El consultor energético y ex ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Mauricio Medinaceli Monrroy, advierte en esta entrevista sobre el declive de la producción de gas en Bolivia. Uno de los factores, y no el menos importante, que afectarán la disponibilidad de energía para la producción y los hogares en Argentina en el futuro inmediato.
«El declive en la producción de gas en Bolivia no pasa desapercibido en la región. Las dificultades para garantizar la entrega de los volúmenes pactados en los contratos de abastecimiento de gas con Brasil y Argentina llevaron al país vecino a negociar unas adendas para disminuir los envíos futuros y así evitar el pago de multas por incumplimiento, pero es probable que tampoco pueda cumplir con los nuevos volúmenes pactados. Mauricio Medinaceli Monrroy tiene una mirada crítica sobre el futuro de la producción de gas en Bolivia. El de los hidrocarburos es un sector que conoce de cerca. Fue ministro de Hidrocarburos en el país vecino. Economista egresado de la Universidad Católica Boliviana, Medinaceli Monrroy trabaja hace años como consultor energético tanto en el país como en el extranjero. En esta entrevista, Medinaceli Monrroy compartió su visión sobre el mercado del gas en Bolivia, el declive de la producción, el contexto político para introducir reformas en el sector, y el escenario para el gas boliviano en la región.
-¿Cómo es la foto del consumo interno y de la exportación de gas hoy en Bolivia?
-Respecto al consumo interno el 50% o más va alimentar la generación termoeléctrica. Esto fue creciendo en el tiempo, le fue ganando espacio a la hidroelectricidad en los últimos 15 años. En segundo lugar está el consumo industrial, donde destacan algunas cementeras y otras fábricas. En tercer lugar está el sector comercial, como restaurantes y hoteles, con el consumo de GNC. Ese segmento tuvo un crecimiento muy importante porque el producto recibe un subsidio de 20 centavos de dólar por cada m3. El precio de la gasolina sin subsidio en otros países es de un dólar. Con esos 20 centavos compensa el costo del kit de conversión. Adicionalmente, el gobierno boliviano estableció una oficina de apoyo a la conversión a GNC, otorgando créditos a distintos sectores, sobre todo al transporte público, como taxis y minibuses. Luego está el sector residencial. Toda esta estructura en conjunto tuvo una tasa de crecimiento muy grande. Hace 20 años se destinaba al mercado interno el 20% de toda la producción de gas boliviano. Hoy en día es el 30% y se espera que vaya subiendo. Entre paréntesis, esto genera un problema para los productores de gas porque cuando exportan el producto lo hacen a precios competitivos pero cuando venden el producto al mercado interno lo hacen a precios subsidiados. Entonces la ecuación económica no cierra, hay una suerte de subsidio cruzado en el precio al productor desde lo que es la transportación al mercado interno.
-¿Qué precios reciben hoy los productores en el mercado interno?
-En este momento y desde hace casi 20 años los productores de petróleo reciben un precio de 25 dólares por cada barril cuando lo venden al mercado interno y por cada millón de BTU de gas reciben 1 dólar. Si se suma unos impuestos a la producción del 50%, el margen bruto para el productor es de 12 dólares por barril y 50 centavos por millón de BTU. Esto no funciona, independientemente de lo que pase con el precio internacional.
-¿Cuáles son hoy los principales campos productores?
-En las décadas de los 60 y 70 los principales campos productores de gas estaban en Santa Cruz y Cochabamba: Colpa y Caranda. De hecho, esos campos fueron la razón para nacionalizar el sector en 1969. Luego de los 80 y con la inversión de los 90 se vio que el potencial del gas estaba en Tarija, zona que colinda con Argentina, y que de acuerdo a muchos geólogos comparte unas estructuras con Argentina, con Paraguay e inclusive con Perú. Los campos productores del sur del país se llaman Sabalo, San Alberto, Margarita, Itaú y hay un quinto campo en Santa Cruz que está sustituyendo la producción en San Alberto. Son como cinco grandes campos productores. Estamos hablando de una reserva de 5 trillones de pies cúbicos. Uno de ellos ya está en la etapa de declinación por la sobreexplotación de los últimos 10 años. En términos geográficos sería mayormente lo que está en la frontera con Argentina.
-En los últimos años se observa un declive en la producción de gas. ¿Cómo se llegó a esta situación?
