Esta semana la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires dio media sanción al convenio entre el Grupo IRSA y el gobierno de Rodríguez Larreta para autorizar la construcción de edificios de hasta 45 pisos -un megaproyecto bautizado «Costa Urbana»- en la ex Ciudad Deportiva de Boca, un predio de 71 hectáreas ubicado sobre el Río de la Plata, en la Costanera Sur.
Esta decisión, que todavía deberá ser debatida en una audiencia pública, es duramente criticada, por supuesto, por la oposición al gobierno porteño, y también por los defensores del ambiente urbano. Consideran que es una barrera más entre la ciudad y el río, y, sobre todo, una sobrecarga más para los servicios de la Ciudad -agua potable, cloacas- que ya están muy cerca del límite en muchas zonas de la urbe.
Tocamos este tema en AgendAR porque este proyecto -aunque si se hace o no será una decisión de los porteños- plantea una cuestión importante para todos los argentinos: ¿conviene seguir volcando recursos, materiales y humanos, en la gigantesca Área Metropolitana, que en un 1% del territorio nacional amontona más de un tercio de la población? Creemos que no.
Y hay otro aspecto relevante en este tema: ¿los departamentos con «amenities», destinados al llamado «sector ABC1», el 20% de la población -en Argentina, unos 9 millones de personas- siguen siendo el nicho de negocios más prometedor de la construcción? El grupo IRSA tiene «expertise», sin duda, pero un artículo en el siempre interesante «El Grito del Sur» arroja dudas. Lo reproducimos.
«El elefante blanco de IRSA en plena 9 de Julio
La refacción del Edificio del Plata, en el Microcentro porteño, permanece frenada hace casi cuatro años.
Antes de convertirse en una gran mole de cemento abandonada, el Edificio del Plata fue un popular mercado y una de las sedes administrativas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero hoy, el e.dificio de 42.256 m2., propiedad de la empresa IRSA y ubicado en pleno Microcentro porteño, permanece abandonado, en pésimas condiciones edilicias y sin un horizonte concreto de reforma.
En el año 1856, en la manzana que actualmente componen Carlos Pellegrini, Sarmiento, el Pasaje Carabelas y Juan Domingo Perón, funcionaba el Mercado del Plata, primer mercado de abasto techado de la Ciudad.
Cien años después, en 1947, la Municipalidad ordenó edificar allí una sede de la administración local, con el objetivo de montar algunas oficinas del Gobierno porteño. Tras quince años de construcción, en 1961 se inauguró una moderna edificación de fachada vidriada, ocho pisos y tres subsuelos, en cuya planta baja se instaló una sede del Banco Ciudad y en el resto del monumental complejo, oficinas administrativas.
Sesenta años después, lo que fuera una joya de la arquitectura moderna porteña se convirtió en un elefante blanco. En 2012, luego de un largo proceso de abandono y desgaste edilicio, el entonces jefe de Gobierno Mauricio Macri envió un proyecto a la Legislatura para autorizar la venta del inmueble (que acumulaba problemas de humedad y fallas en el sistema eléctrico). El objetivo de Macri era conseguir fondos para financiar la construcción de la nueva sede de la jefatura de Gobierno en Parque Patricios. Así, el 20 de diciembre de 2012, en la última y maratónica sesión de aquel año, el legislativo porteño aprobó la venta del inmueble.
En 2016, Eduardo Elzstain, dueño de la empresa IRSA, ganó la subasta pública por 68 millones de dólares y se quedó con el edificio. Su objetivo inicial era montar la sede de otra de las empresas de su propiedad: el Banco Hipotecario. La que fuera sede de la Dirección General de Infracciones pasaría a ser el edificio corporativo del banco en cuestión. En ese entonces, IRSA prometió el inicio de las obras, la reapertura del edificio y la construcción de jardines en altura. Sin embargo, los compromisos de la empresa se quedaron en el papel.
“El remate se ganó hoy y hoy mismo se van a poner a trabajar para poder unificar todas las oficinas que tenemos dispersas en una», declaró Elsztain en 2016. Cinco años después de la venta y el anuncio, el edificio continúa tapiado, con un gran cartel amarillo de propaganda del Gobierno de la Ciudad que cubre su fachada. Producto del olvido, sobre la peatonal Pasaje Carabelas, convive un estacionamiento de motos al aire libre con algunas «ranchadas» itinerantes de gente en situación de calle.
La constructora IRSA está hoy en el centro de la escena: pretende edificar el barrio Solares Santa María en plena Costanera Sur, un emprendimiento de lujo con torres de hasta 45 pisos en un humedal lindero con la Reserva Ecológica. Se trata de la parcela privada más grande de la Ciudad de Buenos Aires y, en los papeles, la empresa de Elzstain se compromete a ceder parte del espacio como terreno público. Pero sus antecedentes no lo ayudan.
Frente a la parálisis de las obras en el edificio que se asoma a la avenida «más ancha del mundo», la empresa se excusó en la necesidad de la adecuación del título, un permiso excepcional que la habilitara para avanzar en la refacción necesaria. En 2019, la Legislatura trató el proyecto del Jefe de Gobierno para brindar una excepción constructiva a la empresa de Elszstain pero el proyecto no prosperó y debió volver a comisión por falencias en los estudios técnicos presentados.
En pleno Microcentro, un elefante blanco espera que se concreten los fallidos acuerdos entre el Gobierno de la Ciudad y la empresa IRSA. Mientras tanto, el complejo se deteriora, la manzana entera continúa deshabitada y la prometida construcción no avanza.»