SANTIAGO, Chile.- Conocidos los resultados de la megaelección chilena que definió, además de autoridades locales, a los miembros encargados de darle forma a la nueva Constitución, el mapa político del país se reconfiguró de una manera drástica y ofreció diversos hitos, pero una lectura central: nunca le había ido tan mal al bipartidismo chileno: a la centroderecha, y al bloque de centroizquierda, que sumados llegaron a poco más de un 40% y representaron el declive de las fuerzas tradicionales.
Por el lado del oficialismo, además, el desplome fue catastrófico. Pese a evidenciar organización y coordinar una lista única, y aliándose incluso la derecha más radical, el bloque no alcanzó el tercio de escaños necesarios para tener poder de negociación en la Convención Constituyente. La coalición de gobierno obtuvo 37 asientos, lejos de los 52 que requería para poder vetar cambios y así influir en la nueva ley fundamental chilena. Empieza a quedar atrás la política de vetos que predominó durante toda la transición posterior a la dictadura de Augusto Pinochet.
El impacto de la protesta social
El otro aspecto trascendente tuvo que ver con la exitosa performance de la izquierda antiliberal, que totalizó 31 puestos en la Convención constituyente. La alianza entre el Partido Comunista y el Frente Amplio emergió con fuerza y terminó por superar a los partidos de la antigua Concertación, el último bastión de la socialdemocracia de Chile, y que también asomó en la foto de los derrotados.
La victoria de la comunista Irací Hassler en la comuna de Santiago por sobre el conservador Felipe Alessandri, fue probablemente la gesta más icónica de la jornada y elevó la efervescencia en las huestes de la izquierda. A ello se sumaron a otras victorias simbólicas como la gobernación de Valparaíso, que consiguió Rodrigo Mundaca, y la elección de Macarena Ripamonti en la alcaldía de Viña del Mar.
En Recoleta, en tanto, el posible candidato presidencial comunista Daniel Jadue aseguró su reelección con una votación importante y todavía se perfila como el representante de la oposición mejor aspectado para los comicios de noviembre de este año.
Sin embargo, y como elemento más destacado, la incursión de los independientes en los comicios fue la gran sorpresa del fin de semana, con un marcado origen en los movimientos sociales que surgieron tras la revuelta de octubre 2019.
Con 45 escaños, este grupo se transformó -en su sumatoria- en el bloque con mayor representación de constituyentes y reflejó la distancia entre los electores y el centro político.
Golpe para el oficialismo
En contraste, se vio la postal del presidente Sebastián Piñera cabizbajo flanqueado por todos sus ministros y reconociendo el golpe.
“No estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y anhelos de la ciudadanía”, dijo Piñera, en una declaración que sonó extemporánea y que, incluso, puede poner a prueba la fuerza de la lealtad de los partidos de gobierno antes que deba entregar el poder en marzo del próximo año.
La bajísima popularidad del mandatario se convirtió en un lastre que fue reconocido por sus representantes de su propio sector y terminó por minimizar su figura, ya condicionada por su manejo en el tema del retiro de los fondos de pensiones para sortear la crisis económica.
En todo caso, la centroderecha se desvaneció en una zona que durante años dominó. En la elección de alcaldes, por ejemplo, el bloque oficialista perdió 62 ediles de sus actuales 145, lo que podría significar una señal que va más allá de esta votación puntual y que se puede extrapolar a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.
Con todo, la Convención Constitucional comenzará a trabajar en los próximos meses y en 2021 se debería votar un plebiscito que la ratifique. En esa oportunidad el sufragio será obligatorio, pero esta elección estimuló un clamor que desde todos los sectores políticos se repitió: que el voto pase a ser obligatorio y así no repetir el 41% de participación que se alcanzó en estos comicios.