-Quizás vale la pena comenzar por cuál fue el motivo por el que se incrementó la producción de gas. En 1974 Bolivia firma un acuerdo de complementación energética con Brasil. Fue ratificado por los cuatro presidentes posteriores en Bolivia y también por sus homólogos en Brasil. Este proyecto al final deriva en la construcción el gasoducto Bolivia-Brasil, que es uno de los más largos del mundo, con más de 3500 km de extensión y un diámetro de más de 30 pulgadas. Fue mayormente impulsado por Petrobras. Ya en la década del 90 se trabaja en el contrato de exportación y la modificación de la normativa legal para atraer una inversión, similar a la apertura al capital privado extranjero en Argentina y Brasil. Al finalizar los 90 llegan petroleras como Petrobras, Repsol, British Gas. Muchas llegan porque ven que en Bolivia hay un potencial de gas interesante, pero también hay un potencial de mercado interesante con el Brasil. 20 años de un contrato que comenzó en 1999, con la posibilidad de ampliar a más de 30 millones de m3 al día. Esta llegada de empresas al país asociada a un marco legal atractivo, consolidado en impuestos sobre utilidades, y un marco institucional con un Estado más presente en la parte regulatoria que productiva, hace que Bolivia comience a exportar gas. En 2001/02, British Gas descubre el gas en el campo de Margarita y como Brasil ya estaba ocupado crea un proyecto para exportar gas a los EE.UU. y México. El proyecto debía sacar el gas natural por un puerto chileno. Esto exacerbó la fibra más íntima de los bolivianos y generó una convulsión social. El 80% de la gente se opuso a exportar a través de Chile. Al final se quedó con el gas natural para los bolivianos. Creo yo que este fue el germen para lo que vino después. Por este y otros conflictos el presidente Sánchez de Losada tuvo que salir del país y entró un nuevo presidente, Carlos Meza, que convocó a un referéndum sobre el gas. Esto generó la opción para que se presente una propuesta político partidaria muy agresiva en lo que es la parte de nacionalización. En el año 2005 se llama a elecciones y gana Evo Morales, cuya plataforma central era la nacionalización de los hidrocarburos. Ya en la presidencia no hace una nacionalización ortodoxa. No hay expulsión de empresas ni expropiación del capital. Lo que hay es una firma de contratos y sube en una pequeña parte los impuestos, que ya habían subido un año antes de su asunción. Más allá del uso mediático de la nacionalización, entiendo que las empresas no se van porque comienza la escalada de los precios internacionales del crudo, llegando a más de 100 dólares. Y como el precio del gas natural exportado a Argentina y Brasil está vinculado a un precio internacional del petróleo, los precios del gas se incrementan por un factor de ocho. Por tanto, las empresas petroleras ven que su ecuación económica funciona, aún con la carga impositiva que se tenía al momento. Pero toda la inversión está destinada a la explotación y no a la exploración. Nada en el nuevo contexto institucional de Bolivia está dirigido a descubrir nuevas reservas. En los últimos 15 años se sobreexplotó el gas natural descubierto en los 90. Esto llega a un límite cuando en 2015 los precios internacionales caen y todo empieza a caer en el país, comenzando por la producción. Tan así fue que en 2018 Bolivia paga una multa de más de 140 millones de dólares a Brasil por incumplimiento en la entrega de gas. Ante eso, Bolivia firma en 2019 una adenda para disminuir los acuerdos de entrega y que no existan más multas. En 2020 también se firma un acuerdo similar con Argentina que disminuye los acuerdos de entrega. Lo que da cuenta de que la caída de la producción de gas boliviano no se debe a una falta de demanda de Argentina o de Brasil sino a una incapacidad en la producción de gas por parte de Bolivia.
-Mencionó el gasoducto con Brasil. De esa inversión derivó el contrato de gas con ese país. ¿Qué tan importante fue ese contrato para la economía boliviana?
-La mitad del crecimiento económico boliviano de los últimos 15 años se debe al proyecto de exportación al Brasil. No el 10%, no el 20%, es el 50%. Gracias al proyecto, Bolivia pasa del grupo de países de ingresos bajos al grupo de países de ingresos medios. Debido a las reservas que se encontraron con este proyecto también se pudo firmar el proyecto de exportación con Argentina. Por lo tanto no se puede entender la economía boliviana tal y como es ahora sin ese proyecto de exportación de gas.
-Un tema presente en la discusión de los hidrocarburos en Bolivia es el Impuesto Directo a los Hidrocarburos, que data del 2005. ¿Cómo ha ido afectando ese impuesto a los productores en relación con la evolución de los precios internacionales?
-Los productores actuaron estratégicamente diría yo. ¿Qué fue lo estratégico? Disminuir los volúmenes de entrega al mercado interno cuando era posible porque este no aguanta un precio subsidiado y una cantidad de impuestos de esa naturaleza. Luego invirtieron en la explotación de los campos y no invirtieron en la exploración. El impuesto sobre un proyecto de exploración hace que la ecuación económica no cierre ni aún con 80 o 100 dólares el precio del barril. Estamos hablando de una regalía total de 50% del ingreso bruto. Termina siendo hasta confiscatorio en muchos campos. Por eso es que la inversión se destinó a explotar al máximo lo que se tenía descubierto, y en un afán por tratar de mejorar la ecuación económica el gobierno de Morales pone un subsidio a los productores. Este subsidio se llama Incentivo a la Exploración de Hidrocarburos. No funcionó como se esperaba porque a ningún productor le gusta operar con subsidios. La producción comienza a caer y la exploración realizada por la empresa estatal YPFB tampoco dio buenos resultados.
