En 2022 Atucha II va a empezar algunos rediseños que le garanticen un factor de disponibilidad de al menos el 85% a lo largo de su actual vida útil. Considerando el conjunto de rediseños a consideración de la Autoridad Regulatoria Nuclear, esta máquina podría en servicio 80 años y probablemente más, (pero eso lo decidirán nuestros bisnietos).
La movida de Atucha II viene también con un cambio del tipo de uranio que va a disminuir un 40% el actual gasto de combustible.
Todo esto lo dijo al periodismo el Dr. Jorge Sidelnik, un físico nuclear de aquellos que entre 1988 y 1990 -y para enojo de Siemens, el proveedor original- reconstruyó enteramente los internos de Atucha I: tenían algunas debilidades de diseño inevitables en un prototipo y en 1988 la máquina se rompió, se detuvo sola, y hubo que decidir cómo seguía el juego.
Reinaba la escasez eléctrica en todas las grandes ciudades del país: reparar Atucha I era importantísimo para el AMBA, que vivía entre apagones. Siemens nos pedía U$ 200 millones y el trabajo se hizo por U$ 17 en seis meses menos de lo estimado por la multinacional alemana. Con una autorización presidencial de Raúl Alfonsín, en aquella patriada participaron a riesgo de su prestigio Juan Carlos Almagro, Emma Pérez Ferreira, Roberto Perazzo, Juan Carlos Duarte, Bernardo Murmis y el citado Sidelnik, dado que los medios preferían que se hiciera cargo Siemens. Lanata sacó su memorable tapa en página 12, con la foto de la central y el titular «La arreglamos con un alambre».
Por el contrario, los citados, usando herramientas telecomandadas diseñadas por INVAP, repararon los internos de la planta. La dejaron «pinturita».
Desde entonces la central mantiene, efectivamente, un factor de disponibilidad del 85%, la máxima estimable para una planta nuclear de su los años ’60. Su potencia instalada inicial fue subiendo con optimizaciones sucesivas desde los 320 MW eléctricos con los que arrancó hasta los 364 MW actuales. No está mal para una instalación cuyo original, en mesa de diseño, daba 250 MW.
La única máquina del Sistema Argentino de Interconexión que la supera a Atucha I hoy en disponibilidad no es, como indicaría el sentido común, una hidroeléctrica en un río gigante. El Paraná y el Uruguay, mucho más vulnerables que antes a ciclos largos de sequía, ya no son los ríos que fueron cuando se planificaron Yacyretá y Salto Grande. Cambio climático mediante, se han vuelto mucho más fluctuantes y menos predecibles.
Por eso el récord de disponibilidad a potencia nominal, es decir al 100% de potencia, lo tiene otra central nuclear también de uranio natural pero con tecnología CANDÚ, Embalse, en Córdoba, que llega al 93%.
Todo lo que está diciendo Sidelnik que va a hacerle a Atucha II ya lo hizo en Atucha I, cuando todavía no tenía canas, y le salió bien. Es bueno que este raro físico, tan fierrero y poco teórico, forme parte del actual directorio de NA-SA, la operadora de las centrales nucleares argentinas que dirige José Luis Antúnez. Éste no necesita de presentación: es el hombre que se atrevió a terminar Atucha II tras 27 años de abandono de la obra por 10 gobiernos sucesivos.
Gente como la nombrada hace la diferencia entre una «operadora boba», para la cual la central es algo comprado y que maneja según manual, más o menos como un taxista usa su taxi, y una empresa de arquitectura nuclear, con capacidad de diseño, rediseño, diseño y construcción original y obra.
El primer perfil de empresa es el que le quiso imprimir a NA-SA el gobierno de Mauricio Macri, tras echar a la calle a unos 200 profesionales fogueados en la terminación de Atucha II y en la extensión de vida de Embalse. La mayor parte de las operadoras de centrales nucleares del mundo no han necesitado de esta lobotomía: nacieron así, compradoras y operadoras puras, sin más pretensiones.
La NA-SA a la que se intenta volver (por segunda vez desde creada la empresa) es muy diferente. Como diseñadora y constructora, trata de ser autosuficiente en tecnología, motoriza y obliga a calidad nuclear a la industria argentina con pedidos de componentes y sistemas. Si se la deja crecer, hace nuevas centrales y eventualmente, se vuelve exportadora.
De modo que este artículo que anuncia cambios en Atucha II anuncia también cambios en marcha en NA-SA, y son más profundos e importantes. Es la vuelta de una empresa que tuvimos entre 2006 y 2015, que reconstruyó sus recursos humanos, terminó una central olvidada durante 27 años, le garantizó 30 más de vida a otra que tenemos en Córdoba, una CANDÚ canadiense llamada Embalse, y vuelve a tener planes de construir una CANDÚ más potente y de diseño argentino.
El otro gran cambio no contemplado por el fabricante original en Atucha II va a ser la reconversión de su núcleo «de diseño», de uranio totalmente natural (0,73% de isótopo 235) a levísimamente enriquecido (0,85% de isótopo 235).
