Jorge Sidelnik, un reactorista histórico de CNEA y hoy vicepresidente de NA-SA, explica que las Atuchas I y II pueden soportar bajantes del Paraná de las Palmas hasta 3,5 metros mayores que la actual, pese a que ésta es récord desde la de 1944.
NA-SA está a cargo de la operación, diseño y construcción de las centrales nucleares en funcionamiento en el país. Por ahora son sólo tres: Atucha I, Atucha II y Embalse. Sidelnik se refirió a los posibles riesgos causados en la producción de electricidad debido a la bajante del Paraná.
Este río, en su rama «de las Palmas», es la fuente de agua fría que usan las centrales para refrigerar sus circuitos secundarios. Allí vuelve a estado líquido el vapor de las turbinas. En el caso de las Atuchas, el Paraná es el sumidero térmico último de una cadena de transmisión de calor que empieza en el núcleo de las centrales. El calor de la fisión nuclear es transportado por el agua pesada presurizada del circuito primario al circuito secundario, a través de los túbulos de los generadores de vapor.
El agua del circuito secundario se transforma en vapor seco de alta temperatura, activa las turbinas generadoras de electricidad, y luego termina de enfriarse y volver al estado líquido al atravesar intercambiadores de calor refrigerados por el agua -debidamente filtrada y purificada- que se extrae del Paraná.
En este encadenamiento de transferencia de calor el agua del primario (agua pesada, en realidad) no se mezcla con la del secundario, ni ésta con la del Paraná. Lo que fluye de una punta a la otra del sistema no es nada material, sino energía térmica, calor. Y la fuente fría del sistema, en este caso el río, es imprescindible. Sin ese sumidero térmico se recalentarían los núcleos de ambas máquinas.
Sidelnik dijo que el dúo de ambas centrales en Atucha (una chica y una mediana) toma 60.000 litros de agua del río por segundo, pero para que haya un riesgo en la producción eléctrica el nivel del agua del Paraná debería bajar más de metro y medio bajo su muy deprimido nivel actual.
“Tendría que estar seco el Paraná para que haya una situación de exposición. Estamos muy lejos de salir de servicio”.
Observaciones de AgendAR:
La cadena de refrigeración de los circuitos de las centrales implica sacar el equivalente de una pileta olímpica de agua cada segundo. Pero tras enfriar el secundario, este enorme caudal terciario vuelve al río, filtrada y desmineralizada y algunos grados más caliente, cauce abajo de las bocatomas de entrada.
A 500 metros de la salida del terciario (que no es un circuito, por ser abierto), la «huella térmica» de las centrales en el río desaparece. El agua caliente se mezcla con una masa inmensamente mayor de agua más fría.
Huella radiológica tampoco hay, porque el agua del primario, la única que tiene átomos activados por los neutrones emitidos por el nucleo, no sale de ese circuito sumamente aislado. El circuito secundario, el que produce vapor, está ahí justamente para aislamiento del primario. Le quita algo de potencia al sistema, pero logra que la turbina no trabaje con vapor que tenga gases activados.
De modo que las dos Atuchas carecen de impacto térmico o radiológico sobre la vida acuática del Paraná. Incluso en esta versión 2021 de sequía histórica, el Paraná de las Palmas es demasiado caudaloso como para que la descarga de las Atuchas «le mueva el termómetro». Y tampoco el contador Geiger, que mide radioactividad. Razón por la cual de aquí a diez años, sobre la misma barranca hacia el río, habrá una Atucha III, una central china Hualong-1, nueva y con 1000 MW más.
Para que haya que parar ambas centrales existentes a fecha de hoy en el predio de las Atuchas, el nivel de agua en el Paraná de las Palmas debería ser 2 metros inferior al del Río de la Plata medido hoy muy aguas abajo, en el Riachuelo. Eso sería 3,5 metros debajo del nivel de hoy del Paraná de las Palmas, que es el de una sequía histórica. Para que se deba bajar la potencia de las centrales, o detenerlas, el Paraná debería reducirse a una hilacha de agua. Alguna ventaja tiene que dar el ser copropietario del segundo río de Sudamérica por caudal, y el octavo del mundo.
Hubo eventos climáticos que detuvieron centrales nucleares, pero no fueron tanto sequías como olas de calor. Francia tiene 58 máquinas bastante grandes (900 MW en promedio), buena parte de ellas sobre sus bellos ríos interiores. En el verano boreal de 2018, hubo que parar cuatro centrales francesas porque el agua de los ríos colindantes estaba demasiado caliente y no podía cumplir bien su función de sumidero térmico.
En julio de 2019, el recalentamiento de los ríos Wesser en Alemania y el Ródano y el Garona en Francia obligo a la desconexión temporaria de 5200 MW de centrales en ambos países. No somos un país tan fluvial como los de Europa del Norte, pero tenemos cuatro ríos (el Paraná, el Uruguay, el Negro y el Santa Cruz) con unos caudales majestuosos.
Son buenas noticias, en el contexto eléctrico. Yacyretá, Salto Grande y las represas del Limay (El Chocón, Cerros Colorados, Piedra del Águila, Pichi Picún Leufú, Arroyito) funcionan con muy poca agua y operan a entre el 50% y el 33% promedio de su producción eléctrica nominal.
Sumando megavatios en riesgo, hay entre 3000 y 4000.
Vuelta de Obligado, San Martín y San Nicolas, centrales termoeléctricas sobre el Paraná, están «tecleando» por no poder refrigerarse por falta de caudal, pero las Atuchas tienen sus bombas a distintas alturas de la columna de agua del mismo río, y ni se enteran de la bajante. Y suministran 1000 MW de potencia de base, no fluctuante, no estacional, disponible 24x7x365. Las centrales de NA-SA sólo paran para mantenimientos programados.
A fin de año serán 70 MW más, porque Atucha II, hoy operando bajo su capacidad nominal, habrá terminado tareas de limpieza de su circuito primario y podrá alcanzar por fin el 100% de su potencia.
Si se añade la central nuclear cordobesa de Embalse a las Atuchas, los alrededor de 1700 MW nucleares de NA-SA representan menos de un 4,5% de los 38.922 MW instalados en el país. Pero están manteniendo a a pulso a la Argentina razonablemente libre de apagones, y eso en medio de una crisis climática que amenaza a los mayores puntales térmicos e hidráulicos del Sistema Argentino de Interconexión.
No es la primera vez que esto sucede. Tampoco será la última.