-¿La modificación del impuesto es una condición suficiente para volver a atraer la inversión en exploración?
-Es el primer paso pero no es suficiente. Se necesita una reingeniería legal e institucional, un cambio en la parte de impuestos, quitar subsidios, hacer más eficiente a la empresa estatal y mecanismos de licitación de campos que sean más transparentes. Pero estos son criterios técnicos que todo el mundo conoce. La gente técnica del gobierno, de la empresa estatal y de la oposición lo conoce. El tema es si la parte político-partidaria tomará el riesgo de los cambios que necesita el sector. El costo político no es menor. Bajar impuestos a las petroleras, reducir el subsidio aún si es progresivo, decir que se hará más eficiente a la empresa estatal, tiene un costo político asociado que no sé si el actual presidente se anime a tomarlo. La política del actual gobierno es sostener el crecimiento a través de deuda pública, externa e interna. Es válida en cierta forma. Por el momento está funcionando bien, aguanta. Pero no creo que en el corto plazo se animen a realizar cambios profundos porque la economía le da aire para maniobrar con la deuda. El actual presidente tiene más una misión de administración que de políticas de desarrollo. Él administra muy bien el aparato público, es eficiente, no tenemos una inflación grande y el país ha tenido tasas de crecimiento aceptables. No es solo la tenencia del gas, también ha sabido manejar, al contrario de Venezuela, por ejemplo. Sin embargo, no hay una estrategia de mediano y largo plazo por la cual Bolivia pueda repetir lo que hizo con el gasoducto al Brasil, que se pensó para explotar 20 o 30 años.
-¿Cuál es el nivel de inversiones que el país necesita para incrementar sus reservas?
-Le puedo dar un rango en base a mis cálculos. Entre 3 a 5 mil millones de dólares es lo que más o menos necesita el país en el futuro para abastecer con holgura el mercado interno y externo.
-¿Piensa que Bolivia pueda cumplir con la entrega de los volúmenes pactados en la última adenda negociada con Argentina?
-Tal como van las cosas, quizás el gobierno boliviano debería acordar una nueva reducción de los volúmenes de gas enviados a Argentina.
-El presidente Arce presentó hace poco un plan para la exploración de hidrocarburos. ¿Cuál es su análisis sobre ese plan?
-Tuvimos dos o tres planes en el pasado, muy parecidos. Ninguno se cumplió porque el sector necesita reformas más profundas que solamente descubrir el gas. Por ejemplo, dentro de este plan uno de los proyectos es un campo que está en el norte de Bolivia, en la frontera con Perú y Brasil. El área se llama Madre de Dios. Ese lugar no tiene ni carreteras que vinculen con el eje central y menos gasoductos. El plan apunta al desarrollo de ese campo, probablemente para exportar después a Perú. En Bolivia el sector de hidrocarburos ya vive la etapa de crisis. No es que podamos hacer algo para revertir este proceso. Ya está en la parte de declinación. Todo lo que se puede hacer de aquí en adelante es simplemente para tratar de revertir esta tendencia en un mediano plazo.
-Brasil reglamentó este año una nueva Ley del Gas. Argentina recuperó su producción gracias a Vaca Muerta. ¿Cómo afectan estos y otros cambios en estos mercados a la perspectiva boliviana de exportar gas?
-Desde mi perspectiva no es que Bolivia pierda los mercados. El Mato Grosso es aún un mercado natural para Bolivia. Aún el norte argentino probablemente sea un mercado interesante para Bolivia. Pero sí las condiciones de negociación son distintas y menos positivas para Bolivia que hace 30 años atrás. En el pasado Brasil aceptó algunas condiciones. También en Argentina, el precio de compra del gas de Bolivia es muy alto. Cuando venga nuevamente una ronda de negociación de seguro bajarán el precio a un nivel más competitivo con el GNL o con el mismo Vaca Muerta y probablemente los volúmenes no serán de tan largo plazo. Sí hay mercado para Bolivia, pero las condiciones de negociación son menos favorables. Es un contexto en el que hay más competencia, con producción en estos países y el ingreso del GNL, pero también las energías renovables que entran con fuerza. Hay un cambio en la matriz energética en el consumo y en la oferta en América del Sur. Aquí se suele decir que Bolivia permitió la entrada del GNL a América del Sur porque tanto Brasil como Argentina y Chile vieron que el país que potencialmente tenía importantes reservas no tenía una estabilidad política, administrativa, social como para asegurar un suministro confiable. Entonces buscaron otras fuentes y las consiguieron. Con este panorama, dudo que el sector de hidrocarburos sea el motor del crecimiento de la economía boliviana de los próximos cinco o diez años, como lo fue en el pasado. Tanto porque no tenemos gas como porque las condiciones de mercado son distintas. Para Bolivia no se perdió el mercado pero cada año que pasa perdemos una oportunidad más de abastecer el mercado porque ni Brasil ni Argentina esperarán a que Bolivia haga las reformas.»