Esto la CNEA lo hizo en los ’90 con Atucha I. Esta máquina es la hermana mayor (en edad) pero también la menor (en potencia) de Atucha II. A la mayor en edad pero menor en potencia, la CNEA, su dueña original, le fue cambiando el combustible de a poco. No buscaba un aumento de potencia sino un mejor «quemado» del combustible, que pasó de 6 MW/día/tonelada a 11,8 MW/día/tonelada. Se sabe, el lado flaco de las centrales de uranio natural es el bajo quemado.
Con el uranio levísimamente enriquecido sale casi el doble de potencia térmica diaria de la misma tonelada de combustible. Y esto significa un 40% de ahorro en la cantidad de combustible quemado anual, ahorro que además se transmite a su vez a los gastos de enfriamiento térmico y radiológico del combustible gastado: en sus extensiones de vida útil, no será tan imperioso aumentar la capacidad de los piletones en que estas complejas barras de circaloy y cerámica de uranio se almacenan décadas hasta mitigar su calor y su emisión gamma. Cumplido este doble enfriamiento inicial, el combustible gastado puede pasar a almacenamiento en seco.
Sidelnik no quiso hablar del tema por teléfono, pero a fuerza de tratar con gente nuclear, AgendAR no descarta que en sus próximas paradas programadas, que durarán bastante más de lo habitual, a Atucha II se le meta mucha mano argentina y se la vaya apartando del diseño original alemán en estas áreas:
1) Reemplazo sucesivo de las «lanzas» con sensores de temperatura, presión, flujo de neutrones y otros parámetros del núcleo. Una de estas lanzas, en 1988, tuvo vibraciones que terminaron rompiendo las paredes de un canal de refrigeración. Esto detuvo automáticamente la central y obligó a la CNEA a 2 años de reparaciones y rediseños.
2) Optimizaciones en termohidráulica y en las turbinas que le ganen algunos megavatios extra de potencia instalada.
3) Paso a paso, ir llegando a un núcleo totalmente reconvertido de uranio natural a levísimamente enriquecido de aquí a 5 años.
De no haber desaparecido Siemens del rubro núcleoeléctrico en 1989, la empresa alemana constataría que a esta altura del partido somos más baquianos en Atuchas que sus propios elencos de ingeniería nuclear, dispersos hace mucho. Quienes diseñaron esta máquina a fines de los ’70 a esta altura de las cosas están jubilados… o no están.
Con uranio natural como combustible original pero recipiente de presión en lugar de tubos de presión como las CANDU, las Atuchas son dos prototipos únicos, y tan prototipos que cada una de ambas tiene algunas particularidades ausentes en la otra.
Ambas reflejan el intento de Siemens en los ’60 de armar un casorio técnico entre el uranio natural, un combustible de moda en los países que se iniciaban en el área nucleoeléctrica, y los recipientes de presión, típicos de las centrales con uranio enriquecido a entre el 3 y el 5%. Todas las centrales nucleares de Siemens fueron de uranio enriquecido, salvo estas dos.
El mestizaje tecnológico resultante es bien diferente de las decenas de CANDÚ que sembró la canadiense estatal AECL por su propio país y por Pakistán, la India, Argentina, Rumania, Corea y China. Las CANDÚ y sus imitaciones indias son plantas con tubos de presión dentro de una calandria, no con recipiente de presión como las Atuchas. Las CANDÚ son un modo más barato de quemar uranio natural, y el uranio natural, a su vez, es el modo de no depender de los proveedores mundiales de uranio enriquecido, cuyos enojos diplomáticos podrían significar apagones. Con uranio natural, no los necesitás.
La desaparición de la Siemens en el mercado nuclear mundial a las dos Atuchas las volvió únicas en el mundo, más raras que un perro verde. Y sin embargo resultaron de una robustez titánica, tanto así que no sería raro que, con sucesivas prolongaciones de vida útil, lleguen a cumplir un siglo en operaciones. Y con tanto rediseño argentino que les imprimió la CNEA y luego NA-SA, finalmente ambas han dejado de ser prototipos. Curiosamente, sin dejar de ser irrepetibles.
Hoy, tras los tropezones tremendos de Chernobyl (1986) y Fukushima (2011), la energía nuclear vuelve a resucitar por tercera vez en todo el mundo, empujada por los efectos terroríficos del cambio climático y traccionada por la urgencia por sustituir a los combustibles fósiles en el suministro de electricidad de base.
El uranio natural sigue teniendo fieles: la India opera 22 activas, construye 5 y planea 9 más. China tiene otras 2 en planes, y Rumania está construyendo su 3ra y 4ta unidades CANDÚ mientras prepara la extensión de vida de su 1ra. Si no se compran más Atuchas en el ancho mundo es porque la opción CANDÚ siempre fue un 50% más barata en inversión inicial, plata que se recupera en 15 años, pero básicamente porque ya no hay un oferente «world class» en Atuchas.
