300.000 km. sin estas reconstrucciones. Pero todo esto es posible gracias a la computadora. Es una afirmación genérica: no es una, son muchas. Pero muchas, muchas.
El auto promedio tiene de 30 a 50 computadoras diferentes, y los de alta gama tienen hasta 100, y por lo menos entre 60 y 100 sensores electrónicos diferentes.
Pero se han multiplicado menos las computadoras en número que el tamaño del software de cada una. La computadora de vuelo del Eagle, el vehículo de alunizaje del Apolo 11, tenía 145.000 líneas de código informático. Windows 7 usa 40 millones de líneas, y los autos de hoy pueden tener más de 100 millones de líneas.
¿Qué hacen estas líneas? Controlan o ejecutan la mayoría de las funciones del coche. La computadora maestra coordina todos los aspectos del motor de un automóvil, la inyección de combustible para el encendido, el acelerador, la sincronización, las emisiones y el enfriamiento.
Otras líneas controlan el ABS (los frenos pulsados antibloqueo), el ESP (que frena las ruedas de manera individual y ajusta la potencia del motor), y siguen los airbags, los limpiaparabrisas, los faros, la climatizacion. Luego están las líneas que ejecutan el sistema de navegación, el de música, las que conectan los teléfonos móviles, las pantallas digitales del tablero y, más recientemente, los sistemas de asistencia al conductor para manejar, y esto resume la lista corta… por ahora.
Ahora bien, como sabemos, y es un momento temido por todos, a veces se prende una luz en el tablero: falla de computadora. Hay que llevarla a concesionario para su revisión.
Y aquí, parafraseando a Borges, irrumpe el jardín de los senderos que se bifurcan.
Ud. no es el propietario del software de su computadora: solo tiene una licencia de uso del mismo. Fueron las reglas del juego desde el inicio de la informática. En su PC es la misma historia, en su teléfono, también, en la TV lo mismo, y así siguiendo.
Pero eso que se aplica a sus computadoras y a algunos electrodomésticos más o menos comunicacionales, ahora vale para su auto y para sus múltiples computadoras. Y se extiende a las de las cosechadoras y camiones y las de otros bienes de capital. De modo que los desperfectos que involucren algo de software, o el uso de software para detectar fallas “de fierros” o de códigos ahora sólo los tiene legalmente alguien autorizado por el fabricante. Este “dealer” con patente de corso puede venderle o no la computadora de diagnóstico de fallas a su tío.
O su tío, que es tan arreglador de todo lo que se mueve y lo que no, puede comprar ese sistema en algún sitio de alternativa. Donde le dicen: “Pruébelo para leer códigos ODB2”. Estos son los códigos de interconexión de las computadoras. Y pueden también añadir, con sinceridad: “Mire, en ese auto funciona, en ese otro auto no sabemos”.
Se me rompió una lámpara de una óptica, o de un faro de posición: la repongo yo y chau. Pero no: en algunos coches de alta gama cualquier repuesto, no importa lo barato, mínimo, transitorio o banal, tiene que ser autorizado por la insobornable computadora de a bordo, operada además por un concesionario autorizado. Y estas costumbres cunden desde la punta de la pirámide de costos hacia abajo, invadiendo las gamas automotrices media y baja.
Y Ud. que pensaba que el auto era suyo sólo porque se lo había comprado…
Esta es apenas la punta del iceberg de las cadenas de valor de la industria automotriz. Hoy en Argentina a la industria automotriz se la puede definir como una que fabrica baratas cosas que pagamos caras, y sin siquiera garantizar un poco de trabajo local: el 30 o 40% del costo (y del valor) de cualquier auto es informática desarrollada afuera, en decenas de países. La importamos con el producto de la venta interna o de la reexportación de ese auto, sin saberlo.
Pero pagándola.
(Continuará)
Daniel E. Arias
Jorge A. T. Casanova