Todo lo que hoy se construye rápido y fácil en planta eléctrica es también mucho más precario, hecho para terminarse en 2 o 3 años y durar a lo sumo entre 20 y 25 años, desde los parques solares a los eólicos, y desde estos a las plantas termoeléctricas de gas a ciclos combinados. En épocas de gas barato esta construcción barata generaba electricidad barata. Pero esas épocas se están terminando en todo el mundo. Las centrales nucleares vuelven a ser imprescindibles para generación libre de gases invernadero, hay 52 en construcción en todo el mundo y sobre 443 activas, 193 han sido decomisionadas. Pero aquellas que sean suficientemente fuertes para ser relicenciadas para extensión de vida útil, lo serán.
Dicho esto, máquinas como las Atuchas no se compraron más fundamentalmente porque no había nadie vendiéndolas. Los compradores exigen una gran empresa o un estado-nación respaldando una venta de este tipo, y generalmente ambas cosas van juntas.
Nadie quiere decir NADIE. En 1981 Siemens había formado con la CNEA una empresa de arquitectura de centrales, ENACE. En 1987 esta «joint venture», dirigida entonces por el Abel «El Negro» González tenía dos misiones a cargo: terminar Atucha II, encarar 3 centrales más idénticas, y vender en varios países africanos y árabes una versión optimizada de Atucha I llamada ARGOS 380. El rival era la AECL canadiense, entonces la gran exportadora de máquinas de uranio natural tipo CANDÚ.
Atucha II debió terminarse aquel año, pero desde 1983 se le venía retaceando plata a la obra y el gobierno de Alfonsín, acatando instrucciones de los acreedores de la deuda externa, la detuvo casi totalmente. Como es obvio, los posibles compradores del ARGOS empezaban a barruntar que no convenía comprarle nada a una «joint venture» que, como ENACE, por defección del estado argentino, no podía terminar su mayor obra.
Que Abel González se fuera al OIEA de Viena, hastiado de 5 años de luchar por centavitos con los ministros Brodehrson y Sourrouille para lograr algún avance de obra, no ayudó. En la parte árabe de África los negocios entre estados se van armando muy sobre relaciones personales y prestigios. González era EL interlocutor.
En 1988 se rompió Atucha I y con ello la reputación remanente de ENACE desapareció de golpe. ¿Entonces no era alemana y perfecta? En 1989, la que desapareció fue Siemens como proveedora nuclear en todo el mundo, en uno de esos ataques de ecologismo tecnofóbico que sacuden con frecuencia a la política germana. Todavía les dura y no les va bien con eso: llevaron al país a duplicar su huella de carbono y sin embargo a tener la electricidad doméstica más cara de la Unión Europea.
Previsiblemente, para «generar base», electricidad disponible 24×7 y con una fiabilidad mayor del 90%, los alemanes no logran sustituir uranio por viento o por sol, lo que los obliga a recostarse en el carbón y el gas, que importan de Polonia y Rusia. Pero además, importan electricidad francesa… que es nuclear. Razón por la cual es, además, la más barata de la UE.
En 1990 la CNEA reparó y rediseñó Atucha I sin ayuda externa y desde entonces es la segunda mejor central nuclear de toda América Latina después de Embalse. Pero a esa altura de las cosas las oportunidades de exportación del ARGOS 380, tan parecidos a Atucha I, se habían evaporado. Máxime con el presidente Carlos Menem, pequeña contradicción, obligando a la CNEA a romper todos sus viejos sólidos lazos académicos y comerciales con el mundo islámico. Y luego, cerrar ENACE por decreto.
Siemens desapareció desde entonces del campo nucleoeléctrico. Malo para nosotros, porque para vender centrales nucleares un poco raras y un poco caras, como ese hijo no nato de las Atuchas, el ARGOS, hacen falta las espaldas económicas de una multinacional grande, capaz de dar una financiación competitiva. También hay que tener la certeza de poder fabricar una pieza de forja de un tamaño descomunal: el recipiente de presión. Los países de desarrollo mediano no suelen tener industrias metalúrgicas tan equipadas.
Hoy los días de Argentina se ocupan en recordarles a los chinos, nuestros nuevos aspirantes a socios nucleares, que somos socios, no compradores, que somos más viejos que ellos en este negocio, que tenemos tecnología propia y -como me dice el Dr. Carlos Aráoz, científico de materiales, «combustiblero» y asesor ad-honorem de la CNEA en materia de combustibles- que carecemos de toda vocación por firmar contratos con los que China nos trata de vender cosas que ya tenemos y conocimientos que ya adquirimos. No es una situación original: el mismo tipo de líos los tuvimos en los ’60 y ’70 con los canadienses y alemanes.
Si alguna vez los alemanes vuelven al ruedo nuclear, no sería raro que nos toquen calladamente el timbre para que los ayudemos a poner nuevamente en marcha sus 18 centrales nucleares con recipiente de presión, e incluso optimizarlas. Ellos ya están un poco olvidados, y nuestra hora de ingeniería siempre fue más barata que la alemana.
No estaría mal que se lleven un poco de su propio conocimiento desde la Argentina. Aquí sigue vivo, pese a todo. Y esas centrales siguen siendo muy buenas. Mejores que cuando las compramos.
Daniel E. Arias